Desde sus comienzos, Ribla ha sentado bases firmes en una hermenéutica bíblica de liberación desde las comunidades de lectura en América Latina y el Caribe. Este enfoque resalta que ninguna interpretación puede considerarse inocente o neutral, ya que siempre está inevitablemente influenciada por el contexto, la perspectiva y los intereses de la lectura. En este sentido, nuestra reflexión se enmarca en la tradición de interpretación bíblica latinoamericana, que encuentra su base en el potencial liberador de la lectura de la Biblia enfatizando que la mejor forma de preservar ese potencial es situar la lectura desde el lugar de las víctimas.
Como decía Jorge Pixley:
“La Biblia se ha usado en la historia de la humanidad para fines muy opuestos. Con ella se ha legitimado la esclavitud de los negros por ser supuestamente descendientes de Cam, el hijo maldito de Noé. Con ella también, en sentido contrario, se han nutrido la dignidad y las ansias de liberación de los negros esclavizados en la América, especialmente de los estados sureños de los EE.UU. Con la Biblia se ha querido demostrar que los judíos son los asesinos de Dios y que deben, por ello, ser eliminados de la faz de la tierra. Pero también con ella se ha justificado a la nación de Israel en su lucha por establecer un santuario para los judíos aun al costo de despojar a los palestinos árabes, y en sus éxitos en este sentido muchos ven el cumplimiento de las profecías de la Biblia. No hay fin de los ejemplos con los cuales se demuestra que la Biblia es un libro con un potencial político inmenso, aparentemente inagotable. Sin embargo, el poder de la Biblia no se ejerce si no hay una institución o un movimiento capaz de canalizarlo y utilizarlo para sus propios fines”. (PIXLEY, 1994)
Esta afirmación del Maestro Jorge Pixley, tan explícita, nos ha llevado a sondear sus escritos fundamentales junto a los de otros pioneros que han cimentado el espíritu de RIBLA y de la Teología latinoamericana de Liberación, sobre bases sólidas y de plena vigencia.
En el texto que citamos, y que recomendamos su lectura completa en Ribla 11 (1994), Pixley nos habla del poder de la Biblia, y también nos advierte sobre el peligro de quienes pretenden adueñarse del potencial del mensaje bíblico para proyectos voraces de sometimiento y opresión.
Por ejemplo, señala que desde el siglo IV la biblia se usó para legitimar el poder de los obispos en ciudades imperiales, Roma, Alejandría, Antioquía, Constantinopla y Jerusalén apoyándose en la legislación del Imperio Romano. De este modo, pretendían quitar a los rabinos su capacidad de usar el poder de la biblia, que había sido instituido en Jamnia, cuando expulsaron a los cristianos de sus sinagogas a fines del siglo I d.C, fijando el canon de su Biblia, y estableciendo un poder contrario al del imperio romano, que logró extenderse en Tiberías y Babilonia con apoyo por el imperio persa.
Luego nos recuerda a Tertuliano, cuando en su famoso tratado De praesciptione aereticorum, escrito alrededor del año 200 d.C, a lo largo de 44 capítulos, argumenta que los herejes no tienen ningún derecho de usar la Biblia, pues no les pertenece, concluyendo que el mensaje de Cristo contenido en la Biblia pertenece a los apóstoles y a sus sucesores, es decir las comunidades apostólicas.
Y sigue una lista de casos de usos y abusos que se han hecho sobre este libro, supeditados casi siempre a proyectos hegemónicos, frecuentemente nacidos en alianzas de poder imperial, económico-político-religiosas.
Nuestro repaso crítico sobre los aportes de Pixley nos ha llevado a detenernos sobre dos ejes de su desarrollo: por un lado, el riesgo de considerarse dueño de la Biblia; y por otro, la amenaza de imponer un punto de vista de lectura para reforzar intereses del propio sector.
La primera cuestión supone principalmente la delimitación de un canon, considerado único, inspirado y verdadero. Tal empresa implica un ejercicio de poder asentado sobre la atribución de una autoridad, preeminencia o privilegio que desplazada a otra, juzgada errónea o falsa. Tal operación declara una ruptura o disidencia, y por ende la exclusión de otros que quedan por fuera. Esta delimitación del propio canon instituye una apropiación, y por ende, propios y ajenos.
La segunda cuestión compromete siglos y siglos de lectura, incluyendo traducciones, comentarios, sermones, predicaciones, relecturas, interpretaciones, es decir una dinámica viva que se ejercita en el campo de las comunidades religiosas, iglesias y congregaciones y que despliega diversas operaciones donde se actualizan y refuerzan las genealogías identitarias y tradiciones. Se trata de un fenómeno hermenéutico, a la vez ético y político.
Ciertamente reconocemos que ambas cuestiones están atravesadas por la conflictividad social de cada época, aunque constatamos que en ellas también puede arraigar la lógica absolutista, totalitaria y fundamentalista del poder, en sus diversas expresiones. A lo largo de la historia, incluso en la historia bíblica y de las iglesias, tales desmesuras han producido persecuciones, exilios, condenas, guerras, genocidios, inquisiciones, aniquilamientos, censuras y silenciamientos. En todo sentido, muerte y olvido. Nos centraremos especialmente en la segunda.
Releer a Pixley en el escenario actual de hostilidad contra el Pueblo palestino por parte del gobierno sionista de Israel nos ha significado encontrar las claves desde América Latina para señalar que el uso de la Biblia no es inocente cuando se apela a ella con el fin de atropellar un pueblo, es decir, la vida de miles de civiles, en su gran mayoría mujeres y niños, considerados “indeseables” en base a discriminación religiosa, política y social. Materializando, al decir de Ilán Pappé (2006), una verdadera limpieza étnica.
Porque en las imágenes y relatos de nuestros hermanos palestinos y palestinas despojados con crueldad de sus territorios ancestrales, de su historia y de sus dioses ante la mirada silenciosa del mundo entero desde hace más de 70 años, se actualiza la memoria doliente del colonialismo voraz perpetrado entre los siglos XV y XIX en América y África por parte de las potencias de la época, España, Portugal, Inglaterra, Holanda. Y a la vez nos ofrece un prisma para comprender los desplazamientos forzados de nuestra región, aquellos que viven los migrantes urbanos, campesinos e indígenas, expulsados por las fronteras del capitalismo salvaje, por la gentrificación, por el avance de cultivos extensivos, explotación minera, negocios inmobiliarios, explotación agropecuaria a gran escala, tala indiscriminada de bosque nativo, privatización de bienes comunes como el agua y la tierra.
En todo sentido, afirmamos con razones y certezas, que Palestina no está lejana de América Latina. Por eso también la causa palestina late al ritmo de las luchas por la dignificación de nuestros pueblos desde organizaciones populares como el Zapatismo, Las Madres de Plaza de Mayo, H.I.J.O.S., las Madres del dolor, el MST (movimento sem terra), Ni Una Menos, Piqueteros en Argentina, Cocaleros en Bolivia, Indígenas en Ecuador, MoCaSE (Movimiento campesino de Santiago del Estero), la Vía Campesina, los Feminismos comunitarios, y tantos otros, cuyo clamor converge con el expresado por el pueblo Palestino, reflejado en el llamamiento de Kairós Palestina:
“Nuestra palabra es un grito de esperanza acompañado de amor, de oración y de confianza en Dios. Está dirigido en primer lugar a nosotras/os mismos, pero también a todas las Iglesias y a todas y todos los cristianos del mundo, pidiéndoles que se alcen contra la injusticia y el apartheid, instándolos a trabajar por una paz justa en nuestra región, e invitándoles a revisar las teologías tantas veces utilizadas para justificar los crímenes perpetrados contra nuestro pueblo y la expropiación de nuestra tierra”.
Sin duda, nos debemos la tarea urgente de escribir sobre esta historia de solidaridad, de pueblo a pueblo, en un despojo ancestral que se remonta hasta el clamor bíblico de los oprimidos rescatados por el Dios liberador del Éxodo, resucitados con Jesús el carpintero de Nazaret, y sostenidos por el Espíritu insurrecto, a lo largo de los lugares y los tiempos. Y este debería ser nuestro irrenunciable lugar hermenéutico para hablar sobre el conflicto que atraviesa hoy Palestina en su lucha por la defensa y derecho a la posesión y goce de su territorio.
Bien sabemos desde este lado del mundo, el sur global, que la justicia que llega tarde no es justicia; que las reparaciones y las amnistías tardías, frecuentemente, significan un nuevo crimen sobre las víctimas; y que no hay olvido ni perdón posibles ante la doble moral de Occidente, nunca del todo firme en la defensa de los derechos humanos elementales de las poblaciones subyugadas, ni mucho menos para la aplicación de la legislación internacional, -que desde la ONU hasta movilizaciones en todo el mundo- se han pronunciado por un alto al fuego inmediato en Gaza y en contra de la ocupación ilegal del territorio palestino. Recién al concluir estas líneas, por primera vez, y luego de incontables intentos, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas efectuó un llamado en tal sentido, aunque está por verse si será de cumplimiento efectivo.
Bien cerca, desde donde escribimos este artículo, el caso del recientemente electo presidente de Argentina, Javier Milei, refleja como pocos esta doble moral; que por un lado se muestra solidario con Ucrania, y por otro se convierte en un incondicional y subordinado aliado del sionismo israelí. En su discurso de asunción presidencial, en diciembre último, hacía una referencia al libro de Macabeos diciendo:
“No es casualidad que esta inauguración presidencial ocurra durante la fiesta de Janucá, la Fiesta de la Luz, ya que la misma celebra la verdadera esencia de la libertad. La guerra de los Macabeos es el símbolo del triunfo de los débiles por sobre los poderosos, de los pocos por sobre los muchos, de la luz, por sobre la oscuridad y sobre todas las cosas, de la verdad, por sobre la mentira”.
y agregaba:
“Recuerdo que en una entrevista me habían dicho -cuando aún era diputado- ´Si ustedes son 2 entre 257, no van a poder hacer nada´. Y ese día mi respuesta fue una cita del libro de Macabeos 3:19, que dice que la victoria en la batalla no depende de la cantidad de soldados, sino de las fuerzas que vienen del cielo. Por lo tanto, Dios bendiga a los argentinos y que las fuerzas del cielo nos acompañen en este desafío”.
Una vez más, como decía Pixley, la Biblia es usada para auto referenciarse y poner la interpretación a favor de intereses propios y sectoriales, como lo demuestran los hechos que le sucedieron, ya que este discurso fue acompañado de una serie de gestos que pusieron en acto la hermenéutica política que Milei aplicaba al citado texto bíblico:
-En su viaje a la comunidad Jabad Lubavitch de EEUU, anuncia que se lo distinguirá como “embajador de la luz” por su incondicional apoyo a la política del Estado de Israel y su primer ministro Netanyahu.
-En su inmediato viaje a Israel, condena al terrorismo palestino, confirmando su apoyo a la invasión de Gaza del régimen de Netanyahu y anunciando el traslado de la embajada argentina a Jerusalén.
-Mientras él participaba de la celebración de la Janucá junto a la comunidad Jabad de nuestro país, su ministro de economía anunciaba unos de los peores programas de ajuste de la historia argentina.
En sus discursos además es notable la autopercepción cuasi mesiánica referida al rol que atribuye a su gestión, así como al lugar que nuestro país estaría destinado a ocupar en el mundo, en un alineamiento con EEUU e Israel, para lo cual recurre a la simbología del León (por el León de Judá), emblema de su partido y de sí mismo.
Esta auténtica cruzada emprendida por el presidente Milei, similar a otros casos como Bolsonaro en Brasil, se enmarca en aquello que Juan José Tamayo describe como “la base ideológica de la alianza Israel-Estados Unidos”, que se sustenta en “la convergencia entre la teología del Pueblo Elegido y de la Tierra Prometida, defendida por Israel, y la doctrina del Destino Manifiesto, en la que se apoya Estados Unidos para su expansión por todo el mundo”.
Sobre finales de 2023, cuando percibíamos este advenimiento preocupante, desde el espacio de nuestra Comunidad Teológica Rajab organizamos dos talleres de lectura socio política de la Biblia. Nos acompañaron los queridos compañeros Néstor Míguez y Sandro Gallazzi.
Néstor nos guio en una profunda relectura del capítulo 9 de Daniel: “Allí, el profeta, en un contexto de dominación, reconoce que su peor pecado fue haber descuidado al pueblo de la tierra, a los más humildes y despojados” . Y formula tres elementos que constituyen la posibilidad de la alternativa al sistema de cautividad:
- La capacidad profética de Daniel de ver más allá, de mantener visible su tradición cultural y su independencia de criterio, pensar desde su pueblo, a pesar de todos los cambios que le impusieron.
- La dimensión mesiánica, reflejada en la visión del hijo de hombre como camino de liberación; que anticipa la posibilidad de una alternativa.
- La dimensión apocalíptica, que significa que esto no es el final de la historia, no es definitiva, ya que Dios tiene una historia distinta para nosotros, entonces es posible la esperanza. Otro mundo es posible.
Por su parte, Sandro recorrió el libro del Apocalipsis. Recuperó la figura del falso profeta, “que habla como un dragón y hace que la tierra y los que moran en ella adoren a la bestia. Engañan a través de grandes señales y hacen revivir a la bestia, a través de los Bolsonaros y los Mileis, que son los que legitiman el poder del imperio. Frente a sus engaños necesitamos volver a preguntarnos ¿Quién es nuestro Dios? Y el camino para descubrirlo va de la mano de otra pregunta, ¿Dónde está nuestro Pueblo?”
Para concluir, percibimos que el tiempo que nos toca vivir nos desafía a un Nuevo Kairós, y a un Kairós global, porque los planes de los poderosos son globales. Un tiempo para cuestionar esas falsas “fuerzas del cielo”, que representan el cielo imperial del que bajan misiles de fuego, ese cielo plagado de nubes desde las que se hegemoniza el odio y el engaño a través de redes sociales de control, la tecnología y las comunicaciones de las cuales ellos mismos son dueños.
Por el contrario, nuestras fuerzas vienen de abajo, vienen de la tierra y de las huellas de los pueblos que por ella caminan, porque es desde ahí que nace el mensaje de liberación que nos anima a seguir caminando en la noche, aunque el amanecer se retrase. Seguramente necesitaremos seguir escarbando el texto bíblico como el campesino escarba su tierra, uniéndonos umbilicalmente a las fuerzas de la “madre tierra”, donde renace la acción del espíritu sosteniendo y hermanando el clamor de los pobres, haciendo presente el cuerpo del resucitado (Mt 18, 20), unidos y organizados.