En memoria de Amorcito Perdía, compañera, madre, hija, escritora, historiadora… Mujer**
Sur,
paredón y después,
(…)
Ya nunca alumbraré con las estrellas
nuestra marcha sin querellas
por las noches de Pompeya..
Las calles y las lunas suburbanas,
y mi amor y tu ventana
todo ha muerto, ya lo sé
(…)
Nostalgias de las cosas que han pasado,
arena que la vida se llevó,
pesadumbre de barrios que han cambiado
y amargura del sueño que murió.
Sur, Aníbal Troilo y Homero Manzi
Los golpes graves, roncos y ásperos empezaron a rebotar contra los paredones del centro, las vidrieras comerciales y la propia Casa Rosada desde el anochecer del día anterior, jueves 24 de mayo. Marcaban la noche de una de las vigilias más hermosas de la Historia Argentina. Las banderas, enrolladas y gigantes, desembarcaron muy temprano. La principal tardó semanas en estar lista, pintada allá, en Ciudad Eva Perón, al fin se apoyó sobre la calle Balcarce, frente a la Casa de Gobierno.
Familias de a pie, miles de miles; columnas organizadas, centenas de centenas; delegaciones llegadas de las provincias más lejanas, de los pueblitos más despoblados. Fue un mundo, un estallido de alegría y de emoción, de broncas acumuladas y esperanzas hervidas al vapor del compromiso, latido de sangre derramada. Fue el Sol del 25 relatado en las escuelas, convertido en la certeza de las calles.
Se acababa la dictadura, terminaba la proscripción del general Juan Domingo Perón, del peronismo y del pueblo que, en su mayoría, lo abrazaba. Se rompía el cerco del exilio. Fue el retorno triunfal de los “cabecitas negra”, de los obreros color marrón, de las “sirvientas” y los pobres del campo. Fue el llanto resentido y la bronca de “la puta oligarquía” que, además de trajes y corbatas importadas, controlaba los resortes de la economía. Se iban derrotados los Aramburu y los Rojas y sus fusiladores de la Penitenciaría y José León Suárez, los Lanusse y sus asesinos de Trelew, los torturadores, los Krieger Vasena, iban a cerrarse las puertas por las que las corporaciones extranjeras y sus socios se llevaban las riquezas del país.
Entre noviembre de 1972 y junio de 1973 transcurrieron solo seis meses, sin embargo, en esos 180 días, la Argentina vivió las circunstancias que coronaron la lucha contra 18 años de antiperonismo irracional, asesino y racista, y la construcción de una experiencia victoriosa, que amplió las bases sociales y generacionales del movimiento nacional. Aquellos escenarios también dejaron entrever el futuro trágico que deparaba la Historia. Tres años después se instalaría en el país la peor dictadura cívico militar que, ahora sí, lograría destruir el aparato productivo diseñado por el peronismo entre 1945 y 1955, llevaría la Nación a los confines de la pobreza y la miseria, sobre la sangre de asesinados, torturados y 30.000 detenidos desparecidos. Miseria con la que inundó calles, fábricas, colegios, universidades, chacras, iglesias…
Las fechas, los aniversarios “redondos” como estos 50 años de aquellos hechos, siempre convocan, además de al recuerdo, al análisis, las explicaciones, las polémicas. Con ceguera, con honestidad, con método, de manera silvestre, con o sin objetividad, se le cae a aquella coyuntura, se le buscan responsables, víctimas, héroes y heroínas, inflitrados. Si nadie es neutro, quienes lo intentan, al menos, deberían aceptar los hechos y eludir negacionismos y tergiversaciones nacidos de prejuicios y de tan falsos como ridículos “peronómetros”.
El regreso de Perón el 17 de noviembre de 1972 fue la foto victoriosa de la epopeya de las resistencias de 18 años, en especial del proceso de movilización generalizada que se dio a partir de 1969 en el país y, también, de las roscas y jugadas maestras de “el General” y sus operadores leales. La modesta “hipótesis” de estas líneas se basa en que el gobierno que asumió al año siguiente, a través de las fórmulas “Cámpora-Solano Lima” y “Perón-Perón”, incluso al margen de sus componentes, fuen la representación de la integralidad del proceso de luchas iniciado el 16 de junio de 1955, que tuvo distintos rostros, metodologías y conducciones.
Esas pieles, más que la fachada del Partido Justicialista, tiñeron la vida del Peronismo, un movimiento nacional y popular acostumbrado a desplazamientos, oscilaciones, contradicciones y acuerdos entre sus diferentes sectores que, a lo largo de su vida, tuvieron más o menos peso en la totalidad del espacio. Por encima del accionar formal del PJ, lo hicieron bajo la conducción de un estratega extraordinario que orientaba los esfuerzos del conjunto hacia un objetivo de liberación nacional, bajo las banderas de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política que, en el ocaso de los 60, sintetizó bajo el concepto de “Socialismo Nacional”.
Un actor privilegiado de aquellos años, Juan Manuel Abal Medina, crítico de la orientación de Montoneros en esa etapa (a su criterio errónea a partir de la incorporación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias) pero honesto en su esfuerzo por objetivar su relato, menciona por ejemplo el “cambio de época” y reconoce como uno de los orígenes del mismo a la “repercusión masiva a nivel de la juventud que había generado la ejecución de (el general Pedro Eugenio) Aramburu, un argumento similar al que había llevado (a Perón) a designar a (Rodolfo) Galimberti como integrante del Consejo Superior”, junto con la “consolidación de (Juan José) Rucci en el comando de la CGT”[1], por sobre los cuadros más cercanos a las patronales y al régimen militar del momento, agrega esta crónica.
Montoneros, como espacio “interno” del Peronismo y como protagonista destacado del período, con una visión de la coyuntura y un accionar integral, se constituye en actor central de la etapa “setentista”, de las interpretaciones sobre la Historia Argentina y, también, de las acciones y responsabilidades que se le critican, no así de las falsedades de los relatos interesados ni de las metodologías de análisis no históricas basadas en anecdotarios sesgados, intereses o ignorancias que niegan el avance dialéctico de los procesos, su desarrollo progresivo y terminan esculpiendo caricaturas y destruyendo hechos reales.
La organización siempre consideró que, desde 1810, “la historia nacional argentina está signada por una ´intermitente guerra civil´, a veces encubierta y a veces violentamente desembozada”[2]; del mismo modo que ese proceso (antipopular, desestabilizador y golpista) tuvo otro de sus peores mojones en 1955 con los bombardeos a Plaza de Mayo y sus centenares de muertos, el golpe de Estado contra el Presidente elegido por las mayorías, la violación de la Constitución Nacional y la instauración de una dictadura que encarceló, torturó, persiguió y obligó al exilio a miles de peronistas y no se privó de fusilar a civiles y militares… Fue el comienzo de 18 años durante los cuales, los regímenes castrenses se intercalaron con marionetas (elegidas con el peronismo, su líder y la Constitución Nacional proscriptos), que finalizaron en 1973 cuando Héctor Cámpora triunfó en las elecciones del 11 de marzo, rodeado por una movilización integral nunca antes vista en el país.
Como respuesta a esa barbarie emergió el accionar de la Resistencia Peronista que, en sus diferentes etapas, con herramientas variadas y con una entrega de las militancias hasta las últimas consecuencias, siempre buscó el regreso de Perón a la Argentina, la derrota de las dictaduras y el reinicio del camino de lo que consideró una “Revolución Inconclusa” iniciada el 17 de Octubre de 1945, meta que mantiene su vigencia ya avanzado el siglo XXI.
El propio Perón, a su regreso al país en junio de 1973, al intentar explicar los duros sucesos del momento, consideró que “Estamos viviendo la consecuencia de una posguerra civil que, aunque desarrollada embozadamente, no por eso ha dejado de existir”[3].
Nacional y Popular
El tema no es solo objeto de análisis partidarios, también generó la reflexión académica y se incrustó en los debates relacionados con la calificación de los delitos cometidos por la última dictadura cívico militar en el marco de los juicios contra los casos de terrorismo de Estado, que el alfonsinismo aprovechó para instalar la “teoría de los demonios”. La reflexión jurídica diferencia de manera taxativa el accionar estatal de cualquier tipo de violencia desarrollada por grupos civiles organizados para resistir aquellas prácticas antipopulares. El análisis sociológico y politológico encuadra los hechos dentro de otros parámetros y los define con su jerga específica. Uno de los principales teóricos de ese enfoque fue el sociólogo Roberto Carri, nacido en 1940, militante orgánico de Montoneros, incorporado después de que uno de sus alumnos le ofreciera entrevistarse con uno de los jefes de la organización, reunión que se concretó en un bar del barrio de San Telmo, en la que abundaron las miradas pícaras del profesor hacia las estudiantes que transitaban sus bellezas por el lugar.
Fue cofundador y referente de las “Cátedras Nacionales”[4] de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, verdadero “faro” conceptual del nacionalismo popular y revolucionario y autor, entre otros libros, de Isidro Velázquez: formas prerevolucionarias de la violencia y Poder Imperialista y Liberación Nacional. Las luchas del peronismo contra la dependencia. Profesor en las universidades de Buenos Aires, El Salvador y Mar del Plata, Carri consideró que “en setiembre de 1955 el frente gorila da el golpe de gracia al gobierno popular e inicia una larga y todavía no acabada guerra civil en la Argentina. El paso de la guerra civil a la guerra popular es el paso de la iniciativa en manos del enemigo a la iniciativa en manos del pueblo[5].” También destacó que “la situación general del país, la proscripción siempre renovada del movimiento popular, la represión y las condiciones económicas”, junto a la conducción de un Perón “que percibe el proceso y garantiza con sus tácticas el mantenimiento de la unidad general del peronismo y la no integración o división interna”, hacen que el aparato sindical “pierda importancia a partir de 1967 y deje de ser un instrumento de enfrentamiento para ser un instrumento institucional de la lucha por el manejo del aparato sindical”. En ese contexto, en 1970 el general envía un mensaje a las 62 Organizaciones donde se refiere al movimiento sindical en estos términos ´No hay que dar más por el pito que lo que el pito vale´.
El 24 de febrero de 1977, Rodolfo Carri y su esposa, Ana María Caruso, fueron detenidos en Villa Tesei, Hurlingham; permanecen desaparecidos hasta la fecha.
Manteniendo aquella interpretación de la Historia, en la introducción a sus Bases para la Alianza Constituyente de una Nueva Argentina[6], el Peronismo Montonero sostuvo en 1982 que la persistencia de los enfrentamientos a lo largo de ya más de 170 años, “a pesar de las profundas transformaciones económicas, sociales y políticas acaecidas en el país”, al igual que “la reiteración de las mismas falsas opciones como civilización o barbarie, solo puede explicarse por la esencia misma de esta lucha ya casi bicentenaria” entre “las fuerzas que pretenden el pseudo progreso del país a partir del capital imperialista venido desde el exterior, y las fuerzas que pretenden el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales expandiendo el mercado interno”. Sostuvieron, con las abismales diferencias que separan a las formaciones económico sociales del pasado de ese presente, que ”los dos polos de este enfrentamiento aún inconcluso mantienen sus mismos nombres: pueblo y oligarquía”.
Negar, ocultar, falsear
A lo largo de ya medio siglo se repiten los intentos, por derecha e izquierda, desde las “crónicas” y hasta los análisis “epistemológicos”, de tratar de quitarle contexto a la dinámica de la Resistencia Peronista, de romper su encadenamiento, de reinterpretar hechos, negar datos, inventar dichos y ocultar protagonismos. En realidad, forman parte de los procesos de demonización sectorial ejercidos desde los tradicionales “escritores de la historia”, potenciados por la ideología dominante que embebe al conjunto del “relato social”, lo que se galvanizó con la construcción de la “teoría de los dos demonios”, diseñada por el alfonsinismo y formalizada cinco días después de su asunción a través de los decretos paralelos por los que ordenó la persecución penal contra 6 dirigentes montoneros (uno de ellos ex gobernador constitucional de la provincia de Córdoba, Ricardo Armando Obregón Cano) y uno del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y el juicio sumario, en sede militar, de los 9 comandantes de las tres juntas militares que encabezaron la dictadura junto a José Alfredo Martínez de Hoz. Este último proceso derivaría en el histórico juicio contra los responsables castrenses[7], una vez que la causa llegase a los estrados civiles.
Si el peronismo fue “el hecho maldito del país burgués”[8], la traba irreductible para los intentos de construir un país antiperonista y liberal, falta el John William Cooke del presente que explique a Montoneros, expresión del máximo nivel de enfrentamiento antioligárquico del Siglo XX en la Argentina, como protagonista de las luchas que impidieron la estabilización del plan de dependencia que nació el mismo 16 de septiembre de 1955. Un hecho también “maldecido”, por sectores del propio movimiento del que nació, a pesar del reconocimiento mutuo y explícito con el propio conductor. Dos días antes de la asunción de Cámpora en uno de sus primeros comunicados conjuntos, FAR y Montoneros consideraron que “Esta nueva etapa que comienza el 25 de mayo es producto de las luchas del Pueblo encabezadas por su expresión mayoritaria: el Movimiento Peronista, conducido por el Gral. Perón, cuyas manifestaciones fueron la resistencia, las huelgas y planes de lucha, los cordobazos y demás alzamientos populares, el permanente accionar de sus organizaciones político militares”.
El aramburazo fue un punto de inflexión en la Historia Argentina, el propio Perón consideró que el “levantamiento montonero” —como definió a aquel mojón fundacional— constituyó “un acto de profunda justicia”, lo señala el propio Abal Medina en la obra citada. Definiciones tan claras, provenientes del conductor del movimiento peronista, son ignoradas muchas veces por quienes dicen “analizar” la etapa y, en realidad, aprovechan para vilipendiar a la organización que inscribió el aramburazo en la Historia. A veces lo hacen por la dureza y las formas del enfrentamiento con el antiperonismo y contra la entrega del país ,y otras forman parte del trabajo permanente de los servidores de los sectores dominantes que “han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires”, para que la historia se transforme en una “propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas”, como lo expresó Rodolfo Walsh en el Periódico de la CGT de los Argentinos.
Los analistas de hechos del pasado reciente, con mucha frecuencia toman como verdaderas y acertadas las versiones de quienes no solo abandonaron la militancia montonera sino también de aquellos que renegaron de ella. Volviendo a Walsh, así como él ironizaba con el “embellecimiento” o la “mejoría” que produce sobre una persona su propia muerte, en el caso de los relatos del accionar montonero pareciera que las críticas hacia él, incluso el ocultar su pertenencia pasada, le dan “criterio de verdad” a cualquier a versión construida de ese modo. Por el contrario, las explicaciones de la mayoría de la militancia sobreviviente —que prefiere el silencio y no abjura de aquellos hechos o tiene juicios positivos sobre ellos— son ignoradas, depreciadas o “refutadas” por algún trascendido. En todo caso, son tratadas con “inferioridad” valorativa.
Tras de la anulación de las leyes alfonsinistas “del olvido” decretada por el presidente Néstor Kirchner, se generó una importante producción de textos sobre la “historia reciente” y Montoneros fue uno de los “objetos de estudio” de tesis de grado, crónicas, libros, escritos varios. Los representantes pagos o “vocacionales” de los factores de poder económico llenaron miles de páginas basadas en documentación extraída de las cloacas del espionaje, local y extranjero. Dos de los jefes montoneros sobrevivientes, Roberto Perdía[9] y Fernando Vaca Narvaja[10], publicaron sus verdades y también hubo investigadores ajenos a aquellos hechos o protagonistas de los mismos que dieron sus versiones a periodistas y escritores que sumaron sus producciones a los anaqueles literarios.
El pueblo en las calles y las barricadas
Las “puebladas” también tuvieron un importante “efecto demostración” sobre diversos grupos revolucionarios que estaban organizándose en el país, peronistas y no peronistas, en especial la participación de los vecindarios, erigiendo barricadas y enfrentando a las tropas militares durante aquellos acontecimientos, consideradas “evidencias” de la preparación de diferentes sectores, en especial el de las y los trabajadores, para avanzar hacia formas complementarias de lucha, más sofisticadas, participativas y peligrosas[11]. El clima generalizado de efervescencia social, protestas y acciones contra expresiones locales de las corporaciones transnacionales y las Fuerzas Armadas y de Seguridad, a lo largo de 1971 y 1972, aceleró los tiempos de la retirada de la dictadura.
Durante el mes de mayo de 1969 se produjo un pico de movilizaciones multitudinarias en distintas provincias argentinas que dio inicio a un proceso interminable de levantamientos con participación de la población que constituye un buen indicador del estado de insatisfacción y necesidad de participación popular que se vivía en el país[12].
El 14 de mayo, unos 4 mil obreros de automotrices radicadas en Córdoba se movilizaron contra la eliminación del “sábado inglés”, fueron acompañados por estudiantes de la Universidad Tecnológica. La represión dejó un saldo de 11 heridos y 26 detenidos. El día siguiente, los universitarios de la ciudad de Corrientes organizaron una marcha de repudio al aumento del 500% de los vales del comedor universitario. La represión asesinó al estudiante de medicina Juan José Cabral. Paró la CGT local y otra marcha multitudinaria acompañó el entierro.
El 16 se realizó un acto de repudio en la Facultad de Medicina de Rosario, acompañado por estudiantes de otras carreras. Llegaron fuerzas federales a Corrientes, mientras Gendarmería se alistaba en Formosa; en Córdoba hubo un paro provincial con represión y en Tucumán se movilizaron los estudiantes, con apoyo de la CGT.
El 17 comenzó una protesta en el comedor universitario de Rosario, con movilización posterior. Fue reprimida y cayó bajo las balas el estudiante Adolfo Ramón Bello. En Córdoba se realizó una marcha de silencio en protesta y fue detenido por 24 horas Agustín Tosco, dirigente de Luz y Fuerza, uno de los íconos del sindicalismo de antiburocrático y antipatronal. En Corrientes los docentes ganaron las calles exigiendo la destitución de autoridades universitarias. En Mendoza se concretó un paro con marcha de silencio.
El 21, miles de estudiantes y trabajadores nucleados en la CGT de los Argentinos marcharon en silencio por Rosario. La policía asesinó al estudiante y aprendiz metalúrgico de 15 años Luís Norberto Blanco. Se generó una reacción popular generalizada, con barricadas y fogatas. Las tropas del Ejército controlaron la ciudad; al día siguiente se decretó Estado de Emergencia, con decenas de detenidos. Fue el Primer Rosariazo. El 23 hubo un paro de alto acatamiento de 38 sindicatos del cordón industrial de la ciudad y cerca de 10 mil personas asistieron al entierro de Blanco.
El 26, las dos CGT cordobesas convocaron a un paro de 37 horas para los días 29 y 30 contra la quita del sábado inglés y la represión. El descontento generalizado de los trabajadores permitió a los principales dirigentes gremiales de distinta orientación organizar la huelga: los peronistas Elpidio Torres (mecánicos) y Atilio López (transporte), el independiente combativo Agustín Tosco (Luz y Fuerza), junto a otras figuras como la del metalúrgico clasista René Salamanca o los representantes ferroviarios y estatales. El Cordobazo estaba a punto de estallar.
A las 11 del 29 de mayo comenzó la movilización desde los lugares de trabajo hacia el centro. Hora y media después la represión provocó la primera muerte, la del mecánico de filiación radical Máximo Mena. La reacción indignada fue automática: barricadas, palos, piedras, herramientas, molotov, hondas, ataques a edificios públicos y locales de las empresas más odiadas… fueron las herramientas de una movilización organizada de la que participaron más de 50 mil trabajadores y jóvenes estudiantes, con apoyo de la mayoría de la población. Fue el Cordobazo, la insurrección que obligó a la policía a encerrarse en sus cuarteles y dejó en manos de sus protagonistas a una de las ciudades más importantes del país. A las 17 intervino el Ejército y controló el centro. Se cree que hubo más de un centenar de muertos, 400 heridos y 2 mil detenidos; “oficialmente” se informaron solo 34 víctimas fatales de las balas militares.
El Cordobazo tuvo un efecto multiplicador de manifestaciones contra la dictadura con participación de vecinas y vecinos que no tenían militancia partidaria y canalizaron en ellas su hartazgo por la falta de libertades y, en muchísimos casos, también en protesta contra la proscripción del Peronismo. Fue importante en el aumento de simpatías hacia el accionar de las guerrillas, con el consecuente crecimiento de sus estructuras y sus frentes de masa; los grupos principales terminarían como organizaciones político militares, las peronistas, pasarían a constituir las “formaciones especiales” de su movimiento.
En otro andarivel se consolidaría el Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), con un tronco central antiperonista que rechazó el proceso “camporista” y no dio tregua en su accionar militar ni siquiera durante los primeros meses posteriores al 25 de mayo de 1973[13]. Operaciones como los asaltos al Comando de Sanidad del Ejército Artículo (6 de septiembre de 1973) y a la guarnición militar de Azul (19 de enero de 1974) enturbiaron más el ambiente que se vivía esos meses y endurecieron el discurso y las decisiones de Perón. De hecho, tras los sucesos de Azul, acusó de “tolerancia culposa” al gobernador de la provincia Oscar Bidegain que era apoyado por la Tendencia Revolucionaria, provocando su renuncia al cargo y la asunción del sindicalista ortodoxo Victorio Calabró.
El Cordobazo también facilitó el resurgimiento de la corriente clasista en las fábricas que llegó a controlar comisiones internas, cuerpos de delegados y hasta dirigir gremios como el SMATA-Córdoba y los sindicatos autónomos de Fiat Concord y Fiat Materfer (SITRAC-SITRAM).
El proceso de movilizaciones de callejeras masivas continuó. El mismo año del Cordobazo se produjo el Segundo Rosariazo (16 y 17 de septiembre), en simultáneo hubo un levantamiento masivo en Cipoletti (Río Negro, septiembre-octubre). En los años siguientes se produjeron puebladas en El Chocón (Neuquén, febrero-marzo 1970), Catamarca y el Segundo Tucumanazo (noviembre de 1970), Casilda (Santa Fe, marzo de 1971), Jujuy (abril de 1971), Rawson (Chubut, marzo de 1972), Mendoza (abril de 1972), Tucumán con El Quintazo, (junio de 1972), General Roca (Río Negro, julio de 1972), Animaná en la provincia de Salta (julio de 1972) y Trelew (Chubut, octubre de 1972).
* El autor, como millones de argentinas y argentinos formó parte de Montoneros. Fue uno de los directores periodísticos de Radio Noticias del Continente y Jefe de Política Nacional del diario La Voz.
Es miembro de la Usina del Pensamiento Nacional y Popular e Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (https://estrategia.la/)
** Falleció en la madrugada del 24 de mayo de 2023, cuando estos renglones terminaban de escribirse. Esposa de Dante y madre de Sabi y Sahid, era hija del Comandante Montonero Roberto Cirilo (Pelado) Perdía y de Amor Amatti, tremenda militante y mujer hermosa.
[1] ABAL MEDINA , Juan Manuel: Conocer a Perón (Pags 88/89)
[2] CONSEJO SUPERIOR DEL MOVIMIENTO PERONISTA MONTONERO: Bases para la Alianza Constituyente de una Nueva Argentina (1982). (http://www.cedinpe.unsam.edu.ar/sites/default/files/pdfs/montoneros-bases_para_la_alianza.pdf)
[3] PERON, Juan Domingo: Mensaje luego de su retorno definitivo al país (21 de junio de 1973). (https://backend.educ.ar/refactor_resource/get-attachment/22813)[3]
[4] Las “Cátedras Nacionales” de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, enfrentaron las visiones desembarcadas desde Europa y Estados Unidos abrazadas por “la academia”, con posicionamientos de respuesta nacional, popular y revolucionaria al antiperonismo apañado por la dictadura de la época. Alcira Argumedo, Horacio González, Juan Pablo Franco y Fernando Álvarez, nucleados alrededor de Justino O´Farrell y Gonzalo Cárdenas, constituyeron junto a él el núcleo de esa experiencia que se expresaba fuera de los claustros a través de la revista Antropología del Tercer Mundo y terminaría formando parte del proceso que desembocó en la Universidad Nacional y Popular de Rodolfo Puiggrós y Ernesto Villanueva, a partir de mayo de 1973.
GHILINI, Anabela: Las cátedras nacionales, una experiencia peronista en la Universidad (http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/106900
[5] CARRI, Roberto: Fondo Roberto Carri y Ana María Caruso del Archivo del Instituto de Investigaciones en Arte y Cultura “Dr. Norberto Griffa” (IIAC) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. (https://archivoiiac.untref.edu.ar/fondo-roberto-carri-y-ana-maria-caruso)
[6] CONSEJO SUPERIOR DEL MOVIMIENTO PERONISTA MONTONERO: Bases para la Alianza Constituyente de una Nueva Argentina (1982). (http://www.cedinpe.unsam.edu.ar/sites/default/files/pdfs/montoneros-bases_para_la_alianza.pdf)
[7] Decretos 157 y 158/83: https://es.wikisource.org/wiki/Decreto_157/83, https://www.comisionporlamemoria.org/archivos/cpm/normativa/lesa/Decreto_158.pdf
[8] COOKE, John William: Peronismo y Revolución
[9] PERDÍA, Roberto: Montoneros: El peronismo combatiente en primera persona (https://play.google.com/store/books/details/Montoneros_El_peronismo_combatiente_en_primera_per?id=MaxfAAAAQBAJ&hl=en&gl=US&pli=1)
[10] VACA NARVAJA, Fernando; Con igual ánimo (https://www.colihue.com.ar/fichaLibro?bookId=384)
[11] CUSTER, Carlos Ignacio: Reconsiderando la masacre de Trelew. Entre el ocaso de la Revolución Argentina y la institucionalización democrática (https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-50492018000600209)
[12] CORRIENTE MARXISTA INTERNACIONAL: “A cuarenta años de las grandes rebeliones de la clase obrera y la juventud. El movimiento obrero antes del Cordobazo” (https://www.marxist.com/argentina-cordobazo-rosarios-y-otros-azos.htm)
[13] CAVIASCA, Guillermo Martín: Fuerzas Armadas y Guerrilla en el año 1973. Debate de prensas partidarias (http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/105464)
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