Nuevas visiones
El peronismo tuvo un conductor, constructor de una propuesta de país inclusivo, industrialista, interlocutor sin prejuicios de la bipolaridad de aquella etapa de un mundo que salía de una guerra, intérprete de los intereses de las mayorías nacionales y lector avezado de las correlaciones de fuerza, nacionales e internacionales, latinoamericanista y no alineado. Con todos esos elementos, como ya se mencionó, selló la definición de la meta a alcanzar en la etapa, bajo la consigna de construcción del “Socialismo Nacional”.
Ese espacio, el más importante en términos de nacionalismo popular desde la colonia y hasta el presente, así como tuvo conductor no tuvo “dueño”. Estructuras como el Partido Justicialista, comandos tácticos y estratégicos, consejos, ramas, delegados personales, etcétera, etcétera, etcétera, en realidad se movieron únicamente al compás del ritmo de su “Jefe” que, a su vez y de manera consciente, fue permeable a los cambios del mundo. Del mismo modo que acompañó las exigencias de la realidad socioeconómica en que se insertaba la Argentina, de las demandas de producción con valor agregado por parte de los mercados más poderosos, de los daños que causaría en el mediano plazo la contaminación ambiental generada por las corporaciones, también de las correlaciones de fuerza que se daban en el seno de su propio movimiento.
Desde su concepción de la “Tercera Posición”, se adelantó a lo que primero sería el “Tercer Mundo” y luego el “No Alineamiento”. A partir del derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista en Cuba y de los planteos de Ernesto “Che” Guevara, interpretó el proceso revolucionario en Latinoamérica y el Caribe y supo decodificarlo, no en términos de seguidismo sino de incorporación de nuevas realidades a la propia lucha nacional.
Perón vio en la recién parida China de 1949 la emergencia de un coloso y, en el propio Mao, a un “líder revolucionario que estaba construyendo un socialismo nacional claramente diferenciado de los socialismos impuestos por la Unión Soviética”[1], que avanzó en la reformulación del marxismo tradicional, con los conceptos de “contradicción principal” y “contradicciones en el seno del pueblo” que, disguste a las ortodoxias que disguste, fueron incorporados por el peronismo a sus debates de los años 60 y 70.
Perón no necesitó escribir las “Tesis” formalizadas en Pekín, su análisis y su práctica fueron la demostración de la dialéctica de su pensamiento. Durante décadas se gastaron toneladas de papel con olor a humedad para tratar de decir que Perón no dijo lo que dijo y, peor, que no hizo lo que hizo.
Un poco de Historia
El primer tramo del régimen que se instaló tras el golpe de Estado del 55, se extendió entre el 23 de septiembre y el 13 de noviembre de ese año, fecha en que el general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas desplazaron al general Eduardo Ernesto Lonardi y se hicieron cargo de esa “revolución”, rebautizada por el pueblo y por la Historia como “fusiladora”, la que incubó, desde el inicio mismo de sus desmanes, la etapa de “Resistencia Peronista”.
El 1° de mayo de 1958, después de comicios restrictivos y proscriptivos, los uniformados le trasladaron la administración nacional a Arturo Frondizi, surgido de una Unión Cívica Radical a la que rebautizó “Intransigente”, que se sostuvo hasta el 29 de marzo de 1962, fecha en la que fue eyectado por las FFAA, después de los triunfos electorales de sectores peronistas que adoptaron distintas siglas en diferentes provincias del país, en especial la poderosa Buenos Aires donde Andrés Framini se impuso con el 42.23 % de los votos, prácticamente el doble de sus adversarios radicales. Entre el 29 de marzo de 1962 y el 12 de octubre de 1963, el nuevo títere se llamó José María Guido, que le pasó la banda a otro “radical” surgido de comicios realizados bajo normas antidemocráticas, una vez más con el peronismo prohibido y hasta con su ex “correligionario” Frondizi bajo prisión militar, el médico cordobés Arturo Umberto Illia.
El 29 de junio de 1966, las FFAA decidieron volver a gobernar sin disfraces civiles e iniciaron la dictadura que llegaría hasta el 25 de mayo de 1973. Juan Carlos Onganía (hasta 8 de junio de 1970), Roberto Levingston (hasta 23 de marzo de 1971) y Alejandro Lanusse fueron los generales que usurparon el poder.
En síntesis, desde el derrocamiento de Perón y hasta la asunción de Cámpora pasaron 10 años y 10 meses de dictaduras desembozadas y 8 años y un mes de gobiernos controlados por las Fuerzas Armadas, con las mayorías populares proscriptas y los trabajadores sin representaciones sindicales “legalizadas”.
Y mucho de Resistencia
“No teníamos armas, no podíamos hablar, ni votar, ni hacer nada.
No teníamos explosivos; el sabotaje era la única manera que teníamos
de enfrentar esta banda que nos explotaba.
No teníamos libertad de prensa, nada. Todo lo que teníamos era el Decreto 4161
que decretaba que con sólo mencionar a Perón podíamos ir en cana.
No podíamos tener ni siquiera una foto de Perón en nuestras casas.
Así que recurrimos a los caños”
Juan Carlos Brid[2]
A partir del golpe de Estado de 1955, el peronismo desarrolló líneas de acción enfrentadas de modo directo con la dictadura y expresadas en la resistencia peronista, partera de un “Peronismo Revolucionario” que estuvo en sintonía con procesos de movilización y lucha que se producían en ese momento en distintos países, en especial del Tercer Mundo. Esa “corriente” se diferenció de los sectores políticos y sindicales que buscaron entendimientos con los gobiernos de turno, a pesar de la proscripción del propio jefe del movimiento.
Entre 1955 y 1960 se desarrolló una “primera Resistencia”, cuyas acciones principales marcaron su propia continuidad durante la década siguiente. Los historiadores de esa etapa y los propios protagonistas de la misma coinciden en que los hechos más destacados de ese lustro fueron:
›› El rechazo y las protestas que generaron los fusilamientos del general Juan José Valle y otros 18 militares y la ejecución clandestina de un grupo de civiles en los basurales de José León Suárez, ocurridos en junio de 1956;
›› La toma del Frigorífico Lisandro de la Torre el 14 de enero de 1959, por parte de 9 mil trabajadores opuestos a su privatización y entrega del mismo a la Corporación Argentina de Productores de Carne (CAP), con el despido de la mitad del personal. El conflicto incluyó el desalojo de las instalaciones con tanques militares, un paro nacional de apoyo a los obreros y una lucha insurreccional en las calles del barrio porteño de Mataderos durante tres días. Fue el momento cumbre del proceso de huelgas contra la dictadura que, de 144 mil participantes en 1955, superó los 5 millones en 1956.
›› El surgimiento de la guerrilla rural peronista “Uturuncos” a fines de ese mismo año en la provincia de Tucumán.
Durante esos años también se registraron asaltos a canteras, fábricas de armas, atentados, expropiaciones económicas, jornadas de detonación de bombas de manufactura casera llamadas “caños”, coordinadas por el “Comando de la Resistencia Peronista” (dirigido por el general Miguel Ángel Iñíguez, según los servicios de inteligencia de la época a través de “células terroristas”) y sabotajes en las fábricas, que fueron mucho más allá de la defensa de las condiciones de trabajo, los salarios y la organización sindical. La resistencia en diferentes escenarios, las herramientas de lucha mencionadas, estuvieron rodeadas de un halo de heroísmo, camaradería y lealtad a los ideales peronistas[3], enmarcados por expresiones culturales opositoras a través de las constantes pintadas de paredes en todo el país y la distribución de panfletos.
La pelea contra el régimen llegó incluso a las urnas, cuando en 1957 Aramburu llamó a elección de “constituyentes” con la intención de derogar la Constitución de 1949, con el Peronismo proscripto. Sin medios materiales y con una organización muy precaria, sostenida básicamente por el boca a boca de la militancia, Perón llamó a votar en blanco y obtuvo la primera minoría con el 24,3% de los votos.
A través de una dinámica nunca tan bien relatada como en El Eternauta de Héctor Germán Oesterheld[4], la oposición activa se expresó como un combate nacional contra un “invasor”, en la que el pueblo se expresaba con todos los medios a su alcance, a través de distintas formas organizativas y contra un enemigo alojado en el Estado terrorista y en las empresas de los “oligarcas”.
Aunque el levantamiento de Valle y otros militares patriotas no contó con el aval de Perón, los fusilamientos del 56 fueron considerados por la mayoría de los sectores que lo seguían como uno de los puntos de partida del proceso de resistencia nacional. A juicio de Julio Troxler, sobreviviente de aquellos hechos, y de Miguel Lizaso, apresado en 1957 en la Marcha del Silencio por el primer aniversario de la masacre, los métodos utilizados por la dictadura en 1956, así como “otras experiencias con los saldos de torturados, desaparecidos o muertos que conocemos, fueron creando nuevas formas organizativas clandestinas, celulares (hasta alcanzar) su máxima expresión, como son las Organizaciones Armadas en el año 1970”[5].
Los 18 años de persecuciones y destrucción del país tuvieron por respuesta las luchas populares que fueron expresándose de acuerdo a las posibilidades, las capacidades organizativas y la dureza de las normas y el accionar represivos. La dictadura autodenominada “Revolución Libertadora” agregó a los fusilamientos, torturas, cárceles y persecución cultural, artística, deportiva y religiosa, el secuestro, vejación y desaparición del cadáver de Eva Perón y la prohibición de mencionar su nombre y el de Juan Domingo Perón, la intervención de los sindicatos, la derogación por un simple bando militar la Constitución Nacional de 1949 (que incluía los derechos sociales y laborales), junto con la proscripción del justicialismo y el comunismo.
Acto de profunda justicia
Y llegó el 29 de mayo de 1970, día del Ejército Argentino y primer aniversario del “Cordobazo”. Un “comando” que decidió denominarse “Juan José Valle” detuvo al máximo enemigo del peronismo, el general Pedro Eugenio Aramburu; lo anunció a través de su primer comunicado en el que estampó el nombre “MONTONEROS”, símbolo de una secuencia de más de un siglo y medio de luchas y de 15 años de resistencia peronista.
La organización sometió a “juicio revolucionario” al responsable de “la fusiladora” y lo condenó a muerte después de que se reconociese “responsable” de las normas que “legalizaron” la matanza de 27 civiles sin juicio previo ni causa justificada y de 8 militares en 1956; de encabezar la represión “del movimiento político mayoritario representativo del pueblo argentino, proscribiendo sus organizaciones, interviniendo sus sindicatos y encarcelando a sus dirigentes y fomentando la represión en los lugares de trabajo” y de la “profanación del lugar donde reposaban los restos de la compañera Evita y la posterior desaparición de los mismos”. Para Perón, como ya se dijo, la decisión consecuente constituyó “un acto de profunda justicia”.
Previamente, Aramburu rechazó otra serie de acusaciones, como el anular “las legítimas conquistas sociales Instauradas por la Revolución Justicialista”, iniciar “la entrega del patrimonio nacional a los intereses foráneos”, constituir “una carta del régimen que pretende reponerlo en el poder para tratar de burlar una vez más al pueblo con una falsa democracia y legalizar la entrega de nuestra patria” y de “haber sido vehículo de la revancha de la oligarquía contra lo que significaba el cambio del orden social hacia un sentido de estricta justicia cristiana”.
El Peronismo resistió, de todas las formas que pudo. El pueblo peronista lo hizo con distintos grados de compromiso, en función de los espacios que dejaba la persecución, de los niveles propios de organización y, desde esa participación, generó, acompañó, integró, aplaudió, criticó cuando tuvo que hacerlo, a los sectores que encabezaron cada momento, empuñó cada herramienta posible, construyó las suyas propias. También creó sus diferentes conducciones en los distintos momentos de su devenir, desde el sindicalismo antiburocrático como la CGT de los Argentinos o cuadros como José Ignacio Rucci, opuesto al colaboracionismo vandorista o “neoperonista” de los que pactaban candidaturas con Lanusse y en contra de Perón, hasta las organizaciones político militares. A este sector el conductor lo incluyó como “formaciones especiales” de su movimiento, las que terminaron confluyendo en Montoneros, gracias a que su parto fue, precisamente, una acción contra el símbolo absoluto de lo antipopular, la tiranía, el fusilador, el vejador del cadáver de alguien que, con su prédica y su acción fue considerada “santa” por el pueblo. Ese hecho crucial estuvo lejos del foquismo y las fantasías de “vanguardias” que iluminarían al pueblo y marcó el tránsito de la resistencia a una fase superadora, la de la ofensiva que terminaría con proscripciones y exilios.
Fue parte de una ofensiva que ni era solo peronista ni era solo con las armas en la mano y que esculpió una dinámica nueva, una movilización integral, con adhesión masiva, organizaciones sindicales que se diferenciaron de “dialoguismos” e “integraciones”, con incorporación de franjas sociales y etarias hasta ese momento ajenas a las expresiones mayoritarias y contribuyó al desarrollo de las condiciones que lograron el regreso de Perón.
Jóvenes
A fines de los años ´60 surgieron nuevas expresiones juveniles, continuadoras de estructuras previas, en especial de la creada en 1957 por Gustavo Rearte al “refundar” la JP. En 1968 empieza a estamparse el nombre que se destacará durante el lustro siguiente, cuando el sector de la Juventud Revolucionaria Peronista (JRP) hizo un llamado a la “tendencia revolucionaria del Peronismo”, a través de un texto redactado por el propio Rearte[6]. Al año siguiente volvería a formularse ese llamamiento bajo la misma nominación y, al calor de una movilización sin precedentes, en particular por el origen y la edad de sus protagonistas y del impulso de las organizaciones clandestinas, entre 1971 y 1972 se conformó la Juventud Peronista (JP) Regionales, que constituiría el núcleo de la “Tendencia Revolucionaria Peronista”, expresión de los frentes de masas bajo la orientación principal de Montoneros y FAR desde fines de 1972 y comienzos de 1973. Se estaban generando las condiciones hacia lo que Carri definió como “el paso de la iniciativa en manos del enemigo a la iniciativa en manos del pueblo”.
El aramburazo fue un catalizador del proceso de enfrentamiento más profundo del peronismo contra la dictadura. En enero de 1972, en el marco del Consejo Provisorio de la JP, se produjo una división entre los sectores que respaldaban la lucha armada enmarcados en la Tendencia, en ese momento incluida por el general Perón en su estrategia de desgaste y regreso, diferenciados del Comando de Organización y Guardia de Hierro que la rechazaban Este último grupo, además, no apoyaba el regreso del exiliado de Madrid. De allí en más, la Tendencia logró una adhesión masiva y más allá de las fronteras del justicialismo; su propuesta de organización territorial y movilización nacional le sumó la musculatura necesaria a la acumulación de años de resistencia y al trabajo de las organizaciones sindicales leales a Perón. Aparecieron las condiciones necesarias para que el líder proscripto definiera los movimientos superestructurales que lograrían su retorno y el triunfo electoral. Una vez más, el pueblo generaba sus representaciones, trazaba los atajos de la Historia y avanzaba.
El segundo semestre de 1972 y el primero de 1973 fueron testigos de un proceso nuevo para el peronismo: a su organización gremial tradicional, pilar de la primera etapa de la resistencia, se sumó un despliegue territorial mucho más extendido y con organización integral, distinta a la que había logrado anteriormente, mayoritariamente desarrollada a través del trabajo de la JP Regionales y la inmensa cantidad de militancia incorporada después de 1970, con características diferentes a las de décadas anteriores. Se sumaron mujeres y hombres, de menor edad que las generaciones anteriores de simpatizantes, con metodologías que incorporaron problemáticas más abarcativas que las reivindicaciones básicas y la formación doctrinaria para incorporar temáticas como las de ordenamiento territorial, vivienda popular, salud comunitaria, comedores populares, alfabetización… Se sumaron al espacio decenas de miles de estudiantes universitarios, provenientes de un sector hasta ese momento refractario al Peronismo y alineado con las propuestas antipopulares. En las elecciones presidenciales del 11 de marzo votaron 12 millones de ciudadanos. Después de 7 años de la última dictadura, 3 de esos millones lo hicieron por primera vez; seguramente en su mayoría atraídos por las nuevas prácticas y propuestas.
Perón, una vez más, había leído con inteligencia lo que sucedía en la coyuntura y reconoció la importancia del sector que representó la etapa: atracción de la juventud e incorporación de nuevos actores sociales a su espacio. Ese fue el marco, en el que se destacó la franja conducida por Montoneros-FAR (núcleo al que se incorporaron inicialmente Descamisados y las Fuerzas Armadas Peronistas “17 de Octubre”, desprendimiento de las FAP originales que optó, transitoriamente, por una vía “alternativa”). Nucleó a centenares de miles de militantes a través de sus “frentes”, integrados por agrupaciones que no eran político militares, organizadas alrededor de su estructura territorial, la Juventud Peronista Regionales (JP), entre ellos: Juventud Trabajadora Peronista (JTP), Agrupación Evita de la Rama Femenina del Movimiento Peronista (AE), Movimiento Villero Peronista (MVP), Movimiento de Inquilinos Peronistas (MIP), Juventud Universitaria Peronista (JUP), Unión de Estudiantes Secundarios (UES), Agrupación de Artesanos Peronistas (AAP) y el Frente de Lisiados Peronistas. Las “formaciones especiales” ya constituían un espacio mucho más amplio, trascendieron lo político-militar y nadaron en las aguas de un verdadero movimiento que, primero, generó las condiciones para el regreso de Perón, después logró la instalación de la fórmula Cámpora-Solano Lima y, finalmente, contribuyó de manera superlativa a la victoria frentista y peronista del 25 de mayo. Tenía el peso, la formación político técnica y la organización necesaria para acompañar a Perón en su camino hacia la liberación y la construcción del Socialismo Nacional que él había propuesto.
Podría considerarse que, a lo largo de su historia, Montoneros invirtió más recursos en comunicación que en armas, lo que muestra su afán por desarrollar medios de alcance masivo, que alcanzaron tiradas no logradas ni por medios de interés general, además de los destinados a la información y la formación de los circuitos internos. Ambas herramientas contribuyeron a construir su propia identidad[7].
* El autor, como millones de argentinas y argentinos formó parte de Montoneros. Fue uno de los directores periodísticos de Radio Noticias del Continente y Jefe de Política Nacional del diario La Voz.
Es miembro de la Usina del Pensamiento Nacional y Popular e Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (https://estrategia.la/)
[1] ARGUMEDO, Alcira: sobre Mao, Perón y el Tercer Mundo (https://dangdai.com.ar/2021/05/05/argumedo-sobre-mao-y-peron/)
[2] BRID, Juan Carlos (https://www.argentina.gob.ar/obraspublicas/comision-ddhh/brid-juan-carlos)
[3] JAMES, Daniel: Resistencia e Integración (https://www.terras.edu.ar/biblioteca/13/13HSARG_James_2_Unidad_5.pdf)
[4] VILLALBA, María: HGO, la práctica de un héroe colectivo (http://vientosur.unla.edu.ar/index.php/hgo-la-practica-de-un-heroe-colectivo/)
[5] EL DESCAMISADO, Nº 4, 1973: 9-10 (https://eltopoblindado.com/wp-content/uploads/2017/04/El-Descamisado-n-04.pdf)
[6] JUVENTUD REVOLUCIONARIA PERONISTA: Llamado a las organizaciones revolucionarias (Che Compañero no 4, 08/68)
[7] Entre 1973 y 1985, la organización creó y condujo, entre otros, el semanario “El Descamisado”, que tomó los nombres, tras su clausura decidida por el gobierno Isabel Martínez-José López Rega, de “El Peronista, lucha por la Liberación” y “La Causa Peronista”. El golpe del 24 de marzo de 1976, impidió la salida programada para esa jornada de la revista “Información”, en apoyo del Partido Peronista Auténtico, que respondía a la organización. Los diarios Noticias (19/XI/73-27/VIII/74) y La Voz (6/IX/81-IX/85); la emisora de Onda Corta radicada en Costa Rica “Radio Noticias del Continente” (1979-1981); aparatos de transmisión de emisiones clandestinas de Radio Liberación TV (RL-TV) (1976-1983); revista “Vencer”, editada en México y distribuida en Argentina (1979-1980). Entre 1975 y 1979, desde la clandestinidad se editó “Evita Montonera”, además de “Estrella Federal”, perteneciente al “Ejército Montonero” y “El Montonero”.
Hola Carlos : Todo gratificante que el camino que emprendimos en determinado momento de nuestras vidas ; vos lo expreses y armes de la manera que lo haces.
“Un fuerte abrazo peronista y hasta L a Victoria siempre”
Jose Luis