La migración es constitutiva de nuestras sociedades y los desplazamientos son tan antiguos como la humanidad. En nuestro país, los movimientos poblacionales han sido constantes y los migrantes han tenido un importante rol en la conformación del Estado Nación. Si a fines del siglo XIX y comienzos del XX, los arribos eran voluminosos y con una composición principalmente europea y marginalmente latinoamericana, a partir de la década de 1950 en adelante esta tendencia se revirtió y Argentina comenzó a ser un país de destino de las migraciones regionales pero sin superar al 5% de la población total.
El grueso de esta población radica en el Área Metropolitana de Buenos Aires -Ciudad Autónoma de Buenos Aires y los Municipios de la primera, la tercera y la octava sección electoral- y, en menor medida, en las provincias de la región del centro. Además, si hacemos foco en la geografía bonaerense se advierte que la colectividad paraguaya es la más extensa, seguida por la boliviana y la peruana. Más aún, la mayoría de las personas migrantes son mujeres (1.568.350 son mujeres y 1.465.430 varones (solo 6 personas tienen su DNI con género no binario) y ellas trabajan, principalmente, en el servicio doméstico y el cuidado de personas, dos sectores que requieren baja calificación, que suelen estar precarizados y que se han expandido por el envejecimiento de la población y por la mayor inserción de las mujeres en el mercado laboral.
Estas tareas, que explican la principal ocupación de las migrantes, resultan fundamentales para el sostenimiento y reproducción de la vida, para el funcionamiento de los hogares y los barrios. Es que los cuidados son interdependientes y relacionales: todas las personas necesitamos cuidados a lo largo de nuestra vida, especialmente en algunos momentos. Sin embargo, suelen estar invisibilizadas y devaluadas. Esto se cristaliza en los malos salarios, la informalidad y las malas condiciones laborales. Ellas cuidan, alimentan y protegen la vida, dejando atrás la propia vida.
Aunque muchas se ocupan en otras ramas de la actividad -en muchas simultáneamente, con zigzagueos entre una ocupación y otra-, el servicio de casas particulares explica al grueso del empleo de las mujeres migrantes y suele ser la puerta de entrada al mercado laboral. Esta inserción en el mundo del trabajo, precaria e informal, convivió hasta el 2003 con una política restrictiva para otorgar la regularidad documentaria, en tanto que la Ley Videla de 1981 no estipulaba mecanismos para facilitar el acceso a la residencia a quienes emigraban a nuestro país, y sostenía una fuerte impronta restrictiva y persecutoria de la población migrante, especialmente de origen latinoamericana.
Sin embargo, desde 2003, Argentina cuenta con una norma que regula las migraciones. Es la primera legislación general en esta materia elaborada y sancionada por un gobierno democrático para dar cumplimiento a los compromisos internacionales que nuestro país tiene en materia de Derechos Humanos, integración y movilidad migratoria. Además, al reconocer que las migraciones son una parte constitutiva de nuestra historia y del presente, se orienta a promover el enriquecimiento y fortalecimiento del tejido cultural y social del país para garantizar la integración social. Asimismo, esta normativa marca un quiebre con la legislación anterior al reconocer a la migración como un derecho esencial e inalienable de las personas y establece que la irregularidad migratoria debe ser entendida como una falta administrativa y no como un delito. Además, garantiza el acceso a los derechos a todas las personas, hayan o no concretado el trámite de regularización.
Esta obligación del Estado argentino implica asegurar, fundamentalmente, el derecho a la identidad, el trato igualitario, las condiciones de protección y amparo, así como una ciudadanía plena con acceso a los servicios sociales, la salud, la educación, la justicia, el empleo, la asistencia social y el sufragio. Asimismo, se privilegia la reunificación familiar como criterios fundamentales para promover la radicación. Ciertamente, nuestro país es pionero en la región y el mundo al momento de pensar la política migratoria proponiendo políticas humanitarias y democráticas, las mismas que esperamos que el mundo le asegure a los argentinos y argentinas que deciden emigrar.
Como en diciembre de este año se cumplen veinte años de la sanción de la Ley 25.871 de Migraciones y cuarenta de la recuperación de la democracia -y ambas marcaron un quiebre con la maquinaria de la muerte y la austeridad impuesta por la última dictadura militar-, este ciclo de entrevistas se propone recuperar las voces de las mujeres que emigraron y que contribuyeron a ampliar las posibilidades vitales de quienes se desplazaron hacia nuestro país. Mujeres que hacen mundos y que hacen mejor a esta tierra.
Lourdes Rivadeneyra
Ella es peruana y vive en Argentina hace más de 30 años. También es docente de la UNDAV, Coordinadora del área de migrantes del INADI y preside la Red de Migrantes y Refugiadxs de la Argentina. Fue una de las impulsoras de la Ley de Migraciones e integró la comisión que elaboró el capítulo sobre Migrantes y Refugiados/as del Plan Nacional contra La Discriminación, Xenofobia y Racismo del INADI. También fue parte de la cocina del Plan Nacional de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. Una mujer que hace mundos.
Manuela Hoya (MH) – ¿Cómo es la historia de la Red Nacional de Migrantes y Refugiados?
Lourdes Rivadeneyra (LR) – La Red es una organización que apareció con la lucha por una nueva Ley de Migraciones. En ese momento entendimos que era necesario poder unir fuerzas entre los migrantes sin distinción de nacionalidades para levantar las banderas por los derechos de nuestra comunidad. La red es eso: la unión de más de 30 organizaciones de migrantes del Mercosur y extra Mercosur que a nivel nacional peleamos por defender lo conquistado y por más derechos. Una de las tareas tiene que ver con seguir difundiendo aquella ley que este año cumple 20 años, poder informar, facilitar el inicio de los trámites de documentación, asistir para el empadronamiento y estar cerca de quien lo necesite. En ese camino, también articulamos con organizaciones de migrantes de países de la región y así fuimos creciendo.
MH: En 2017, a partir del Decreto 70 la gestión de Mauricio Macri buscó obstaculizar el ingreso y permanencia de los/as migrantes en el país y desconocer el espíritu receptivo y amigable de la Ley N°25.871. En esos años se suspendió el Programa de Abordaje Territorial de la Dirección Nacional de Migraciones, se cerraron las delegaciones en la provincia de Buenos Aires, se incrementaron los operativos de control de permanencia y las disposiciones de expulsión, así como se aumentaron las tasas migratorias. También, se firmó un convenio entre el Ministerio de Seguridad de la Nación, la DNM y el Ministerio de Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires para crear un Centro de Detención para infractores de la Ley de Migraciones en este distrito con la intención de retener a quienes hubieran ingresado ilegalmente al territorio o tuvieran dictamen judicial previo a la expulsión, permaneciendo incomunicadas. En otros términos, el Estado Nacional implementó una política migratoria persecutoria, racista, discriminatoria y expulsiva. ¿Cuál fue el rol de la Red en esos años?
LR – Tengo nítido el recuerdo. Habíamos avanzado muchísimo y cuando ganó el macrismo no podíamos creer el retroceso que nos impusieron. A finales de 2016 anunciaron la cárcel para migrantes, cuando la Argentina está en el punto más alto de las políticas migratorias a nivel internacional. Entonces volver a encontrarnos con la discriminación y la xenofobia, los discursos de odio y esta idea de que los migrantes vienen a robar el trabajo fue terrible. Además, el Decreto 70/2017 es un decreto mentiroso porque el gobierno y los medios de comunicación lo fueron trabajando, preparando a la sociedad para que aprobara este giro racista. En ese momento pasó un caso que fue muy sonado que era Braian y Braian. Se trató de dos menores que en un asalto, uno dispara y lastimosamente mata al otro chico. Los dos se llamaban igual. Uno era migrante y el otro argentino. Este hecho resonó y a partir de ahí se hizo fuerte la conexión delincuencia y migración: “a la Argentina vienen todos los delincuentes”. Pero cualquiera que conoce la ley sabe que para ingresar al país, hay que tener el documento del país de origen vigente y no tener antecedentes penales. En el miedo que estos casos generan encontraron aceptación en la sociedad. Pero lo más grave es que con esta normativa, expulsaron a cualquiera con cualquier argumento, desde que no habían terminado el trámite de radicación hasta que eran vendedor callejos. Te detenían y ya había un motivo para poder expulsarte. En ese momento, el caso que tomamos como testigo fue el de Vanesa: una chica peruana que si bien había cometido un ilícito, ya había cumplido la condena y había salido en libertad, había estudiado para enfermera y estaba trabajando como tal. Además, tenía tres hijos argentinos que vivían con ella. Un día llega migraciones a su casa a decirle que tenía que ir a firmar algo y fue, dejando a sus tres niños incluso la bebé que todavía tomaba pecho. Salió y no volvió más. Se la llevaron y ese mismo día a la noche la mandaron a Perú. No sólo violaron los derechos de esta mujer, los que fija la Ley 25.871, sino todos los de sus hijos argentinos. Entonces, desde la Red y junto a otras organizaciones intervinimos en el caso, desplegamos una fuerte campaña mediática y llegamos hasta la ONU. Ella estuvo más de 8 meses fuera del país y en 2018 cuando la Argentina tenía que responder por la Convención de Trabajadores y Trabajadores Migrantes y sus Familias, nosotras fuimos y expusimos lo que estaba pasando con la comunidad migrante. Y no tuvieron otra: Vanesa puso volver a ingresar a nuestro país.
MH- Frente a un gobierno que con ese decreto desconoció el espíritu original de la ley que es, precisamente, entender a la migración como un derecho humano y velar por la real integración, las organizaciones sociales se organizaron para defender lo que quedaba de esa norma maniatada por el macrismo.
LR – Sí, pero con mucho miedo, porque salíamos a la calle y nos perseguían. Yo tengo miles de mensajes en mi celular con amenazas. Fue muy fuerte y por eso sostengo que una no se tiene que dormir cuando consigue los derechos, hay que también defenderlos siempre.
MH- ¿Y ves algo de esto repetirse en la escena actual?
LR – Sí, lamentablemente después de los resultados de las PASO siento mucho miedo. Por primera vez me siento así, ni siquiera en el 2001 o con el gobierno de Cambiemos, porque se que vienen por todos y no sólo por los migrantes que somos el chivo expiatorio de los problemas. Estoy convencida de que cada derecho que conseguimos, cada conquista va haciendo mucho mejor a la sociedad argentina y no sólo es el bien para la comunidad migrante, sino que eso hace que el conjunto de sociedad sea un poquito mejor.
MH – Cuando te conocí me dijiste que a la Argentina le habías dado lo mejor que tenes: tu hijo. Me parece que esta apuesta de echar sus raíces acá, de hacer tu futuro y tu descendencia se desdibuja en un contexto como el actual en el que la crisis nos pone a buscar un culpable de nuestros males y a competir por los pocos recursos que hay. Esto hace que nos estemos perdiendo de ver que nuestra historia es la historia de la migración y que gracias a las biografías migrantes Argentina es una zona de promesas con una gran riqueza cultural y con importantes aportes económicos.
LR- Totalmente de acuerdo. Estas propuestas de políticas neoliberales siempre buscan un enemigo interno y hoy somos los migrantes. Y nosotras, nosotros venimos con una mochila llena de muchos sueños, pero también con muchas tristeza. Una no se levanta un día, así por que sí y dice “hoy me voy”. Dejas la familia, dejas tus olores, tus colores, tus sabores. Dejas todo, todo atrás. Lo dejas y no sabes por todas las cosas que vas a pasar. Es una decisión muy difícil.
MH- ¿Cómo era tu vida antes de emigrar hacia Argentina?
LR- En Perú estaba bien, tenía trabajo. Vivía con mi madre que, como muchas, estaba separada y que con mucho esfuerzo nos crio a mí y a mis dos hermanas. Yo soy la mayor y la más chica decidió venirse. Vino, estuvo un año y volvió. Pero Argentina en ese momento era la Europa de América Latina. Estaba el uno a uno y todo el mundo decía “¿para qué te vas a ir a Estados Unidos si tenes la Europa que está acá no más y es mucho más fácil viajar?”. En Perú estaba Fujimori y por entonces hubo políticas que hicieron más difícil el vivir. Por eso, a veces cuando hablo con los argentinos digo “ustedes no tienen ni idea del país que tienen, no tienen ni idea”.
MH – ¡Que tenemos!
LR – Que tenemos, que tenemos. En la mayoría de los países de la región no hay salud pública, no hay educación pública. Yo ingresé para medicina y tuve que salirme porque mi vieja no podía pagarme los estudios. Entonces tuve que estudiar otras cosas más rápido para poder trabajar y ayudar en mi casa. Con Fujimori, de un día para el otro, 10.000 pesos pasaron a valer 100 pesos; cerraron el Congreso, cercenaron los sindicatos y limitaron los derechos. En contraste, a mi la Argentina me dio la posibilidad de estudiar en la Universidad de La Plata que la adoro. Es increíble este país.
MH – ¿ Y cuál fue el motor para migrar?
LR- Yo vine a mirar cómo estaban, vine a probar pensando en que iba a volver. La realidad es que en Perú empezaron a migrar los varones. Se iban a Venezuela que estaba en medio del furor por el petróleo. También se iban a Estados Unidos y Japón. Con la feminización de la pobreza, las mujeres que nunca habían trabajado en relación de dependencia, tuvieron que empezar a salir. Y ¿a dónde salían? A trabajar en casas. En ese entonces empezó a circular que en Argentina había trabajo para las mujeres también en el servicio doméstico y así muchas se animaron a venir dejando a los hijos al cuidado de las abuelas. Y cuando me vine, me quedé y no volví hasta 10 años después.
MH- ¿Y migraste directamente para Buenos Aires?
LR – Si, directamente para Buenos Aires. Me acuerdo que cuando llegué al hotel, con la idea de quedarme un mes, empecé a pensar qué hacer mientras tanto. Entonces me avisaron que había trabajo en Once de vendedora y fui. Todo el barrio y la Plaza Once es muy significativo porque allí me encontré con mujeres migrantes. Un domingo, salía de trabajar y había muchas mujeres sentadas ahí. Enseguida me di cuenta que eran migrantes que venían a trabajar a casa de familia y solamente salían domingo. Estaban un rato en la plaza para no pagar un hotel porque trabajaban cama adentro y querían juntar todo para mandarlo a sus casas. Una de ellas me llevó al Bajo Flores porque yo quería estar donde estaban los peruanos y ahí empecé a dar clases de Marinera que es la danza nacional de Perú. Algunas madres tenían miedo de que los hijos bailaran porque creían que los iban a discriminar. Para mi eso fue un golpazo, un ataque a mi identidad. Después empezamos a encontrarnos con mujeres de diferentes nacionalidades y nos organizamos para saber a qué hospital convenía ir y para hablar sobre nuestros derechos acá.
Lo cierto es que Argentina me enamoró. Empecé a trabajar, empecé a militar y me quedé. Pero no siempre fue fácil. Uno de los primeros días, un policía me frenó en la calle y me dijo “documentos”. Entonces mientras yo buscaba mi pasaporte agregó “porque usted nos es argentina, en Argentina no hay negros, ni indios”. Y así me di cuenta que era negra, que era india.
MH- La cara del racismo.
LR- Si, pero empecé a buscar a “mis marrones” en la calle.
MH – En un contexto en el que aún no existía la Ley de Migraciones y estaba vigente la ley de la dictadura.
LR- Claro. De hecho, muchos hoteles nos alquilaban a escondidas y si llegaba la policía nos teníamos que ir. Caminabas por la calle y te detenían por cualquier cosa. Había una fuerte discriminación de ventanillas y al hospital íbamos solo si estábamos muy mal porque teníamos terror. En ese tiempo, con la Ley de Videla, si llegaba alguien sin documento, tenían que informar enseguida a migraciones o a la policía diciendo “acá hay un indocumentado” para que te expulsen. Por eso empezamos a organizarnos, a militar, porque las cosas que se vivían eran tremendas.
MH – ¿Cómo fue la discusión de la Ley? ¿Cómo fue su participación en la cocina de la Ley de Migraciones?
LR – Veníamos de varios proyectos que ingresaban leyes y perdían estado parlamentario, hasta que el CELS armó una mesa y nosotras que ya veníamos organizadas y militando nos sumamos a trabajar junto a académicos, abogados y organizaciones de migrantes. Me acuerdo de hacer lobby. En mi vida lo habíamos hecho, pero aprendimos que teníamos que tocar las puertas, saber los nombres de los legisladores de cada partido y eso hicimos. Algunos nos tiraban la puerta en la cara y yo salía llorando pero nos dábamos fuerza para seguir. Esa tarea implicaba sentarnos con ellos, explicarles por qué tenía que ser la ley. En ese contexto hicimos una marcha, la primera que hicimos como comunidad migrante mientras en el Congreso de la Nación se discutía esta ley. Hicimos un abrazo simbólico y cada uno tenía el vestuario típico de su país porque como siempre decían “la Argentina viene de los barcos”, quisimos hacernos ver: nosotros venimos de los colectivos, de los cruces a pie.
MH – Una reivindicación de la identidad.
LR – Claro que sí y era necesario porque siempre estuvimos invisibilizados. En este tiempo aprendimos muchas cosas que hacen a quienes somos hoy. Creo que el hecho de que hayamos sido tantas mujeres ayudó. Lo usamos como una táctica para tener presencia, para poder ingresar al Congreso y a las comisiones, y para que la policía no se pase.
MH – Una gimnasia de organización política, un método para persuadir, el género como una táctica y una estrategia para consagrar la ley. Impresionante. Para cerrar, me gustaría preguntarte si a la Argentina la sentís tu casa.
LR – Si, Argentina es mi segundo hogar y por eso sufro tanto. Ya tengo más años en Argentina que los años que le di a mi país. Argentina me dio un hijo, me enseñó a militar y a pelear por los derechos, a que si una se organiza puede lograr muchas cosas. Argentina me hizo mejor persona y lo agradezco. Creo que en algún momento pensé en volver, pero fue en los primeros años que sufría mucho y lloraba pero ya no. En cualquier caso sí sueño con que Perú pueda salir de ese letargo que tiene.
MH – Cuando decidiste migrar ¿te imaginabas ser quien sos hoy?
LR – No, no. Es un horizonte que se abrió acá y aunque siempre tuve eso de meterme y hacer, del compromiso social desde chica, no imaginaba esta Lourdes. La que soy hoy, se la debo a la Argentina, realmente.
MH – Qué bueno. Argentina también te debe muchas cosas sin dudas, particularmente tu lucha por la ley de migraciones que hace a la sociedad argentina una sociedad mejor. Gracias.
Qué buena entrevista. Interesante toda la información que citas en el artículo también.