Barrio… barrio…
que tenés el alma inquieta de un gorrión sentimental.
Penas… ruego…
es todo el barrio malevo, melodía de arrabal.
Viejo barrio,
perdoná si al evocarte se me pianta un lagrimón
que al rodar en tu empedrao
es un beso prolongao que te da mi corazón.
“Melodía de arrabal”, 1933
PRELUDIO
El proceso electoral en marcha se está haciendo largo, larguísimo, para aquellos que sentimos y pensamos que lo que está en juego en el mismo es mucho más que la simple elección del presidente de la Nación para los próximos cuatro años.
Nos encontramos, a no dudarlo, en las postrimerías de un ciclo histórico y en los albores de una nueva etapa, con nuevas reglas aún desconocidas para quienes crecimos en una Argentina y un mundo que, por mucho que cambiara, nos seguía pareciendo el mismo en términos de larga duración.
La cesura histórica a la cual asistimos es dramática en todos los órdenes, con tintes apocalípticos según algunas miradas; visto desde estas latitudes, la incertidumbre se torna aún mayor por encontrarnos en la periferia de un mundo del cual nadie sabe cuál será el centro en el mediano plazo.
Sin embargo, la combinación -casi de libro- de la crisis económica, política, social y cultural abre al mismo tiempo un inmenso abismo ante nosotros, que puede trocar en inmensa oportunidad si los actores de esta tragicomedia consiguen construir una salida que no simplemente alargue la agonía, sino que implique el inicio de una nueva etapa de crecimiento y distribución.
Los debates presidenciales que se inician mostrarán tres candidatos con chances que implican maneras diferentes de encarar esta encrucijada, pero que no son del todo nuevas en nuestra historia. De eso vamos a intentar hablar en estas tres aguafuertes.
I POR UNA CABEZA (1935)
El resultado de las PASO dibujó un podio que para los analistas se podría definir como un triple empate. El candidato que obtuvo más votos, el supuestamente libertario Javier Milei, se impuso con un discurso rupturista que sedujo a una importante parte de nuestra sociedad, incluso de sectores que históricamente votaron al peronismo. Mucho se ha hablado ya de esto y abundar en el tópico sería cansador.
Lo que es indiscutible es que esta figura histriónica y casi caricaturesca no sólo expresa un enojo coyuntural, sino que también hunde sus raíces en ciertas características de una argentinidad que no es del todo novedosa, aunque queramos barrerla debajo de la alfombra. Milei, pese a que todos sabemos que jura sonriendo ese amor que está mintiendo, no es la primera apuesta timbera de parte de nuestro pueblo. Tampoco es el primer machirulo y farandulero exitoso, con la sabiduría de un aggiornado “Viejo Vizcacha” que hace que se mezclen permanentemente en el show business la política, el espectáculo, etc. Los antecedentes son varios pero hay uno que nos viene a la mente a todos. Tuvimos un presidente que bailaba con odaliscas en televisión, jugaba al básquet o al fútbol y también surgió de un consenso postcrisis.
La línea divisoria que plantea el libertario en la política lo coloca a él, de un lado, como lo nuevo e incontaminado, y empuja hacia la vereda de enfrente a lo que él llama la casta política. Más allá de que sabemos que eso es absolutamente falso, ya que sus acuerdos a nivel empresarial o con los actores políticos territoriales son con lo más runfla que se encuentra en las góndolas de este supermercado, muchos argentinos -sobre todo varones jóvenes- le creen. El discurso antiprogre prende en sectores que sabemos que serían objeto de su ataque en caso de llegar al poder, pero todavía no hemos encontrado el antídoto. Para un sector de los votantes libertarios hay una clase política, a la que alguien le puso un nombre ganchero, que no expresa otra cosa que la falta de soluciones a los problemas concretos de sus vidas en los últimos ocho años.
La Argentina se dividiría en dos campos: uno, comprendido por los que son vistos como responsables de la falta de condiciones materiales que permitan vivir sin que la vida sea un eterno sufrimiento; y el otro, integrado por los que viven sufriendo, los rotos, los que no harían otra cosa que yugarla para que otros vivan de su esfuerzo. Este diagnóstico es tristísimo pero es parte importante de lo que nos pasa.
Hagamos el ejercicio distópico de imaginar cómo sería una Argentina presidida por este loco. Para ser claros, lo más parecido que tenemos a mano para comparar, son los noventa y el menemismo. Una alianza entre los grandes grupos económicos junto con lo peor del sindicalismo y la clase política, pretendiendo adormecer con migajas de pan, mucho circo y, por qué no, balas y palos, al conjunto de un pueblo que viviría cada vez peor. Pero este sería un menemismo recargado, mucho más anárquico, en un sálvese quien pueda donde la balcanización sería no sólo geográfica, sino también social y cultural. Los altos niveles de informalidad de nuestra economía, combinados con el peso de las redes sociales serían un cóctel que provocaría un nivel de desorden que tardaríamos décadas en desandar. Quizás sea esto en lo que algunos actores de poder pretenden transformar a la Argentina. Eso sí, bien alineada geopolíticamente con el “bloque occidental”, que hoy no significa casi nada más que ser esclavo de los intereses anglosajones. La consigna debería ser, vistas las experiencias históricas a las que podemos remitirnos pero en un contexto mucho más complejo: basta de carreras, se acabó la timba.
II CUESTA ABAJO (1934)
Hace unos meses, el conjunto del establishment político y económico daba por sentado que quien ganara la interna de Juntos por el cambio sería el próximo presidente o presidenta de la Argentina. Las primarias dinamitaron esa certeza y hoy, aunque nada esté escrito, son muchos los que sostienen que esa alianza se encuentra en sus últimos meses de vida. Esta alianza que también expresó, durante al menos diez años, con sus distintas formas y nombres, una característica de cierta parte de nuestra querida argentinidad hoy parece expresar la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser. No es que no existan más los galeritas, los gorilas o los antiperonistas acérrimos. Es que fomentaron tanto el odio, que el odio se los devoró a ellos mismos.
Hoy todo parece indicar que esa concepción decadentista, esa argentinidad -que también existe- de tachero enojado con el mundo, de tipo que solo piensa y cree en sí mismo fue devorada por un discurso muchísimo más radicalizado.
La divisoria de aguas que propone la candidatura de Bullrich atrasa. La grieta kirchnerismo/antikirchnerismo o peronismo/antiperonismo es una foto sepia de la realidad para gran parte del electorado. Sin Cristina en el centro de la escena, hay quienes parecen cantar, al salir bamboleándose de una cantina: por seguir tras de sus huellas yo bebí incansablemente en mi copa de dolor.
El orden que propone lo que queda de Juntos por el Cambio, que no es otra cosa que una parte del macrismo, es un orden que solo se puede sostener con altísimos niveles de represión. En ese sentido, el alineamiento internacional con EE.UU e Israel sería total y la entrega de los recursos naturales y la sujeción a los organismos financieros internacionales será absoluta. Esto también ya lo vivimos. Además, proponen exterminar a ese otro, que en realidad es su razón de ser, y eso solo es posible con las fuerzas de seguridad como mínimo, reprimiendo el conflicto social que este orden provocaría. La dictadura fue eso de manera exacerbada. Hoy las técnicas serían otras, como podemos ver que sucede en otros lugares del mundo, pero esencialmente sería lo mismo.
La parte gorila de la Argentina se encuentra una vez más ante la alternativa de elegir el camino de Alem, Yrigoyen y Alfonsín; o el de Alvear, el peor Balbín o De la Rúa.
III VOLVER (1934)
Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno. El permanente retorno del Movimiento Nacional y Popular como proyecto que expresa un bloque histórico es una de sus características. Este constante mirar hacia atrás buscando un punto de referencia es un ejercicio dual que también expresa cierta argentinidad. La nostalgia y el “volver a ser campeones como en el 86” son dos caras de esa misma moneda, y una de las aristas de esa dualidad es lo que algunos llamarían el optimismo del gol de quien hoy expresa electoralmente al Peronismo y sus complejidades.
La divisoria de aguas que plantea Sergio Massa es reconstituir un bloque histórico bien amplio que exprese a los sectores populares y a alguna facción quizás de la hipotética burguesía nacional, en sus expresiones sociales, económicas y políticas.
El punto de referencia es el Perón del abrazo con Balbín, el Néstor de la transversalidad. Esa es la pretensión de amplitud, incluyendo sectores a los cuales hasta hoy enfrentamos. Algunos podrán pensar que se abre la temporada de sapos. Pero hay quienes creen que es la única salida -hacia adelante- posible en este contexto. Lo que tenemos enfrente ya lo conocemos. Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida.
CODA
La situación es compleja y las apuestas posibles limitadas. Lo que está en juego, lo sabemos, es mucho más que quién se sienta en un sillón. En medio de esta complejidad todavía hay un nosotros posible. Ese nosotros es complejo, pero es nuestra única tabla de salvación. Y debe poner en el centro, necesariamente, a ese sujeto que habita en los suburbios de este mundo que vive en el arrabal. Y el arrabal es, como el Peronismo, cuna de taitas y cantores, de luchas y entreveros, de todos mis amores.