Pituca insiste en que es el mejor,
el mejor culo para su sillón
y sabe bien que hoy su chance es gorda.
Tuvo un golpe de audacia y se dio
de timbero fogoso y feroz,
de los que nunca muestran todo el mazo.
Y hoy come la gran manzana
y no deja ni pepita,
usa sal de melodrama, pero sin abusar.
Y así Pituca se la cree.
“El arte del buen comer” (Lobo suelto, cordero atado, 1993)
PRELUDIO:
“Hurra por fin ninguno es inocente”, dice Juan Gelman en su bellísimo “Himno a la Victoria (en ciertas circunstancias)”, escrito en años difíciles como estos que estamos viviendo. La cita con la que abrimos esta nota bien noventista, podría ser aplicable a quien hoy ocupa el sillón de Rivadavia. Decir eso es casi una obviedad.
Pero sabemos que la poesía, tanto la de Gelman como la del Indio Solari, es polisémica. Y esa polisemia, en esta etapa tan políticamente vintage, nos coloca frente a una incomodidad. Según desde qué subjetividad, mirada o facción particular de este gigante (más invertebrado que nunca) al que llamamos Peronismo, se pare uno como observador participante de esta realidad, cada quien puede imaginar a una cara distinta a la cual dedicar estas palabras, incluso en nuestro propio campo político.
Como diría el Diego: LTA. El Neoliberalismo penetró tan hondo en nuestras filas que la sensación que predomina en la situación actual entre nuestras bases, nuestra militancia y nuestra dirigencia intermedia, es una en la cual se mezclan, por un lado, el enojo con sectores que votaron ostensiblemente contra sus propios intereses y, por el otro, el enojo con cierta dirigencia por habernos traído hasta aquí. Tenemos la certeza de que no nos ganó un proyecto político estructurado sino que el 19 de noviembre, en el ballotage, perdió el peronismo. Nuestro Pueblo votó masivamente en contra de nosotros que decimos expresarlo y, entre otras cosas, lo hizo porque parte de nuestra dirigencia dejó de parecerse a ese pueblo y es percibida por el mismo como muy similar -estética y moralmente- a la dirigencia del campo al que nuestro movimiento combate desde hace décadas. Esto, que solo tiene antecedente en la elección de 1983 con Alfonsín y a la salida de la dictadura, tiene que ser necesariamente el punto de partida de cualquier diagnóstico que pretenda dar cuenta de la situación actual para intentar revertirla.
I – CANCIÓN PARA NAUFRAGIOS (OKTUBRE, 1986)
“El mundo que conocimos y amamos ya no existe más”, hace decir Liliana Bodoc a uno de sus personajes. Desde este espacio, y no porque seamos muy originales, venimos diciendo que nos encontramos en el final de una etapa histórica y en el comienzo de una nueva. Eso, que puede ser leído a nivel global e incluso civilizatorio, adquirió en nuestro país una dimensión que no es la que en los momentos de mayor optimismo algunos de nosotros imaginábamos. Quizás tampoco sea la peor. Y eso se definirá también a partir de cómo interiorice la dirigencia y la militancia de nuestro movimiento esta nueva realidad, y cómo opere sobre la misma.
No hay un responsable único de la situación en la que nos encontramos. Y si bien la autocrítica es algo necesario, no podemos entrar en un proceso generalizado de búsqueda de mariscales de la derrota que desangre más aún a nuestro Movimiento. Es en la reflexión colectiva y en la práctica política donde se tiene que verificar esa autocrítica y no en el cruce de acusaciones de todos contra todos.
Bombas de aquí para allá / puede ser, es irreal. El internismo permanente, la facciosidad y el individualismo, la guerra de egos, no son las únicas razones pero son una de las causales de la derrota. Obviamente, las condiciones materiales son fundamentales. Cualquier error político se amplifica si el (no) gobierno peronista falló en mejorar las condiciones objetivas de vida de nuestro pueblo, y para colmo, se fue aislando cada vez más del mismo; para muestra bastan algunas fotos. Aquello que muchos tienen ganas de decirle al dirigente que tengan enfrente es: Ya no estás solo, estamos todos en naufragar. Es momento de pensar y actuar colectivamente entonces. Pero para hacerlo, es necesario que cada sector y cada dirigente que pretenda tomar el bastón de mariscal, que está dando vueltas como una sortija en la calesita, comprenda que este cambio de etapa implicará necesariamente nuevas prácticas, nuevos relatos, nuevos repertorios y formas discursivas. Anclados en nuestra propia tradición, obviamente, pero repensando a partir de la certeza de que en la etapa que comienza las reglas no serán las mismas que las que regían ese mundo que acaba de fenecer y al cual no deberíamos dedicarnos a añorar. En todo caso deberíamos pretender construir un balance lo menos sesgado posible de lo que implicó en términos de avances y retrocesos. Solo así esa experiencia histórica nos servirá como herramienta de cara a esta nueva etapa.
II – MASACRE EN EL PUTICLUB (UN BAIÓN PARA EL OJO IDIOTA, 1987)
El Estado de excepción en el cual se encuentra nuestro país objetivamente, tanto a nivel institucional como económico, comenzó formalmente con el DNU el 13 de diciembre del 2023 y se profundizó con el envió al Congreso de la Ley Ómnibus, pero tiene una genealogía. En los últimos meses al menos, hubo una situación anómala en la cual parte de nuestra sociedad no sabía quién era realmente el que gobernaba. Nuestro candidato a presidente hizo todo lo posible y hasta lo imposible por obtener una victoria que se nos escapó de las manos en la primera vuelta por distintas razones. Pero la situación institucional fue percibida como poco clara por vastos sectores de nuestra sociedad.
Por una pipa del 9 arrancó pero, yendo más atrás, el Estado de excepción en nuestro país arrancó el primero de septiembre del 2022, cuando gatillaron dos veces en la cabeza de Cristina Fernández de Kirchner, sin que esto tuviera consecuencias institucionales ni políticas. “Si la tocan a Cristina, ¡qué quilombo se va a armar!”, gritamos varias veces. Casi la matan, hubo una movilización; más allá de eso, todo continuó como si nada hubiera pasado. Algunos sostienen que este intento de magnicidio, combinado con el escandaloso viaje al Lago Escondido de medio poder mediático y judicial de este país, fueron el ensayo del verdadero círculo rojo respecto de lo que hoy estamos viviendo. Midieron nuestra capacidad de reacción.
Hoy el sistema político explotó y no se sabe quién pondrá el primer ladrillo para reconstruirlo, sea de la manera que sea. Tampoco se sabe si ese sistema político responderá a un orden realmente democrático o a los niveles de democracia formal que los poderosos de este país y el establishment global nos permitan transitar en nuestra próxima etapa.
Su mala leche no siente dolor y arroja entrañas por todo el salón. Uno puede pensar que el presidente es un irresponsable, o un loco, pero no puede pensar que el conjunto de los poderosos de este país y el poder global no tengan que ver con los desmadres en política internacional en medio de esta tercera guerra mundial híbrida en la cual nos quieren involucrar, con la entrega de nuestros recursos naturales, o que desconozcan la feudalización que implica el orden que quieren imponernos. ¿El proyecto de aquellos a los que podemos seguir describiendo claramente como nuestro enemigo es el del orden de los cementerios?, ¿el de una democracia controlada? ¿o el de una anarquía y una libanización como la que empezaron a ensayar en otros países de la región?
De la inteligencia, la generosidad y la grandeza histórica de nuestra dirigencia y nuestra militancia todavía depende en gran medida cuál será la salida de este atolladero.
III – LA PARABELLUM DEL BUEN PSICÓPATA (BANG, BANG, ESTÁS LIQUIDADO, 1989)
La noche tira un salto mortal, pura tontera del punto G y el joven lobo quemándose de amor. El 19 de noviembre del año que terminó nuestro pueblo dio un salto al vacío, por enojo, por convicción, por hartazgo, por desinformación, etc. Desde ese día a la fecha se abrió una nueva dinámica en la política argentina, que no sabemos cuán profunda y duradera será. El vínculo entre un presidente que nadie sabe con certeza cuán en sus cabales está, una segunda línea o círculo en la que se mezclan runflas, algún que otro amateur de la política y muchos sectores de poder voraces, y la sociedad que votó mayoritariamente esta alternativa, irá mutando a medida que las consecuencias del ajuste se vayan sintiendo. También cuando los intereses de los distintos sectores de poder que hoy sostienen a Milei comiencen a divergir y entrar en conflicto.
El poder psicópata, podamos personalizar a este o no, decidió sacarnos de la cancha. Ese es su proyecto una vez más: que el Peronismo desaparezca. Y el peronismo se tiene que defender. Pero para ello tenemos necesariamente que volver a representar genuinamente a una parte importante de nuestro pueblo de la cual nos hemos alejado paulatinamente: los laburantes -sea cual sea su trabajo-, las mujeres, los jóvenes, los pequeños y medianos empresarios. Hoy no parecen sentirse representados y mucho menos expresados políticamente por nosotros y ese es un segundo diagnóstico del cual partir para intentar revertir la situación. Como pocas veces en nuestra historia tuvimos espacios políticos e institucionales, que nos hubieran permitido contener y representar a ese sujeto o esos sujetos, pero no supimos, no quisimos, o no pudimos utilizarlos correctamente.
Un tecno-duque trabajó, nuevos gemidos para el show. ¿Macri está detrás de Milei? La respuesta es clara: sí. Pero no está él solo. Macri es uno de los tantos que están detrás de Milei: hay sectores económicos diversos (algunos con nombre y apellido conocidos por todos), hay medios de comunicación, hay trasnacionales interesadas en nuestros recursos naturales, y hay un eje anglosionista que nos quiere alineados en su campo, en este contexto geopolítico de conflicto permanente. En esto el peronismo tiene que ser inflexible: la neutralidad es una bandera histórica de nuestro movimiento. Cuando nos corrimos de esa bandera irrenunciable, en la Guerra del Golfo, tuvimos consecuencias trágicas en nuestro país.
El monstruo tiene el tamaño que uno le dé y un psicópata lo sabe; no debemos pensarnos derrotados, sometidos por los perversos de este mundo, porque ese es el primer signo que esperan de nosotros para avanzar, como el psicópata. Este pueblo y el Movimiento Nacional y Popular en particular, sobrevivieron a situaciones más críticas que está, pero porque nunca se sintieron sometidos ni derrotados y siempre tuvieron voluntad de pelea.
IV – EL PIBE DE LOS ASTILLEROS (LA MOSCA Y LA SOPA, 1991), LA HIJA DEL FLETERO (LOBO SUELTO, CORDERO ATADO, 1993)
Transcurridas algunas semanas del gobierno libertario, se expresaron en la calle objetivamente tres actores. Primero, una minoría intensa que salió a cacerolear las noches posteriores al lanzamiento del DNU; respecto de este sector hay quienes sostienen que expresan a quienes votaron por nuestro candidato y que no modifica la correlación de fuerza social. El segundo actor que se movilizó, más orgánicamente, fueron ciertos movimientos ligados a la economía popular y la falta de trabajo formal. Pero el actor que copó el centro de la escena y del cual todos sabemos que depende en gran medida lo que suceda en los próximos meses, es el Movimiento Obrero Organizado. ¿Será que pese a la cantidad de cuestionamientos que podríamos hacerle a su dirigencia, a la parcialidad del sujeto que representan en la práctica en términos numéricos, la columna vertebral sigue siendo la columna vertebral?
La incomprensión respecto de esta centralidad no es nueva en nuestro campo político. Pero así como en los momentos de avance esta columna vertebral se conjugó con otros sectores sociales, políticos y culturales, constituyendo a esa mayoría a la que podemos llamar Pueblo, en los momentos de repliegue, los sindicatos fueron el eje a partir del cual se siguió dando vida a un peronismo que, como ahora, querían hacer desaparecer. Obviamente que también existieron los clubes, los centros culturales, las sociedades de fomento, las unidades básicas, etc. Todo ese conglomerado de redes sociales existió y sirvió para resistir en los peores momentos. Pero la columna vertebral seguía siendo el eje a partir del cual se articulaban el conjunto de las organizaciones libres del pueblo. Hoy a esas organizaciones históricas hay que sumarles otras nuevas que responden a nuevos actores de la sociedad transmoderna de este lado del mundo. Pero el sujeto central sigue siendo la clase, los trabajadores. Y no los soñados ni los que tienen los representantes que nos caen más simpáticos, los realmente existentes.
Pero a los ciegos no les gustan los sordos y un corazón no se endurece porque sí. Volver a representar a aquellos sectores que dejamos de representar es prioritario. Esa mayoría silenciosa, que en general no es activa políticamente pero que históricamente nos acompañó, nos dio la espalda hace unos meses. Lo hizo porque desde hace mucho tiempo, quizás demasiado, nos habló, nos gritó y nos pidió que estuviéramos a la altura de las circunstancias y no la escuchamos. Quizás porque ese neoliberalismo que nos penetró convirtió a gran parte de nuestra dirigencia en constructores de un proyecto simplemente personal. El sueño de una carrera permanentemente ascendente a nivel individual y a nivel faccioso y/o sectario fue característico del final de esta etapa que termina. En la etapa que comienza hay que fundar nuevos paradigmas y construir nuevos modelos de acumulación política-colectiva.
El poder brota de la boca de un fusil, decía Mao. Toda una generación que fue protagonista de la política argentina a principios de este siglo se formó originalmente a partir de esta máxima. Eran los fierros. En los 70 “los fierros” querían decir una cosa; en el siglo XXI significaron otra. Todos sabemos de qué estamos hablando. Y no es por puristas, honestistas ni virginales que sostenemos esto. El problema es que esta matriz de acumulación, llena de mediadores, nos fue alejando cada vez más de nuestro pueblo. A su vez, combinada con esta idea neoliberal de carrera individual en la política, dio como resultado un Frankestein espantoso. Los fierros, en general, los usamos para reproducir un modo de construcción política al que veníamos a reemplazar. En los 70, procediendo de la resistencia, de los sectores del cristianismo postconciliar o desde los sectores intelectuales universitarios de izquierda, hubo quienes -quizás con una mirada romántica pero de ninguna manera especulativa e individualista- ordenaron aquellos fierros detrás de una idea de transformación social y no en pos del crecimiento individual. Con todos los errores que podamos señalarles a cincuenta años de los hechos, hubo una generación completa de militancia que entregó su vida por un proyecto del que muchos de nosotros, pertenezcamos a la identidad política que pertenezcamos en la micro, nos reconocemos como continuidad.
Reconfigurar la matriz de construcción política. Construir espacios de debate lo más periódicos y amplios posibles. Volver a expresar genuinamente a los sectores a los cuales dedicamos nuestro discurso y nuestros cánticos. Utilizar los recursos, los pocos o muchos recursos que tengamos, en pos de la reconstrucción del Movimiento Nacional. Volver a concebir la política como herramienta de transformación, tal como nos enseñara Néstor.
V – UN ÁNGEL PARA TU SOLEDAD (LOBO SUELTO, CORDERO ATADO, 1993)
Ya sufriste cosas mejores que estas. Y peores también. La historia del peronismo está repleta de avances y retrocesos, de liderazgos, de conflictos con esos liderazgos, de pujas internas, de prácticas políticas que en algunos momentos convergen y en otros se distancian. Antes hablábamos de la clase trabajadora como columna vertebral del mismo. Pero el peronismo, desde nuestra perspectiva histórica y analítica, es un Movimiento Nacional. Esta definición, que implicó un montón de incomprensiones para las lecturas y los análisis basados en miradas eurocéntricas de lo social y lo político, es una categoría quizás difusa pero que tenemos la certeza de que existe. Con distintos nombres en distintos lugares en la periferia del mundo, hay decenas de ejemplos de esto. Cerremos los ojos y simplemente pensemos. En general, estos movimientos son policlasistas e integran dentro de un mismo frente político a otros sectores que en determinados momentos históricos coinciden en sus intereses con los intereses de esa columna vertebral, construyendo un sujeto más amplio.
Aquello que se dio en llamar la nacionalización de los sectores medios en nuestro país, entre fines de los 60 y principios de los 70, y nutrió las filas de la tendencia revolucionaria del peronismo, tiene antecedentes y réplicas históricas. Podríamos considerar a FORJA un antecedente histórico de esto: sectores medios e intelectuales que se incorporan al Movimiento Nacional y le aportan ideas, densidad y profundidad conceptual. Los sectores medios que se incorporaron al peronismo en los 70, pese a que algunos cuestionaban su pertenencia a una clase media que suele tener inclinaciones gorilas, vinieran estos del marxismo o del cristianismo de base, llegaron en general para quedarse. Aquellos que confrontaron al interior de nuestro movimiento a mediados de los 70 en una de las tragedias más grandes de nuestra historia, siguieron formando parte del peronismo en etapas posteriores, y vimos cómo actores procedentes de la tendencia, del sindicalismo o del peronismo territorial lograron convivir con ciertas reglas de juego y ocupando distintos roles de acuerdo a cada coyuntura durante los 80, los 90 y el siglo XXI, etapa kirchnerista incluida.
Fue en esa etapa kirchnerista que se dio lo que podríamos definir, hasta ahora, como la última ola de nacionalización de los sectores medios. Sea por la política de derechos humanos, sea por la disputa con los grandes multimedios, por el matrimonio igualitario, o por el conflicto con las patronales agropecuarias, es innegable que esa etapa logró, al menos inicialmente, reconstruir ese frente que implica el Movimiento Nacional y que contiene a sectores industriales, de la pequeña y mediana empresa, de la clase media universitaria, etc., además de la columna vertebral. Ese frente funcionó de manera relativamente ordenada durante los primeros diez años de la década ganada, pero comenzó a resquebrajarse paulatinamente desde 2013 en adelante, hasta que el monstruo del macrismo obligó a que las partes volvieran a reunirse en un Frente de Todos que se convirtió en una experiencia fallida por distintas razones: tibieza, ineficacia, internismo permanente, falta de apego al trabajo de ciertos protagonistas, faccionalismo. Y también la pandemia, la guerra, la sequía y las mil plagas de Alberto. Pero como decíamos más arriba, no tiene sentido iniciar un proceso de búsqueda de responsables que acentúe la crisis.
La clase trabajadora es la columna vertebral, el pueblo es el sujeto, los sectores medios e intelectuales tienen que ser necesariamente parte del frente Nacional y Popular, al que Incluso pueden conducir parcial o totalmente. Lo que no pueden, y a esta altura del partido y con décadas de experiencia sobre la espalda deberíamos comprenderlo claramente, es imponer una línea política al conjunto del movimiento. La agenda del Movimiento Nacional tiene que ser una agenda que exprese y represente al conjunto de sus actores, pero que fundamentalmente dé cuenta de una relación dialéctica entre esa mayoría silenciosa de la que hablábamos -y que hoy dejó de acompañarnos-, una minoría intensa que ya se está movilizando y hoy forma parte de nuestro campo, y una dirigencia que debe pensar en pos del conjunto y no de sí misma.
Otra cuestión a abordar en profundidad, si queremos volver a construir una mayoría que nos permita representar a nuestro pueblo y volver a gobernar este país en un sentido nacional y popular, es la del federalismo. Así como los sectores medios e intelectuales no le pueden imponer la agenda al conjunto del movimiento, el AMBA no le puede imponer el orden y la política al conjunto del país. En momentos en los cuales tanto se habla de la casta, la combinación de esta falta de federalismo con la procedencia de clase de parte importante de nuestra dirigencia y la lógica del neoliberalismo, sumadas a la carrera individual bailoteando en nuestras filas, no hace más que profundizar la distancia respecto de ese pueblo.
Es tan simple, así no podes elegir. En este contexto nuestra dirigencia y nuestra militancia tienen una responsabilidad histórica que se impone como un imperativo categórico. Hay seres humanos de carne y hueso, con nombre y apellido, que no tienen otra chance que la de ocupar el rol que la historia les demande en esta etapa. Lo que está en juego es la existencia del Movimiento Nacional y Popular.
CODA
Los distintos momentos de avance y de repliegue del Movimiento Nacional tienen algunas características en común. Una de las fundamentales es que cuando no hay liderazgo político que conduzca al conjunto de los actores, no hay dialéctica posible entre esa mayoría silenciosa y esa minoría intensa. Cuando no hay conducción o la conducción está en cuestión, el movimiento nacional va para atrás y se repliega, y en ese contexto, la solidaridad de nuestra dirigencia política, social y sindical, es decisiva, como lo será en esta etapa. Como sostenía el gran Rodolfo Walsh, uno de los mayores exponentes intelectuales y militantes del proceso de nacionalización de los sectores medios de los que hablábamos antes, si hay necesidad de repliegue, ese repliegue se tiene que dar hacia el seno del peronismo.
De nosotros dependerá que en esta etapa, este repliegue no sea un repliegue de largo plazo sino dar un paso atrás para dar dos pasos hacia adelante. Pero tenemos claro de qué lado de la mecha nos encontramos, y formamos parte de una tradición política que parte de una certeza histórica: La patria existe. La liberación es posible.