ISSN 2953-5050
24-11-2025 - 23:44
Avión Negro
  • Con textos
  • Cultura
  • Latinoamérica
  • Historias militantes
  • Galería
  • Podcast
  • El avión
    • EL MITO
    • TRIPULACIÓN
No hay resultados
Ver todos los resultados
Avión Negro
  • Con textos
  • Cultura
  • Latinoamérica
  • Historias militantes
  • Galería
  • Podcast
  • El avión
    • EL MITO
    • TRIPULACIÓN
No hay resultados
Ver todos los resultados
Avión Negro
No hay resultados
Ver todos los resultados
Home ConTextos / En la tempestad
A DIEZ AÑOS DE LA CRISIS MIGRATORIA DEL MEDITERRÁNEO

A DIEZ AÑOS DE LA CRISIS MIGRATORIA DEL MEDITERRÁNEO

UNA MIRADA KRAUSSIANA

Andy GriffinporAndy Griffin
21 noviembre, 2025
en ConTextos / En la tempestad
0
Compartir en FacebookCompartir en TwitterCompartir en Whatsapp

Europa ha vuelto a encontrar una causa. No una causa para defender, sino una causa para
comentar. Porque el comentario, hoy en día tiene más valor que el accionar (mismo este
inmundo escritor está comentando) y la indignación pública que remplazo por completo al
pensamiento racional. El Mediterráneo, que en su momento fuese cuna del mundo y
ahora es su fosa, se ha transformado en el espejo más cruel de Europa, es ahí donde se
reflejan los restos de sus promesas. Cada cadáver que flota frente a Lampedusa o Lesbos
no es solamente el testimonio de una tragedia humana, más bien pareciera el epitafio de
una civilización que ha olvidado por completo cual es el sentido de sus propias palabras.
La infamemente llamada “crisis migratoria” de 2015 no comenzó cuando los refugiados
sirios cruzaron las fronteras escapando de las tormentas de plomo y pólvora, sino que
comenzó mucho antes, cuando Europa decidió que su bienestar podía erigirse sobre los
escombros de otros continentes, cuando convirtió el mundo en un mercado y la política
en un catálogo de excepciones morales. Lo que ahora denomina “crisis” no es más que el
retorno de lo negado: los fantasmas de sus guerras, sus negocios, sus largos silencios
selectivos. Europa no fue invadida por migrantes: fue asaltada por su (des)memoria. Y
como todo viejo gruñón que se va quedando pelado, ha reaccionado con irritación ante el
espejo.

Cuando las cifras comenzaron a crecer (cuando los números reemplazaron a los nombres),
los gobiernos europeos sacaron a relucir un vocabulario que huele a naftalina rancia:
“solidaridad”, “hospitalidad”, “valores comunes”, “hermandad”. Palabras grandes y
fuertes para actos pequeños y mezquinos. Parecería que cada declaración fuese redactada
como si el alma de Europa dependiera de su sintaxis, y quizás así sea, la única parte viva
que le queda a Europa es su retórica, como falsamente se muestra a los demás. Ellos que
inventaron de la galera los derechos humanos, ha aprendido a pronunciar esas palabras
sin sonrojarse ante la pila de cadáveres que los desmienten en las puertas de su casa. Los
grandilocuentes ministros y burócratas hablan del “deber moral” de recibir refugiados con
la misma tranquilidad con la que negocian los cupos de exportación de armas. Los
parlamentos discuten fervorosa y apasionadamente si conviene salvar vidas según la
cuota de déficit, y la burocracia ha reemplazado al alma, ahora los refugiados son un
problema de logística. Cada reunión de Bruselas se parece a un consejo de administración
de la moralina, donde se decide cuánta compasión puede ajustarse al presupuesto anual,
toda una aventura kafkiana para quien lo vive de adentro.

Los medios masivos de comunicación y las redes disóciales, siempre atentos al
espectáculo del sufrimiento, encontraron en la miseria ajena una nueva fuente de rating.
No hay tragedia sin cobertura ni niño muerto sin cámara; la fotografía se ha vuelto la
nueva forma de absolución, mirar sustituye a comprender, y cada red social es un
confesionario público donde la culpa se expía con un clic. ¿Cuántas cuentas dedicadas a
compartir la imagen del cuerpo de Aylan Kudi en las costas turcas mientras, se toman un
frapuchino en el Starbucks de los Campos Elíseos?

El periodismo europeo caracterizado por su narrativa socialdemócrata, ha logrado una de
las fórmulas más rentables de nuestra era, logran transformar el dolor en contenido y
convertir la tragedia en mercancía moral. Los pasquines ávidos de interacciones, publican
fotos de cuerpos en la playa y debajo colocan anuncios de cruceros por el Egeo; es la
síntesis perfecta de la posmodernidad, la compasión como accesorio, lo cool. Decía el
estimado Karl Kraus que “El secreto del agitador es hacerse tan estúpido como lo son sus
oyentes con el objeto de que éstos crean que son tan listos como él”, y hoy los agitadores
son los comentaristas televisivos, los expertos en “geopolítica humanitaria”, los estrategas
de una narrativa vacía, gente que habla de dignidad humana mientras discute la
conveniencia de alambrar fronteras.

El viejo continente siempre ha amado y promovido las fronteras, porque en ellas se siente
puro, purísimo. La frontera es su confesionario secular, allí donde proyecta todo lo que no
quiere reconocer en sí misma. En 2015, Hungría miserablemente levantó un muro y lo
llamó defensa nacional, Grecia armo un campo de refugiados y lo llamó “centro de
acogida”, Francia izo su clásica y tibia indiferencia y la llamó “prudencia diplomática”,
Alemania, más astuta, asumió su culpa y la llamó “liderazgo moral”. Las fronteras son los
nuevos templos donde Europa reza a su verdadero dios, la seguridad nacional. Pero como
todo dios exige sacrificios, y es así que miles de hombres, mujeres y niños de medio
oriente y gran parte de África son ofrecidos al altar del miedo, no hay eucaristía más
posmoderna que un cuerpo sin nombre, sin identidad, en la orilla. Pero las fronteras no
detienen lo que temen, solo detienen la vista. Europa no quiere mirar hacia fuera porque
ya no soporta mirarse a sí misma, para ella el otro se ha vuelto insoportable. Alegan a ese
otro la amenaza de dañar su identidad nacional, pero ¿qué pasa acaso? ¿tan débil es su
identidad que se ve afectada por una migración?

Durante siglos, Europa enseñó al mundo el lenguaje de los derechos, la razón, la
ilustración, estaban a la vanguardia. Pero a partir del 2015 el continente ilustrado
descubrió que su luz no llega a iluminar a una barcaza en la noche. Su idea de humanidad
se detuvo en la frontera de Schengen y el universalismo europeo (ese que pretendía
extender la dignidad humana más allá de los límites culturales) murió ahogado amargamente en el Mediterráneo. En su lugar emerge una moral de contención y ahora el
derecho al asilo se negocia como una franquicia y el refugiado se termina convirtiendo en
un villano por el solo hecho de existir. En el común denominador europeo ya no cabe la
pregunta de qué se puede hacer por el otro, sino cuánto del otro se puede soportar, y esa
es la pregunta que marca el fin de una era.

La crisis migratoria no fue una crisis de refugiados, más bien fue una crisis de
espectadores, ya que los migrantes sabían que buscaban, un lugar donde vivir, pero
Europa no, ellos siguen buscando un lugar donde creer. Sin embargo, la última gran ironía
de esta narración, es que los europeos se podrían haber salvado en el preciso instante en
que se creyeron perdidos, porque en los rostros extenuados de aquellos que cruzaban el
mar había algo que Europa había olvidado: la esperanza como acto político. Ya sabemos el
resto de la historia, prefirieron protegerse de esa esperanza, y la encerraron detrás de
vallas, la clasificaron en expedientes, la redujeron a estadísticas, no podían soportar la
pureza de aquello que no podía administrar. Así, el viejo continente, que alguna vez
inventó la conciencia, la dejó morir en las aguas donde nació su mito. El Mediterráneo
sigue ahí, en silencio, como un espejo de agua que ya no devuelve reflejos sino preguntas,
y cada ola que va llegando a las costas trae la misma respuesta, Europa no se ahoga por
exceso de extranjeros, sino por falta de humanidad.

Andy Griffin

Andy Griffin

Andy Griffin, se dedica al área de geografía y se especializa en temas de movilidad urbana y análisis territorial. Le interesa que la información llegue a todas las personas, por eso escribe desde lo narrativo y evita los tecnicismos innecesarios. Se interesa por observar la ciudad en detalle: cómo se mueve la gente, cómo cambian los barrios, cómo se transforma el espacio. Esa forma de mirar se refleja también en su trabajo audiovisual ya que hace 5 años aporta su columna en el programa de geopolítica De Gira Mundial. Además de su actividad profesional y de la escritura, ejerce la docencia en un colegio pedagógico secundario, lugar donde transmite su conocimiento con la misma claridad y cercanía que busca en sus textos.

Deja un comentario Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Avión Negro

Editor responsable Avión Negro SRL, Presidente Perón 975, Morón.
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Licencia Creative Commons

ISSN 2953-5050

Seguinos

  • INICIO
  • EN LA TEMPESTAD
  • EL CONVENTILLO
  • GORDA DIVINA
  • MAR DE FUEGUITOS
  • AL VER VERÁS
  • PODCAST
  • EL MITO

© 2022 - avión negro

No hay resultados
Ver todos los resultados
  • INICIO
  • CON TEXTOS
  • CULTURA
  • LATINOAMÉRICA
  • HISTORIAS MILITANTES
  • GALERÍA
  • PODCAST
  • EL AVIÓN
    • EL MITO
    • TRIPULACIÓN
ISSN 2953-5050

© 2022 - avión negro

Welcome Back!

Login to your account below

Forgotten Password?

Retrieve your password

Please enter your username or email address to reset your password.

Log In

Add New Playlist

-
00:00
00:00

Cola

Update Required Flash plugin
-
00:00
00:00