Por Araceli Mastellone
Los golpes en la ventana. El timbre ya enronquecido de tanto sonar. Eran las 4 de la mañana del 2 de mayo. Salir raudamente del sueño profundo de una noche de feriado largo… Instintivamente, agarrar el celular como prolongación natural de la mano para ver la hora, estaba apagado, sin batería. Gritar un ¡ya vaaa! casi a media voz para que no se despertaran les niñes. Morfeo que no me dejaba despabilar ni mientras abría la puerta. Allí estaba una amiga, una hermana de la vida, con los ojos hinchados y enrojecidos metiéndome en un abrazo mientras me decía al oído “Murió el Boli”. Reclamándome por qué no atendí el teléfono, que todo el mundo me estaba buscando, que había tenido un ACV isquémico, que lo habían trasladado al Hospital de Ezeiza, que no lo había logrado… que, que, que….
Rápido: llamar a Candela y a Simón. Decirles que mamá iba a salir, que papá estaba internado. No poder, no saber, no querer ponerle palabras a esa muerte que no era… que no debía ser.
Manejar por la autopista desierta en una noche cerrada de otoño. Todo era silencio, las lágrimas saliendo en cascada y la maldita frase resonando una y otra vez, “el Boli está muerto”.
Era 2 de mayo del 2014. Estaba detenido en el Penal de Ezeiza cumpliendo la última condena a 3 años y 6 meses de detención, de cumplimiento efectivo. La peor… la de ser preso político en democracia por haber señalado, escrachado, incendiado la madriguera del asesino del docente de la provincia de Neuquén Carlos Fuentealba. El responsable político del asesinato era, en ese entonces, gobernador provincial y candidato a presidente por Movimiento de las Provincias Unidas, Jorge Omar Sobisch.
Desde la puerta del hospital hasta el ingreso a la sala donde estaba, les compañeres de Quebracho, de la CTD Aníbal Verón y de otras organizaciones que se fueron acercando ante la noticia, me iban indicando el camino con la mirada, con los abrazos. Realmente, si alguno hablaba, yo no lo escuchaba. Todo era una película muda. Pasar esa puerta blanca con un chapón cromado en su base, como las puertas de todos los hospitales. En una camilla, tapado con una sábana y las bocas de los médicos diciendo no sé qué. Todo era mudez hasta que casi como un acto reflejo te agarré el brazo diciendo en un llanto cortado “Boli, ¿qué te hicieron?”… Lo inimaginable. Debajo de esa sábana blanca que debía cubrir la vida y anunciar cual cartelera fluorescente tu muerte, respondiste “viste lo que me hicieron?” Casi como un reflejo te destapé. Los médicos saltaron hacia nosotros. Estupor, alegría, impotencia. Uno te agarró la mano tomándote el pulso. Otro me decía que te preguntara si sabías quién era… Respondiste “Sí, Ara, sos vos, ¿viste lo que me hicieron? Como se dice en la jerga tumbera “encontraste la soga” en tu última detención. El ACV isquémico masivo, un paro cardíaco en la sala de guardia del que “teóricamente” no habías salido. La muerte que no logró cubrirte con su fúnebre crespón… El milagro de la libertad, el milagro de la vida. La tenacidad de seguir insoportablemente vivo para continuar luchando.
Raúl Isidro “Boli” Lescano nació en Santa Fe el 20 de febrero de 1950, “el año del centenario del nacimiento del General San Martín”, le gustaba decir, como parte de un estigma generacional, de una marca registrada acreditando calidad de patriota garantizada.
A los 16 años comenzó su militancia secundaria. Las primeras acciones como parte del PRT contra la dictadura de Onganía, prolegómenos del Rosariazo y el Cordobazo. Ya en 1968, la consolidación del proceso del PRT-ERP lo encontraba como preso político tras las rejas de la dictadura que serían recién abiertas por la lucha popular en mayo de 1973, en el Devotazo.
El Boli fue parte de esa generación diezmada a la que hizo referencia Néstor Kirchner en su discurso de asunción como presidente el 25 de mayo del 2003. Fue parte de los últimos 50 años de la historia de lucha de nuestro pueblo. De sus 66 años de vida, de sus 50 años de militancia, 14 de ellos fueron en la cárcel. La primera detención, durante la dictadura del 68 en el penal de máxima seguridad de Rawson.
Como miembro del Ejército Revolucionario del Pueblo, integró la Compañía de Monte “Ramón Rosa Giménez” que buscó copar en agosto de 1974 el Regimiento 17 de Infantería Aerotransportada en Catamarca. El operativo fracasó, algunos como el Boli fueron detenidos en Tucumán. El resto se rindió, sin embargo, fueron fusilados en lo que se conoce como la Masacre de Capilla del Rosario.
En un frío agosto de 1974, el Boli nuevamente cayó preso en una detención que duraría hasta ya comenzado el gobierno de Alfonsín en 1984, cuando fue liberado tras una huelga de hambre. Colaboró con la Revolución Sandinista en Nicaragua y en 1996 fue uno de los fundadores del Movimiento Patriótico Revolucionario Quebracho.
El 17 de abril del 2007, Día Internacional de los Presos Políticos, tras finalizar un acto en la Plaza de los dos Congresos de la ciudad de Buenos Aires, en un operativo de fuerzas de “seguridad del Estado”, fue secuestrado en la equina de Callao y Rivadavia. Sí, secuestrado en democracia frente a cientos de personas, compañeras y compañeros que se retiraban de la actividad y no pudieron alcanzar corriendo el auto en cuyo asiento de atrás 3 civiles de la patota lo habían introducido a los golpes. Por unas 12 horas no se tuvo información oficial del paradero del Boli. Las radios ya habían comenzado a reproducir la información de la desaparición forzada, los nombres de Jorge Julio López y Raul Isidro “Boli” Lescano eran parte de la gacetilla que recorría los medios de comunicación. Aníbal Fernández era el Ministro del Interior. La realidad demostrando que el aparato represivo nunca logro desmantelarse plenamente. Lo que no se podía imaginar, lo que no debía suceder, nuevamente estaba sucediendo… A las 5 de la mañana “lo blanquearon”, poniéndolo a disposición de la policía federal. Estaba muy golpeado y cortado. No había orden de detención ni captura hasta ese momento. Después fue trasladado al Penal del Marcos Paz, donde se encontraban detenidos Fernando Esteche y otros compañeros. La causa llegó años más tarde a la Corte Interamericana de Derechos Humanos con la denuncia de persecución política a la organización, con jueces “procesistas” que los condenaron. Tanto el “Boli” como Fernando Esteche hicieron huelga de hambre y lograron la libertad de la “cárcel preventiva”.
Pero la causa continuó y en 2010 serían condenados a 3 años y medio de cárcel. Fue en el 2014 que se dio un hecho paradójico: el Boli, antes de ir preso a Ezeiza, viajó a Catamarca como uno de los testigos principales en el juicio por la Masacre de Capilla del Rosario.
El Boli fue preso de las dictaduras y preso de la democracia pero siempre, siempre, fue soberanamente libre. Esa libertad que nunca obtuvo del beneplácito de algún dictamen judicial que así la estableciera, sino como consecuencia de la lucha: la larga huelga de hambre del año 84, cuando Alfonsín todavía mantenía detenidos a más de cien presos políticos durante casi dos años después del retorno democrático, y la huelga de hambre de 46 días en el año 2007 durante la presidencia de Néstor Kirchner.
En su soberana libertad siempre se asumió como un soldado de la causa revolucionaria, de la construcción de la felicidad del pueblo, para quien la organización es lo primero, despreciando todo lujo o bienestar personal.
En su soberana libertad y, tal vez, como todo revolucionario, siempre fue un romántico, su romance era con la vida y con la lucha y en cada una de sus cartas desde la cárcel, de sus apuntes políticos, de cada planificación o propuesta de acción política, la poesía… Para él la poesía siempre fue un arma cargada de futuro, anotando algún verso en el margen de cada escrito.
El 9 de septiembre de 2016 fallece en su casa en Ezpeleta. Tal vez fue otra “soga” ante la insoportable realidad del neoliberalismo avanzando y destruyéndolo todo. Él no era derrotista, todo lo contrario, estaba convencido de la capacidad de lucha y resistencia de nuestro pueblo.
Querido Boli siempre te recordaré fuiste un gran compañero con gran fortaleza política y una ternura infinita.HLVS
Emocionante la vida de este camarada revolucionario que comprometio su vida con la causa de la construcción de un futuro del socialismo revolucionario.