“La alegría no es solo brasilera” dice Charly García. Y es que ¡Ganó Lula! Ganó Luiz Inácio Lula Da Silva, a pesar de todo.
En Paraguay, con 7 millones de habitantes, los medios de comunicación insisten en que fue por “escaso margen” y todos los días, las planas son para Jair Bolsonaro. ¡Sesenta millones de brasileños votaron a Lula! Sesenta. Lula batió su propio récord y es el presidente más votado en la historia de Brasil. Por supuesto, 58 millones votaron también a Bolsonaro y alguna explicación debe tener aquello. Pero la sola diferencia es de más de dos millones de personas, poco menos que la cantidad de habitantes de la capital de Argentina y cuatro veces más que la cantidad de habitantes de Asunción, capital del Paraguay.
Por ahora, otro dato: Bolsonaro es el único presidente en la historia de Brasil que, estando en el gobierno, recurre a la reelección y pierde.
“No va a ser fácil el gobierno de Lula”, insisten los medios alineados a los sectores empresariales conservadores en toda la región. Se instala de a poco un ambiente tenso con la propagación del mensaje del miedo. Y quienes salieron a votar por Lula y contra el bolsonarismo, ya lo saben. Lo sabían: ¡No va a ser fácil! Porque el bolsonarismo no solo tiene reivindicaciones simbólicas del nazismo y elementos sociales del fascismo comparables con las derechas europeas en algunos aspectos, sino que ha desarrollado una particular cultura basada en el miedo y la mentira con características específicas en la región. Esta cultura del miedo probablemente se explique en parte con las historias de las dictaduras de los 70 y 80 para un lado y, para el otro, con las insurgencias armadas. La cultura de la mentira, de las fantasías espectaculares y la doble moral, probablemente halle su explicación en la evolución de las religiones en América y, en Brasil puntualmente, en los sincretismos mezcla de cristianismo, umbandismo y cultos ancestrales indígenas. Esta cultura de realismo mágico tiene su belleza, claro, pero a la vez entraña un peligroso caldo de cultivo para el conservadurismo de la derecha traducido en una violencia política que busca sus réplicas en algunos políticos del Paraguay y la Argentina.
Un día antes de las elecciones, Carla Zambelli, diputada bolsonarista, discutió con una una persona en la calle, sacó una pistola y la persiguió hasta un bar donde el ciudadano buscó refugio. Al principio, la diputada dijo que se trató de la reacción a un ataque físico, pero los vídeos muestran que en realidad lo que la encolerizó fue que le dijeran “te amo, española”, en alusión a —chisme machista— su supuesto pasado personal como trabajadora sexual en Europa. En democracia, ni el “machirulismo” ni la agresión verbal justifican que una legisladora —ni nadie— saque un arma y persiga a un ciudadano por las calles a los tiros, pero el bolsonarismo coloca como legítimo el accionar de Zambelli, al punto de que algunas autoridades se solidarizaron con ella.
Apenas se conoció el resultado de las elecciones, los seguidores de Bolsonaro pusieron en duda las reglas del juego que no ganaron. No quisieron reconocer los resultados de las elecciones, llamaron a salir a cerrar las calles y realizaron todo tipo de actos violentos y ataques físicos directos a periodistas, estudiantes y trabajadores. También amenazaron políticamente con que “el congreso le pondrá dificultades a Lula”. ¡Claro que no será fácil!
Durante la campaña, los bolsonaristas “pusieron de moda” atacar los actos de Lula con drones. En una oportunidad les tiraron heces y orina. En algunos Estados, como el de Paraná, los propios petistas prevenían a sus afiliados que no exhibieran banderas del PT para evitar ser atacados por los bolsonaristas. “Aquí, en Curitiba, cualquiera que pegue una calcomanía en su automóvil, levante la bandera (de la izquierda) en su casa, corre el riesgo de que le disparen, lo agredan físicamente, le rayen o le rompan el auto. Pero este no es nuestro camino. Venceremos en el amor”, declaró Requiâo Filhio días antes de las elecciones.
El miedo, el choque cuerpo a cuerpo y la mentira forman parte de su estrategia política al igual que el fascismo, pero con colores latinoamericanos y mentiras fantásticas tecnomediadas que si no fueran peligrosas, darían risa. De eso se trata a novedade. Brasil complejo, como reseña Gilberto Gil: “Mundo tan desigual (…) de un lado, carnaval y al otro, hambre total”. Brasil, el último país de América del Sur que deslegalizó la esclavitud, eligió la democracia frente al autoritarismo, a la cultura de la violencia, a la justicia por mano propia, a las armas y los tiros como forma de dirimir diferencias. La democracia frente a la “milicultura” o cultura miliciana.
Pero…
¿Qué sucedió en Brasil? ¿Cómo hicieron comunicacionalmente para ganar después del impeachment, de llevar a la cárcel a un líder mundial como Lula, de perseguir violenta y públicamente todo lo que tuviera que ver con el Partido de los Trabajadores, de instalar una cultura bolsonarista? Estas son las preguntas para reflexionar y aquí, dos líneas: una, plantada en la esperanza con una campaña basada en el amor y la superación; otra, confrontada a la mentira de Bolsonaro pero no desde el partido, sino desde el periodismo y distintos lugares que generan otras escuchas más allá del PT.
Plantada en la esperanza
Desde la mirada crítica siempre es complejo aceptar las recomendaciones de coacheo que suelen desplegar algunos que ejercen la comunicación política que gana elecciones: Primero, ofrecer utopía y alegría, trabajar emociones positivas (así aparecen los candidatos con bailecitos, vendiendo alegrías y globos); segundo, en el eslogan asegurar que se va a ganar (esto porque se supone que nadie quiere sumarse a una persona perdedora) y por último, dar duro al enemigo pero cuidando el discurso (para no victimizar a la persona adversaria). Desde la teoría crítica es posible poner en tela de juicio todo el conductismo que implican estas recomendaciones, pero sin “una masa crítica”, el paraguas del funcionalismo comunicacional le da la razón a la comunicación política y al coacheo fundamentado en sus resultados.
¿Qué hacer si el discurso es la principal herramienta? Lula es un gran orador como Cristina Kirchner. Él y ella, pueden convencer a todas las personas que les escuchan, pero ¿cómo generar condiciones para la escucha no solo de las personas convencidas? Lula lo hizo. Y es probable que Cristina lo haya hecho, por ejemplo, con su libro Sinceramente. El resto del tiempo, la economía de la atención pone difícil todo.
Lula lo puso en práctica cuando lanzó su candidatura poniendo en el centro el amor y la esperanza. Durante su campaña se casó y repartió “letritas”, “fotos” y “emociones” para no responder desde la bronca a las acusaciones en su contra por corrupción, también generó escucha y conversación sobre sus sentimientos, su historia de vida, sus fracasos y superaciones… del dolor a la esperanza; del obrero metalúrgico que llega a la presidencia y termina en la cárcel, al que sufre por la muerte de un ser querido. Dramas humanos. De la desesperanza al amor que todo lo puede, el Lula al que se le ven los bíceps a los 70 años. Su historia de amor fue un gran hito en la campaña. Y cuando se casó, incluso, mantuvo un importante control de la situación, fue una boda con famosos, políticos y a lo grande, pero íntima. Control de la imagen y de la comunicación, ofreció las fotos y dio qué hablar. Ese bajar los decibeles, mostrar su lado humano, habilitó otro lugar para hablar de Lula. Otro tema. Algunos artistas que no querían ir “contra Bolsonaro” mostraron su apoyo a Lula pero terminaron atacados muy fuertemente de todos modos. Tuvo hasta el apoyo de Anita y Xuxa.
Otro plus fue el reencuadre que realizaron con el símbolo que utilizaba Jair Bolsonaro para pedir que viren, torcer la pistola que apunta por la L de Lula y la canción súper alegre “Lulala”. Ahora solo falta recuperar la carga simbólica y semántica que le pusieron a la bandera brasileña y la remera de la selección del país.
Confrontar a la mentira
El segundo punto de aprendizaje al mirar Brasil es cómo se enfrenta la cultura de la mentira y el miedo que es la propuesta de la nueva ola de la derecha en América Latina. Y la respuesta es clara: confrontando públicamente con datos e información y utilizando no solo los métodos tradicionales en la difusión. Llevó tiempo aprender desde el campo popular a confrontar al ideario bolsonarista que utiliza la tecnología —esto lo explica mejor Bernardo Gutierrez en un reportaje en CTXT—.
Las formas de hacer política han cambiado y ahora, a través de la tecnología en esa superposición de los espacios públicos y privados, quienes defienden la democracia y son personas respetuosas de las opiniones ajenas suelen quedar calladas mientras se diseminan las fake news en los grupos de WhatsApp de las familias y padres de las escuelas. El silencio no es la mejor estrategia contra la cultura de la mentira.
En la confrontación con la cultura de la mentira son claves el trabajo del periodismo, la tecnología, así como el del arte y otras formas de información y comunicación. Lula Da Silva está libre y es presidente hoy por un trabajo sostenido del periodismo internacional. Fue una investigación de The Intercept, un medio del periodista estadounidense Glenn Greenwald, la que logró exponer cómo operaron el juez y el fiscal para armar la causa Lava Jato y permitió, con esas pruebas, anular la causa.
Fue y es el periodismo quien permite ver los elementos del nazismo y el fascismo en la cultura Bolsonarista.
Felipe Neto, un blogger jugado contra la cultura bolsonarista
Felipe Neto trabaja desde los 13 años haciendo contenidos de entretenimiento y es una de las personas con más seguidores en las redes sociales de Brasil, con 44.6 millones de suscriptores en YouTube; 15,5 millones de seguidores en Twitter y 16.9 millones en Instagram. Ahora es un empresario de 34 años al que le va bien con la economía de la atención: cada vez que hace un vivo, lo ven alrededor de 30 mil personas. Y todo lo que dice en sus redes tiene repercusión. Juega videojuegos, hace bromas, habla de salud mental y, de paso, habla de política.
Su historia es particular y la cuenta una y otra vez en sus vídeos: “Yo criticaba antes a Lula y a Dilma y tuve cero persecución por mis opiniones. Pero con Bolsonaro me intentaron llevar a la cárcel por opinar mientras perseguían a mi familia”, explicó en uno de sus vídeos. Fue uno de los que apoyó públicamente el impeachment contra Dilma y ahora no tiene drama en reconocer que estuvo equivocado. Pidió disculpas a Dilma.
El gobierno de Jair intentó llevarlo a la cárcel bajo diferentes acusaciones. La más grave, por poner en riesgo la “seguridad nacional” al llamar “genocida” al presidente por sus actuaciones durante la pandemia. Desde entonces su lucha contra el bolsonarismo es una cuestión personal. Organizó un movimiento que ayudó a otras personas que habían sido judicializadas por decir lo que pensaban. “Frenta Cala Boca Já Morreu” logró llevar 20 casos de persecuciones a la libertad de expresión y ganó todas. Fundó el Instituto Vero que reúne a investigadores y comunicadores para combatir las fake news del bolsonarismo.
En el último tramo, Felipe se jugó y explicó una y otra vez que “no se trata de Lula ni del PT, se trata de la democracia contra el autoritarismo”. Este relato permite otro tipo de escucha. Su intervención en redes a favor de Lula marcó la agenda política en el último tramo de la campaña. El tribunal electoral debió aplicar sanciones a algunos bolsonaristas a partir de los análisis de Neto, por lo que los ataques comunicacionales hacia él son cada vez más fuertes. Pero Neto no da puntada sin hilo y se defiende por vías judiciales, logrando que muchos habladores de las redes sociales, referentes de la derecha, se desdigan públicamente de sus mentiras.
El influencer viralizó un vídeo que muestra cómo Bolsonaro elogia a Alfredo Stroessner, el dictador de Paraguay que gustaba abusar de niñas. También produjo un vídeo para burlarse de un argentino de “La derecha diario” que intenta instalar dudas sobre el sufragio en Brasil.
El caso de Neto es solo una muestra de la importancia de la comunicación con otro público, desde otros lugares y no solo desde los que rodean a la militancia. También, el trabajo de Eliane Brum desde un periodismo internacional y actualmente desde la Amazonía con Sumauma; las noticias locales con Midia Ninja; los memes de los diseñadores activistas de Designactivista y otras iniciativas micro segmentadas han colaborado para llegar un otro público más allá de los seguidores tradicionales de Lula.
Por la democracia
Durante 2020, en una mesa con Celso Amorim, Lula dijo: “Democracia no es que puedas decir ‘tengo hambre’. Democracia es que puedas comer. Me arrepiento de no haber sido más radical en algunas cosas”. Lula tendrá que ser más radical si quiere gobernar y no terminar como Fernando Lugo en el Paraguay de 2012 o indeciso, atrapado en las garras del enemigo e inmóvil, como Alberto Fernández en la Argentina. Lula tendrá que ser más radical y, aunque se muestre humano y llore en los actos, tendrá que tomar el control durante los primeros tiempos como lo hizo Luis Arce en Bolivia, porque la derecha no da treguas y las reglas de la democracia las usa cuando le sirven. Arce lleva dos años en la presidencia y en estas últimas semanas ha tenido el desafío más grande en Santa Cruz, donde es gobernador Luis Fernando Camacho. Cuando las manifestaciones son del campo popular y se cierran las calles, hablan de “derechos de terceros”, pero cuando la derecha cierra las calles es “democracia”. Como la derecha bolsonarista estando en el poder, la derecha boliviana de Santa Cruz ha tomado las calles y lleva casi un mes de paro con saqueos y violencia incluida.
Si algo tienen las derechas es que son previsibles y poco creativas: la regla de juego principal de la democracia es el voto, hasta que pierden y quieren deslegitimar el estatuto. Como a Donald Trump le ha funcionado en Estados Unidos de Norteamérica para “dar que hablar” la letra falsa del fraude electoral y mantener en alerta a sus seguidores, es muy posible que en los próximos años, las veces que aparezca Jair Bolsonaro sea para denunciar fraude. En Paraguay, el laboratorio político por excelencia, se quemó el local del Tribunal Superior de Justicia Electoral con un funcionario adentro y con 8 mil máquinas electorales a meses de las elecciones. La impunidad reina.
Si les funciona la impunidad en la violencia, como la de intentar asesinar a la vicepresidenta Cristina Fernández en Argentina, si les funciona la violencia en el Brasil instalada con actos multitudinarios para pedirles a los militares que efectuaran un golpe porque no les gustó el resultado electoral, que no nos sorprendan otros atentados ni las intromisiones militares en los temas civiles.
Mirando el peligro, pero sin perder la alegría; si algo ha caracterizado al campo popular es la creatividad a la hora de sobrevivir y combatir al poder.
Pero desde el poder, plantados en la esperanza, la determinación debe ser clara y también distintiva. Y desde la comunicación, lo que ha enseñado Brasil es que el “Amor vence al odio”. Este eslogan usado antes en Argentina cala hondo cuando hay una ética en la práctica y es una de las herramientas más potentes para sumar a quienes creen en la democracia y están contra del fascismo, porque la verdad no se construye con perfiles falsos, sino encontrando el canal y hablando el lenguaje que habla la gente. Por eso, este texto rescata el rol del periodismo, la investigación y el activismo por la verdad y contra las fake news, con rostros, con nombres, con humanidad.
En fin, ahora que la emoción está ardiente, la cultura de la mentira requiere un combate “exagerado” al estilo de las canciones de Cazuza con rock, “pasión cruel desenfrenada”; con arte, poesía y “amor inventado”, ¡con utopía! combinada a la política tradicional para verle la cara a la gente. Con tecnología, sí, pero con ideología. “Ideología, yo quiero una para vivir”.
Playlist para leer este texto:
Yo no quiero volverme tan loco
https://www.youtube.com/watch?v=swWTPkfbZxw
A novedade
https://youtu.be/LP6KshtmbYE
Exagerado
https://youtu.be/KmVmoHg9zuU
Ideología
https://youtu.be/hfsxcebq5Rc
Exelente artículo felicitaciones!! Fátima Rodríguez!!querida compatriota! Nos abre la mente y el camino para difundir y derribar las FAKES NEWS”de los periodistas pagados por la derecha que todos los días machacan haber si les cree la gente.
Artículo lúcido, brillante y absolutamente actual a nivel mundial! Gracias Fátima Rodríguez por tu texto con el cual coincido totalmente.
Un artículo IMPRESCINDIBLE para que entendamos la importancia de copar las redes para una lucha en contra de los Fakes News y construir sobre mejores propuestas!!
Excelente Fatima Rodríguez!!!