La desolación es aterradora. La caminata hasta allí, misteriosa. Ni los caballos pueden ser testigos del encuentro. Un tronco para las asentaderas, scotch liberador y un silencio salpimentado de croares y estridulaciones. La previsible luna enmarca de modo preciso la noche y las miradas en lontananza.
—¿Seguro?
—Absoluto.
—¿Es perfecto?
—No.
—¿Entonces?
—No existe algo mejor, y a la perfección podríamos crearla.
Dardo no se aguanta la quietud. Pedro, haciendo caso omiso de la ansiedad evidente de su amigo/socio/jefe/cófrade, extrae de su bolsa de cuero un juego de ajedrez.
—Cuadrículas, diagonales, estrategias, números y signos. Juguemos. Arranca usted.
Rocha conoce y admira las parábolas de Benoit, por eso no duda en realizar la primera movida. La partida desenrolla una trama con cada movimiento. Peón: Humanismo y trabajo. Caballo: Trascendencia. Alfil: Estrategia inesperada. Enroque: Puerto, higiene y seguridad. Reina: Inteligencia y sagacidad.
—¿Y el Rey?
—El Rey es un idiota.
***
Un distinguido caballero londinense, de levita, galera y bastón, avanza sin prudencia hacia su reputado anfitrión. Se lo adivina exultante, ansioso por expurgar el fruto de sus investigaciones. Tanto fuego desintegra protocolos y gestos de ocasión. Va directo al punto:
—Mire, Roca, esta gente sabe lo que hace. El plano de la ciudad es de una exquisitez suprema. Será el diamante de la próxima exposición mundial de París.
—¡No me diga lo que ya sé, Stearling! ¡Hábleme de lo que sospecho y todavía desconozco!
El inglés se muerde los labios para contenerse y no provocar un conflicto inesperado. No está acostumbrado a que le griten, y menos un súbdito de una de las tantas colonias británicas. Controlando excesos peligrosos se acerca aún más al escritorio, despliega allí un garabato del plano señalando con admiración cada detalle magistral del diseño.
***
Los retoques finales son a puro fervor. Ninguna idea es excluida, sienten que cada una de ellas fue bendecida por la perfección del gran arquitecto del universo: forestación, simetría, higiene, espacios públicos, puerto cercano, comunicaciones, universidades, todo ello enmarcado entre el humanismo, la simbología y el progreso. El entusiasmo de Benoit se desborda:
—El corazón, sagrado y matemático como la ciencia superadora, como la música, la piedra fundacional, reposará en el centro exacto del cuadrado que contiene el círculo. Todos los espíritus perversos y agoreros quedarán anulados ante tamaña combinación.
Y agrega a modo de sentencia:
—Cada seiscientos metros una avenida y un espacio verde; en esta línea el eje monumental: la Catedral, el Palacio Municipal, la Legislatura, la Casa de Gobierno… y un Teatro.
—¿Un Teatro?
—Sí, un gran Teatro. No existe el desarrollo sin arte verdadero.
—¡Claro, un Teatro! Usted me emociona, Pedro.
—Con la fundación de esta Ciudad mágica, estimado Gobernador, está usted cimentando su llegada a la Presidencia de la República.
***
Hace muchas horas que el Presidente Roca está encerrado en su despacho con la mirada clavada en un futuro incierto. Ni cuando degolló al primer indio tuvo tanta furia.
—¡Beltrán!
—Mande, señor Presidente.
—¿Cuándo es el acto fundacional?
—19 de noviembre, señor Presidente.
—Me surgió un imponderable, lamentablemente.
—Pero… usted como Presidente de la República es el padrino de la nueva Ciudad.
—Quedará guacha la urbe, entonces.
—El protocolo indica que si el Presidente se ausentara, otro antiguo Presidente será ungido con la bendición…así que muy seguramente o Sarmiento o Mitre o Avellaneda…
—Qué pena, mi imponderable los incluye.
—Están anunciados en el periódico.
—Mejor, que sean esperados.
Beltrán aguarda inmutable la orden de salida mientras Roca elabora su próxima jugada. Le sale en tono campechano y amable.
—¿Usted, Beltrán, no es de Tolosa?
—Sí, señor Presidente. Pegadita a la nueva Ciudad.
—Alguna vez le escuché cuchichear de cierta injerencia espiritual cuando en una cuadrera quería mancar al caballo rival.
Beltrán recula abochornado.
—Mis disculpas, señor Presidente, que usted sepa esto me llena de vergüenza y…
—Al contrario, me interesa. Hable sin tapujos. Directo al grano. ¿De qué se trata?
—Se mea y se baila en dirección contraria a las agujas del reloj.
—¿Adónde se mea?
—Sobre algo que sea importante en el asunto.
—¿La piedra fundamental, por ejemplo?
—Por ejemplo.
—Active y desarrolle para la madrugada del 20. Vaya nomás. ¡Espere! ¿Le queda claro que esto es entre usted y yo, no es cierto?
—Sí, señor Presidente.
***
Las frentes transpiradas resultan elocuentes. Pañuelos yendo y viniendo humedecen carteras y bolsillos. Levitas y vestidos de fiesta resplandecen dentro de los límites embanderados donde hormiguean expresiones del estilo libertario del progresismo aristocrático de estos tiempos: “Orden y progreso”, “Paz y libertad”. Más allá de las guirnaldas y banderas que enmarcan la plaza central de la Ciudad que será la Capital de la Provincia, la plebe, en cueros o mangas de camisa, se divierte un poco más aliviada. Aunque embarrada. Porque llovió anoche en este terreno proclive a la inundación. Nadie sabe todavía nada excepto lo del cuadrado perfecto y algunos detalles a la vista de todos, como el de las arterias 50, 12, 54 y 14, ya pre demarcadas, bordeando la futura y central Plaza Moreno. La calle 13 pasará por el centro exacto de la piedra fundamental. Fue preciso Benoit al respecto:
—El número 13. El número del progreso y el perfeccionamiento. Aunque para estoicos, saltimbanquis y agoreros signifique lo contrario.
Estuvo muy de acuerdo en esto Rocha con Benoit. Por eso hubo que modificar la numeración. El cuadrado no arrancará en el 1 por ninguno de sus lados. El centro del damero será el cruce entre el 13 y un número ausente. Atravesado de norte a sur y de este a oeste por dos diagonales que dividirán en cuatro triángulos la cuadratura. El Gobernador Rocha no entra en su pecho, su lanzamiento al sillón de Rivadavia ya es un hecho. Domingo 19 de noviembre, San Ponciano, futuro patrono de la Ciudad que nacerá en apenas unos minutos, cumpleaños número 7 de Dardo Ponciano, su hijo el segundo. Alza la cabeza y observa orgulloso. Detiene sus ojos en el palco. Ilustres eminencias como el Doctor Carlos D ´Amico, Máximo Paz, el General Bosch inclinan su torso a modo de sutil reverencia. Pedro Benoit, desde allí mismo, con etérea aspereza, en imperceptible gesto, le señala el sitial honorífico de ausencias. El excelentísimo señor Presidente de la República se salió con la suya. Y arrastró a quienes hubieran engalanado el marco patriótico histórico del acto. Nicolás Avellaneda, Domingo Sarmiento y Bartolomé Mitre encabezan el listado de las deserciones. Piensa Rocha. Piensa y disimula una sonrisa. No puede expresar ni una pizca del odio que barrunta su alma. La excusa de Julio Argentino Roca seguro resultará magnífica, imagina. Será la comidilla de próximas veladas porteñas y él, el hazmerreír. Como buen jugador, más allá de su tirria, aplaude en silencio la jugada de su oponente. La suya ahora debería ser mejor. Piensa Rocha, piensa. El clérigo ya está listo con la cruz y el agua bendita. La polea que sostiene la piedra fundacional que ha de descender a su destino primero y último, también. En el extremo contrario al palco, listo el mangrullo que sostiene a Tomás Bradley, el fotógrafo que inmortalizará la Fundación de la Ciudad de La Plata. Piensa Rocha, piensa. Es la hora. Da la orden. Comienza el rezo. Desciende la piedra. El agua bendita va. El viento del sur no hace mella. El sol espolea las gargantas. Doña Paula Arana, esposa del Gobernador, recibe de sus manos la pala labrada con incrustaciones de oro y plata para que lance el primer puñado de tierra. La gente aplaude y vitorea. Rocha sonríe. Sonríe y piensa. Paula lo besa, sus hijos lo abrazan. Dardo sigue pensando. Julio Argentino seguramente también.
Tomás Bradley es un viejo conocido de Rocha. Fueron compañeros en la Guerra del Paraguay. Alejado de las armas encontró reposo y satisfacción en el naciente arte de la fotografía.
—¿Tiene las placas en buen estado?
—Sí, señor.
—Cambio de planes. ¿Puedo confiar en usted?
—Por supuesto, señor Gobernador.
—Mañana mismo se embarca a Italia con ellas como tesoro. Su destino final es la ciudad de Milano. Lo recibirá en su taller el artista Quincio Cenni que realizará la pintura de la Fundación y su posterior litografía. Usted elija la toma que corresponda según lo conversado.
—Entendido, señor.
—Momento. Falta lo más importante. Busque en sus archivos imágenes de los Presidentes Roca, Sarmiento, Mitre y Avellaneda, y se las entrega en mano al artista. Ellos no pueden faltar a mi cita histórica. ¿Entendido?
—Creo que sí.
***
—Señor Presidente, acaba de llegar de Italia un cuadro, ya expuesto en la Gobernación de La Plata con el detalle de la multitud vitoreando al Gobernador.
—Y qué hay con eso.
—En el cuadro están usted, Mitre, Sarmiento y Avellaneda.
—Buena jugada para la opinión pública y futuros historiadores. Usted ¿hizo lo que le pedí?
—Sí, señor Presidente, una cuadrilla comandada por una comadrona de mi absoluta confianza meó sobre la piedra fundamental y se estableció el sortilegio.
—Que no falla.
—No tendría porqué fallar, señor Presidente.
—¿Cuándo habrá resultados a la vista?
—Va a pasar un tiempo.
—Le ordeno un aliciente, al menos.
—Le aseguro que el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires no llegará a la Presidencia de la República.
—Gracias. Puede retirarse.
Excelente Luigi….me atrapó Abrazo!!!
Excelente Luigi….me atrapó Abrazo!!!