1. Una fiesta sin vinilos
Vivimos en una incomodidad. Manifiesta y persistente. Y se va convirtiendo en la melodía de cabecera de la playlist de esta, nuestra época. Ya se consignó el fin de la historia, el de las ideologías y el de las totalizaciones. Ya nos invitaron a encontrarle el gusto a vivir en la incertidumbre. Y justamente no debería sorprendernos a nosotr@s, los habitantes de un “gigante invertebrado” que en sus 70 años de existencia ha atravesado momentos tan distintos; pero no podemos desprendernos de esa sensación cuando caemos a la fiesta de la democracia con los vinilos de los grandes éxitos de nuestro movimiento y nos miran con condescendencia.
2. La incomodidad
Digámoslo rápido: somos una sociedad con representaciones e instituciones del siglo XX y subjetividades del siglo XXI. Y esa distancia cada vez más manifiesta es una fuente de incomodidad tanto para dirigentes como para dirigidos. Los cambios no son una novedad, claro está, de hecho si tenés 40 o más años, viviste en lo internacional, por ejemplo, los estertores del mundo bipolar, el inicio y el fin de la unipolaridad que se decía a sí misma eterna y esta multipolaridad provisoria, antesala de la hegemonía global de China con todos sus interrogantes.
Recapitulemos; estamos atravesando un cambio de hegemonía mundial, una transformación tecnológica de la magnitud de la revolución industrial, una crisis en el modelo de acumulación del capital y la “algoritmización” de las relaciones sociales y el tiempo. Y todo esto, como ya había vislumbrado Perón en aquel lejano siglo XX, a un ritmo marcado por la velocidad desenfrenada que hoy le imprimen los medios técnicos a los cambios históricos, a partir de las innovaciones tecnológicas.
3. La crisis del partido de la resolución de la crisis
En nuestro país todo cambia. Pero parafraseando a Augusto Monterroso podemos decir que “cuando despertó, el empate catastrófico todavía estaba allí”. Esa irresolución permanente ha esterilizado muchas de las promesas de la democracia y en esa encrucijada es donde la incomodidad se transforma en malestar y el malestar en polarización y últimamente en anomia y apatía a la vez.
Esta realidad desafía al partido del orden que ¿es? el peronismo, en tanto partido de la resolución de las crisis. Paréntesis: estuve tentado a escribir “de la resolución de las crisis en un sentido popular”, pero sumar al inventario la experiencia menemista me decidió por la primera formulación.
Imprimir una salida a la crisis siempre implicó la rearticulación (o la creación) novedosa de vectores de poder con la potencia suficiente para descontinuar la secuencia de sentido de lo “normal” hasta ese momento.
4. La novedad del peronismo
Lo novedoso que vino a traer Perón a la comunidad política es la transformadora inclusión de un sector de la ciudadanía nunca antes interpelado que empieza a considerarse partícipe legítimo de la discusión sobre los alcances y límites de lo público.
Esa participación y politización plebeya, muchas veces alejada de los cánones aceptados por las “formas” liberales de gobernanza, se convirtió en una poderosa huella identitaria que trascendió aquel momento fundacional. Y esto es así porque las elites, aunque pudieron derrotar al peronismo en distintos momentos y por distintos medios, no lograron evitar que deje de ser la superficie de inscripción de esa participación política popular.
Pensando en Perón, proponemos detenernos en su capacidad de traducir La Novedad profunda que hubo en su pueblo y en su época. Es decir, en su agudísima identificación e interpelación de la serie de demandas que constituyeron el corazón de la subjetividad popular. Dicho de otra forma; donde los demás veían un paisaje, el coronel Perón vislumbró un sujeto.
Pero solo el reconocimiento de esas demandas como parte del conflicto por la definición de lo público es capaz de crear sujeto. Y solo la creación de sujeto habilita la posibilidad de transformaciones profundas.
5- Hubo un tiempo que fui hermoso
Durante los 30 gloriosos años de la Argentina industrial (1945-1975) el peronismo fue una imprescindible clave de lectura de la etapa, ya sea gobernando o aun estando proscripto con sus principales líderes perseguidos. Su centralidad se cimentaba por un lado en la pervivencia del modelo de acumulación industrialista que reproducía su base social trabajadora y popular y por otro en la vitalidad de la figura mítica del retorno de Perón. Y de allí la imagen esperanzadora y misteriosa del Avión Negro.
6. Desarma y sangra
Es sabido. Perón vuelve en momentos en que en la economía mundial se está cerrando la etapa del Estado de bienestar y aparece la valorización financiera como forma de revancha del capital sobre el trabajo. Esa revancha tomó entre nosotros la forma de una sangrienta dictadura que procuró terminar con la acumulación política popular en general y la del peronismo en particular. Y en buena medida lo logró (aquí aparece la discusión inconclusa sobre la derrota). La lengua del relato político pinchó esa realidad que nacía con el alfiler de una categoría analítica popularizada y luego largamente abusada; el neoliberalismo: ese capitalismo zombi que amenaza con devorar hasta los cimientos civilizatorios.
Desde allí en adelante, sin Perón y con la sociedad industrial en retirada, el peronismo tuvo dos momentos de centralidad inversos: primero con Menem en los 90, cuando se prestó a adecuar cínicamente la economía y el movimiento nacional a la lógica del neoliberalismo triunfante, y luego de la crisis del 2001, cuando con Néstor y Cristina buscó revalidar la memoria de sus banderas históricas.
En ambos casos fue el demiurgo de la crisis, cumpliendo un papel que propios y extraños han terminado asignándole. Pero, ¿qué pasa cuando el peronismo no responde a esa imagen? Los movimientos nacionales no son eternos. Solo viven si son capaces de expresar en sus contornos la dinámica política de la identificación y representación de lo popular. Esa es su savia y su fuerza. Eso es lo que vivificó Néstor Kirchner cuando todo parecía seco y yermo y justamente eso es lo que hoy aparece conflictuado en la incomodidad de una experiencia de gobierno que no resuelve.
7. Las luces de la costa son faros del pasado; todo volverá a ser como fue
Retomar alguna certidumbre en este presente aparece como una necesidad impostergable para desandar la parálisis y el desánimo, pero ¿qué hay que re articular y qué hay que crear para que la crisis sea, siguiendo ideas de Ignacio Lewkowicz, un acontecimiento y no un trauma o una catástrofe?
En Diálogo con el Grupo de Reflexión Rural, Lewkowicz interpretaba que las crisis pueden internalizarse como trauma cuando es una interrupción temporal (como una inundación) en la lógica de las cosas, como acontecimiento (el ejemplo es la revolución) que pone en escena una ruptura definitiva de muchos de los ordenamientos anteriores. Por su parte, la catástrofe se instala cuándo es imposible volver a lo preexistente pero tampoco se instaura ningún otro orden de cosas en su reemplazo.
Si uno se atiene a determinados medios y al tráfico de algunas redes sociales, parece innegable que nos tapó el agua de la catástrofe. Pero si bien es evidente lo interesado de ese diagnóstico, también lo es que dentro del universo del movimiento nacional muchas veces nuestra práctica nos encuentra apelando a épicas, formas de construir sociedad, imaginarios simbólicos y sujetos que aparecen severamente cuestionados en su capacidad de reunir y convocar.
Nuestra intervención política no puede partir de la nostalgia de momentos políticos que ya no existen, ni de estrategias para sujetos que no están presentes o no tienen la misma centralidad de antaño. Sino que tiene que proponer horizontes deseables y pensar cómo construir mayorías que los hagan posibles.
8. ¿Cuánto dura la eternidad? —preguntó Alicia—. A veces, solo un segundo —respondió el conejo
Ese personaje que somos, el de la incomodidad, el que va a la fiesta de playlist con los vinilos bajo el brazo, empieza a hacerse preguntas que no tienen respuestas sencillas: ¿qué forma tienen el amor y la igualdad en este presente? ¿Cómo es ser peronista en esta sociedad en la que, todos coinciden, es imposible ya el pleno empleo? ¿Cómo es serlo cuando la aspiración mayor es la mera libertad individual y no la comunidad organizada? ¿Se puede ser peronista sin creer que la organización vence al tiempo? ¿Qué hace un@ peronista que sabe que gobernar es generar trabajo cuando ve que trabajo sobra pero falta para la mitad de los trabajadores empleo remunerado y reconocido? ¿Qué significa la Tercera Posición en un mundo multipolar? ¿Podemos ser sus herederos si no somos un pueblo?
Y las preguntas brotan porque aquella sociedad que hizo posible el peronismo se diluye a cada momento y el inamovible empate de proyectos de ninguna manera es neutro, sino que es un plano inclinado que horada la existencia de los que están solos y esperan. Y si bien las élites argentinas participan del juego de la democracia representativa como forma de dirimir el conflicto político, en los últimos años asistimos a una voluntad manifiesta de correr los márgenes de los acuerdos básicos de convivencia, con el resultado de un adelgazamiento del espesor democrático de nuestra vida en comunidad.
De avanzarse en este sendero, no es impensable que se prefiguren los gérmenes un nuevo momento de crisis de representación. En ese sentido siempre es útil recordar la sentencia de John William Cooke: “a la burguesía, con durar le basta”.
9. Estoy parado sobre la muralla que divide, todo lo que fue de lo que será
La pandemia puso un paréntesis a una pregunta trascendente ¿existen condiciones para que el movimiento nacional iguale y mejore los indicadores sociales que dejó en el 2015 en una situación tanto más compleja que la de aquel momento? Y si la respuesta es positiva, ¿alcanza con solo volver a repetir lo realizado?
La misma forma que adoptó el Frente de Todos, la diferenciación inicial entre conducción y representación electoral, la carencia de mecanismos para dirimir el conflicto en un frente político diverso, las diferencias ostensibles para trazar un rumbo, la evidente falta de síntesis política frente a momentos determinantes nos hablan de las dificultades y los peligros a los que se enfrenta el movimiento nacional.
En algún momento, Cristina Fernández supo enunciar con claridad el corazón del proyecto de sociedad del universo opositor cuando dijo que vinieron a desorganizarnos la vida. Y nuestra tarea será volver a movilizar el deseo colectivo en tiempos donde nuestros compatriotas están atravesados por la Incertidumbre, la inseguridad y la desprotección, fruto de la desestructuración de lazos sociales que trae el neoliberalismo y nuestra actual carencia para conjurar la crisis.
10. El despegar del Avión Negro
Estamos convencidos que para evitar la desprotección de la catástrofe, nuestro proyecto debe convidar a la construcción de un orden como horizonte deseable. No hay que tenerle miedo a la idea de orden. Cuando Néstor nos convocó a construir un país normal luego de la catástrofe del 2001, nos llamaba a participar de un orden. Y para ello tenemos una respuesta clásica: La respuesta del peronismo, la del Estado interviniendo para asegurar la grandeza junto con la comunidad organizada, indicando en un diálogo polisémico lo que debe hacerse política pública para asegurar la felicidad. Porque construir pueblo es construir masa crítica para establecer un orden popular y pensar el Estado es pensar la herramienta que pone en tensión la construcción de ese orden.
No sabemos si esa respuesta es hoy posible. Y si lo fuera, qué forma adoptaría, con qué instrumentos conjurarla, con qué sujetos encarnarla. Hay que poner al movimiento nacional en estado de deliberación para preguntarnos y tantear las respuestas.
Los monstruos producidos por la razón (neoliberal) están a la vista, caminan entre nosotros y nos acechan a pleno día. Para exorcizarlos, una fe colectiva seguramente sea imprescindible. La gran pregunta es si para constituirla alcance con rezar para que una deidad infalible nos guíe a través del desierto hasta la tierra prometida. A veces parece indispensable que, a la vez, miles de pies se animen a dar pasos en medio de la incertidumbre.