Mucha tropa riendo en las calles,
con sus muecas rotas cromadas,
y por las carreteras valladas
escuchás caer tus lágrimas.
Nuestro amo juega al esclavo
de esta tierra que es una herida
que se abre todos los días
a pura muerte, a todo gramo.
Violencia es mentir.
Nuestro amo juega al esclavo, Carlos Indio Solari, 1989
PRELUDIO
Existe un mito surgido del cine y generalizado en parte por nuestra cultura que sostiene que para cada situación de la vida es aplicable una frase de la trilogía El padrino. “Le hice una oferta imposible de rechazar”; “que nunca nadie sepa lo que realmente estás pensando”; “mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos más cerca”; serían algunas de las sentencias más famosas que permitirían ante cualquier circunstancia sacar el comodín de la manga, casi como un aforismo amoldable a las más diversas situaciones. Sin negar esto, vengo aquí a proponer una tesis similar, aunque menos cosmopolita y más autóctona y plebeya. Se podría decir que existe una frase o una canción de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota para graficar los múltiples momentos, virtudes, historias, miserias y luminosidades de las últimas décadas de ese gigante invertebrado al que solemos nombrar como “peronismo”.
Quienes tenemos más de cuarenta años, transitamos el peronismo desde el retorno democrático y pasamos nuestros años mozos siguiendo a la banda de Skay y el Indio, podemos citar de memoria decenas de frases ricoteras y aplicarlas a distintos momentos recientes de nuestro movimiento: cuando más alto trepa el monito, así es la vida, el culo más se le ve; tu negocio es muy difícil de explicar y fácil de enseñar; ella fue por esa vez mi héroe vivo, bah… fue mi único héroe en este lío; y ahora tiro yo, porque me toca, en este tiempo de plumaje blanco. Por citar solo algunos ejemplos a partir de los cuales, sin hacer demasiado esfuerzo, podríamos imaginar circunstancias históricas recientes ligadas al peronismo.
Por otra parte, las aguafuertes, que en su origen surgen como una forma de las artes plásticas, fueron revisadas por Roberto Arlt en la primera mitad del siglo pasado, y utilizadas como un género entre literario y ensayístico para describir las vicisitudes de la vida porteña en aquellos años de transición. Sin ninguna pretensión, lo que hoy intentaremos a partir de un puñado de canciones de los Redondos, es tirar una serie de botellas al mar, de pintar algunas acuarelas superficiales respecto de temas que andan rondando por la cabeza de muchos compañeros y compañeras, más como preguntas que como respuestas, como en una ensalada o un salpicón, sin aplicar lógica cartesiana alguna. Nuestra única intención es hacer un pequeño punteo de temas que sirva como disparador para pensar y debatir. Porque si hay algo que hacemos los peronistas todo el tiempo es debatir y discutir entre nosotros.
TODO UN PALO (1987)
Este año se cumplen cuarenta años del inicio del período democrático más largo de nuestra historia. La visita a esos años de la llamada primavera democrática cuenta con el aporte del cine, las ciencias sociales, la literatura, etc. Incluso, parte importante de la dirigencia política refiere con asiduidad a esa etapa. Podemos encontrar en ella, y no solo en nuestro país, la semilla de lo que algunos llaman hoy “insatisfacción democrática”.
El acuerdo democrático en la Argentina no fue un hecho aislado, más allá de sus características particulares. Durante los años ochenta, en plena guerra fría, en muchos de los países de lo que entonces se denominaba “mundo occidental”, se sentaron las bases del actual orden a partir de dos pilares: el Estado de Derecho demoliberal, y una economía capitalista cada vez menos regulada. El tan mentado “Pacto de la Moncloa” español es, quizás, el caso emblemático de este mecanismo de intercambio por el cual los partidos de origen popular avanzaban en términos de libertades civiles, políticas y derechos individuales, pero se comprometían implícitamente a no cuestionar el nuevo orden económico. Durante estos años siguió funcionando el Estado de bienestar mientras del otro lado de la cortina de hierro se desmoronaba el llamado socialismo real. Pero, una vez consolidado, la voracidad del capital concentrado fue corriendo hacia la derecha el eje de ese pacto, imponiendo un orden por el cual se terminaron de desarticular las redes de contención social. La, en apariencia, cándida expresión de Tony Blair cuando decía “preferir a Bambi antes que a Stalin” puso, de alguna manera, el corolario a esos años.
Los paralelismos con la etapa actual, en la cual la inmensa mayoría de la dirigencia política parece subordinada a los intereses de las clases dominantes, son innegables y nos invitan a pensar que el conformismo fundante de nuestra democracia está, en algún punto, en la raíz de este presente. La pregunta sería entonces: ¿cuánto está dispuesta la dirigencia de nuestro espacio político a resistir este viejo nuevo orden que nos vienen a convidar, y cuánto a ceder en pos de garantizar su pequeña cuota de poder dentro de esta gobernabilidad maniatada? Qué podría ser peor… eso no me arregla. Eso no me arregla a mí.
ESPEJISMO (1993)
Pese al optimismo original de algunos pocos intelectuales; de la pandemia, el mundo salió muchísimo peor. Si el modelo de acumulación financiera y el capitalismo hiperconcentrado ya eran problemas que veníamos arrastrando al menos desde hace décadas, todo ha empeorado desde el confinamiento masivo en adelante. Si bien aún no hay estudios serios respecto de sus implicancias psicológicas y sociales, sí se pueden ver claramente algunas de sus consecuencias.
El ágora política actual, en caso de existir, tiene demasiados puntos en común con la alegoría de la caverna platónica, nada de lo que parece ser es realmente, y el reino de lo que se nos muestra parece nada más un espejismo, un juego de sombras, una simple construcción de la posverdad en todas sus variantes y dimensiones, a la carta de un consumidor cada vez más fragmentario, desinteresado y paradójicamente radicalizado.
La idea posmoderna de que el electorado es una clientela de consumidores, iniciada también durante los ochenta y llevada al paroxismo por los Durán Barba de la vida, pretende, con un discurso despolitizado, extremar las posiciones y naturalizar el statu quo, vaciando de sentido las discusiones, llenándolas de consignas vacuas y de políticos que se dedican a saltar falsos charcos y besar bebes sin plantear ningún tema que pueda irritar a un público que sólo parece responder a estímulos instantáneos, afectivos y lo más efectistas posibles. Cabría preguntarles a los dueños de las agencias de publicidad: ¿son por acaso ustedes hoy, un público respetable? ¿pueden acaso beber el vino por ustedes envasado?.
¿Cómo enfrentar esta nueva realidad? ¿Retomando viejas formas y tradiciones discursivas, aunque parezcan no rendir sus frutos en el corto plazo, o sometiéndonos a las reglas del juego del Big Brother imaginario y literal que sufrimos diariamente?
QUESO RUSO (1991)
Hace poco más de un año se inició la guerra entre Rusia y Ucrania que, para los menos ingenuos, no es otra cosa que la profundización del conflicto entre un occidente en decadencia, conducido por EE.UU con el vergonzante seguidismo de la vieja Europa alineada en la OTAN, y aquéllas potencias que no se someten al llamado nuevo orden mundial.
Pasaron treinta años de la caída del bloque socialista, pasó el supuesto “choque de civilizaciones” y hoy nos encontramos ante una realidad internacional cada vez más compleja y peligrosa.
Hay un nuevo “eje del mal” definido por el poder anglo norteamericano que estaría integrado por Rusia, China, Irán, Corea del Norte y un conjunto de países latinoamericanos que sobrevivieron a la contraofensiva neoliberal de la segunda década de nuestro siglo.
Pero por más que traten de disfrazar con ropajes democráticos a los embates de este conglomerado que ya ni se sabe si responde a los Estados, al complejo militar industrial o a las grandes transnacionales, está cada vez más claro que la disputa es económica y geopolítica por los recursos naturales, por las rutas comerciales y por el desarrollo de tecnología de punta. Hay muchos marines de los mandarines que cuidan por vos las puertas del nuevo cielo mientras el mundo se cae a pedazos.
Si, como decía el General, la verdadera política es la política internacional, ¿cómo posicionarnos como nación dentro de un bloque regional heterogéneo, manteniendo nuestra tradición de neutralidad y de no intervención en los conflictos interimperiales, pero, a su vez, intentando aprovechar el contexto internacional que aparenta favorecer a los países productores de materias primas?
DIVINA TV FUHRER (1986)
El rol de los medios de comunicación y las redes sociales, que desde hace décadas venía sumándose al proceso de concentración monopólica, no ha sido de ninguna manera el de democratizar la comunicación, como muchos preveían ilusoriamente a fines del siglo XX con el surgimiento de Internet.
La fragmentación y radicalización de las que hablábamos vuelven cada vez más difícil la construcción de relatos alternativos al del orden imperante, excepto en aquellos casos en los cuales lo que se propone es una aberrante combinación, peligrosísima por otra parte, de liberalismo a ultranza, racismo, homofobia y represión. Los ejemplos abundan en estas latitudes, en Estados Unidos y en Europa. Perfectos atentados, bien iluminados se reproducen en videos de YouTube, memes y cualquier otra forma de comunicación. Los ejemplos son variados y recorren el conjunto del planeta.
La tiza y el carbón con que la militancia peronista cubría de consignas las paredes durante los años de la resistencia debe ser repensada. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual era una herramienta virtuosa que no pudo ser aplicada por imposición del poder que acumulan aquellos quienes ostentan el monopolio del discurso y la validación de lo que es y lo que no es.
Se impone preguntarnos entonces, ¿cuáles son las herramientas existentes o las que hay que inventar para que la discusión política no sea, de forma abrumadora, potestad de los grandes grupos económicos?
CRIMINAL MAMBO (1985)
Milagro Sala acaba de cumplir siete años en prisión hace algunas semanas. Su caso fue el primero en nuestro país de lo que después fue caracterizado como lawfare, una especie de segundo Plan Cóndor orquestado desde los sectores dominantes de nuestros países y del mundo para cortar de cuajo el intento de autonomía más serio que se dio en nuestra región en 200 años de historia, y en el llamado mundo occidental desde los ya citados años 80, por lo menos. Si en ese fatídico enero del 2016, el movimiento nacional en su conjunto hubiera actuado de manera contundente para denunciar este atropello del gobierno del radical Morales, quizás hoy las cosas serían distintas, pero no sirve llorar sobre la leche derramada. Lo cierto es que luego de ese suceso, la conjunción de poder judicial y mediático, con sectores empresarios y políticos, llevó a la cárcel o a la proscripción a Amado Boudou, Carlos Zannini y Julio de Vido, entre otros, en nuestro país. Dilma, Correa y Lula sufrieron procesos similares en la región.
La aparición y la circulación de los chats entre empresarios, jueces y políticos ligados a los sectores dominantes son una muestra, por un lado, de la descomposición del sistema institucional argentino y, por el otro, del grado de impunidad del que se sienten acreedores dichos sectores.
La sensación es que las reglas de ese pacto democrático, al que nos referíamos al principio, son violadas permanentemente por sus principales beneficiarios. Actúan como si no hubiera reglas o como si ellos pudieran reescribirlas todo el tiempo a su gusto y piacere.
En este marco, si bien las llamadas instituciones de la democracia burguesa, el republicanismo y la división de poderes nunca estuvieron entre los ejes discursivos más importantes de la tradición nacional y popular, de izquierda o como se la quiera llamar, el contexto actual de agresión y burla permanente hacia esas instituciones por parte de los sectores dominantes amerita, como mínimo, problematizar seriamente el tema. El movimiento popular latinoamericano ya comprobó en carne propia durante décadas cuáles son las consecuencias de las rupturas del llamado Estado de Derecho. A los muertos siempre los puso el pueblo. Los pobres fueron más pobres y los ricos fueron más ricos cuando no hubo democracia, por más imperfecta que esta fuera.
Hoy en nuestro país, la principal perseguida política, la principal amenazada, la principal proscripta por este conglomerado de poder político, económico y judicial tiene nombre y apellido: se llama Cristina Fernández de Kirchner. Y hasta que esta situación no esté resuelta definitivamente y sus derechos políticos sean restituidos plenamente, nuestra democracia seguirá pendiendo de un hilo y tendremos que seguir diciendo, junto con el Indio, si esta cárcel sigue así, todo preso es político.
UNA PIBA CON LA REMERA DE GREENPEACE (2000)
En este marco que intentamos describir, la emergencia de nuevas demandas desde diversos sectores sociales amplía la agenda del movimiento popular de manera inocultable, aunque a su vez genera malestar en ciertos ámbitos a los cuales les cuesta comprender que la contradicción entre burguesía y proletariado, o entre pueblo y oligarquía, ya no alcanza para explicar el conjunto de la realidad y que es necesario incorporar nuevas herramientas discursivas, analíticas y de acción.
La incorporación de la agenda de los feminismos, el ambientalismo, la defensa de los pueblos originarios y los sectores marginados del trabajo formal al movimiento nacional, son una tarea indispensable en el siglo XXI.
La opción no es simplificar ni descansar en nuestra pereza y en nuestra zona de confort intelectual, la opción es complejizar aunque moleste. Sin embargo, esto no puede confundirse con asumir como propia la agenda de cierto progresismo light europeo que no comprende problemas como la colonialidad, la dependencia, y que ve a la pobreza como un daño colateral del capitalismo y no como parte constitutiva del modelo neoliberal. Si bien no podemos obviar las nuevas demandas que deben incorporarse a la agenda del movimiento popular, no podemos caer en la trampa del progresismo leve que le hace el juego a los Pichetto, los Berni, los Bullrich y otros titanes del orden viril, enredándonos en discusiones nominalistas que no van más allá de las formas.
Una de las preguntas más urgentes y más problemáticas que tiene hoy el movimiento nacional y popular es cómo reconstituir un sujeto político a partir de esta nueva realidad y estas nuevas demandas.
JUGUETES PERDIDOS (1996)
Durante los gobiernos de Néstor y Cristina florecieron mil flores, en cada barrio, en cada sindicato, en cada escuela había un núcleo que se identificaba con el gobierno y sus políticas y militaba para defenderlas. Esto se anclaba en las mejores tradiciones del peronismo, tanto en el gobierno como en la resistencia.
Durante la historia de nuestro movimiento se pueden encontrar decenas, cientos o miles de ejemplos de compañeras y compañeros que durante décadas, con viento de frente o de cola, en democracia o con dictaduras, desde un barrio, un sindicato o la cooperadora de una escuela, desde el anonimato, la clandestinidad o posiciones más o menos públicas, ostentaron eso que muchos que se calzan las jinetas de dirigentes no pueden mostrar: coherencia. Correspondencia entre el decir y el hacer.
En ese marco, durante el segundo gobierno de Cristina, muchos de nosotros creímos que habíamos obtenido una victoria política y cultural de largo plazo, que habíamos logrado quebrar el espinazo de los sectores dominantes y habíamos construido una hegemonía que no fue tal. Grave error de nuestra parte, ya que como le hemos escuchado decir a algún compañero: ninguna derrota es permanente y ninguna victoria es definitiva. El diagnostico de pensarnos como parte de una generación que había logrado construir un triunfo irreversible, fue el embrión de muchos de nuestros propios errores. Por lo tanto, hacer un diagnóstico y una autocrítica correcta, aunque nos duela, es una obligación como militantes y como cuadros políticos para definir los escenarios posibles y los cursos de acción a seguir. El enemigo está al acecho, hoy más a la vista que nunca, y tenemos que mensurar nuestra propia capacidad de torcer la balanza en favor de nuestro pueblo si no queremos volver a caer en errores históricos que impliquen años de retroceso para el movimiento nacional y popular.
La sustancia y la esencia de nuestro movimiento está en la calle. En esos miles de viejos, de pibes y pibas, de mujeres y hombres que dedican su cotidianeidad a los otros. Ese tiene que ser nuestro punto de partida, ya que si el peronismo continuó siendo un eje de la política durante los años de resistencia, fue por ese entramado sociopolítico mucho más que por las virtudes individuales de algunos de sus dirigentes. Citando una vez más al indio, más importante que escuchar discursos es ir corriendo a ver que escribe en mi pared la tribu de tu calle.
ES HORA DE LEVANTARSE, QUERIDO (1993)
El neoliberalismo nos atravesó y nos atraviesa como individuos, como colectivo y como movimiento. Nadie está a salvo de las influencias del lado oscuro de la fuerza. La cuestión, en todo caso, es saber que ese lado oscuro es justamente eso, un lado oscuro, pero que hay otro lado luminoso, que fue la pulsión inicial a partir de la cual todo militante dio sus primeros pasos. Porque siempre, antes que toda ambición, estuvo el rechazo a la injusticia en cualquiera de sus formas. Todo militante comenzó a militar para cambiar el mundo, para cambiar su país, para cambiar su barrio, su fábrica o su escuela y no para ser funcionario, legislador o secretario general de un sindicato.
El discurso respecto de la casta política que impulsan los sectores de la derecha más reaccionaria no surge de la nada, sino que tiene sustento en la sensación de vastos sectores del campo popular de que hay una distancia cada vez más grande entre la dirigencia y el pueblo. Los niveles de vida, los temas de preocupación, las prácticas cotidianas y el discurso de parte de nuestra dirigencia política parecen muchas veces encontrarse a años luz de la realidad cotidiana de aquellos que sufren las consecuencias de una política económica de ajuste. Si este hiato no se resuelve, no hay chance alguna de que logremos reconstruir la espalda que todo proyecto, que se piense como popular y transformador, necesita para disputar con los poderes fácticos.
Para las batallas que se avecinan necesitamos claridad conceptual, voluntad política y capacidad de movilización. Esta trilogía depende en gran parte de la capacidad que logre nuestra dirigencia de empatizar con nuestro pueblo, como lo hizo en los mejores años del peronismo histórico y del kirchnerismo. Las infinitas disputas internas, sean éstas por posicionamientos o por problemas de fondo, que son cada vez más públicas y menos tras bambalinas y tienen una directa relación con ese neoliberalismo que nos atravesó y nos sigue atravesando como movimiento, debilitan nuestra posición de cara al pueblo al que necesitamos entusiasmar y movilizar frente a las batallas que se avecinan, que son decisivas. Dar cuenta de esto también es parte de nuestra responsabilidad.
GUALICHO (1998)
Se habla de varias maldiciones en la historia argentina y latinoamericana, varios gualichos que los representantes de las fuerzas oscuras habrían arrojado sobre el campo popular para evitar la consolidación de un modelo de país para todas y todos. Uno de ellos, quizá el más grave y nocivo, es la imposibilidad que han tenido históricamente los líderes populares de construir una sucesión que los releve en la conducción de los proyectos nacionales y populares.
No pudo Rosas, no pudo Yrigoyen, no pudo Perón. En nuestros países hermanos son contados con los dedos de una mano los ejemplos en los cuales los líderes de procesos transformadores pudieron garantizar la continuidad de los mismos una vez retirados de la escena. En este punto de inflexión nos encontramos hoy en la Argentina.
La situación judicial de Cristina nos obliga, más allá de pelear sin cuartel por su rehabilitación política, a construir un relevo en la conducción del movimiento nacional y popular que siga teniendo un sentido transformador y que no se convierta en una variable más de partido del orden. Ella lo dijo con claridad cuando nos recordó la frase de Perón de que “todos tenemos el bastón de mariscal en la mochila”.
Nuestro proyecto de país, con las variantes que tienen que ver con el contexto y la época, sigue siendo sustancialmente el mismo: independencia económica, soberanía política y justicia social. Esto quiere decir que no podemos aceptar volver a ser el granero del mundo para aggiornarnos a la actualidad, o el granero y la mina del mundo para vender materias primas a bajo costo y recibir productos manufacturados del norte global.
Juan Grabois, en una interesante conversación con nuestro gobernador Axel Kicillof, planteaba que el antiguo ALCA de principios del siglo XXI hoy podría retraducirse como aquello que quieren expoliarnos las potencias extranjeras: agua, litio, combustibles, alimentos. Máximo lo dice de una manera distinta pero sostiene algo parecido: “la derecha viene por una triple flexibilización: laboral, impositiva y ambiental”.
Como podemos ver, las discusiones de fondo siguen siendo las mismas desde hace décadas y las posiciones de los dirigentes de nuestra generación no están tan distantes las unas de las otras. No ser esclavos de los organismos internacionales, distribuir equitativamente la riqueza, integrarnos a un mundo cada vez más complejo desde un bloque regional autónomo. Las herramientas para ello son las que tenemos que construir, porque sabemos que desde adentro y desde afuera nos ofrecen el orden de los cementerios, las fuerzas armadas en las calles, la criminalización de la pobreza y la protesta, más represión y más inseguridad para los que menos tienen. Como hemos visto, el peronismo ha tenido muchas caras, pero esencialmente sigue siendo el mismo. Para no perder la costumbre, sigamos parafraseando al Indio: lo mejor que tiene nuestra piel, es que no nos deja huir.
CODA
Por esas cosas de la numerología histórica, este 2023 es un año plagado de efemérides redondas de nuestra historia. Ochenta años de la revolución del 4 de junio que dio origen al protoperonismo. Sesenta años del triunfo de Illia —tortuga o ejemplo de honestidad, según quien lo relate— con proscripción del movimiento mayoritario mediante. Cincuenta años del Camporazo que coronó en las urnas el retorno de ese movimiento al poder después de dieciocho años de resistencia y persecuciones. Más cerca en el tiempo, se cumplen veinte años de la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia de la Nación, único momento en el cual, desde el 83 a la fecha, las promesas de la democracia se parecieron a la realidad efectiva y no a la pura palabrería.
Metamos todas esas efemérides en una coctelera. Revisemos nuestra historia como movimiento, nuestros avances y retrocesos, sepamos que, como dice nuestro canto de guerra, no nos han vencido y parafraseando una vez más al Indio, digámonos a nosotros mismos que este asunto está ahora y para siempre en tus manos, nene.
Muchas gracias.
Un resumen conceptual extraordinario.
Muy abrecabezas
Impecable Horacio!!!
Gracias por este aporte que nutre a la discusión de las bases.
Mucho para reflexionar y mucho más para hacer!!
Con lo que cuesta armar un full
Armar algún puto full
Y jugarlo en este paño…caballero.
(Versión atea)