UNO
Desde hace ya varios meses, los años noventa en su formato “la década del ajuste”, parecen instalados en la conciencia de un sector significativo de los adultos y adultos mayores de nuestro país, como una referencia obligada para interpretar nuestro tiempo presente tan difícil de asimilar. Y esta búsqueda no se trata de un capricho, ni de un camino inválido, sino que cuenta con sus fundamentos. Huellas, reminiscencias, proyectos y gestos de aquel tiempo se agolpan convocados por distintos protagonistas del actual, para darle sustento a esta voluntad archivística de tantos y tantas por encontrar en lo que fue, las llaves a la comprensión de lo que es y será. Sin embargo, lo que es válido, es también insuficiente, incluso estéril por tres aspectos determinantes aún por superar: 1) el movimiento nacional y popular se encuentra en pleno proceso de revisión y ajuste sobre los años del ciclo gubernamental al que se define como “kirchnerismo”, 2) tampoco logra salir del proceso de negación sobre todo lo que contiene y llegó para quedarse como soporte del fenómeno Milei, 3) Por último, no cuenta con una reflexión sobre su propia práctica histórica elaborada y recreada “desde abajo” en relación al compromiso y al lugar del cuerpo que hicieron posible conquistar la posibilidad del ciclo que comenzó en 2003. En otras palabras, sobre el Aguante, desde hace tiempo, una más de las palabras que como comunidad decidimos abandonar.
DOS
Roto el hilo histórico que abrió las condiciones de posibilidad del ciclo de inclusión-reparación-reconocimiento, comenzado en 2003, el marco teórico que lo reemplazó, el grado cero al que todo político aspira por recomendación de consultores, pero nunca de la militancia política, se volvió inadecuado primero, inconsistente después y suicida más tarde para derivar desde la confrontación agonística hacia el retroceso desordenado sin confrontación en un marco geopolítico más complejo y uno nacional desarmado. Scioli, Alberto y Massa, son la expresión de este retroceso en chancletas.
TRES
Así como sucede entre la política y el vacío, con los conceptos, sucede algo parecido: aquel que uno de los contendientes deja de usar, enseguida es capturado por el otro. Y el concepto que falta no deriva sólo en un problema de enunciación, sino también de comprensión del mundo y de capacidad de intervención en él.
CUATRO
La existencia de un marco teórico inadecuado y la falta de conceptos-herramientas como el del Aguante, no sólo por lo que nombró, sino por sus posibles recreaciones, dieron y dan lugar a distintas cuestiones. Entre ellas, la pregunta que de tan repetida se volvió hecho cultural: ¿Cuánto más va a aguantar la gente? Aguantar en este uso, pasa a nombrar no sólo una experiencia distinta, incluso opuesta. Sino también a trazar una barrera entre ellos y nosotros. La gente, los pobres, los otros. Nosotros, los blancos, los que todavía tenemos resto. ¿Resto para qué? Para aguantar. Es decir, de acuerdo a este nuevo uso, para no hacer nada.
CINCO
Odio la Resiliencia. Contra la mística del Aguante, libro del filósofo italiano Diego Fusaro parece darle sustento a esta confusión en los términos. ¿Aguante es sinónimo de resiliencia? Desde lejos no se ve, cantaban Los Piojos y desde Italia, menos. Por eso, podemos suponer, el subtitulo de su libro parece más una decisión de la editorial que del propio autor, con quien coincidimos en lo fundamental: la resiliencia llevada al terreno de los conceptos políticos pasa a ser una palabra del poder. El sujeto resiliente, dice Fusaro, es el sujeto ideal de nuestro tiempo, (para los sectores dominantes), porque acepta la realidad tal cual es. Aceptándola como un destino ineluctable. El Aguante es otra cosa. Es, más bien todo lo contrario, la palabra a la cual el poder le teme.
SEIS
El Aguante no es entonces sinónimo de resiliencia. ¿Lo es de Resistencia? Tampoco, aunque se acerca mucho más, porque implica una voluntad de confrontación que la resiliencia no contiene. Pero el Aguante, a diferencia de la resistencia, no se trata sólo de sostener una posición, involucra también otros aspectos.
SIETE
El Aguante nace en las canchas, dicho de otro modo, en la cultura futbolera para expandirse después hacia otros ámbitos. Alabarces, Zucal y Moreira, en su trabajo “El “Aguante” y las hinchadas argentinas: una relación violenta”, aportan una definición operativa para entenderlo en su ámbito futbolero:
“Etimológicamente, “aguantar” remite a ser soporte, a apoyar, a ser solidario. En la cultura del fútbol, la categoría se carga de múltiples significados, todos conducen a la puesta en acción del cuerpo.
Se puede “poner el cuerpo” de muchas maneras: alentando incesantemente al equipo, yendo a la cancha de local y visitante, soportando las incomodidades de los estadios y los viajes, resistiendo la lluvia, el calor, el frío. Este tipo de aguante es el que reclaman para sí los hinchas militantes. (…) Parece que existe una regla para el hincha militante: “el aguante” es mayor ante la mayor dificultad atravesada por él y el equipo”.
Como se ve en esta definición, en el Aguante conviven elementos asimilables a una disposición resistente, pero también otros, en donde se encuentra en discusión quien prevalece. Son puestos en acto, movimientos que pueden derivar también en victorias, a diferencia de lo que ocurre con las resistencias.
En este trabajo, sin embargo, el objeto de estudio es la violencia en el fútbol y el Aguante, según la mirada de sus autores, es uno de sus principales nombres:
“…son los miembros de las barras quienes exponen jactanciosamente el accionar violento como una marca positiva de distinción. Los combates son instancias deseadas y buscadas porque permiten a estos hinchas confirmar la posesión de la virtud que los distingue de sus compañeros de tribuna: el aguante”.
El Aguante no es sinónimo de violencia, aunque sí involucra sin dudas, la corporalidad. Veamos sino: ¿Cómo operó esta “distinción” al derramarse esta cultura en distintos ámbitos de la sociedad? ¿Cuándo las madres y abuelas de Plaza de Mayo, las jubiladas como Norma Plá, los estudiantes secundarios, como Bulacio, o después, los piqueteros fueron las figuras sociales del Aguante, es aún la violencia el elemento más descriptivo de sus formas de intervención? ¿Las jubiladas, los estudiantes secundarios, las madres, los desocupados, son la representación de la fortaleza física o del patriarcado? Aún más: ¿Cómo abordamos la conceptualización sobre la violencia cuando la confrontación no se presenta ya sólo bajo un formato tribal, sino con la intervención del Estado a partir de sus fuerzas represivas o fuerzas parapoliciales?
OCHO
Visto en perspectiva, el ciclo 2003-2024 exhibe en este específico aspecto, una alternancia entre el borramiento o la condena constante sobre la experiencia popular de confrontación social que identificamos según su uso popular como Aguante: Los 90 fueron sólo la década del ajuste, eclipsando el hecho de que fueron también los años de la resistencia, Diciembre de 2001 es tragedia, en vez de rebelión popular, y la movilización social contra la ley de movilidad jubilatoria de Macri, “la marcha de las toneladas de piedra” o la del “gordo de la bazuka”. Frente a estas construcciones no existió una inteligencia popular para elaborar un contra discurso. Como tampoco contamos con una narrativa —o en todo caso esta se fue desdibujando— que convocara al Aguante en tanto expresión del protagonismo popular, integrando esta narrativa, no sólo en el plano discursivo, a la gestión de los gobiernos del ciclo 2003-2015.
NUEVE
La desaparición de El Aguante como concepto explicativo de la dinámica de respuesta social, así como de la experiencia histórica de la militancia setentista o la cancelación de la imagen del Che, son aspectos seguramente articulados como expresión del devenir de un mismo proceso político con raíces profundas que no sólo se explican por la revolución tecnológica y las nuevas sociabilidades que imponen. También lo hacen por los propios silencios que elegimos como colectivo social, por falta de espacios para una elaboración colectiva, o por no encontrar superación a la cultura tribal y sus reflejos defensivos.
D10S
¿Cuánto más va a aguantar la gente? No es, por repetida, una pregunta destinada a encontrar respuesta reparadora. Más útil en cambio podría resultar probar con esta otra: ¿Cómo recuperamos la historia de nuestro Aguante?
Hola Matias.
Como estas?
Acuerdo.
Le sumaria la posibilidad de aportes para la conceptualizacion del concepto a esta altura de la CONVERGENCIA.
Y Te voy diciendo no logro equilibrar las sequias con las inundaciones.
Nuestro huerto / nuestro magro huerto esta dificil. Sin ese equilibrio.
Tenemos hambre. Mucho hambre.
Y mucha sed mucha sed fisica e intelectual.
Aunque estemos lejos.
La proximidad. Post/ pandemia. Nos convoca.
La Desigualdad sigue siendo nuestro urgente desafio.
La educativa y la distributiva.
Mati…sos muy lindo sabias?
Viva Peron. Carajo