Por Silvia Soto
Cuando nos mudamos al barrio hace casi 11 años, elegimos un lugar al lado del río Luján – Río de la Plata no solo para navegar por estas históricas y terrosas aguas, sino también para envolvernos con ese manto natural rodeado de arroyos, humedales, bosques autóctonos, aves que por cientos o miles te despertaban para inaugurar el día. Los Carpinchos que se paseaban en familia, voluptuosos y tiernos. La emoción que nos generaban estos 360 grados de bienestar multiespecie nos hizo considerar esta isla como lo más maravilloso de nuestras vidas.
Demasiado pronto y como un rayo fulminante, llegó a este paraíso natural el ecocidio que estaba realizando una “desarrolladora”. Nos fuimos informando con los vecinos y la información, a su vez, nos fue formando. Por ello, desde el día uno me involucré de lleno en la actividad de mi barrio: me sume a comisiones de espacios verdes, del concejo vecinal, entre otras, todo nos servía para entregarnos a colaborar en el intento de preservación y cuidado del maravilloso entorno que habíamos descubierto y adoptado como nuestro hábitat.
Ya en esos años iniciales, los vecinos nos decían que la desarrolladora iba a arrasar con todo este bosque y estos humedales, con toda esta vívida fauna que nos rodeaba. Así impulsamos la plantación nativa, autóctona, el concepto de ecosistema y los principios de sustentabilidad. Intentamos sembrar las nociones de reserva y de corredor biológico, pero al día de hoy parece que las semillas cayeron sobre tierra modificada, sobre refulado*.
En este camino comenzamos a interiorizaros sobre todas las leyes ambientales vigentes: el Convenio de Ramsar, el Acuerdo de Escazú —que en ese momento no era vinculante—, el Artículo 41 de nuestra Constitución Nacional, la Ley 25.831 de Acceso a La Información Pública Ambiental, la Ley 25.675 de Impacto Ambiental. Contactamos con ONG que nos pasaban material que leíamos con la urgente sensación de que se nos avecinaba una catástrofe. Toda esa información la compartíamos con los vecinos en cada charla, en cada oportunidad que teníamos para mostrar nuestro trabajo vecinal.
En 2014 y 2015 sucedieron las grandes inundaciones con más de 20 mil evacuados y muertos. Ya en 2016, gracias a la movilización de tantas personas afectadas y comprometidas, la jueza Arroyo Salgado se expidió con una medida Cautelar para todas las áreas de la cuenca del río Luján y el Delta del Paraná involucradas en esta catástrofe: los municipios de Tigre, Escobar, Campana y Pilar, entre otros. Allí fueron nombrados más de 90 emprendimientos inmobiliarios y, entre ellos, mi barrio.
Las investigaciones del Conicet afirmaban que los estudios de impacto ambiental enlazaban la gravedad de las inundaciones y sus consecuencias con los rellenos de llanuras de inundación y desagües naturales —humedales—, endicamientos, dragados, polders**, los canales artificiales navegables. La desarrolladora ya había iniciado una nueva ampliación y ante nuestro reclamo de conservación del Arroyo Sarandí, su bosque y su Humedal, y gracias a que en esos momentos nuestros vecinos se sumaron y apoyaron, Nordelta accedió a “aprobar” el pequeño gran logro de ese entonces: la Reserva del Yacht, las menos de dos hectáreas se hicieron gigantes con su bosque y llanura de inundación aún intacta que inmediatamente alambramos para protegerla.
La ampliación en la que estaban ocupados corría continua y sin pausa. Sin embargo, sumada a la posterior pandemia entramos en un pacífico paréntesis de topadoras. Inauguramos la Reserva, organizamos visitas y charlas con mis vecinos contando la experiencia y el valor de este logro, vivimos ese tiempo como de tregua y cierta paz.
Pero en postpandemia las actividades constructivas se retomaron cuadriplicando las maquinarias. Ese 5 de julio del 2021, entraron las topadoras por el lateral donde terminaba la reserva como un cañón perpendicular al Arroyo Sarandí arremetiendo desde la calle Viamonte y enfilando hacia nuestro jardín natural.
Inmediatamente comprendimos que había llegado el momento de enfrentar a una desarrolladora que arrasa sin preguntar, informar ni consultar, sea legal o no.
Para ellos, la Cautelar de Arroyo Salgado ya había quedado lejos y nos dijeron que, sumado a los tiempos de sequía —es decir, a salvo de inundaciones— ya no había posibilidades de diálogo con la desarrolladora ni con los directores ni con el concejo vecinal, etc.
Solicitamos un Amparo en el Juzgado en lo Contencioso Administrativo de San Isidro N° 2, nosotros solitos, por lo que fuimos expulsados, marginados y discriminados en nuestro propio barrio por haber osado enjuiciar a la mega corporación. Nos llamaron traidores, me dijeron que debía volver a La Matanza donde transcurrí a mucha honra y felizmente mi niñez, nos hostigaron y continúan hostigándonos al día de hoy. Sufrimos represalias y la presión de bajar la causa. Fueron 32 vecinos los que presentaron su escrito al juez Enrici, no sólo afirmando que lo que decíamos era falaz, sino que iniciarían acciones por daños y perjuicios contra nosotros si el juzgado de San Isidro dictaminaba la Cautelar.
Allí se trasladó nuestro escenario desde entonces, con nuestros abogados ambientalistas Mariano Aguilar y Cecilia Hanseyk, al mismo tiempo que Costantini por Infobae, reporteado por María Laura Santillán, afirmaba que los humedales continentales ya no existen. Y no es así. Si están siendo masacrados con quemas, rellenos y dragados entre otras acciones asesinas, es porque los humedales continentales existen y viven, tanto como los insulares.
Porque las aguas tienen irremediablemente dos márgenes, aunque pretendan pasar a una unidimensión, la de sus intereses de megaganancias a costa de nuestra Naturaleza. Porque las cuencas a través de sus humedales son intensamente productivas de beneficios ecosistémicos inconmensurables: el mantenimiento y reposición de acuíferos de agua dulce, sus efectos de esponja que retienen y dosifican las crecientes evitando grandes inundaciones o escurrimientos hacia zonas pobladas. Los humedales mantienen la humedad para que la vida humana prospere produciendo sus alimentos y garantizándonos reservorios para las épocas de sequía.
Los impactos ambientales los estamos viviendo aquí y ahora, porque a los humedales los han masacrado y los que persisten moribundos bajo tierra de relleno, pugnan por emerger y entonces los edificios, las torres, los estacionamientos, las casas, los techos, las plateas, las piletas, las canchas tienen miles de filtraciones, movimientos y rajaduras.
¿Qué sucederá cuando regrese nuevamente el fenómeno meteorológico El Niño con las nuevas cotas de relleno con millones de metros cúbicos de tierra violentada, los arroyos y ríos modificados entubados, desaparecidos o profundamente modificados, transformados sus cursos y caudales?
El negocio inmobiliario extractivista postpandemia explotó y se multiplicó exponencialmente. Y como respuesta, la municipalidad no solo pidió el levantamiento de la cautelar de Arroyo Salgado sin haberse concretado el Estudio de Impacto Ambiental Acumulativo en toda la Cuenca del río Luján, estudio integrador que nos daría el enlace de estos ecocidios con las catastróficas inundaciones que ya tuvimos y corremos gran riesgo de volver a tener cuando pase a neutral La Niña que nos trajo sequias inusitadas por el agravamiento de la mega deforestación sistemática río arriba: desde el Amazonas, Chiquitos y el Gran Chaco, sumado a la aprobación de más y más nuevos emprendimientos y ampliaciones.
Junto a los incendios se prepararon ahora los megarellenos que se vienen para sumar más agronegocio de monocultivo y la ganadería intensiva.
¿Se sorprenden de la sequía que les produce menor productividad, que les hacen ganar menos millones gracias a su misma operatoria extractivista? Las áreas devastadas, ¿cuantas decenas de miles de kilómetros cuadrados suman al día de hoy?
Conservar y restaurar nuestra naturaleza es productivo por sí mismo y para la productividad que queramos encarar en forma sustentable. Pero sustentable de verdad, no como el lavado de cara o green washing que pretende Nordelta, anunciando por todos los medios el nacimiento de bebés cisnes de cuello negro gracias a las nativas que ahora sí están sembrando, porque los pobres carpinchos se van quedando sin territorio a causa de lo que argumentan como “superpoblación”. En tanto, por otro lado, por muchos lados, dan muerte y exilio forzado a cientos de especies de aves, de fauna, de flora, de bosques, de humedales, de arroyos y de ríos.
Mientras la municipalidad pide la baja de la Cautelar sin contar aún con el Estudio de Impacto Ambiental Acumulativo, expide permisos y aprobaciones de Torres, edificios y barrios por decreto con dudosas audiencias públicas de las que no nos enteramos ni nosotros, con estudios de impacto ambiental (EIA) y “ Planes de manejo” que no se cumplen y a los que no les dan seguimiento. El arrase absoluto tiene vía libre, es a tabla rasa y está a la vista de todos por Google Earth: nada, absolutamente nada, queda vivo debajo de las topadoras, los camiones de relleno y las dragadoras.
Hay algunos análisis de prefactibilidad y factibilidad sobre los que la municipalidad de Tigre requiere que se expida el Concejo Deliberante para aprobarlos, pero, ¿qué diferencia hay si los aprueban de todos modos?
Son múltiples los emprendimientos en ejecución sobre nuestros humedales y múltiples los por venir si se continúa con esta voracidad constructiva-destructiva. Pero lo cierto es que cuantas más torres, edificios, barrios aprueban, el Main constructor Nordelta queda oculto y protegido entre la variedad y el montón, pero avisamos: Nordelta está omnipresente con su Plan Director decimonónico aprobado en el siglo anterior: una ciudad abierta de infinitas ampliaciones a piacere. Ya no hablan de la “Ciudad Pueblo”, concepto avasallado por la superpoblación y los graves problemas de conectividad actuales, diseñado exclusivamente para autos sin bicisendas efectivas, sin sendas peatonales, sin plazas ni parques, sin áreas verdes naturales, veredas ni espacios de simple circulación.
Entonces #LeyDeHumedalesYa, sí y urgente para enlistar, recomponer y conservar humedales continentales e insulares que aseguren la productividad ambiental que requieren los cultivos, la ganadería y los asentamientos humanos. Pero además, que no caiga la Cautelar que dictaminó Arroyo Salgado y que se mantenga como ella misma lo indicó: hasta realizar el Estudio de Impacto Ambiental Acumulativo de toda esta cuenca de inundación, lo que nos daría el encuadre real sobre los impactos ambientales que generan estos desarrollos inmobiliarios, a partir del cual podremos generar un nuevo y actual reordenamiento urbano acorde a las necesidades humanas y de todo tipo de vida.
Sin freno, sin actualización, sin la aplicación de las Leyes Ambientales vigentes, sin Ley de Humedales consensuada, sin el encuadre de la Cautelar de Arroyo Salgado, el Plan Director decimonónico de Nordelta avanza con sus topadoras y dragadoras ilimitadamente convirtiéndolo todo, no solo en una ciudad de facto árida, hacinada y llena de impactos ambientales, sino también en una trampa mortal para las viviendas, poblados y ciudades por debajo de estas megacotas de altura de montañas, fast food amesetadas, cerradas, compactas y anóxicas, que no absorberán ni retendrán absolutamente nada y entonces, ¿por dónde escurrirán las grandes masas de agua que se nos vienen con el próximo Niño?
Corren peligro VIDAS de todo tipo.
Señores jueces, intendentes, autoridades de Aplicación, Concejo Deliberante, diputados, senadores, en ustedes está que se cumpla el PRINCIPIO PRECAUTORIO de las Leyes Ambientales que supimos conseguir.
Que prime el Valor de la Vida.
Nosotros continuamos apelando.
*Refulado: consiste en sacar la arena del río y usarlo para subir el nivel del terreno.
**Polders: terrenos húmedos que han sido desecados con fines agrícolas.
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Un artículo inteligente que al mismo tiempo es un grito desgarrador, poderoso, llamado a la acción de todos los que ahora contamos con más elementos para exigir políticas nacionales a favor de todos y no de una élite corporativa y corrupta.