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EL LEGADO DE FRANCISCO

Sebastián Romania

EL LEGADO DE FRANCISCO

CLAVES PARA LA CONSTRUCCIÓN DE UN PUEBLO

Martín Federico GiambroniporMartín Federico Giambroni
8 mayo, 2025
en ConTextos / En la tempestad
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Hay múltiples abordajes para pensar a Francisco. Uno de ellos es la clave temporal. Así, podríamos preguntarnos: ¿Dónde empieza Francisco? ¿Empieza con el joven porteño del Bajo Flores y su búsqueda de identidad en el seno de una familia italiana en el primer gobierno peronista? ¿Acaso habrá que partir del jesuita? ¿O en realidad tenemos que centrarnos en Bergoglio, el arzobispo de Buenos Aires?

Claramente, lo que comenzó en ese balcón Vaticano en 2013, con el ya renombrado Francisco, presentándose a sí mismo como venido “casi del fin del mundo”, reveló un auténtico renacimiento. No son pocos los que apuntan que, rápidamente, todos los períodos de la vida de Bergoglio parieron a Francisco, llamado a ser un líder mundial sin perder su aire barrial; enlazando la pasión por el tango y el fútbol con su apostolado profético que lo llevó a recorrer más países que cualquier otro Papa en la historia y poner a la Iglesia a la vanguardia de muchos de los principales temas de la agenda mundial, tales como la crítica al sistema tecnocrático que genera el descarte de gran parte de la población y la conciencia ambiental frente al clamor de la tierra amenazada en su existir.

En este sentido, nos parece valioso partir de su primer documento, llamado Evangelii Gaudium (LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO)[1], que el propio Francisco presenta como el programa de su pontificado. Allí se refiere al horizonte que tiene que guiar nuestros pasos como sociedad: el “bien común y la paz social”. Para ello formula 4 principios que considera claves para “construir un pueblo donde las diferencias se armonicen en un proyecto común”.

“Quiero proponer ahora estos cuatro principios que orientan específicamente el desarrollo de la convivencia social y la construcción de un pueblo donde las diferencias se armonicen en un proyecto común. Lo hago con la convicción de que su aplicación puede ser un genuino camino hacia la paz dentro de cada nación y en el mundo entero” (EG 221)

La historia de Francisco y su actuación pastoral como superior de los Jesuitas durante la última dictadura militar, y como Arzobispo de Buenos Aires en la última etapa de recuperación democrática, está marcada por profundas tensiones y “grietas”. En su percepción, las percibe como factores que hacen prácticamente imposible la construcción de un proyecto de país que resuelva las necesidades fundamentales de los argentinos

“Argentina, en este momento no hago política. Leo los datos. Tienen un nivel de inflación impresionante. En el año 55 –usted no había nacido– en el año 55, cuando terminé mi escuela secundaria, el nivel de pobreza de Argentina era el 5%. Hoy está en el 52, creo. ¿Qué pasó? ¿Qué pasó? Mala administración, malas políticas. No sé si usted sabe esa historia teológico cultural, que los ángeles custodios de los países se fueron a quejar a Dios y le dijeron a Dios: “Padre, tú fuiste injusto con nosotros, porque -se van a enojar, eh, con esto-, porque a cada uno de nuestros países le diste una riqueza: ganadería, agricultura, minería. Y a los argentinos les diste todo, todo. Tienen toda la riqueza”, y dicen que Dios pensó un poco. “Pero para equilibrar, le di a los argentinos”. Que no se enojen, es un chiste. Yo soy argentino, me río, pero algo de verdad hay. Por ahí no terminamos de llevar adelante nuestras cosas”.  

Para Francisco, el principal conflicto es la brecha cada vez más profunda entre los pobres y los privilegiados; y su superación es el único camino hacia la paz verdadera.

“Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera, y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y, en definitiva, ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales. Se que molesta, pero es la verdad. Si no hay políticas, buenas políticas, políticas racionales y equitativas que afiancen la Justicia Social para que todos tengan tierra, techo, trabajo, un salario justo y los derechos sociales adecuados, la lógica del descarte material y el descarte humano se va a extender dejando a su paso violencia y desolación”.

Es necesario en este punto referir que gran parte de este desarrollo de Francisco, lo reafirma como unos de los principales referentes de la llamada Teología del Pueblo [2]. Esta referencia nos ayuda a comprender el contexto histórico-teológico de los primeros lineamientos del su papado.

Básicamente el camino pasa por formarnos como “ciudadanos responsables”, participando en la vida política, y aportando cada uno desde su lugar a la construcción de un pueblo donde las diferencias se concilien en una “armonía compleja”, y en un “proyecto común”.

El propio Papa advierte que dicha tarea “es un trabajo arduo y lento que exige querer integrarse y aprender a hacerlo hasta desarrollar una cultura del encuentro en una pluriforme armonía” (EN 220)

Para eso propone la figura del POLIEDRO:

“El modelo no es la esfera, que no es superior a las partes, donde cada punto es equidistante del centro y no hay diferencias entre unos y otros. El modelo es el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad. Tanto la acción pastoral como la acción política procuran recoger en ese poliedro lo mejor de cada uno. Allí entran los pobres con su cultura, sus proyectos y sus propias potencialidades. Aun las personas que puedan ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse. Es la conjunción de los pueblos que, en el orden universal, conservan su propia peculiaridad; es la totalidad de las personas en una sociedad que busca un bien común que verdaderamente incorpora a todos”. (EN 236)

En ese contexto enuncia los 4 principios, que explicaremos brevemente reflejando, además, gestos y prácticas de Francisco a lo largo de su pontificado, que dan cuenta de su manera de llevarlos a la práctica.

 

1) EL TIEMPO ES SUPERIOR AL ESPACIO

Francisco se refiere al TIEMPO como el horizonte de posibilidades abiertas que apuntan al futuro, y a un futuro de plenitud. Y cuando habla de ESPACIO, evoca la idea de los límites.

De esta manera, el espacio se vincula a la coyuntura con sus límites concretos, que solo pueden ser trascendidos y superados por la “luz” de la utopía, ese horizonte que marca el tiempo como causa final (EG 222).

Para superar esta tensión que existe entre el espacio y el tiempo, necesitamos evitar la impaciencia que busca resultados inmediatos. Y tener más confianza en la fecundidad de los procesos (EG 223).

Alguien dijo una vez que, entre la sangre y el tiempo, elegía el tiempo… que se convirtió en tiempo de resistencia que hizo posible el regreso. “Entre el tiempo y la sangre, elijo el tiempo”[3].

Algo de esto es lo que enseña la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo… con el horizonte de la recuperación de la identidad, extendiendo los tiempos de búsqueda a pesar del propio límite de sus vidas.

No se trata de apropiarse de los espacios de poder, en el afán de poseer, y la búsqueda de rédito político inmediato, sin darnos el tiempo necesario para activar dinamismos de carácter participativo, popular, estratégicos (EG 223-224). El Pueblo tiene sus tiempos… y su memoria ancestral hace posible los grandes cambios.

Para iluminar este principio, utiliza la parábola del trigo y la cizaña (Mt 13, 24-52) contraponiendo la figura y la urgencia de los sembradores de cizaña, “ocupantes del espacio”, frente a los que “confían en el tiempo”, poniendo de manifiesto la bondad del trigo.

¿Podrá acaso este principio ser una de las claves que nos ayude a comprender por qué Francisco nunca vino a la Argentina durante su gestión vaticana? ¿Habrá elegido evitar la sangre corriendo por la grieta que lo ponía como elemento de discordia?

 

 2) LA UNIDAD PREVALECE AL CONFLICTO

Aquí la contraposición se da entre el conflicto que pertenece a la coyuntura, a lo inmediato; y la unidad que corresponde a la estructura misma de la realidad (EG 226). Primero son los Pueblos y su unidad. Si los conflictos prevalecen, nos devoran los de afuera, como dice el Martín Fierro.

No se debe ignorar el conflicto ni encerrarse en él. Es preciso transformarlo en “eslabón de un nuevo proceso” (EG 227). Es el único modo de alcanzar “la comunión en las diferencias”, resolviendo en un plano superior aquello que nos separa y nos enfrenta en lo inmediato (EG 228).

Este principio está iluminado por la obra liberadora de Jesús, que ha vencido la conflictividad del mundo “haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Col 1,20), y la obra del Espíritu que armoniza las diversidades. De la confusión de Babel, donde nadie se entendía con nadie, a la unidad en un mismo Espíritu, en el que todos entendemos el mensaje, a pesar de hablar lenguas diversas.

El objetivo es alcanzar el ENCUENTRO, los Tinkus, que nos ayuden a reconciliar las diversidades y crecer como Pueblo que camina y hace historia.

Francisco fue un profeta de la unidad. Su lógica de conducción de la propia Iglesia y sus gestos de líder mundial estuvo marcada por este principio, que quedó desarrollado de una manera insuperable en la Fratelli Tutti (Todos Hermanos):

“Entrego esta encíclica social como una humilde contribución a la reflexión para que frente a las diversas formas de eliminar o de ignorar a los otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social” (FT 6).

El eje transversal de la encíclica se resume en la necesidad de desarrollar “la conciencia de que o nos salvamos todos o no se salva nadie” (FT 32).

 

3) LA REALIDAD ES MÁS IMPORTANTE QUE LA IDEA

Este principio expresa la necesidad de un diálogo constante entre la realidad y las ideas/ teorías, para que estas últimas no se aíslen y terminen encubriendo la realidad, convertidas en un mero relato.

La idea debe estar al servicio de la comprensión y la conducción de la realidad, y sólo en esa medida tiene capacidad de convocar y ser fecunda (EG 232).

Este “principio de realidad” es referido luego a la encarnación de la Palabra, entendida como inculturación del Evangelio, y su puesta en práctica a través de la justicia y la caridad (EG 233).

La realidad es superior a las ideas significa que el encuentro, la emoción del encuentro con los hermanos, tiene su propio sentido; y tiene que estar por encima de los discursos de odio. Es, por lo tanto, una propuesta de cercanía y de cuidado… Aceptar la vida como viene… como el buen samaritano.

En la parábola, el samaritano hace realidad el gesto del amor al prójimo; mientras que los demás que pasan de largo, lo hacen inmersos en sus ideas legales, religiosas, científicas, técnicas, morales, metodológicas, políticamente correctas o prolijamente revolucionarias o cuidadosamente perfectas sobre lo que habría que hacer con el hombre lastimado a la vera del camino.

El samaritano no sermonea. Sale del camino y levanta al caído.

En la gran encíclica LAUDATO SI Francisco lleva a cabo una profunda y novedosa mirada sobre la REALIDAD, desde una perspectiva profundamente profética, integrando una mirada ecológica social e integral, a partir de la figura de la Casa Común y la necesidad de ser auténticos Cuidadores.[4]

 

4) EL TODO ES SUPERIOR A LA PARTE

En primer lugar, este principio plantea a los ciudadanos la necesidad de un equilibrio entre lo global y lo local, para no caer en un “universalismo abstracto y globalizante” o en un “localismo encerrado en sí mismo” (EG 234).

También se refiere a la perspectiva del bien de la comunidad, que nos impide caer en parcialidades e individualidades aisladas y estériles (EG 235).

La imagen de esta unidad no es la de la esfera, hecha de puntos uniformes equidistantes del centro, sino la del poliedro, en el que todas las parcialidades conservan su originalidad (EG 236).

El Evangelio también se rige por este principio de totalidad o integridad por estar dirigido a todas las dimensiones del hombre y a todos los hombres (EG 237).

Este sea tal vez el principio más complejo en su concreción, ya que supone ser capaz de salir de los propios esquemas, intereses, necesidades incluso. Es el desafío y la convicción de vivir el “todos”, aún en medio de un mundo que tiende nuevamente a la confrontación absoluta de las partes, a partir de la negación del otro.

Estoy convencido que Francisco reflejó su comprensión de este principio en sus viajes, que lo llevaron -literalmente- a recorrer prácticamente TODO el mundo, y encontrarse con TODOS; haciendo visible y urgente la necesidad de su valoración.

Del mismo modo se refleja en la convocatoria a los Encuentros Mundiales de los Movimientos Sociales y a los movimientos sindicales, a los que no cansó de acompañar y alentar, porque ellos son auténticos “poetas sociales”, que representan y dan voz y capacidad de acción a esas “partes rotas y olvidadas” del sistema que pretende constituirse como un Todo que todo lo mata.

Concluye Francisco que siguiendo las orientaciones de estos cuatro principios será posible un diálogo capaz de alcanzar consensos y plasmar “un acuerdo para vivir juntos (…) un pacto social y cultural”. El sujeto histórico de este diálogo, su autor principal, es “el pueblo y su cultura”, y no “una clase, una fracción, un grupo o una élite” (EG 239).
Nos queda, por último, el eco de su último mensaje en el marco de la celebración Pascual, desde el mismo balcón que lo vio emerger por primera vez como pontífice, y luego recorrerla llenando su corazón de la más maravillosa música: la del Pueblo en la Plaza.
“Desde el sepulcro vacío de Jerusalén llega hasta nosotros el sorprendente anuncio: Jesús, el Crucificado, «no está aquí, ha resucitado» (Lc 24,6). No está en la tumba, ¡es el viviente!” (…) “El amor venció al odio. La luz venció a las tinieblas. La verdad venció a la mentira. El perdón venció a la venganza. El mal no ha desaparecido de nuestra historia, permanecerá hasta el final, pero ya no tiene dominio, ya no tiene poder sobre quien acoge la gracia de este día”.

Dirigiéndose a quienes sufren el dolor y la angustia, Francisco les dijo que “sus gritos silenciosos han sido escuchados, sus lágrimas han sido recogidas, ¡ni una sola se ha perdido!”.

“Los que esperan en Dios ponen sus frágiles manos en su mano grande y fuerte, se dejan levantar y comienzan a caminar; junto con Jesús resucitado se convierten en peregrinos de esperanza, testigos de la victoria del Amor, de la potencia desarmada de la Vida.”

“¡Cuánta voluntad de muerte vemos cada día en los numerosos conflictos que afectan a diferentes partes del mundo. Cuánta violencia percibimos a menudo también en las familias, contra las mujeres o los niños. Cuánto desprecio se tiene a veces hacia los más débiles, los marginados y los migrantes”.

Expresó su anhelo de que volvamos a tener esperanza y “a confiar en los demás, —incluso en quien no nos es cercano o proviene de tierras lejanas, con costumbres, estilos de vida, ideas y hábitos diferentes de los que a nosotros nos resultan más familiares—; pues todos somos hijos de Dios”.[5]

 

 

 


[1] https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html
[2] Es esclarecedor para comprender la orientación del proyecto del pontificado de Francisco, el camino de la Teología del Pueblo. Compartimos dos aportes que permiten adentrarse en ella. Recomendamos especialmente el artículo de uno de sus mayores exponentes, el jesuita Juan Carlos Scanonne:
http://www.generacionfrancisco.org.ar/documentos/Teologia%20del%20Pueblo%20-%20Scannone-2.pdf
También la importante ponencia sobre “La Teología del Pueblo en el Magisterio pastoral del Papa Francisco” publicada por la Pontificia Comisión para América Latina: http://www.americalatina.va/content/americalatina/es/articulos/la-teologia-del-pueblo-en-el-magisterio-pastoral-del-papa-franci.html
[3] “Los ingredientes de la revolución son siempre dos: sangre o tiempo, si se emplea mucha sangre se ahorra tiempo, si se emplea mucho tiempo se ahorra sangre…. Pero siempre es una lucha y yo soy partidario de gastar tiempo y no gastar sangre inútilmente. Porque, ¿qué hubiéramos obtenido? En una guerra civil hubiéramos destruido el país… Y después, ¿con qué hacíamos la guerra civil, muchachos? ….. Es decir, hay que pensarla muy bien”. Juan Domingo Perón. https://www.lmneuquen.com/neuquen/el-dialogo-peron-la-juventud-peronista-n973282
[4] Ver el notable artículo de Leonardo Boff
https://leonardoboff.org/2015/08/22/laudato-si-una-enciclica-anti-sistemicala-opinion-de-un-marxista/
[5] https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2025-04/papa-francisco-mensaje-pascua-bendicion-urbi-et-orbi-2025.html
Martín Federico Giambroni

Martín Federico Giambroni

Profesor de Teología por la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA). Docente en diversas instituciones. Colabora especialmente en la formación de promotores bíblicos, agentes de pastoral; asesora y anima la capacitación sindical a nivel nacional. Miembro de la Comunidad Teológica “Rajab” de Argentina

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