Un fantasma recorre las mesas de arena del análisis político en la Argentina. Una pregunta sin respuesta unívoca: ¿se derechizó la sociedad argentina?
Lo primero para pensar al respecto es, parafraseando al poeta depuesto Leopoldo Marechal, decir que del laberinto se sale por arriba. Entonces, ¿por que dividir entre derecha e izquierda (su antónimo político) en una sociedad dominada desde principios del siglo XX por la contradicción entre los movimientos nacionales y el “régimen falaz y descreído” devenido luego en anti-peronismo?
Y esto que parece una banal cuestión de nominación esconde un problema mayúsculo: El estado actual del movimiento nacional justicialista. Me encuentro leyendo un libro del sociólogo francés François Dubet cuyo título viene a cuento: “La época de las pasiones tristes”. La bajada del título es más explícita; “de como este mundo desigual lleva a la frustración y el resentimiento, y desalienta la lucha por una sociedad mejor”. Notable descripción de época.
Los movimientos nacionales son un artefacto político del siglo XX que reconocían en sus genes la superposición, en países del “tercer mundo”, de dos contradicciones ordenadoras de la realidad; a la tensión entre capital y trabajo fundante de la relación social del capitalismo, se le sobreimprimía de manera desigual y combinada la oposición entre Imperio y Nación heredera de la razón colonial e imperial en la geopolítica mundial.
En América Latina las luchas populares en el marco de esta superposición de contradicciones alumbraron el nacimiento de movimientos nacionales polis clasistas que conjugaban la defensa de los intereses de la nación y de los pueblos. El Cardenismo en la Revolución Mexicana, el MNR en Bolivia, el APRA y el Velazquismo en Perú, la experiencia de Arbenz en Guatemala, el Varguismo en Brasil y el Peronismo en Argentina son sus ejemplos más importantes. Cada uno de estos movimientos compartían los genes antes descriptos y terminaban de tomar forma específica de acuerdo a las características culturales, socio-políticas y económicas de cada país.
A las contradicciones Imperio-Nación y Capital-Trabajo debemos sumar otra importante clave de época; la de un mundo marcado por la confrontación entre el campo socialista y un capitalismo hegemonizado por EE.UU. que respondía con su “estado de bienestar”. La existencia de este mundo bipolar les permitía a los Movimientos desarrollar en el “patio trasero” de la potencia dominante, un juego político de tensión y distención ante la posibilidad real o imaginaria del “peligro rojo”.
Pero todo esto cambió drásticamente con la superposición de dos momentos; La crisis del petróleo (1973), antesala del cambio en el modelo de acumulación del capital hacia el neoliberalismo y la caída del campo socialista (1989).
La emergencia de un mundo unipolar donde EE.UU triunfa sobre la URRS, verificándose una “revancha” del capital sobre el mundo del trabajo, pone en una crisis terminal a los movimientos nacionales. La mayoría de ellos desaparecen como alternativa política popular para pasar a convertirse en herramientas del ajuste de cuentas y/o adaptación pasiva a la nueva dinámica de poder. Eso fue el menemismo en nuestro país.
LA NOSTALGIA DE HABER SIDO Y EL DOLOR DE YA NO SER
Pero cuando todo parecía seco y yermo, la llegada de Néstor Kirchner (y luego Cristina Fernández) significó el reencuentro del peronismo con su memoria histórica y el despliegue de un gobierno popular que reactualizó las batallas políticas por sus banderas históricas; conseguir independencia económica para tener soberanía política y construir la justicia social. Todo esto en el marco de la aparición de una multipolaridad signada por la emergencia de China como potencia mundial y el despliegue de gobiernos populares como los de Lula, Chávez, Correa, Evo Morales y Mujica.
Hecho este ejercicio de lo que parecería, visto desde hoy, arqueología política, volvemos a la pregunta del inicio para decir que la sociedad que vio nacer a los movimientos nacionales está dejando de existir, entrando en crisis sus instituciones, sus sujetos colectivos, sus imaginarios movilizantes y sus identidades.
Podemos enumerar algunas de las facetas de este momento crítico; la primacía de lo financiero por sobre lo productivo, la digitalización de la existencia, la crisis de la globalización y del mundo unipolar, el traslado de la hegemonía mundial por primera vez en 5 siglos de occidente a oriente y si se nos permiten el registro; la crisis de las totalizaciones.
Este marco de incertidumbre global donde todo lo sólido parece desvanecerse en el aire, ha generado alternativas conservadoras que buscan restituir un orden excluyente, apareciendo con mayor visibilidad y potencia electoral impugnaciones por derecha que cuestionamientos radicales por izquierda. En América latina en el marco una democracia que acumula demandas sin resolver, es visible la disputa entre opciones progresistas con escasas aristas transformadoras y alternativas violentamente promercado y anti-derechos.
LA AGENDA DE LAS 3 M
En Argentina, la agenda de los grupos de poder que antiguamente solo lograba imponerse con fraude, proscripciones o golpes de estado, logró en los últimos tiempos establecer mayorías electorales. Más ajustadamente desde el ciclo “neoliberal” de gobiernos democráticamente electos, encarnados en primer lugar por Menem, luego por Macri y que en las últimas PASO puso a Milei como el candidato más votado. (No nombramos el gobierno de La Alianza por considerarlo un epígono de la convertibilidad menemista y porque complicaba el ingenioso título de este apartado).
Esa agenda que para simplificar llamaremos neoliberal, aun sabiendo que esa palabra ha perdido fuerza enunciativa, logró reconvertir la trama de relaciones sociales entre las personas y entre las personas, lo público y lo estatal. Alcanzó a impregnar el sentido común y aun el “saber hacer” de los sectores populares. El resultado es que el llamado “empate estratégico” entre proyectos antagónicos también se expresa en el campo de las ideas-fuerza de la sociedad, manifestándose en una fuerte disputa entre la justicia social y la libertad de mercado.
Esta ya larga etapa de proyectos en disputa en el marco de un mundo donde las alternativas al conservadurismo político y el liberalismo irrestricto en lo económico están fuertemente conmovidas o asentadas en sociedades de las cuales tenemos poca referencia (China); ha generado un cuestionamiento a la capacidad de la democracia (y del peronismo) para concretar sus promesas.
¿QUÉ PERONISMO ES ESTE PERONISMO?
Como decimos, este cuestionamiento también ha llegado al peronismo. Y esto es así porque ha prosperado una lectura de la crisis asociándola a que, de los últimos 20 años, 16 fueron gobiernos peronistas con hegemonía kirchnerista. Esta lectura se refuerza en el 30% de la población que tiene entre 10 y 25 años y que no tiene memoria corporal sobre la crisis del 2001. Allí se ha hecho fuerte la idea de “probar con alguien nuevo” perdiéndose la comunidad de propuestas y aun de equipos de Milei con el desastre menemista. Estamos frente a un momento de peligro, y conocemos las complejidades de una situación en la que si no sos visualizado como un actor de la solución pasas a ser visto como parte del problema.
Las dificultades del movimiento nacional para concretar sus propuestas electorales resolviendo la crisis heredada por el macrismo y para encontrar una forma de institucionalización de las diferencias de sus distintos sectores ante la situación inédita que se expresó en que quien conducía no pudo representar electoralmente, se plasmaron en una merma de la capacidad de liderazgo de CFK y también en las urnas. Tanto es así, que, en plena campaña, la figura del presidente y de la vice presidenta están secundarizadas. En poco tiempo podremos ver la magnitud que alcanza esta crisis.
A LA HORA DEL NAUFRAGIO Y LA DE LA OSCURIDAD, ALGUIEN TE RESCATARÁ
Pero no nos adelantemos. En nuestro país esta semana se superponen la historia y el futuro. Mientras escribo estas líneas, conmemoramos un nuevo aniversario de ese hecho fundante del peronismo y uno de los más poderosos hitos de la rica historia de participación popular de nuestro país; el 17 de octubre de 1945. Y el domingo 22/10 acudiremos a las urnas para elegir al próximo presidente de la Nación.
El peronismo tiene una larga lista de muertes de las que ha resucitado para estupefacción de sus antagonistas. Y eso no fue magia sino la capacidad de, aun en medio de las dificultades, expresar los sueños y anhelos de las mayorías populares. El proceso que llevó a la candidatura de Sergio Massa de alguna manera expresa un ciclo que se cierra. Esa certeza, aun de difícil enunciación, flota en el aire. La sociedad argentina dirá si es un nuevo comienzo. Esperamos por el bien de la democracia y de los sectores populares que así sea.