La guerra ruso-ucraniana entró en su segundo año y nada indica que vaya a terminar pronto. Al contrario, va mutando junto a un escenario mundial marcado por una acelerada reconfiguración política, económica, social y especialmente tecnológica. Ante un drama humano cada vez más invisible a los grandes medios, la geopolítica la va convirtiendo en núcleo dinamizador de una crisis sistémica ampliada.
Unilateralismo y multipolaridad
Si en su origen se podía intuir que no era solo una acotada guerra europea, a poco más de un año de su inicio esto ya está claro. Si, por un lado, se puede observar un activismo creciente de los partidarios del unilateralismo global protagonizado por los países integrantes de la OTAN, liderados por EEUU y Reino Unido; por otro lado, se puede advertir la consolidación de nuevas dinámicas sistémicas tendientes a adoptar la configuración de una multipolaridad desequilibrada que impacta de forma asimétrica en todo el mundo.
Las grandes fuerzas en confrontación, que más temprano que tarde involucran a todos los países, son el alineamiento al unilateralismo propuesto por la OTAN o al multilateralismo emergente que requiere protagonismos basados en la diversidad y las asimetrías tratadas con equidad y cooperación.
Ningún país puede definir actualmente sus políticas públicas omitiendo el análisis de cómo los escenarios de la guerra impactan de forma directa en sectores estratégicos como los sistemas de logística, energía, alimentos, presupuestos militares, migraciones internas, intercambios en sectores estratégicos de la economía, minerales críticos, eslabones industriales en cadenas integradas y flujos bancarios con sus respectivas monedas de intercambio a nivel global, entre otros. Sin importar la cercanía o lejanía respecto del campo de batalla, estos sectores tienen alta incidencia en las políticas gubernamentales para dar respuestas a los nuevos problemas de soberanía de cada país.
El avance de la multipolaridad obliga a los gobiernos a fortalecer sus capacidades para identificar just in time (JIT) los intereses geopolíticos y sus proyecciones de mediano y largo plazo, en particular si se trata de países de menor poder relativo. En tal sentido, las perspectivas que se adopten para evaluar los escenarios que llevaron a la guerra y los rasgos emergentes de la misma no son neutras. Gobernar en esta época ha implicado, cada vez más, desarrollar las capacidades para gobernar el futuro; ya que cada decisión actual va a tener un alto impacto en las proyecciones de mediano plazo para cada país. De modo que podría asimilarse este momento al de los procesos originados durante la primera o segunda guerra mundial e incluso durante la caída de la URSS.
Llama la atención la insistencia mediática al enfatizar el carácter local de la guerra y el esfuerzo editorial de los grandes medios internacionales asociados a los grupos de poder de sus respectivos países, incrementando el nivel de manipulación de las agencias de noticias internacionales. La frase popular “la verdad es la primera víctima en una guerra” alimenta la sospecha, pero es apenas el punto de partida para anticipar las estrategias comunicacionales orientadas por los intereses de mediano plazo que van llevando a los ciudadanos y dirigentes a verdaderas disonancias cognitivas dificultando la visibilidad de las consecuencias u oportunidades que cada país y regiones subnacionales están teniendo o podrían tener con motivo de estos acontecimientos.
A medida que el conflicto transcurre, las élites con algún sentido patriótico y los pueblos de diversos países empiezan a asumir que muchas de sus decisiones deben tomarse en medio de una creciente inseguridad, información insuficiente o distorsionada de forma deliberada. Entre los primeros efectos derivados de la guerra está la instalación de una nueva versión de la sociedad del riesgo, dinamizada por crisis que sabemos que no están aisladas, pero que no resulta sencillo saber cómo se encadenan. La complejidad exige que para analizar, primero haya que develar.
Guerra europea o global. De Kosovo a Ucrania.
Lo primero que hay que asumir es que ya no es posible seguir considerando como lo hizo Eugeni d’Ors en la década de 1990 durante la guerra de Kosovo, cuando señaló que ¨cualquier guerra entre europeos es una guerra civil¨, recreando aquella frase de Víctor Hugo que a mediados del siglo XIX dijo ¨una guerra entre países europeos sería una guerra civil¨.
Ahora podríamos sostener, sin temor a errar, que cualquier guerra entre países europeos o en territorio europeo solo puede ser considerada como la fase de un conflicto de alcance mundial. Un punto no menor es que las estrategias que derivaron en esta guerra no surgieron de los principales países de la Unión Europea, como Francia, Alemania, España e Italia; por el contrario, en Europa lo que se destaca es el rol del Reino Unido que, desde el Brexit, está cada vez más activo retomando agendas neocoloniales junto a EEUU, provocando una nueva geometría de poder entre los propios países occidentales, pero particularmente hacia el interior de la arquitectura que EEUU viene construyendo, cada vez más agresivamente, en la OTAN.
En este contexto, no se puede dejar de mencionar a la fundación del AUKUS originada en septiembre de 2021. El nuevo pacto militar conformado por Australia, Reino Unido y Estados Unidos, mantiene como punto destacado la adquisición de submarinos de propulsión nuclear efectuada por primera vez en la historia australiana. Biden, quien retoma con esto las estrategias expansivas del partido demócrata americano, indicó ante la firma del acuerdo que “se trata de invertir en nuestra mayor fortaleza, nuestras alianzas, y actualizarlas para que enfrenten los desafíos de hoy y de mañana”, considerando que tienen “que ser capaces de abordar el actual entorno estratégico de la región y su evolución, porque el futuro de cada una de nuestras naciones y, de hecho, del mundo, depende de que el Indo-Pacífico sea libre y abierto”.
La importancia de esta decisión se comprende en profundidad si se considera que, hasta ahora, Estados Unidos solo ha compartido su tecnología para desarrollar submarinos con propulsión nuclear con un solo país: Reino Unido. No escapa al análisis geopolítico que agregar a Australia en este grupo tiene además una gran importancia a la hora de analizar posibles proyecciones hacia Antártida y el Atlántico Sur. Estas noticias ponen de relieve la calidad estratégica de algunos pensadores como Celso Amorín cuando, en una reunión de UNASUR antes de 2015, proponía que uno de los desafíos de la defensa en América del Sur era el de contar con submarinos nucleares en el Atlántico, controlados por los países sudamericanos.
Este avance de la estrategia norteamericana fue evidente entre enero y marzo de 2022, con las diversas formas en que manifestó la debilidad de la diplomacia de Francia, Alemania e Italia para abordar el conflicto que recién empezaba a expresarse en su dimensión militar. Ninguna de sus acciones sirvió para superar las instancias que se presentaban y fueron quedando a merced de esas decisiones, no solo respecto de sus posiciones para mantener una situación de negociaciones entre las partes, sino también respecto del funcionamiento de sus propias economías.
La “operación militar especial” en Ucrania, ordenada por la Duma Rusa y ejecutada por el presidente Vladímir Putin, no pudo ser evitada por los países europeos ni por EEUU. Desde el inicio, el rápido despliegue militar de Rusia por el norte de Ucrania logró aislar a su capital, Kiev, creando las condiciones para tomar a principios de marzo de 2022 la región y la ciudad de Jersón, considerada una clave para el acceso a la República de Crimea e incorporada plenamente a la Federación Rusa en 2014, luego de un referendo realizado entre su población.
Si bien este referendo fue cuestionado por los países europeos y EEUU con una amplia campaña en organismos internacionales y en la prensa, los hechos posteriores protagonizados por los habitantes de esta región rusoparlante, en conflicto con Kiev demostraron que estas decisiones contaban con un amplio consenso, llegando incluso a constituir milicias para defenderse de las acciones de las fuerzas armadas ucranianas y las fuerzas contratadas por el gobierno de Kiev para operar en toda la región (todas estas anteriores a esta operación militar).
La forma dramática con que la prensa trató la ocupación militar de febrero de 2022 puede inducir a pensar que esta situación se ha iniciado ahora de forma abrupta, por eso es necesario ubicarla en una perspectiva histórica. Así cobra significación el proceso iniciado en 1991, cuando por primera vez se consultó a la población de Crimea sobre el status político de su territorio, cuyo resultado fue favorable a la propuesta de constituirse como república autónoma en momentos en que colapsaba la URSS y se iniciaba el proceso de creación de la Federación Rusa, con sus múltiples repúblicas.
Si bien el conflicto territorial, cultural y político, con epicentro en la península de Crimea, Sebastopol y Donbáss, se incuba desde aquel período; la actual situación se ha recrudecido debido a la confrontación entre la Federación Rusa y la OTAN, en relación con el avance de esta última sobre países y territorios cercanos y fronterizos, en una expansión continua hacia el este.
La actual escalada militar que vive la región obedece a movimientos más amplios de naturaleza geopolítica que exceden largamente al conflicto de fronteras entre Ucrania y Rusia. Los bloques emergentes crean nuevos contextos resignificando antiguos conflictos, no solo donde hoy se da el conflicto armado, sino en todas las jurisdicciones de una serie de nuevas repúblicas luego del colapso de la URSS. El mundo asiste y protagoniza la primera guerra a gran escala en las puertas de Europa protagonizada por la OTAN, redireccionando y acelerando configuraciones geopolíticas que se sostenían desde la segunda guerra mundial y algunas desde la primera.
El antecedente más inmediato, estrechamente relacionado con ésta, fue la Guerra de Kosovo entre febrero de 1998 y junio de 1999, que terminó con la última etapa de la República Federal de Yugoslavia, luego de un bombardeo de la OTAN iniciado en marzo de 1999 que contó con el apoyo de milicias kosovares del Ejército de Liberación (formado en 1991) y el ejército albanés, provocando un cambio drástico en los sistemas de defensa en la región del Mediterráneo, con fuerte impacto en África.
El aprendizaje sobre las derivaciones de esta intervención de la OTAN en Kosovo es significativo. Las acciones inmediatas lanzadas desde Europa sobre el norte africano no dejan lugar al error, al tiempo de analizar este tipo de crisis únicamente desde una perspectiva local. En el 2000, tras los bombardeos a Kosovo, el entonces líder libio, Muamar Gadafi, se vio obligado por primera vez a permitir el ingreso de empresas occidentales en el país con el fin de explotar los hidrocarburos. A pesar de que durante una década los países más activos en la región (EEUU, Francia, Reino Unido, Italia, Alemania) sostenían que Libia había dejado de ser un país “paria”; en 2011, con el protagonismo de estos mismos Estados en el marco de la OTAN derrocaban al Mandatario, redefiniendo el circuito de los flujos de hidrocarburos hacia Europa e impactando en la Unión Africana, logrando desarmarla y debilitar a la Liga Panárabe promovida hasta ese entonces por Argelia.
Esta línea de acción de la OTAN iniciada en Kosovo y profundizada durante estos años muestra los cambios de estrategia, pasando de celebrar acuerdos de cooperación con Rusia a expandirse en su contra. Los documentos desclasificados hace poco tiempo por Alemania y publicados por el periodista Klaus Wiegrefe en Der Spiegel, muestran la existencia de un compromiso de la OTAN, con el ámbito entonces denominado “dos más cuatro”; formado por las dos Alemanias, EEUU, URSS, Francia y Reino Unido, basado en acuerdos explícitos de que la OTAN no tendría entre sus estrategias incluir países del ex Pacto de Varsovia dado que, “no se expandiría ni formal ni informalmente”, afectando el marco de la definición de los temas de seguridad en Europa Central y del Este. Estos documentos dan cuenta, a su vez, de que estos compromisos fueron ratificados con la creación de la Federación Rusa, con el objetivo de consolidar un equilibrio en las estrategias de defensa en territorio europeo.
Estas dinámicas globales permiten sostener que los incumplimientos del gobierno de Kiev de los dos acuerdos de Minsk firmados entre 2014 y 2015 por representantes de Ucrania, Rusia, la República Popular de Donetsk (RPD) y la República Popular de Lugansk (RPL) para finalizar la guerra del Donbás en el este de Ucrania, pudieron haber sido parte de la estrategia de los sectores más expansionistas de la OTAN y no meras improvisaciones del gobierno ucraniano.
Guerra y Economía
El Foro de Davos en 2023 mostró nuevas proyecciones pesimistas basadas en la recesión durante la mayoría de 2022. En este sentido, Christine Lagarde, directora general del Banco Central Europeo (BCE), indicó que la principal atención debe estar colocada sobre la tasa de inflación europea “que sigue siendo demasiado alta”. Decidida a mantener el rumbo de los tipos de interés, dispuesta a “encontrar el nuevo crecimiento de Europa”, Lagarde mencionó que las previsiones de crecimiento que tienen para el 2023 no superan el 0,5%, lo que podría convertir la recesión en contracción, en el escenario más optimista.
El caso alemán es ilustrativo. Ha sufrido una verdadera reestructuración impulsada por el crecimiento de apenas un 1,9% en 2022, pero con serias alarmas de una tendencia al estancamiento. El factor central, de acuerdo con los analistas del BCE, se debió a la crisis energética que hasta el año pasado estaba basada en la importación masiva de gas barato venido de Rusia. Importación que rondaba alrededor de la mitad del gas natural consumido. Una situación similar ocurría con el carbón y el crudo de origen ruso.
El cambio ha provocado el colapso de las cadenas de suministros establecidas desde hace décadas, impactando de forma directa en los costos de la producción industrial, lo que ha generado un récord inflacionario en 2022, ya que este sector es el verdadero motor del desarrollo nacional y de la eurozona, la cual no solo pierde competitividad, sino también autonomía al interior del bloque occidental, tal como lo sostuvo Angela Merkel cuando realizó los acuerdos por Gazpron que hoy están disueltos.
Los organismos multilaterales de crédito con plena acción en la eurozona —y al compás de las decisiones del BCE—, han empezado a diseñar instrumentos y márgenes para sostener el sistema financiero. Sus estrategias basadas en la disminución de costos para los procesos productivos y comerciales contemplan sistemas logísticos, de transporte e inventarios en cada una de las cadenas globales de valor, desplazando sus costos hacia terceros países. Lo que para los europeos es necesario, para EEUU es una estrategia de control de daños sobre las consecuencias de dichas estrategias entre sus propios aliados.
El desafío de incrementar la competitividad ha recaído en los sistemas laborales y en una aceleración de la automatización de los procesos productivos, con ajustes específicos en sectores del gasto social estructural, como viene ocurriendo estos meses en Francia y Alemania con manifestaciones y conflictos sociales cada vez más extensos.
Las compensaciones sociales se han dado orientadas al sostenimiento de los grupos económicos dominantes en cada uno de los sectores críticos, entre ellos el subsidio a usuarios, hogares, industrias y comercio de los diversos sistemas de energía, en particular al gas licuado.
Asimismo, todo el sistema financiero europeo sostuvo las ofertas, generando una serie de intervenciones directas sobre ciertas tensiones en las cadenas de suministros, incidiendo de forma directa en los mercados mundiales en favor de la industria exportadora.
Cada una de las decisiones que se analice tiende a mostrar cómo los Estados europeos intervienen directamente en los mercados a través de sus bancos, con decisiones gubernamentales que contradicen en algunos casos los reglamentos de la Organización Mundial del Comercio, acompañados con un alto protagonismo de los organismos multilaterales de crédito influyendo en los sistemas de transferencias para desplazar los costos hacia fuera de la eurozona.
Sustitución de importaciones y tecnologías pertinentes
Así como esta situación provoca transformaciones en la economía europea occidental, también lo hace en la economía de los países de la Federación Rusa. Algunos de los aspectos que empieza a observarse es qué producto del bloqueo de occidente sobre varios rubros de la industria, Rusia debe empezar sustituir importaciones. En este sentido, una de las principales limitaciones de este proceso es que muchas de ellas pueden llegar a tener una tecnología regresiva.
La herramienta de la sustitución de importaciones, que tradicionalmente se ha usado para iniciar procesos de modernización y actualización tecnológica, ahora de manera forzada debe asumir planes de desarrollo que incluyen una precarización controlada. Una de las paradojas de la guerra es que lo que hace fuerte a Rusia es su control de los recursos naturales, aparejando en simultáneo a una debilidad, ya que desde 1989 sus tecnologías de vanguardia en general son importadas.
Esto, que era un cálculo geopolítico interesante y que de hecho marcaba los intercambios con las cadenas de valor industriales con sede en Alemania y otros países desarrollados por gas, alimentos y minerales; ahora se ha convertido en un problema estratégico al que le deberá dar respuesta. Casi todo lo que es tecnológicamente avanzado se produjo, o dependió en parte, con tecnologías desarrolladas bajo patentes de otros países, por lo cual una de las posibilidades es que una parte de esas sustituciones también se haga bajo las cadenas de valor son sede en China.
Es un desafío importante el de resolver este problema originado en los bloqueos por la vía de la industrialización nacional forzada. Algunas de ellas con una obsolescencia creciente por los formidables procesos de cambio tecnológico producidos en varios países que hoy se han sumado a los bloqueos. La producción de máquinas y herramientas para la industria metalmecánica, la electrónica y los semiconductores, los equipos para la cadena de valor de los hidrocarburos, los avances en la industria de los alimentos, la producción de aviones, automóviles e incluso de partes de la maquinaria militar, entre otras, pueden verse afectadas.
Un ejemplo de esto es la industria de aviones de uso civil o de transporte de cargas, que salvo en el caso de los de gran porte, hasta ahora dependía principalmente de la producción de EEUU y Europa. Así, por ejemplo, el plan publicado por el Ministerio de Transporte de Rusia para el período y hasta 2030 se ha propuesto desarrollar una industria nacional de aviones. Para ello se plantea retomar y actualizar las tecnologías similares a los Tupolev y otras, recuperadas de la historia de la URSS, como las de los Sukhoi que habían sido discontinuados.
Surge una nueva paradoja en términos de desarrollo que involucra de forma clara a la soberanía tecnológica en situaciones de guerra, dado que aun suponiendo que la sustitución (regresiva tecnológicamente) de importaciones tuviera éxito con el redireccionamiento de la producción, no parece sencillo lograr cumplir los objetivos del Plan, que proyecta el aumento de la producción de 18 aviones domésticos en 2022 a casi 200 en 2030, con una tasa de crecimiento de al menos el 35% anual.
La memoria del formidable esfuerzo de modernización industrial que significó para la URSS transformar una economía pastoril en una potencia mundial, con capacidad de desarrollo de armas de destrucción masiva de base nuclear, parece inspirar estas decisiones. Sin embargo, el mundo ha cambiado de manera exponencial y a medida que se vayan levantando las sanciones que hoy operan sobre el mercado ruso, es posible que los problemas de competitividad de la economía vuelvan a ser un problema difícil de resolver, como ocurrió en 1989.
De todos modos, este fenomenal cambio en el proceso de decisiones de desarrollo de un mercado interno, basado en tecnologías controladas nacionalmente o en acuerdos específicos con otros países para la convergencia tecnológica —como está ocurriendo con China—, evidencia una vez más que a la hora de analizar las condiciones de la soberanía, de la propiedad intelectual y de patentes, así como de las políticas tecnológicas, estas son un insumo imprescindible. Aunque bien parcialmente y por un tiempo, la base industrial no sea competitiva internacionalmente, es un gran aprendizaje para los países que descansan su economía en bienes extractivos y alimentos como Argentina, que juegan un rol secundario o subordinado en el plano tecnológico en las cadenas globales de valor industrial.
Como se ha visto ante cada cambio tecnológico venido desde mediados del siglo XX, esto no es ajeno al mundo del empleo y la construcción de las capacidades sociales para enfrentar las exigencias de una nueva economía basada en el conocimiento. Será todo un desafío lograr que personas con habilidades laborales basadas en el manejo de tecnologías productivas de alto desarrollo y de intercambio global asuman la necesidad de adoptar puestos de empleo basados en tecnologías pertinentes pero desenganchadas de los avances de las cadenas globales y de sus estándares de vida asociados.
Ante la precarización tecnológica nacional originada por dinámicas del mercado global, asumir una política de esta naturaleza, con un sistema administrado estatalmente para desarrollar el potencial industrial propio, implica un esfuerzo intelectual enorme y sobre todo muestra la necesidad en pos de desarrollar capacidades estratégicas nuevas ante los cambios drásticos del escenario internacional.
Asumir los escenarios de guerra no es sumarse a la guerra, como pretende siempre la visión del unilateralismo hegemónico, sino replantear las estrategias económicas, tecnológicas, sociales y geopolíticas para responder a los nuevos escenarios que provocan. El multilateralismo emergente es un espacio en construcción que va abriendo nuevos caminos y definiendo encrucijadas para quienes piensan que la soberanía y los Estados nacionales aún son categorías fundantes del análisis geopolítico y la construcción de un mundo más equilibrado y justo.
Hay que hacer justicia y decir que este escrito es uno de los análisis más profundos y claros de la actual guerra de Ucrania desde una perspectiva Nacional y Popular. Excelente aporte. Ojalá se difunda. Cordial saludo.