El pedido de ingreso al BRICS había sido realizado de manera formal en septiembre de 2022 por el presidente Alberto Fernández al presidente chino, Xi Jinping, quien ocupaba entonces la Presidencia Pro Témpore. Desde ese momento hasta ahora, salvo por algunas comunicaciones oficiales, el tema no había formado parte del debate político nacional. El reciente posicionamiento público de cada uno de los candidatos presidenciales, trazando líneas discursivas muy claras a partir del efectivo ingreso anunciado en Johannesburgo, indica hasta qué punto la geopolítica ordena la política doméstica.
Globalismo neoliberal contra economías nacionales
El debate político nacional emergente en torno a la competencia presidencial cambió abruptamente con la noticia anunciada por todos los presidentes de los países miembros del BRICS. La decisión de incorporar a nuestro país como miembro pleno en 2024, precedida por un discurso contundente del presidente brasileño, Lula Da Silva, quien señaló la necesaria cooperación económica de su país con Argentina para garantizar el crecimiento económico en la región sudamericana y, en particular, el desarrollo industrial, dividió el escenario entre candidatos de fuerzas políticas que apoyan la iniciativa, como Sergio Massa y Juan Schiaretti, y quienes manifestaron su rechazo, como Javier Milei y Patricia Bullrich. De este modo quedaron definidos, en los hechos, dos grandes bloques político-ideológicos que señalan modelos de país distintos, más allá de las contradicciones internas que cada coalición tenga en la coyuntura electoral.
Es un momento privilegiado para intentar superar el análisis más superficial de los discursos políticos subsumidos en las respectivas campañas y explorar las estructuras de significación y la posible conformación de nuevas hegemonías, considerando algunos conceptos de las teorías post-estructuralistas de la política. La situación invita a observar algunos aspectos notables de las condiciones de emergencia de los sistemas de significación, el modo en que estos sistemas son construidos y la manera en que los mismos constituyen al campo democrático y a los sujetos que se posicionan en él.
Es útil también considerar, a la luz de la historia, algunas de las formas en que se manifiestan en la actualidad categorías como discurso, performatividad y sujeto. La posición ante esta novedad geopolítica permite también comenzar a desarrollar un marco conceptual orientado a la acción política en la coyuntura, que permita abordar las condiciones de emergencia de las estructuras discursivas que conforman y dan sentido a los sujetos y a lo social, privilegiando la política internacional.
Ahora, como otras veces en la historia argentina, las posiciones estratégicas en el ámbito de la política exterior han generado un ordenamiento más claro sobre cómo se expresan los intereses concretos y esas contradicciones en las fuerzas políticas, tanto por la dinámica del sistema de relaciones internacionales como por aquellas dinamizadas en relación a las fuerzas internas en el sistema político, y muy especialmente por las diversas articulaciones que se diseñan entre el Estado, el mercado y la sociedad.
Esta circunstancia exige atender a las posiciones político-ideológicas de los líderes respecto de la política exterior, la que se encuentra estrechamente asociada -por la historia del país- a los proyectos de desarrollo en disputa, dado que debe considerarse cómo se van manifestando las relaciones internacionales de largo plazo, así como los intereses económicos y conflictos políticos en la coyuntura doméstica.
Para comprender mejor el escenario es útil analizar cómo se manifiestan las disputas de los países dominantes del sistema internacional, que en esta época distan de ser estables, y sobre todo cómo se manifiestan sus vínculos domésticos; estos suelen operar como reflejos tanto económicos como políticos, en general opacos ante el espacio público salvo que, como ahora, se trate de un contexto donde, además la sociedad se manifiesta y se moviliza.
China y Estados Unidos
Como bien señaló Henry Kissinger en su última visita a China hace menos de un mes, donde fue recibido por Xi Jinping de forma personal como “un amigo del país”, la relación entre ambos países se ha explicado históricamente más por estrategias de complementación que por la confrontación.
En tal sentido, el escenario de confrontación -donde el actor más beligerante ha sido el gobierno de EE.UU.- es reciente, aunque algunos de sus motivos pueden rastrearse en el tiempo, en particular cuando se conoció la noticia del cambio de situación relativa a nivel mundial de ambas economías.
La mirada restrictiva del escenario mundial, intentando suplantar los polos de la “frontera ideológica” de la confrontación entre EE.UU. y la entonces Unión Soviética, ahora por Estados Unidos y China, solo puede sostenerse desde la ignorancia. Esto no quiere decir que no existan elementos de confrontación; cada día surgen noticias concretas que ponen en juego la competencia por el liderazgo mundial, pero la naturaleza de los mismos es totalmente distinta, los escenarios que se abren son muy distintos a los que la historia reciente indicaba.
El cambio de perspectiva de los gobiernos de EE.UU., en particular de los demócratas más activos en la OTAN junto a Gran Bretaña, puede ubicarse en la época en que el equipo económico del periódico conservador de Reino Unido, The Daily Telegraph, dedicó varias notas en febrero de 2013 a la noticia de que China se había convertido en el país de mayor volumen comercial del mundo, y que había superado a EE.UU. La noticia indicaba que “el valor total de las exportaciones e importaciones de EE.UU. en 2012 fue de 3,82 billones de dólares (2,4 billones de libras esterlinas), según reveló el Departamento de Comercio de EE.UU. La administración de aduanas de China ya ha anunciado que el comercio total del país el año pasado tuvo un valor de 3,87 billones de dólares”.
La noticia trascendió los aspectos comerciales e inició un debate geopolítico al anunciar el fin del dominio comercial de los EE.UU. desde la Segunda Guerra Mundial. El valor estratégico de la noticia estaba dado en que no se trataba de una situación basada en una simple burbuja exportadora producto de una moneda subvaluada y una economía de bajo costo, sino que además se constataba que las importaciones chinas venían creciendo a un ritmo más rápido que las exportaciones al menos desde 2007 y, aun así, en 2012 “China tuvo un superávit comercial anual de $231.100 millones y EE.UU. registró un déficit comercial total de $727.900 millones”.
En síntesis, no se trataba ya de un fenómeno monetario asociado a salarios miserables buscando masificar productos de baja calidad, sino que había ingresado en un crecimiento virtuoso que incluía su mercado interno, basado además en la transformación de todos los procesos industriales, asociado de forma creciente a un formidable proceso de innovación vinculado al uso intensivo del conocimiento, que colocó a China en el liderazgo de los patentamientos y diseños industriales.
Reflejos domésticos y aceleración del cambio identitario
En la aparente calma de la política doméstica, en los dispositivos del poder real y en las burocracias del Estado, la guerra de zapa continúa de forma constante; sus resultados coyunturales van definiendo procesos en los que se pueden visualizar las relaciones de cooperación, acercamiento, distanciamiento, conflictos o rivalidad, tanto en el espacio de la vecindad de la región latinoamericana como en el mundo.
En tal sentido, como se ha observado durante los gobiernos de Dilma, Bolsonaro y Lula, más allá de sus evidentes diferencias domésticas, si Argentina sostiene una estrategia de articulación binacional con Brasil y, sobre todo, de creciente integración de procesos económicos e industriales, estos no se podrán llevar a cabo sin una relación con los BRICS + 6 a partir de 2024.
Las amenazas -por parte de Patricia Bullrich y de Javier Milei- de quiebre de las estrategias de cooperación sostenidas por los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández, suenan absurdas en términos de la economía y contrarias a las necesidades de cooperación multipolar para sostener el interés nacional.
El intenso alineamiento ideológico al globalismo neoliberal orientado por el sector financiero de ambos candidatos opositores, recurriendo a categorías anacrónicas como las de comunistas, populistas y/o totalitarios asignadas a algunos de estos países, por un lado muestran una cierta ignorancia sobre las actuales relaciones internacionales, pero por otro brindan insumos fundamentales para distinguir los elementos de quiebre y/o de continuidad de las estrategias internacionales, y de cómo estas responden al interés nacional o no.
Por más que pretenden presentar sus discursos como novedosos, e incluso por más que lo puedan parecer por el uso de las nuevas tecnologías y estéticas, no puede desconocerse que estas posiciones se nutren de un entramado histórico surgido de contradicciones persistentes del campo conservador, de corrientes profundas del país que no permiten buscar rupturas en un camino lineal, sino que exigen abordar cada período desde su complejidad, para dilucidar la imbricación de conflictos políticos, económicos e internacionales.
En tal sentido, la iniciativa de los países fundadores del BRICS de incorporar a la República Argentina, junto a República Árabe de Egipto, República Democrática Federal de Etiopía, Emiratos Árabes Unidos, República Islámica de Irán y el Reino de Arabia Saudita de forma plena a partir del 1 de enero de 2024, instaló con fuerza la cooperación Sur-Sur como una de las estrategias presentes en la construcción de los nuevos escenarios globales, dando un paso que pone en el centro de la expectativa mundial una lógica distinta del hegemonismo sostenido por Estados Unidos. Asimismo, traslada varios grados más el centro de gravedad del desarrollo mundial a esta alianza fundada por la República Federativa de Brasil, la Federación de Rusia, la República Popular China, la República de la India y la República de Sudáfrica, que inició su proceso de creación en 2006, se puso en marcha en 2009 y se vio consolidada en 2011 con la incorporación de Sudáfrica como miembro pleno.
Este bloque está compuesto por países considerados economías emergentes (con relación a otras que decaen, particularmente EE.UU. y Europa), con las poblaciones más grandes del mundo, que en las últimas décadas tienen en común una serie de políticas activas que mantienen sus economías en crecimiento, con un fuerte sesgo distributivo, con una clase media en expansión constante y con una movilidad social sostenida por reglas de protección de sus mercados internos. Esto ha llevado a que tiendan a crecer por sobre el promedio mundial, representando actualmente al menos el 25,7% del PBI mundial; el 16,1% de las exportaciones; el 14,9% de las importaciones y el 40,8% de la población que ocupa el 29,5% de la superficie total del planeta.
Por la magnitud de sus poblaciones y las dinámicas de sus mercados internos en crecimiento debido a sus sostenidas políticas distributivas, por su diversidad cultural, religiosa y política, la posesión de recursos naturales y energéticos estratégicos y el control nacional de sus bienes públicos, además de la dimensión económica, representa un impulso adicional al multipolarismo geopolítico.
En tal sentido esta nueva iniciativa de cooperación no es solo un nuevo mercado para algunas transacciones comerciales promovidas, lo que igualmente no sería poco en un mundo tan competitivo. Su interés estratégico reside en que tiende a basarse en mecanismos de cooperación que, por su naturaleza, cuestionan aquellos instalados en el mundo entre 1970-1980 y expandidos aceleradamente hasta al menos el año 2000 por un agresivo proceso de globalización orientado por el neoliberalismo, en lo ideológico, y las grandes corporaciones lideradas por aquellas que dominan la expansión del sector financiero, en lo económico.
La consolidación de los BRICS + 6, basada en mecanismos de cooperación pertinentes que consideren el interés nacional y tengan en cuenta los estadios del desarrollo económico de cada uno de los países en cada uno de estos dispositivos formalizados, puede contribuir a acelerar el desmantelamiento de todo un entramado orientado a la neutralización jurídica y política del ejercicio pleno de la soberanía económica, tal como la conciben los organismos multilaterales de crédito y los estrategas neoliberales y que, en última instancia, ponen en práctica en cada país los dirigentes políticos (o militares, como ocurrió durante la década de 1970-80) y juristas actuales.
Los ejemplos históricos de Chile de Pinochet y de la Argentina de Videla (por mencionar solo dos de la decena de intervenciones basadas en la excepcionalidad institucional de los poderes fácticos) demuestran dramáticamente que la historia del globalismo neoliberal no es solo parte de la historia de las ideas, como ahora pretende instalar el candidato Javier Milei. La historia efectiva del daño social y la restricción democrática de los Chicagos boys en Chile o de la “tablita de Martínez de Hoz”, de la “convertibilidad” de Menem y De la Rúa, o del reciente endeudamiento forzado por Macri con el FMI, no admiten errores.
Democráticos, soberanos y justos
Se puede sostener que de las estrategias geopolíticas es posible deducir los modelos de desarrollo regionales y nacionales a los que se aspira o, al menos, entender las limitaciones y desafíos de los gobiernos que deben enfrentarse.
En tal sentido, el ingreso a los BRICS y el ejercicio pleno de su integración a partir de 2024 exige considerar también nuevas configuraciones de la política doméstica y la constitución de un bloque económico-social con sentido nacional, que priorice la producción industrial con uso intensivo del conocimiento, el uso sustentable de los bienes públicos naturales, el trabajo nacional con ingresos crecientes orientado a la mejora del mercado interno con justicia social y un decidido protagonismo en la construcción de un mundo cada vez más multipolar.
En tal sentido, con esta apertura en la cooperación mundial, la política argentina tiene una nueva oportunidad para actualizar las tradiciones más sólidas basadas en la vigencia conceptual del Estado Nacional y el respeto a sus soberanías como fundamento de la cooperación, empezando por recuperar plenamente el derecho público en el seno del Estado, desandando el camino de introducción de instituciones del derecho privado que han sido vehículos domésticos del neoliberalismo global, en particular luego de la reforma constitucional de 1994.
Asimismo, basar las estrategias de vinculación al mercado internacional en el crecimiento en las dinámicas industriales con agregado de valor considerando el desarrollo territorial, de carácter federal en cada provincia por el uso deliberado de un conocimiento intensivo orientado por nuevos polos de desarrollo, permitiría recuperar políticas públicas que valoricen la microeconomía en sus expresiones más dinámicas y con eso contribuir a las estabilización y mejora de la macroeconomía, saliendo de la trampa actual basada en el capital financiero que privilegia el monetarismo, y del cual todo “debe deducirse”, incluida la relación subordinada al monitoreo del FMI.
Sumarse activamente, desde el interés nacional, a este conjunto de iniciativas internacionales que, por su magnitud y diversidad, pone un límite al lento pero persistente avance en la construcción de un orden neoliberal global dominante desde el último tercio del siglo pasado, desmantelando el Estado de Bienestar construido en la posguerra, puede ser también el fundamento de una nueva ética política democrática, recreando aquella consigna revolucionaria surgida de la tradición política argentina que sostiene que donde hay una necesidad surge un derecho.
La inviabilidad de gobiernos sostenidos en la afirmación de conceptos basados en los rasgos más anacrónicos de lo que se denominó la “frontera ideológica” durante la Guerra Fría en la política interna, resulta solo de observar que no disminuyó la beligerancia de los actores principales del globalismo neoliberal luego de la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, sino que aumentó en el seno de las propias sociedades capitalistas, objetando hasta las más débiles socialdemocracias.
Por más que ahora nuevos mensajeros portadores de viejos mensajes, como Javier Mieli, agiten estas banderas de la derecha internacional, lo que la historia demuestra es que aún entonces el enemigo principal no era el socialismo soviético, sino la aspiración de las sociedades democráticas occidentales, del norte y del sur, a una ciudadanía social basada en una consolidación de los antiguos derechos sociales y la ampliación de los derechos civiles, sosteniendo sus democracias en mayores bienes públicos, así como el equilibrio pacífico entre los países.
La posición contraria a los BRICS puede considerarse como uno de los nuevos obstáculos al desarrollo del país; en tal sentido, el debate sobre los gobiernos deberá ser cada vez más preciso para que este nuevo impulso de la cooperación internacional pueda también definir nuevas relaciones de fuerza que permitan identificar claramente los discursos conservadores y remover internamente las prácticas políticas y estructuras jurídicas que obturan la producción y distribución más justa de los recursos y, sobre todo, la movilidad social ascendente de grandes masas de población inspiradas en la justicia social y el pleno empleo, realizando no solo la promesa de libertad, sino también de solidaridad y fraternidad, en democracia.
Felicitaciones Prof. Zárate!!!
Su nota ha puesto de manifiesto el contexto internacional REAL en el que se encuentra Argentina, la región y el mundo. Excelentes conceptos que, desde luego, comparto plenamente.
Fuerte abrazo!!!