En general, se suele hablar poco del Antonio Cafiero economista. En tu libro le dedicás bastantes páginas a este tema en particular. ¿Cuál fue su aporte concreto, según tu mirada, a la economía nacional desde una perspectiva justicialista? ¿Cuál fue su participación, también, en el primer gobierno peronista en ese sentido?
Antonio Cafiero era economista y doctor en economía de la UBA. Tenía una sólida formación teórica e histórica y su paso por la militancia y por la gestión le dieron una perspectiva integral y realista del desarrollo.
Su obra teórica condensó una crítica a la escuela económica liberal. En el libro Cinco Años después, debatió con la economía clásica. La consideró una teoría incapaz de garantizar un desarrollo nacional en la Argentina. Menos aún el liberalismo podía garantizar un piso mínimo de dignidad humana y social y, por el contrario, aumentaba la desigualdad entre países y entre sectores.
Cafiero contrastó la teoría liberal con la historia. Demostró que los procesos de desarrollo de las naciones en ascenso y en diputa con Inglaterra como fueron Alemania y los EUA, desarrollaron políticas proteccionistas. No implementaron linealmente la ideología liberal y escribieron sus propias doctrinas económicas adecuadas a su realidad, a su tiempo y a su espacio. En este punto remarcó el importante aporte de los pensadores como Federico List o Keynes. A diferencia del planteo de sus fundadores, Cafiero entendió que el liberalismo no era una teoría universal y neutral, sino que más bien era la ideología británica que profundizaba las desigualdades entre las naciones centrales y los países del sur.
Cafiero puntualizó que en la Argentina la ruptura con el liberalismo económico se inició en la década del 30, cuando se crearon las Juntas Reguladoras y el Banco Central. Una década después, el Justicialismo profundizó esas acciones y construyó un proyecto nacional de marcada orientación antiliberal.
En el libro Cinco Años después documentó la forma a partir de la cual el Estado nacionalizó el Banco Central, los depósitos bancarios, el comercio exterior y los servicio públicos. Con estos fondos el Justicialismo encaró los Planes Quinquenales que estuvieron integrados por grandes obras públicas. La recuperación de los recursos financieros, que anteriormente eran fugados del país, permitió consagrar la justicia social. El resultante del nuevo modelo de Argentina fue la afirmación de nuestra soberanía nacional y popular, anteriormente enajenada en manos extranjeras.
Cafiero remarcó que esta inmensa obra de reparación nacional y social se hizo sin pedir préstamos al extranjero y sin someterse a ninguna potencia foránea. También demostró con datos estadísticos y con fuentes documentales que el cambio de política económica iniciado en 1955 fue sumamente negativo para el país que se endeudó, aumentó el desempleo y se desindustrializó.
En el libro el Peronismo que viene publicado en el año 1995, Cafiero reactualizó su crítica a la nueva política neoliberal. Mantuvo su cuestionamiento al FMI en línea con su planteo de juventud y agudizó el cuestionamiento al modelo de especulación financiera que desde 1976 destruyó la industria y la producción real en el país. Es bueno destacar que si bien el mundo, la Argentina y el justicialismo habían cambiado, en los años noventa Cafiero mantuvo firmes sus ideales tendientes a forjar una economía nacional, industrialista y de orientación social. Nunca adhirió al neoliberalismo, a diferencia de muchos de sus contemporáneos.
Además de ser un teórico, Cafiero fue un importante doctrinario de formación cristiana. Desde su juventud militó en Acción Católica y era habitual a la hora de hablar de economía que referenciara a algún Papa o a los textos vaticanos. En su punto de vista, la economía debía estar ordenada al bien común y a la construcción de la comunidad nacional. Al Justicialismo lo definió como un proyecto político antiliberal, organizado en base a los principios de las Encíclicas sociales.
En su paso por la gestión articuló la teoría y la doctrina. Siendo agregado financiero de la Embajada Argentina en Washington, le recomendó al Poder Ejecutivo no ingresar al entonces flamante FMI, cuestión que el Gobierno Nacional acató.
En el año 1952 Perón designó a Cafiero como ministro de Comercio Exterior. Junto con su par Gómez Morales fueron los encargados de resolver la encrucijada económica argentina que enfrentaba una inflación importada por la Guerra de Corea y por el aumento de los alimentos resultantes de la sequía. El país tenía problemas de acceso a las divisas para importar la maquinaria que era necesaria para el proceso de industrialización. En ese contexto, Cafiero implementó una original política de comercio bilateral caracterizada por el intercambio de bienes entre países, sin necesidad de utilizar dólares. Durante su gestión ministerial se fomentó el multilateralismo, aumentando las relaciones comerciales con el bloque soviético, Europa, América Latina y los EUA. Cafiero impulsó una política tendiente a que el comercio, entonces regulado por el estatal IAPI, fuera realizado por cooperativas. En los años cincuenta acompañó el histórico Congreso de la Productividad que demostró que se puede superar una crisis a partir del acuerdo entre el capital y el trabajo argentinos y que no hay necesidad de explotar a la familia trabajadora o de hacer concesiones antinacionales a las corporaciones foráneas.
Esta misma estrategia la implementó nuevamente el peronismo en el año 1973 con el Pacto Social impulsado por el ministro Gelbard. Siguiendo esta doctrina y siendo ministro de Economía de La Nación en 1975, Cafiero impulsó las Actas Acuerdo entre la GCT y la CGE.
Los planteos del primer Cafiero siguen siendo actuales. Las soluciones que aportó para resolver las crisis de los años cincuenta hoy podrían recuperarse, tanto el sistema del comercio bilateral como la idea del Pacto Social y de la construcción de un Mercado Sudamericano. Hay que volver a estudiar sus libros ya que tienen muchas soluciones a los problemas actuales de la dependencia argentina.
Cafiero cumple un rol preponderante en el comienzo de la actual etapa democrática. En primera instancia, es uno de los referentes del peronismo en 1983, incluso se llega a hablar de él como posible candidato. Posteriormente encabeza la renovación y también es uno de los que participa junto con el presidente Alfonsín del famoso balcón de Plaza de Mayo durante el levantamiento carapintada y accede a la gobernación en 1987 en una victoria épica para el peronismo. Después pierde la interna presidencial contra Menem y su proyecto nacional queda inconcluso. ¿Qué opinión tenés particularmente de esta etapa de Antonio Cafiero y cuáles creés que son las principales políticas de su gobierno en la provincia? Y siguiendo, ¿qué hubiera implicado en el comienzo de los años de hegemonía neoliberal, una constitución como la que fue derrotada en el referéndum de 1990 en la provincia de Buenos Aires?
El justicialismo había sido desalojado del poder y perseguido por el gobierno militar desde 1976. La derrota electoral de 1983 profundizó aún más una crisis ya iniciada con la muerte de Perón y con los terribles sucesos de la dictadura.
En ese marco, Cafiero trabajó arduamente por la reorganización del peronismo. Bregó por su actualización doctrinaria sin por ello abandonar los principios básicos del Movimiento, como haría luego Menem que se convirtió en un neoliberal. Su larga trayectoria en el justicialismo le daba una legitimidad que pocos dirigentes tenían en 1983.
Cafiero le dio al peronismo una nueva mística y una renovada capacidad de movilización que llevaron al espacio a recuperar centralidad política y social. Como resultado de eso, el justicialismo con Cafiero de candidato recuperó la provincia de Buenos Aires y le dio competitividad nacional al partido. Durante la etapa, bregó por el nacionalismo económico en un contexto adverso, caracterizado por la reaparición de ideas liberales que eran difundidas por intelectuales como Alsogaray y varios periodistas.
En los años ochenta Cafiero continuó defendiendo la doctrina de una comunidad organizada, que tenía que integrarse en base al trabajo y la justicia social. Convocó a refundar la identidad cultural movilizadora, devolviéndoles a los argentinos la fe en las capacidades nacionales.
En la gobernación de la provincia de Buenos Aires puso en práctica su doctrina y su larga experiencia. Creó un espacio de reflexión y formuló un Plan Trienal de Desarrollo, continuando la tradición justicialista del Consejo Nacional de Posguerra y de los Planes Quinquenales. Acompañó la participación de las organizaciones libres del pueblo en la gestión y lo justificó en la doctrina justicialista de la Comunidad Organizada. Con este fin, impulsó consejos participativos como los de seguridad, de la mujer o de salud. En paralelo, apoyó activamente la autonomía municipal considerando que desde el gobierno local tenía que construirse la democracia popular.
El contexto no era fácil, sino más bien de crisis. La pobreza aparecía con mucha centralidad e incluso con dramatismo por la inestabilidad económica. La hiperinflación y la tensión política de un país con levantamientos militares y guerrilleros que generaban un contexto de ingobernabilidad. Pese a todo, el gobernador Cafiero implementó una política de desarrollo integral. Fue un gobierno popular en su modalidad de toma de decisiones y también en la orientación de su política. Construyó viviendas con cooperativas, reformó el sistema de salud e implementó una política de ayuda a los humildes sumergidos en la indigencia por la política económica de la UCR. Se hicieron obras públicas fundamentales, como el Polo Tecnológico en Berisso o aquellas tendientes a terminar con el drama de las inundaciones.
Cafiero era consciente de que la suerte de la Argentina estaba directamente relacionada al triunfo del federalismo bonaerense. Uno de los temas característicos de su gestión fue la política cultural orientada a recuperar la tradición federal bonaerense y a construir una nueva identidad. La conciencia bonaerense era central para poder defender los intereses de la provincia y Cafiero bregó por obtener la reparación fiscal con la Nación. Esa agenda le permitió luego a Duhalde negociar con Menem la reparación histórica y lanzar el Ente del Conurbano. Trabajó arduamente para recuperar el protagonismo de nuestra provincia y se consideró continuador de Dorrego, Rosas, Hernández y Alem.
Cafiero perdió la interna partidaria con Menem. Un sector del peronismo bonaerense, con Duhalde a la cabeza, se pasó a trabajar con el líder riojano. En ese contexto político, perdió el plebiscito para reformar la Constitución provincial, que constituía los pilares de un verdadero programa de desarrollo bonaerense.
Su importancia política se fue apagando y el menemismo ocupó el centro del espacio político y condujo al país al neoliberalismo y a la alineación dependiente al nuevo orden mundial.
La derrota de Cafiero supuso la derrota del último gran doctrinario del desarrollo justicialista. Eso aparejó también la derrota de la Argentina, que perdió identidad, derechos sociales y soberanía. Durante los años noventa Cafiero fue crítico de la política económica, pero en general su prédica no encontró un actor político capaz de revertir lo que finalmente ocurrió.
Teniendo en cuenta el rol preponderante que ocupó durante los años del retorno a la democracia, ¿cuáles son hoy las significaciones y las representaciones que se tienen de aquel Antonio Cafiero? Algunos lo colocan casi en el lugar de uno de los padres de la democracia junto a Alfonsín. Otros lo ponen como un referente de una renovación peronista inconclusa que no hubiera sido neoliberal. Y, en tercer término, hay quienes lo colocan como el primer peronista socialdemócrata. ¿Cuál es tu opinión en ese sentido, y cuál es su legado hoy?
La figura de Cafiero está en disputa, ya que trae aparejado el debate sobre la significación del peronismo en su totalidad.
En general, hay una ignorancia grande sobre su obra teórica que quedó condensada en una decena de libros y cientos de artículos. Los académicos y la dirigencia política deberían retomar esos textos y estudiarlos en profundidad.
La recuperación política actual de su figura es tendenciosa. Algunos lo consideran un socialdemócrata asimilable a Alfonsín, cuestión históricamente falaz por varias cuestiones. La primera obviedad es que Cafiero era peronista y estuvo preso en 1955 por una dictadura orquestada por la UCR y por varios de los dirigentes con los que se referenció siempre Alfonsín. En 1976 Cafiero nuevamente fue preso, habiendo sido ministro de Isabel Perón. Hubo muchos intendentes de la UCR gobernando en acuerdo con la dictadura y en ese contexto Cafiero estaba con los sindicatos y dirigentes justicialistas resistiendo la brutal violencia. Cafiero era peronista y no compartió gran parte de la estrategia política de la UCR que fue implementada desde 1945 en adelante.
En 1987, apoyó a Alfonsín y cuestionó el levantamiento militar de Semana Santa. Esta actitud no era seguidismo a la UCR, ni tampoco a Alfonsín que no es el padre de la democracia y menos aún lo es su partido que estuvo comprometido con la violencia política iniciada desde 1955 que Cafiero padeció. En realidad, lo de él fue coherencia histórica: se opuso al golpe del 55 apoyado por la UCR y enfrentó las proscripciones de los años cincuenta y sesenta que también fueron impulsadas por la UCR. Entre 1973 y 1976 fue totalmente crítico de las guerrillas peronistas y marxistas, de los paramilitares de derecha y de los intentos golpistas de las FFAA.
Todas esas luchas del peronismo contribuyeron a recuperar la democracia en 1983, que no tuvo un solo padre, sino más bien varias generaciones de padres, de madres, de abuelas y de hijos que militaron la causa y que padecieron exilios y cárceles. Siendo gobernador se opuso, de la misma manera que lo hizo en 1974 y 1975, al asalto violento a los cuarteles impulsados por Gorriaran Merlo.
Esto no implicó que Cafiero no haya participado y fomentado el dialogo con la UCR. Por el contrario, Cafiero fue uno de los artífices y protagonistas de la Hora del Pueblo y de las Coincidencias Programáticas de los partidos políticos en la antesala del año 1973. Ahora, siempre lo hizo desde el justicialismo y no desde una emulación a la socialdemocracia radical o nada que se le parezca.
Un tema del que no se habla es del fuerte vínculo de Cafiero con la CGT. Luego de 1955 fue asesor de Vandor, de Rucci y del sindicalismo que lo propuso en más de una oportunidad como su candidato a ministro y a presidente. Siendo gobernador apoyó una corriente gremial de la renovación y conservó el tercio de los espacios en las listas.
Fiel a la doctrina justicialista, Cafiero siempre propuso la construcción de un partido y de una democracia con centralidad y protagonismo de las organizaciones libres del pueblo. Este posicionamiento lo distancia claramente de Alfonsín y en los años ochenta hizo política con Ubaldini, cuando el mandatario radical proponía la Ley Mucci y el debilitamiento sindical.
Poco se sabe de la activa acción que realizó Cafiero para fomentar la unidad sudamericana. Lo hizo en su condición de ministro en 1952 y firmó convenios con los países de la región tendientes a fomentar un mercado regional. En los años noventa, siendo embajador en Chile, planteó lucidamente la necesidad de aliarnos con este país, para fortalecer la salida comercial al pacífico en la nueva geopolítica que tenía a China en el centro. Escribió a favor de la unidad sudamericana y fue un protagonista importante de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina.
En lo doctrinario, Cafiero era cristiano y no liberal de izquierda o socialdemócrata. Mantuvo esa identidad a lo largo de toda su vida. Incluso cuestionó la alianza de Kirchner con el progresismo, corriente política a la que caracterizó de moderada en su voluntad de transformación e incapaz de impulsar un cambio real. El peronismo era la contracara del progresismo y profesaba una identidad cristiana y no de izquierda y tenía una práctica transformadora y revolucionaria.
Cafiero dejó varios libros que hay que estudiar para entender al peronismo y para formular un nuevo proyecto nacional. Las nuevas generaciones tienen que conocer su crítica a la violencia política y particularmente su punto de vista de los enfrentamientos internos del justicialismo de 1974 y 1975 para no repetir esos mismos errores. A los bonaerenses nos dejó un modelo de desarrollo y una causa a reparar que es el abandono de nuestra provincia y la pérdida de centralidad en los destinos nacionales.
Por último, ¿cómo calificarías el vínculo entre Juan Domingo Perón y Antonio Cafiero en sus distintas etapas, sea en los primeros años de gobierno peronista, en la Resistencia, como en el tercer gobierno justicialista, ya con Perón de regreso?
Cafiero conoció a Perón en su juventud siendo militante universitario. Fue el primer consejero estudiantil de justicialismo y el fundador del peronismo universitario.
En el primer gobierno, tuvo un cargo público en la Embajada de los EUA. En el segundo gobierno, Perón lo designó como ministro de Comercio Exterior y Antonio tenía tan solo 30 años. En 1955 la relación entre ambos se tensó por el enfrentamiento con la Iglesia. Cafiero criticó con dureza al ministro de Educación Méndez San Martin que apoyaba la ruptura. Por este tema presentó su renuncia y se alejó de la política, cuestión que no impidió que terminara preso luego del golpe de 1955.
En los años sesenta recompuso su relación con Perón y ocupó varios cargos partidarios. En 1964 estuvo en la organización del Operativo Retorno. Participó también de la Hora del Pueblo y en agosto de 1972 estuvo junto a Perón en Puerta de Hierro cuando se hizo el anuncio de los “Diez Puntos”. Ahí el líder justicialista definió las condiciones mínimas para su retorno al poder. En ese marco Cafiero apareció como uno de los posibles candidatos a presidente junto a Campora.
En octubre de 1972 tuvo una reunión secreta con Lanusse y el militar la difundió desvirtuando lo allí conversado. Pese a que Cafiero hizo un descargo, a Perón no le gustó nada la situación y se generó una crisis de confianza. A pesar a este desencuentro, Cafiero viajó en la comitiva del “avión negro” que trajo a Perón a la Argentina el 17 de noviembre. La muerte temprana de Perón no permitió que afiancen nuevamente sus vínculos.
Durante las presidencias de Cámpora y de Perón ocupó funciones no muy importantes. Con Isabel adquirió mayor protagonismo siendo interventor en Mendoza y ministro de Economía, entre otros diversos cargos.
Durante mucho tiempo circuló la mentira de que Perón afirmaba que “Antonio era un buen muchacho pero se quedaba con los vueltos”. Eso lo dijo Alberto Samid en televisión y luego fue levantado por la revista Noticias. Samid aseguraba que esas palabras de Perón estaban en los libros de Historia, cosa que no era cierta y no hay ninguna fuente documental que lo evidencie. Cafiero llevó el tema a la Justicia y Samid fue declarado culpable del delito de injurias en 1994 y en 2005 se conoció su condena.
*Aritz Recalde es sociólogo y doctor en comunicación. Director del Departamento de Humanidades y Artes de la UNLa.