Violeta Serrano es una joven escritora, ensayista y docente universitaria de FLACSO y la Universidad Internacional de Valencia. Ella vive entre su España natal y Argentina. Se ha especializado en literatura, narrativas, discurso político. Uno de los ejes de su reflexión es la migración y en 2020 publicó un libro titulado Poder Migrante. Por qué necesitas aliarte con lo que temes. En este particular contexto en el que se encuentran las dos geografías que ella transita, nos propusimos cerrar el ciclo de entrevistas Mujeres que hacen mundos con su testimonio.
MH -En tu libro Poder Migrante planteas que la experiencia migrante ofrece pistas para pensar el presente. Me gustaría empezar preguntándote a dónde emigraste y cuándo, qué te llevó a desplazarte, cómo valoras ese tránsito y también por las adversidades que tuviste que enfrentar más allá de la distancia con tu círculo íntimo.
VS – Yo tuve una doble migración. Primero en Francia y luego en Argentina. Y no es lo mismo ser alguien del norte en el sur que ser alguien del sur en el norte. Mientras que en Francia no lo pasé muy bien -me gritaban “vete a tu país” y “no nos quites el trabajo”- en Argentina mi situación fue muy diferente. Emigré porque entonces la situación en España era pésima para los jóvenes. La cifra de desempleo era altísima y no tenía manera de desarrollarme profesionalmente. Esta era una de las cuestiones que le pasaba a mi generación. Tenía tres carreras, las tres con premio extraordinario, pero no había tenía trabajo. Y me decidí por Argentina porque en el ámbito de las humanidades y las letras, me parecía un país donde podía crecer, sobre todo porque podía trabajar con mi lenguaje, con el castellano. Siempre me trataron como alguien que podía aportar. Y seguramente esto sea una cuestión cultural porque soy rubia y blanca. Pero más allá de eso, aunque tú estés en un país donde no te hagan sentir mal, inevitablemente, pasas por un duelo migratorio. Es que dejas de ser la persona que eras y empiezas a ser otra. Y te empiezas a preguntar quién eres en realidad, porque de repente eres una persona diferente. Y al escribir este ensayo acabé respondiendo a esta pregunta diciendo que no hay que definirse como una cosa u otra: somos las dos, es que las personas que se van son las dos cosas. El duelo migratorio, de alguna manera, termina cuando aceptas que sos esas dos cosas. Este fue el aprendizaje y fue la dificultad a la vez. Ahora cuando me preguntan si soy argentina o española digo que no lo sé, que soy las dos cosas y eso me parece que es una fortaleza y no un problema.
MH -Me interesa indagar más en qué podes apreciar diferente después de ese pasaje, después de haber advertido que sos las dos cosas.
VS – Bueno, creo que esta no es una época de cambio sino un cambio de época y por eso sostengo que, de algún modo, todos somos migrantes: estamos pasando de un mundo viejo, que conocíamos y que nos parecía más o menos predecible, a un mundo nuevo donde pasan cosas que no nos podemos creer, donde no sabemos hasta qué punto el planeta va a subsistir con la amenaza del cambio climático. En este nuevo mundo hay que cambiar muchas cosas y vamos a tener que adaptarnos, ser creativos, ser flexibles y estas tres cuestiones son las que te da el hecho de haber migrado. Obviamente que cada migración es diferente -hay gente que se va en circunstancias horribles y otros que simplemente buscan una vida mejor- pero todos los que se van suelen ser personas con arrojo, con valentía y por eso aportan a estas nuevas sociedades y a sí mismas. Por eso creo, también, que los migrantes son como maestros en este mundo en crisis porque son quienes, estando un lugar que no estaba funcionando, deciden irse y se adaptan para mejorar, para alcanzar sus objetivos. Hay que ser muy valiente. Visto así, resulta un poco absurdo pensar que es una amenaza, que podemos frenar la migración y que eso va a ser lo mejor.
Este cambio de época es total y por eso es normal que sintamos miedo. Es bastante lógico. El problema es el dolor que genera porque la desigualdad es cada vez más grande. Y aunque en algunos países es más influyente que otros, se trata de un problema mundial. En ese contexto, es humano pensar que lo mío para mí, mientras haya poco y cuando haya abundancia, pues compartiremos. Lo mismo pasa con los migrantes, con lo que es desconocido. Sin embargo, no tiene mucho sentido porque en realidad lo que nos hace salir adelante no es enfrentarnos y meternos dentro de nosotros mismos, sino cooperar. Por ejemplo, la vacuna del COVID fue un tema de cooperación entre distintos cerebros de diferentes lugares del mundo. ¿Cómo se soluciona? Pues generando reequilibrios en todo el mundo, en cada país, pero también a nivel global. Porque si no, esto no va a parar. Ni van a parar las migraciones, obviamente.
MH- Es muy interesante pensar que lo migrante se ha vuelto una condición universal en este cambio de época y ya no algo exclusivo de un grupo, así como un movimiento provechoso no sólo en lo económico, sino también en estas subjetividades creativas y valientes. Me gustaría contarte un caso muy singular que se dio en Maipú, Provincia de Buenos Aires. En una escuela faltó la bandera argentina y un chiquito boliviano compró un nuevo pabellón nacional con sus ahorros. Evidentemente ese chiquito, a pesar de que nació en otro país, siente suya esa bandera, esa escuela, esa geografía. Y esto tiene que ver con que en él se ha trastocado algo de una manera que es invalorable en términos materiales: él es bonaerense, él es argentino y es muy conmovedor. En estas cosas que crean comunidad es donde nosotras queremos hacer hincapié desde la Dirección de Migraciones. Y por eso me gustaría saber ¿Qué otras virtudes traen quienes se desplazan?
VS- Creo que esto que contas sucede porque la sociedad de recepción hace algo para que eso suceda. Es un valor enorme de Argentina que siempre pongo como ejemplo: es una sociedad que ha logrado mantener y valorar la raíz y el origen, pero sin que esto entre en conflicto y con una bandera que unifica a todos. Esto no es tan común y es un gran valor que tiene la Argentina. Vuelvo a Francia, que es el que más conozco. Allí no sucede esto y hay un choque entre “yo soy francés y tú no eres de aquí” que te lo hacen sentir. Por supuesto que es una generalización y que hay particularidades. Pero para que no haya un choque, es importante que quien te recibe te valore como un aporte y respete tu origen. En Argentina, a mí nadie me pidió dejar de ser española. Seguramente a ese chico tampoco nadie le pidió dejar de ser boliviano, pero a la vez es argentino y eso es lo que hace que vos quieras aportar al país también.
Esto es clave porque estamos en este mundo tan incierto, en el que estamos viendo un cambio de época que hace que obviamente sentamos miedo, porque tenemos incertidumbre, porque no sabemos qué va a pasar mañana. Y hay dos opciones: cerrarnos sobre nosotros mismos o abrirnos. Y yo creo que el ejemplo de Argentina hasta aquí es muy positivo en ese sentido, mientras en muchas partes del mundo sucede al revés y es una pena, sobre todo porque es tirarse piedras en el tejado propio. Por ejemplo, en el ámbito puramente económico en Europa, tenemos un continente que no tiene los problemas de Argentina pero tiene otros, ¿Cuáles son los problemas que tiene? Pues que tiene una población envejecida. Si tú no tienes población migrante, vas a tener un problema para sostener ese estado del bienestar que supuestamente hasta ahora teníamos, porque hay un problema de natalidad, porque los jóvenes aquí se emancipan muy tarde por las dificultades económicas. Entonces, aunque les tengas miedo a los migrantes, si tú quieres seguir viviendo como vives, vas a tener que dejar que haya otra mano de obra que entre Europa, porque lo necesitas. Es así de crudo. Si no te interesan los derechos humanos por algo puramente egoísta, bueno, pero es absurdo en términos económicos para el futuro.
MH- En tu reflexión trabajas sobre la reacción humana frente a lo desconocido y lo diferente, a pesar de que en un futuro próximo las identidades transnacionales van a ser mucho más frecuentes. Me gustaría preguntarte ¿Cómo avizoras el futuro? Pienso en la colisión entre esas reacciones de xenofobia y en las medidas de expulsión que han adoptado algunos países de Europa contra la necesidad de migrar como fenómeno lógico, humano y milenario.
VS – Creo que hay que hacer un trabajo educativo y también en las redes sociales. Las fuerzas de extrema derecha crecen mucho a través de las redes sociales. A veces se nos olvida, pero durante la pandemia, en el encierro mucha gente estaba todo el tiempo mirando las pantallas pues no tenía otra cosa que hacer. Por lo que sabemos, esto generó que la polarización extrema y la violencia, de alguna manera, se normalizara. Y ahora estamos viendo las consecuencias. Somos los primitivos de una nueva era también en cuanto a la forma de comunicarnos. Creo que no estamos dimensionando el daño que hacen el funcionamiento de estas redes sociales que crean estas burbujas. Natalia Aruguete ha trabajado muy bien sobre esto. Muchas veces, cierra el teléfono y sale a la calle, porque convivir en espacios con gente que tiene orígenes diversos, realmente no es un problema. O sea, no hay un racismo de base, sino que el racismo muchas veces se genera con esos relatos que vienen de ciertos representantes que normalizan y legitiman. El movimiento es de arriba hacia abajo. Porque al final, un ser humano, para agredir a otro, para matar a otro, realmente es difícil. No es tan sencillo odiarse. Cuando tú tienes una convivencia real con el diferente, con el que no viene de tu origen, con el que te puede aportar otra cultura, con el que te puede dar soluciones que tú no habías pensado, con el que te puede enseñar esa valentía, no crece el odio. Por eso hay que ganar ese relato de la cooperación y la coordinación porque es lo que nos lleva a avanzar y no lo contrario.
MH – Y ahí el rol de los gobiernos provinciales y locales, así como de las organizaciones es fundamental.
VS- Sí, me parece clave, porque son esos espacios donde realmente esos grandes discursos, si quieres, no calan o se pueden destruir con el día a día. Y este es el primer muro que se hace contra ese odio, porque esa es la realidad, la cotidianidad de tu localidad, de tu vecino. Es una labor fundamental empezar desde ahí contra esos macro discursos que imponen ciertas élites y que lo hacen a través de un sistema de redes sociales que polariza, que trabaja mucho con esos jóvenes que también están sintiendo una gran frustración. Esta frustración no es algo menor. Cuando uno es joven es cuando tienes ganas de comerse el mundo, de ir hacia adelante. Pero si tú ves que no hay nada hacia adelante, entonces reina la frustración y si sientes frustración buscas un enemigo y el enemigo más sencillo es aquello que desconoces.
MH – En la Provincia de Buenos Aires, tanto las experiencias de los gobiernos locales como el rol de las organizaciones sociales es fundamental para acercar, para aproximar, incluso entre las diferentes colectividades. Comparto la idea de que seguir apostando a generar proximidad es central. Por eso proponemos pensar una integración bilateral: quienes migran deben aprender nuestras fechas patrias y nosotros debemos aprender las fechas patrias de quienes eligen vivir acá. Así se gesta la real integración.
VS- Claro, es que hay una parte de enriquecerse con el encuentro, de lo que el otro trae y es el ejemplo del chiquito boliviano: si hay ese amor por el país en el que estás radicado es porque no ha habido una imposición. Quiero estar acá y aportar porque se respeta lo que soy. Y ahí está la virtud, no en la imposición. El duelo migratorio le va a pasar a cualquiera que se vaya, pero si del otro lado además te están imponiendo algo que no sos, es un problema mayor que puede derivar en mucha violencia. Vuelvo a Europa y veo los casos de sociedades que no están dialogando con gente que luego se radicaliza. Hay que hablar, hay que incorporar, pero incorporar, como estás diciendo, sin imponer. Trabajar en esa mezcla para hacer algo mejor. Es una cuestión global y es una cuestión personal de cada migrante. Yo dejé de sufrir cuando entendí que no tenía que elegir.
MH – Y en eso, nuevamente, los gobiernos locales tienen un rol fundamental porque es desde donde se puede ver la particularidad. Porque muchas veces, en el afán de universalizar perdemos la singularidad de cada caso y es muy importante volver a reconstruir lo singular en lo universal.
VS – Sí, esta era una de las cosas que me preocupaba al ponerme a escribir este libro. Porque hablamos de migración como fenómeno general, pero cada migrante es una persona particular, una historia de vida en particular. Entonces, ¿Cómo generalizamos sobre algo de esto? Es muy difícil y, justamente, como vos estás diciendo, la riqueza está en cada caso. Estamos hablando de personas y por eso es súper interesante lo que ustedes hacen porque apunta a ver que un migrante es una persona con un pasado, con un presente y con unos anhelos, igual que vos. Por eso digo es tan difícil enfrentarte con alguien que tienes al lado sencillamente porque tiene una piel distinta o porque habla diferente. Es que al final todos los humanos queremos lo mismo, queremos cierta paz, cierta seguridad y cierta prosperidad para tener lo necesario para nosotros y para los nuestros. Esa es la razón por la que alguien se va. En general, muy pocos se van por gusto.
MH- A veces se subvalora la importancia de las normativas y me gustaría preguntarte, en función de tu experiencia y tu reflexión, ¿en qué cosas de lo cotidiano una ley puede trastocar la vida de quien decide migrar?
VS – Creo que es crucial. Saber que hay una protección y unos derechos humanos para todos y todas es importantísimo. Por ejemplo, yo en Argentina lo único que no podía hacer era votar a las elecciones a Presidente, pero una vez que conseguí mi DNI de trabajadora pasé a ser una ciudadana más, exactamente igual que cualquier otro. La protección de la ley argentina es amplia en educación, en sanidad y eso me parece fundamental. Es que, insisto, es algo de derechos humanos. Es que no habría ni que plantearlo. Sin embargo, no es tan natural. Y es verdad que estamos en un momento en que esas cosas se pueden perder. Si vamos andando hacia esos relatos que calan en el odio al diferente y el salvémonos nosotros, entonces ahí vamos a tener un problema. Y frente a las crisis, hay dos salidas: el enfrentamiento o la cooperación. Y yo creo que, sin duda, la cooperación es lo que nos lleva más lejos.
MH – Retomo tu idea acerca de conservar la identidad de origen y adoptar la nueva en el país de recepción, ser las dos cosas a la vez. Pienso que en la historia argentina y de la provincia de Buenos Aires siempre existió esta imagen del corazón partido en dos patrias. Y me gustaría preguntarte si crees que esta narrativa del cariño repartido puede ser un vector para hacer frente a los discursos de odio frente a lo extraño, a la xenofobia, a los relatos seguritista o expulsivos.
VS- Sí, es lo que ha sabido hacer la Argentina. Es que sus migraciones han sabido incorporarse sin imposición y no han perdido los orígenes. Me pasaba que me encontraba gente por Buenos Aires que por ahí era de mi zona de España y recordábamos cosas de cuando éramos chicos. Y sus hijos e hijas, que siempre vivieron en Argentina, también las sabían. Es decir, no se tuvo que borrar esa identidad primera. Entonces, ¿Cuál es la solución? Es que no se trata de imponer, es que se trata de crecer en la mezcla. Y eso se hace a través de la convivencia. ¿Qué tienes para ofrecerme? ¿Qué tienes para aportarme? Tú que has venido a mi país porque querías avanzar y porque querías progresar, entonces seguramente querrás también que este país progrese. Es lo lógico. En eso es en lo que hay que trabajar, en esa narrativa.
MH- Es parte de ese desafío democrático en relación a poder hacer una apuesta de cruzar puentes, de pensar la incertidumbre de manera más gregaria. Compartimos la mirada. Me parece que es un gran aporte para pensar el presente de Argentina y España. ¿Qué otros desafíos ves en el horizonte de tus dos geografías?
VS – Bueno, creo que estamos en un momento en el que tenemos la necesidad más que nunca de crear comunidad, de tejer alianzas, de cuidarnos. Y tenemos la posibilidad de hacerlo con lo bueno y lo malo que tienen las redes sociales. Antes hablábamos de lo negativo, pero también podemos hablar de lo positivo. Por eso digo, hoy estamos en un estado primitivo en esta nueva era, pero seguramente podamos utilizar mejor esta forma de comunicación. Tenemos que aprender a hacerlo: ponernos en contacto, informarnos, crear comunidades, crear esas alianzas, defender los derechos humanos. Es que tenemos que usar esas herramientas a nuestro favor. E insisto, Argentina no está sola en este momento y eso es porque desde aquí también podemos mirar. Esas alianzas están y van a seguir. No es todo oscuro en este nuevo mundo.
Creo que el gran problema tiene que ver con la brutal desigualdad y con esos jóvenes que al final son el futuro pero que no están viendo un futuro. Y no sólo en Argentina. Ocurre en muchos otros países, también en Europa. Hoy, un joven en España para emanciparse en Madrid, en Barcelona, lo tiene realmente difícil porque los precios de alquiler son inasumibles. Entonces no puede proyectar una vida. Además. no se sienten representados en la política tradicional. Entonces, hay que hacer cambios y la política tiene que consagrarse a buscar la manera de generar certidumbres para que podamos imaginar un mundo diferente al que teníamos. La política quiere que haya posibilidades, que podamos imaginar un mundo distinto y mejor. A lo mejor, la vida ya no significa lo mismo que significó para nuestros padres con la casa, el auto, la concentración en grandes capitales. Tal vez, esto ya no sea así. A lo mejor hay una manera de vivir en este mundo diferente que tiene que ver con re-equilibrar también los territorios. Por ejemplo, en Argentina, el 40% de la población está en Buenos Aires siendo un país tan enorme. ¿Por qué se impuso esto? Cuando tenemos nuevas herramientas tecnológicas que podrían permitir, a través del teletrabajo, que la gente viva en otros territorios. ¿Puede haber una calidad de vida mejor en otros lugares que no sean las grandes capitales? Tal vez sí, pero esto es un mundo distinto al que nos habían seteado. Por eso, los jóvenes -todavía me incluyo- tenemos que rehacerlo. Y si lo tenemos que rehacer, entonces hay una esperanza.
MH- Es muy interesante el planteo y creo que vuelve a conectar con tu idea de la creatividad y el arrojo que tienen quienes migran. Hacer malabares, gestionar y administrar sus vidas con poquitas cosas, lo cual exige el desafío de ser imaginativos.
VS – Sí, de darte cuenta de que lo esencial es muy poco. Que cuando uno se va, lo que más dolor le da es no estar cerca de tu gente. El ser humano no es tan complicado. Y esto es algo que también vivimos en la pandemia cuando en lo único que pensábamos era en que nuestra gente esté bien. Nada más. En realidad es esto. A lo mejor nos complicamos mucho la vida con otras cosas y estamos perdiendo el eje.
MH: Violeta, muchas gracias. Es muy inspirador escucharte para re-pensar lo que estamos haciendo en la provincia de Buenos Aires. Leerte y seguirte en tus reflexiones es muy valioso y un gran aporte para afrontar los desafíos que tenemos por delante. ¡Muchas gracias!