“Quiero estar en la playa cuando se han ido
los que tapan toda la arena con celofán
recordar las estrellas que hemos perdido
y pensar a suerte y verdad nuestro porvenir
¿Será como yo lo imagino o será un mundo feliz?
Quiero estar bien bien solo lejos del ruido
descubriendo porque olvidamos y volvemos a amar
y pensar qué sería de nuestra vida
cuando el fabricante de mentiras deje de hablar
mientras miro las nuevas olas
Yo ya soy parte del mar.”
Mientras miro las nuevas olas (Serú Girán, 1980)
Preludio
El ídolo, no solo deportivo, de la generación de los que tenemos más de cuarenta, nuestro único héroe en este lío durante al menos dos décadas, era amigo de Chávez y Fidel, tenía un tatuaje del Che y era un compendio de excesos, caravanas varias e incorrecciones políticas y de todo tipo. Sabía cuánto pesaba la copa y le negaron la visa para entrar a USA. Nos hizo reír y llorar como pocos. El ídolo de las nuevas generaciones también sabe cuánto pesa la copa. Y también es la contracara del Diego en muchos sentidos. Hombre de familia sin que se le conozcan dobleces en ese ámbito, un ejemplo de corrección política, victorioso sobre sus propias debilidades y decidió terminar su carrera futbolística en el Inter de Miami. Más allá de simpatías o antipatías, el cotejo de estos dos personajes podría dar cuenta de un profundo cambio de paradigma, que no sólo se expresa en las conductas individuales de los ídolos de nuestra sociedad, con sus claroscuros y contradicciones, sino en esa misma sociedad de la cual surgieron y a la cual expresan como emergentes. Podríamos ejemplificar este cambio de paradigma con músicos, con actores, con periodistas y hasta con dirigentes políticos de todos los colores porque, y siempre intentando trascender valoraciones que de ninguna manera podrían ser unívocas, el mismo es un dato de la realidad. Y como diría el general: la única verdad es la realidad. Estas nuevas aguafuertes están escritas al pie del patíbulo, apenas definidas las candidaturas del conjunto de los sectores políticos de cara al proceso electoral que se da en este contexto, y que es un episodio o un momento más -quizás- de ese cambio de paradigma social, cultural y -para qué negarlo- también político. Dar cuenta de ello es parte necesaria de cualquier análisis que pretenda comprender mínimamente la realidad desde una perspectiva nacional y popular, sin romanticismos, pero sin arriar las banderas de cara a la coyuntura que comienza.
Costumbres argentinas (Los Abuelos de la Nada, 1985)
En nuestra historia, al menos desde el siglo XX hasta la actualidad, suelen coincidir -y no por casualidad- los grandes cambios económicos y geopolíticos a nivel mundial con los inicios de nuevos ciclos políticos y de modelos de acumulación al interior de nuestro país. En este sentido sería imposible separar el surgimiento del Yrigoyenismo de la Primera Guerra Mundial, o el del Peronismo y el Estado de Bienestar de la segunda posguerra y el comienzo de la Guerra Fría. Tampoco podríamos escindir la crisis del 30 del primer golpe de estado de nuestra historia y el comienzo de un incipiente proceso de industrialización por sustitución de importaciones; o la Crisis del Petróleo y la contraofensiva final del imperio norteamericano después de Vietnam con la última dictadura militar y la llegada del neoliberalismo a la Argentina. La caída del muro de Berlín y el fin de la bipolaridad profundizaron ese ciclo y parieron al menemismo en estas pampas. El 11-S, con el inicio del supuesto “choque de civilizaciones”, apuntó el ojo de Mordor hacia otras latitudes; esto, combinado con el agotamiento del ciclo neoliberal de este lado del mundo y la emergencia de nuevos actores y mercados a nivel internacional, no puede pensarse sin relación con el fin del ciclo del miedo y el surgimiento de un nuevo proyecto nacional y popular. El actual contexto internacional que implica importantes grados de incertidumbre a partir de los cambios geopolíticos, tecnológicos y demográficos, implicará necesariamente el comienzo de una nueva etapa política, económica y social en nuestro país. En este marco, el proceso electoral en curso definirá a su vez un punto de partida y una correlación de fuerzas inicial para ese nuevo ciclo. La moneda está en el aire. Pero más allá de lo que pase en los próximos tres meses poseemos algunas certezas y nos preguntamos por una serie de cuestiones que es necesario pensar desde el campo nacional y popular. El problema es otra vez la situación.
Desconexión sideral (Bersuit Vergarabat, 2000)
La fragmentación política no es un síntoma exclusivo de nuestro país. Es un problema epocal y esto podemos verificarlo si analizamos la realidad de la mayoría de los países de nuestra región, e incluso del llamado “mundo occidental”. Asimismo, el distanciamiento entre una clase dirigente cada vez más ensimismada y una sociedad que se siente ajena a las vicisitudes de la política – excepto en los casos en los cuales la misma agrede directamente sus condiciones de vida-, también son algo que excede las fronteras de nuestro país. Pero como dice el refrán: Mal de muchos, consuelo de tontos. Pensar la política desde una perspectiva nacional y popular tiene necesariamente que dar cuenta de esta fragmentación y esta distancia, en parte para intentar suturarlas y en parte como diagnóstico, por más antipático que nos pueda parecer, para operar sobre esa realidad. El peronismo, en particular, se ha convertido (y más aún a partir de la imposibilidad de Cristina de ser candidata), en un conjunto de tribus, más grandes o más pequeñas, más o menos representativas y con distintos grados de oportunismo y pragmatismo. Hay una crisis inocultable que es natural como parte de un proceso histórico de trasvasamiento generacional y disputa por la conducción y por el rumbo estratégico a tomar. No hay, objetivamente y más allá de candidaturas, un primus inter pares y no parece que vaya a haberlo en el corto plazo. Nadie tiene esa fija que te saque del montón. Transitar esta etapa de incertidumbre, dure lo que dure, y sin que esto implique rupturas sin retorno, necesita de un grado de responsabilidad y generosidad política inmensas. Esperemos que aquellos que escucharon a Cristina cuando -parafraseando al general- nos pidió a todos que tomáramos el bastón de mariscal y decidieron hacerlo, entiendan cuál es su responsabilidad histórica hoy.
Cenizas y diamantes (Don Cornelio y la Zona, 1987)
En este marco descrito anteriormente, vemos que existen ciertos consensos en una parte de la clase dirigente de nuestro país respecto de la matriz productiva a partir de la cual insertarnos en este nuevo contexto geopolítico. Ya no seremos simplemente el granero del mundo: parece que ahora seremos el granero, la mina, el yacimiento y la reserva de agua potable del mundo. Son pocos los que lo dicen claramente, pero la Jefa del Comando Sur del ejército norteamericano lo expresó sin tapujos. Nuestro rol vuelve a ser el de exportar materias primas para ser manufacturadas en el Norte Global o en las nuevas potencias emergentes. Soja. Petróleo. Gas. Litio. Hace poco Cristina lo dijo claramente refiriéndose a este último y a la baja carga impositiva aplicada al mismo: “¡Qué ganas de ser Potosí que tienen algunos!”. Las nuevas joyas de la abuela son los recursos naturales. Y esto implica varias discusiones que todavía no se han dado seriamente hacia el interior de nuestro movimiento. Nadie propondría la locura de no hacer uso de las ventajas comparativas y la potencialidad económica de su explotación. El problema es el cómo y con cuánto control social y estatal explotamos esos recursos naturales y en beneficio de quién; o si lo hacemos -como pretenden algunos- desde una mirada cortoplacista, que prescinda de los derechos del conjunto del Pueblo y ponga en riesgo seriamente nuestro hábitat. Hay un túnel, una luz, una salida, pero esa salida es impensable sin el accionar decidido de nuestro movimiento en defensa de los intereses nacionales en el largo plazo y de las condiciones de vida de nuestro Pueblo.
Gente sin swing (Fito Páez, 1987)
Como venimos diciendo, el proyecto que el círculo rojo y el establishment global tienen para nuestro país, es el de un extractivismo sin límites y el despojo de nuestros recursos. Pero para poder aplicar ese modelo se necesita imponer un orden represivo. La provincia de Jujuy es un experimento en ese sentido: la Reforma Constitucional y la represión con la cual Morales inició la campaña electoral no son una casualidad. Los territorios debajo de los cuales está el litio son aquellos habitados desde hace decenas de años, si no centurias, por los pueblos originarios de esa región. La estigmatización de los mismos no es inocente. Cuando determinados representantes de la derecha hablan de la supuesta agenda del progresismo europeo para denostar tópicos como la defensa del medio ambiente, de esos pueblos originarios o de los temas ligados a los feminismos, no lo hacen por ingenuidad sino por malicia, ya que están ocultando que el proyecto que impulsan es el de volver a transformarnos en una colonia, exportando materias primas con apenas unos puntos de valor agregado. No es casual que en los territorios en los cuales abundan el litio, el petróleo y el agua, vivan lo que ellos denominan “falsos mapuches” o que invoquen invasiones de “collas bolivianos”. Tampoco es casual que las principales resistencias que se produjeron en Jujuy estas semanas hayan sido encabezadas por los sectores laborales más feminizados como la salud y la educación y por los habitantes de los pueblos originarios. El Peronismo tiene la obligación de impulsar un modelo de desarrollo con inclusión, lo que implica no solo crecimiento sino sustentabilidad y justicia social. Los Morales o los Pichetto de la vida no pueden imponernos la agenda ni colonizar nuestro pensamiento, porque sabemos que, aunque te inviten a su mesa, no estarán de tu lado.
Mejor no hablar de ciertas cosas (Sumo, 1985)
El debate político hacia el interior del Peronismo fue despojado de cualquier delicadeza en esta última etapa. Para quienes cuestionan la publicidad de nuestras miserias y discusiones internas a la luz del sol, deberíamos recordarles que los momentos en los cuales hubo discusiones respecto de quién conducía y hacia dónde iba nuestro movimiento, fueron en general más salvajes -salvo, quizás, el único y paradigmático caso de la interna entre Menem y Cafiero en 1988-. Tenemos la mejor flor, la mejor de la planta más dulce, pero eso, por razones varias, ya no parece implicar hoy una aceptación de todos los sectores de nuestro Movimiento respecto de una conducción unívoca. Por más dolor que nos produzca a quienes pensamos y sentimos el Peronismo de una manera, dar cuenta de esta situación y definir nuestra acción política a partir de ello es una obligación para que el Peronismo no vuelva a transformarse, como en los noventa, en garante del orden de los sectores dominantes. Algunos pueden decir que nadie quiere saber cómo se fabrican las salchichas, pero cuando es ostensible que no todos los ingredientes son de lo más agradables para el común de la gente, quizás sea preferible mostrar como es el proceso en detalle antes que abonar un secretismo que no hace más que aumentar la desconfianza al respecto. La discusión acerca del rumbo de nuestro movimiento se va a dar a cielo abierto y por etapas, y esto quizás pueda molestarles a varios pero es algo que no parece evitable y es en alguna medida deseable. Porque la construcción de la correlación de fuerzas internas respecto de esa conducción y de ese rumbo necesita sumar más que actores de palacio. La única garantía de que nuestro Movimiento no pierda o adormezca su “espíritu transformador” es haciendo parte de las discusiones no solo a la dirigencia, sino también a la militancia, a nuestras bases y al Pueblo en general.
Mapa de tu amor (Spinetta Jade, 1983)
Como decíamos, el Peronismo está fragmentado por un proceso de trasvasamiento generacional, disputa por la conducción y ciertas miserias de algunos actores, pero también porque el Sujeto al cual el peronismo representó históricamente se fragmentó. Nuestra columna vertebral, la clase trabajadora, ya no es lo que era. Ella misma se encuentra fragmentada entre trabajadores formales, informales, desocupados, trabajadores de la economía popular, etc. Asimismo, el concepto de Pueblo, que sigue siendo central para pensar la idea de Sujeto, debe ser ampliado y complejizado, integrando al conjunto de los sectores oprimidos por las clases dominantes. Reconstruir lazos, reconocer nuevos actores y nuevas demandas es un proceso que se tiene que dar y no va a ser sin conflictos. Pero es imprescindible que nuestra dirigencia se esfuerce en identificar claramente esta diversidad y se proponga articularla profundizando vínculos, jerarquizando y construyendo mediaciones. A su vez, y más allá de la complejización y fragmentación de nuestro Sujeto histórico, el peronismo se ha fragmentado también geográficamente. El kirchnerismo se hace fuerte en el conurbano y en los extremos geográficos de nuestro país, pero en la región núcleo, en el interior bonaerense y en otras provincias, el peronismo ha ido adquiriendo una coloración distinta, quizás por cuestiones culturales y, quizás, porque la dirigencia de esos peronismos exprese ya a otros actores económicos y sociales. Conjugar toda esta complejidad de cara a la consolidación del movimiento nacional en la etapa que comienza es uno de los principales desafíos de nuestra dirigencia, sumando aquello que sea sumable detrás de un rumbo que contenga el conjunto pero no deje de expresar el espíritu transformador histórico del peronismo para que nuestro pueblo nos pueda seguir reclamando: Dame otra forma de vida, yo no quiero vivir como digan.
Cuando pase el temblor (Soda Stereo, 1985)
El proceso político que se inicia va a ser de una fragilidad y una inestabilidad política que es imposible no tener cuenta. Gobierne quien gobierne, por aplicar políticas excluyentes y represivas, o por la agresión permanente de los factores de poder económico, judicial y mediático, el escenario va a ser complejo y volátil, y no se vislumbra una rápida salida que genere una estabilidad en el mediano plazo. Si sumamos a esto los vencimientos de los pagos al FMI en los próximos años, el combo puede ser explosivo. Pero el escenario podría ser peor: con el correr del tiempo, el modelo de extractivismo con bajo valor agregado que quieren imponernos el círculo rojo y el establishment global podría constituirse en un nuevo statu quo, para lo cual deberían darse estas tres condiciones: un pueblo adormecido -como lo estuvo en otros momentos de nuestra historia- entre los beneficios momentáneos de una balanza comercial que se tornará positiva en pocos años, una cierta capacidad de consumo de los sectores medios/medios-altos, y la criminalización de la pobreza y la protesta que vienen a aplicar los que impulsan el modelo que el peronismo debería impugnar tanto a nivel institucional como en las calles. Hay una grieta en tu corazón. La polarización política es consecuencia de lo que algunos teóricos han denominado “empate estratégico”, y que no es otra cosa que la imposibilidad tanto del bloque dominante como de los sectores populares de imponer un proyecto de país de largo plazo al otro sector. Este empate fue la resultante de la correlación de fuerzas entre 1945 y 1975 y se rompió en favor del bloque dominante con el genocidio de la dictadura militar y la apertura económica. Los gobiernos de Néstor y Cristina vinieron a reponer esa paridad entre proyectos antagónicos y con ello volvió la polarización política, que los personeros y propagandistas de los sectores dominantes denominaron grieta. Una de las cosas que está en disputa en este momento histórico es si los sectores dominantes logran volver a romper esa paridad en favor de sus propios intereses aplicando el proyecto de país excluyente del cual venimos hablando y que hasta algunos de ellos mismos, como la doctora Carrió, nos avisan que lo intentarán a sangre y fuego. En este marco no hay margen para no intentar consolidar y ampliar un frente que exprese los intereses nacionales y populares y que nos permita enfrentar esta nueva coyuntura desde la mayor fortaleza posible.
Una canción diferente (Celeste Carballo, 1982)
Cambio de paradigma. Nuevo ciclo histórico. Complejidad y fragmentación. Elementos de la realidad con los cuales vamos a tener que lidiar nos guste o no nos guste. Comprender que comienza una nueva etapa implica necesariamente, además de todo lo que venimos diciendo, construir un nuevo relato, un nuevo discurso, una nueva canción, que sea expresión de un programa estratégico del cual, de mínima, al menos los que tenemos una mirada común respecto del qué, cómo y para qué de nuestro movimiento, no nos podemos bajar, de cara a esta nueva etapa. Un núcleo duro de ideas, y una “caja de herramientas” de acciones y prácticas políticas que tienen que ser coherentes unas con otras. No podemos pregonar el amor frente al odio y tener una praxis que contradiga nuestro ideario histórico. Nadie pretende que la política se transforme en un lecho de rosas en el cual prime la afectividad y el romanticismo por sobre cualquier otra dimensión. En la política está en juego el poder y cuando lo que está en juego es el poder, aparecen las peores miserias de los seres humanos, desde los comienzos de la historia hasta que la misma termine, si es que alguna vez lo hace. Pero “el lado oscuro” no puede imponerse sobre el lado luminoso. Para que siga habiendo un cierto affectio societatis y un mínimo sentido de pertenencia a un proyecto común, los modos de la construcción política no pueden replicar permanentemente los modos más descarnados de la disputa. El maltrato entre compañeros no puede ser la norma. Si queremos que nuestro movimiento supere esta coyuntura de cambio profundo debemos establecer mínimos códigos para que las heridas en algún momento dejen de sangrar. Ser un nosotros implica necesariamente una resignación de las aspiraciones individuales y facciosas en pos de objetivos comunes; sino es así nos convertiremos en un montón de tribus aisladas y dispersas, resistiendo y/o disputando en el desierto. El proceso electoral que se está iniciando tiene que servir para consolidar ese nosotros, reconstruir lazos y redefinir un camino en común. Para que podamos cantar, nuevamente: Se abren espacios en el medio de la jungla. Son nuestras voces que se escuchan juntas.
CODA
Comenzamos estas aguafuertes haciendo referencia al cambio de paradigma social y cultural en el que estamos inmersos. También, enunciamos que dicho cambio es multidimensional y atraviesa la política, la economía, la comunicación y los modos de relación entre individuos, colectivos, naciones y regiones. Las formas de socialización de las nuevas generaciones difieren profundamente de las que conocimos hasta el momento. Asimismo, las cuestiones que ayer parecían secundarias hoy pueden parecernos centrales, o a la inversa. Elegimos terminar estas aguafuertes partiendo de la única canción de esta playlist compuesta e interpretada por una mujer. Esto no es casual; la cultura popular del siglo XX, al menos en sus expresiones más reconocidas, fue eminentemente masculina. Pero esto, que durante décadas naturalizamos, sabemos hoy que no puede ni debe ser así; y saber eso también es, en alguna medida, parte de ese cambio de paradigma. Se puede ver el vaso medio lleno o el vaso medio vacío, poniendo el acento en aquello que valoramos de manera positiva, o todo lo contrario. Entre el Diego y Messi hay muchas diferencias, pero también puntos en común; del mismo modo, este cambio de paradigma no implica necesariamente una ruptura total respecto de etapas anteriores, y hay continuidades que se pueden observar si alejamos la lente de los detalles y vemos las cosas a la distancia. Volviendo a la política y al Peronismo, ya hemos hablado de los cambios y las rupturas, pero no nos hemos referido en profundidad a las continuidades. Sin caer en el esencialismo, podemos sostener que en nuestra historia hay dos proyectos de país que se enfrentan desde nuestro nacimiento como Nación y que continuarán componiendo dos campos antagónicos, más allá de los matices al interior de cada uno de ellos. En lo que concierne a nuestro movimiento, a lo largo de la historia hubo y sigue habiendo figuras excluyentes como Perón, como Eva, como Néstor, como Cristina. También hubo y seguirá habiendo actores que jugaron roles centrales en distintas etapas, como Cámpora, como Mercante y tantos otros. Pero también sabemos que existieron los Vandor, los Menem, los Pichetto y los Patricia Bullrich. Finalmente, hubo otras figuras mediocres que casi nadie recuerda, como Paladino, como Bossio, como Grosso, que por su insignificancia no pasan de la anécdota. El momento actual impone a nuestra dirigencia la responsabilidad de elegir entre formar parte de la historia o pasar al olvido.
Horacio, que bueno leerte, coincido con el análisis, tiempos de complejidades, pero también de oportunidades! Las canciones elegidas, bellas muy bellas