Si hace pocos días hubiésemos googelado a “Íñigo Errejón” seguramente íbamos a encontrarnos con una biografía interesante, un joven representante de la izquierda europea, un tipo que luchaba desde pequeño por un mundo más igualitario, una figura relevante de la política española, el portavoz del grupo parlamentario plurinacional de Sumar en el Congreso de los Diputados en España desde el 30 de enero de este año. En fin, un hombre público con mucha historia a pesar de su juventud y mucho futuro por delante gracias a eso mismo y su gran trabajo.
Ahora bien —por suerte en este caso— la globalización profundizada por internet y la inteligencia artificial lograron que al instante de que la periodista española Cristina Fallarás publicara en las redes sociales denuncias anónimas contra el ex diputado se iniciara una serie de escraches públicos que terminaron en la justicia y en la renuncia de Errejon a la política.
Y claro, si hoy googleamos a Iñigo Errejon, Wikipedia es taxativa: es un “ex político español”.
En este contexto, sin necesidad de dar detalles de los hechos ni personas involucradas porque no viene al caso, basta con decir que las victimas relatan actos completamente violentos, de una perversión indiscutida y que claramente irían 100% en contradicción con lo que Iñigo pregonaba en su versión pública. Vale decir también que ya hay al menos dos denuncias en sede judicial donde prontamente el ex dirigente va a ser llamado a declarar, estando en juego hasta su libertad.
Ahora bien, el caso de Errejon, un tipo que pregonaba la lucha por la igualdad, poniendo en tela de juicio el patriarcado y el capitalismo en Europa, es paradigmático: la superioridad ética y moral de los dirigentes que terminan siendo peores que los que critican o contra qué y quienes dicen luchar es bastante desesperanzador para quienes valoramos, alentamos y hasta necesitamos este tipo de intervenciones en la arena pública,
¿en casa de herrero, cuchillo de palo? O, permítanme esta rima de ocasión: ¿en casa el aliado, solo quiere satisfacer al falo?
Diana Maffia, reconocida filosofa argentina, dice que para ser feministas hace falta nada mas- y nada menos- que tres cosas: reconocer que existe desigualdad de acceso a derechos entre varones y mujeres, que la misma nos moleste y que además queramos hacer algo —por mas mínimo que sea— para cambiarlo. Yo le agregaría también que, para ser feministas, tenemos que reconocer la mella que de algún modo hizo el patriarcado en nuestras almas, cuerpos y mentes porque la única manera de poder hacer algo para cambiar la desigualdad es encontrar en donde habita en nosotros/as. Es innegable que si algo no podemos evitar es la cultura, por ende, me atrevo a decir que en nuestra generación no existe persona en el mundo occidental que no tenga alguito machista en su interior. La puesta en consciencia de eso y la lucha por cambiarlo y modificarlo en nosotros/as y en el mundo es lo que puede diferenciar realmente a los acomodados del poder patriarcal de quienes creemos que, mas allá de nuestras narices y contradicciones, una sociedad mejor será posible el día que la mitad del mundo pueda acceder a los mismos derechos. Mientras tanto, la ridiculez humana nos llevara a cometer errores parecidos una y otra vez. Esta claro que sigo- como tantos seguimos- sin tener dudas que es la lucha de las mujeres y diversidades la que puede demostrar que otra humanidad es posible, sin divisiones insólitas por cuestiones que a esta altura no deberían importar a nadie.
Ahora bien, como digo esto digo también y rotundamente que esa conciencia nunca puede ser tomada como excusa para justiciar delitos gravísimos como los que al ex diputado de SUMAR en España se le endilgan. Pero si me parece importante, en pos de quedarnos con algo de todo esto que pasa tan lejos de nuestras tierras, que podamos separar algunas cosas para poder aportar a una discusión que traiga algo mas o menos positivo.
Para ello, propongo a continuación tres preguntas ordenadoras del debate de las cuales al menos dos no tendrán respuestas acabadas, más bien algunas dudas y reflexiones para robustecer una especie de debate retórico.
—¿Qué dijo Iñigo Errejon luego de dimitir de su cargo por las vastas denuncias en su contra por acoso y abuso sexual tanto en redes como en la justicia?
Iñigo, en un comunicado en sus redes sociales dijo que decidió dirimir a su extensa carrera política por estar trabajando en un “proceso personal y psicológico” para tratar de corregir sus errores. Me voy a tomar la licencia de transcribir casi todas sus palabras porque son muy ricas para analizar. En este sentido, también dijo que “El ritmo y el modo de vida en la primera línea política, durante una década, ha desgastado mi salud física, mi salud mental y mi estructura afectiva y emocional. Creo que esto es algo que en mayor o menor medida experimenta toda y todo el que esté en esta posición durante un tiempo prolongado”.
A eso agregó que “En la primera línea política y mediática se subsiste y se es más eficaz, al menos así ha sido mi caso, con una forma de comportarse que se emancipa a menudo de los cuidados, de la empatía y de las necesidades de los otros”, considera, prosiguiendo: “Esto genera una subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica, con compañeros y compañeras de trabajo, con compañeros y compañeras de organización, con relaciones afectivas e incluso con uno mismo”.
Sigue expresando que “Tras un ciclo político intenso y acelerado, he llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona. Entre una forma de vida neoliberal y ser portavoz de una formación que defiende un mundo nuevo, más justo y humano. La lucha ideológica es también una lucha por construir formas de vida y relaciones mejores, más cuidadosas, más solidarias y, por tanto, más libres. No se le puede pedir a la gente que vote distinto de cómo se comporta en su vida cotidiana”.
Y concluye diciendo que “Termino la etapa más importante de mi vida. Una etapa dura y apasionante. Con aciertos de los que estoy orgulloso y errores que espero contribuir a reparar con esta decisión”
“Hablando en plata”, diría mi abuela Pipi, para mí lo que pasó es que Iñigo tras las denuncias se da cuenta que la estuvo bardeando todo este tiempo y ya es suficiente, que debe hacerse cargo de que algo anda mal y es muy contradictorio. No soy una genia por haber descubierto esto, pero ponerlo en palabras es necesario para seguir.
Si bien muchas de las cosas que dice son atendibles y al menos a mí, me hacen sentido y hasta me parece honesto de su parte reconocerlas, la realidad es que la oportunidad en las que las dice son al menos sospechosas. Es decir, ¿por que esperó a que todo reviente y salga a la luz para rescatarse de su vida totalmente fuera de los cánones y valores por los que supuestamente milita? ¿Es acaso lo público lo que lo hizo reflexionar? ¿Si esto no se hubiese hecho público, lo hubiese contado? ¿Hubiese cambiado? ¿Hubiese querido cambiar?
No es por ser desconfiada, pero yo lo dudo. Obvio que lo dudo.
Ahora bien, creo que estamos listos/as para ir a la segunda pregunta:
—¿Es Iñigo el único?
Hay una especie de reflexión convertida en “slogan feminista” que dice algo así como: si todas hemos sido o tenemos amigas abusadas, pero no tenemos conocidos abusadores, no dan las cuentas. Una verdad también aplicable al tema de la cuota alimentaria por parte de los progenitores, que tiene por fin desnudar esto que enunciaba unas líneas atrás: el patriarcado sigue vigentísimo: quien esté libre de machismo que tire la primera piedra.
Las mujeres que andamos por la vida pública sabemos que Iñigo no es el único: si yo pidiese que levanten la mano mientras leen esto las personas que alguna vez fueron acosadas o abusadas seguramente hasta la inteligencia artificial encargada de interpretar las reacciones se sorprendería de la cantidad que lo hacen. Pero como aun no es posible o yo no conozco como hacerlo, me quedo con la imaginación en base a la evidencia: casi todas fuimos acosadas o abusadas alguna vez. Entonces, Iñigo lo reconoció porque no le quedó otra, pero de ningún modo es una excepción. Y en este sentido, la “sensación de alivio” de “uff, no me tocó a mi o a uno de nosotros” por parte de otros dirigentes, o de alegría por poder pegarle —en su nombre— a las políticas de izquierda, forma parte del mismo circulo de mezquindad e hipocresía al que confío (o quiero confiar) en que la mayoría no queremos pertenecer.
Entonces, con esa lucecita de esperanza vamos a la tercera, más difícil de contestar y última pregunta.
—¿Qué nos deja- si algo nos deja- lo que dijo Errejon en su comunicado?
Estoy convencida de que, aunque la realidad demuestre que Iñigo es un acosador, un presunto abusador, un infame mas de los que criticaba, esto no invalida ni todo lo que su partido hizo, hace o hará ni tampoco que parte de lo que dice en su descargo no sea atendible para quienes necesitamos calar mas profundo en los cambios que se necesitan para cocrear un mundo mas habitable para todas las personas.
Así, el ex presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) se ha referido al caso diciendo que “Todo proyecto político es algo más que una persona”, y seguramente sin querer parafraseó a Perón con su “Primero la Patria, luego el movimiento y ultimo los hombres”. Y tiene razón: obviamente que la vara de las personas que supuestamente luchan contra estas cosas esta muchísimo más alta que los que no les interesa en lo más mínimo, y va de suyo que da bronca que con estas cosas “demos letra” a los sectores más reaccionarios para poner en tela de juicio la veracidad de nuestras batallas. Pero de ningún modo podemos caer en la trampa de pensar que está repleto de este tipo de falsificadores. Hay muchos, si, ¿está repleto? No. Y sin duda hay muchos menos en los ámbitos donde estas cuestiones se ponen en palabras, se visibilizan y tratan de evitar que en lo que se sigue naturalizando.
En conclusión: unas cosas no quitan las otras. La impotencia de que el abusador se haya disfrazado de aliado, la hipocresía de que todo ese poder por el y con el que logró sus cometidos haya sido otorgado —paradójicamente— por lo que representan sus propias víctimas y lo fuera de tiempo de sus reflexiones utilizadas más bien como excusas propias de un tipo que quiere ponerse en victima para de algún modo zafar de ser victimario, de ninguna manera quita que parte de lo que dice no deba ser atendido.
El poder del modo que lo concebimos en gran parte del mundo, al menos occidental, es sumamente perverso y capaz de corromper o profundizar nuestras subjetividades. Lo vemos en absolutamente todas las estructuras y esto es algo a tener en cuenta si queremos seguir luchando por construir un mundo mas igualitario. Creo fervientemente que es un punto en el que tenemos que profundizar con seriedad y compromiso.
Cuando Errejón habla del ritmo de vida del corrimiento de las necesidades y cuidados de los seres amados, cuando dice como se fue alejando de la realidad percibo mucha verdad esboza algo que es un secreto a voces: la necesidad de la construcción de una clase política con ritmos más humanos. Y en esto tenemos que ver todos/as: en la tele, en la calle, en los comentarios de internet, muchas veces veo que se les pide a “los políticos” humanidad y extraterrestidad casi en las mismas proporciones. La inmediatez de las redes y la posibilidad de reclamar y expresar nuestras demandas y emociones hace que si uno entra al perfil de cualquier dirigente enloquezca leyendo los comentarios. Ir hacia liderazgos que puedan admitir sus errores, sus debilidades y por ello hacerse eco de sus fortalezas creo que será la salida real a esta crisis de representatividad que tenemos a nivel mundial y que hace que personajes violentos y arribistas puedan ser considerados por los pueblos para gobernarlos.
La humanidad nos hará elegibles, pero jamás las excusas. Y no hablo solo elegibles a nivel político, también a nivel personal, amistoso, amoroso, sexual y todas las etcéteras. Vamos por ello, sin excusas ni necedades.