No hay nada más potente que una metáfora. Esa forma simple de explicar algo complejo. Esa otra manera de decir algo para que más gente entienda y entre en la conversación.
Quienes habitamos esta hermosa pero violentada ciudad llamada Rosario, hace rato que vivimos escenas que parecen salidas de los mejores guionistas de ficción. Entonces parece útil usar una serie como Games Of Thrones, para graficar la situación que estamos atravesando hace ya una década y, a través de ella, compartir con los lectores de Avión Negro algunas ideas simples, importantísimas, que determinarán el futuro cercano de Rosario, pero también del país.
La única guerra que importa
Game Of Thrones se desarrolla en un lugar donde existen “Casas” o reinos pequeños que conforman un reino más grande llamado Poniente. Como las provincias argentinas. Cada temporada de “Juego de tronos” pone en el centro las disputas entre esas Casas por hacerse de la corona más grande, en un contexto de crisis del orden dominante y falta de un liderazgo con poder y legitimidad. Desde el minuto uno la serie muestra una realidad fuera de control, un momento donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer.
Pero detrás de estas peleítas de poder hay una trama mucho más importante y definitiva: fuera de la frontera del reino avanza un ejército de muertos-vivos, llamados “Caminantes Blancos”, que viene a liquidarlos a todos, con el agravante de que cuando matan a una persona, estas reviven y se convierten en un caminante más. O sea que es un ejército que crece indefinidamente porque fagocita todo lo que toca. Nada podría generar más miedo.
Los más desesperados en detener este avance son los pobladores del norte, que viven más cerca de la frontera, en un reino llamado Winterfell. Ellos tienen el problema ahí y lo conocen de primera mano. Tanto así que todo el tiempo repiten una oración como mantra: “Winter is coming” (se acerca el invierno) Mientras tanto la reina, que está lejos en la capital, subestima el problema, se muestra más preocupada por sus propias batallas y los trata de exagerados y supersticiosos.
Así es que, luego de siete (7) temporadas de peleas, enfrentamientos, idas y vueltas, deciden llevarle un muerto-vivo hasta la capital, para que todos los dirigentes del reino lo vean con sus propios ojos y advertirles que de no hacer nada van a morir. A todo esto, es notable el parecido que hay entre Desembarco del Rey, la capital en Game Of Thrones, y nuestra capital, la Ciudad Autónoma de Bs As. Ambas son (y se comportan como) el escenario público del poder, donde todo se dirime en torno al trono y las pocas manzanas que lo rodean. Todo lo demás, no importa.
Cada vez que un medio de CABA pregunta por qué la violencia se da de esta manera en Rosario y no en otra parte de Argentina, respondemos que una razón es por no ser la capital. Estamos tan invisibilizados y abandonados por el poder central que puede pasar cualquier cosa durante años sin que nadie intervenga. Al igual que la realidad, en Game Of Thrones, todo lo que vaya más allá del trono no tiene importancia. Al resto del reino se lo gobierna como colonia y la única manera de ser visto es golpeando las puertas de la Fortaleza Roja, que no es rosada pero casi. Eso hicieron los habitantes de Winterfell junto a algunos aliados, para ver si alguien reaccionaba.
La escena del encuentro entre quienes (al fin) se ven las caras para abordar el verdadero problema que tienen, es un calco de lo que sucedió en Rosario estos años, pero también de la situación que atraviesa la política argentina. Porque apenas comienza el tan esperado cónclave por el que tantos han dejado la vida, justo en ese momento, reaparecen las chicanas, las peleas del pasado y los insultos. A lo largo del tiempo, todos fueron aliados y rivales alguna vez y todos tienen algo para recriminarle al otro. A la vez, todos fracasaron en el intento de construir un orden nuevo, legítimo, con autoridad.
Como en Game Of Thrones, la política real, tanto local como provincial y nacional, está replegada en los palacios, se pelea por estupideces, actúa con torpeza y muestra impotencia e indiferencia mientras por detrás, durante más de diez años (o 10 temporadas), en una de las principales ciudades de ese mismo país, viene creciendo y escalando una crisis de violencia urbana inédita en la historia. Violencia urbana que tiene su espejo también en otras ciudades de Latinoamérica.
Cuando parece que la reunión va a fracasar, uno de los protagonistas principales de Game Of Thrones, Jon Snow, muestra al muerto-vivo que tuvieron que llevar hasta allí y queda claro lo que estos son capaces de hacer. Ante el silencio espantado y la mirada azorada de todos los presentes dice: “hay solo una guerra que importa, la gran guerra”.
¿Cuánto hace que deseamos la oportunidad de gritar ante el principal escenario del país que en Rosario el invierno se acerca y si no hacemos nada pronto será tarde para todos? La subestimación de esta realidad, producto de la situación crítica de la política argentina en cuanto a horizontes, legitimidad y liderazgos, complica y retrasa la verdadera lucha que tenemos que dar. No hablamos solo de narcotráfico. El problema ya escaló, mutó en algo más peligroso: mafias que capturaron los principales resortes que regulan la vida y la muerte de más de un millón de personas. Una mafia que, al igual que los caminantes blancos, se expande y fagocita todo lo que toca, sea legal o ilegal. Ya permeó a la sociedad, al Estado y al mercado. Y se hace cada vez más grande y está en todas partes: por abajo las drogas, las armas y la muerte en los barrios populares; por arriba el lavado de dinero de los ricos; y por el medio una policía totalmente podrida.
La violencia se volvió estructural y ya se convirtió en un lenguaje, una forma de hacer las cosas, un mecanismo con el que cualquiera dirime sus conflictos y manda mensajes.
Al comienzo de esa reunión que casi fracasa, el entrañable personaje de Tyrion dice “somos un grupo de personas que no nos agradamos, hemos sufrido a manos del otro y no hay conversación que borre los últimos 50 años, pero esto ya no se trata de cómo vivir juntos, sino de cómo sobrevivir”. Tal vez ese sea un comienzo.
De no ser por la gravedad de la situación, todo esto no sería necesario. Podríamos seguir discutiendo si nos gusta más o menos tal o cual política de cualquier gobierno. Pero no se trata de eso. Tenemos una pelea muy dura por delante contra un conflicto social de magnitud continental (léase Brasil, Colombia, México, Paraguay, ahora también Ecuador) que, por distintas razones, se materializa en una ciudad en particular. Y esa ciudad necesita urgente un cambio de cultura política por parte de los máximos responsables de todos los niveles en todas las esferas del Estado. Entender que Rosario no es un caso aislado o un territorio en estado de excepción, sino un espejo que refleja lo que se acerca en un futuro no muy lejano en Argentina.
Por eso, cuando dijimos que el asesinato de nuestro compañero y ex concejal de Rosario, Eduardo Trasante, el 14 de julio de 2020, era un punto de inflexión, un crimen político y un mensaje mafioso, y que la disputa por venir era entre mafias o democracia, muchos se ofendieron o, peor, subestimaron el mensaje. A diferencia de otros “casos”, la muerte de un ex concejal, pastor, referente del movimiento de víctimas de la violencia, padre de dos hijos asesinados por esa misma crisis de violencia, sostén de cuanto cartel de pedido de justicia existiese, no tuvo una repercusión acorde a la gravedad del mensaje mafioso que representó.
El caos y la escalera
El éxito de la expresión “Winter is coming”, se debe a que es una gran metáfora del aumento de la cultura del miedo en nuestras sociedades. ¿Cuántos de nosotros nos topamos últimamente a amigos y familiares decir: “me quiero ir de Rosario, no aguanto más”? Justo nosotras y nosotros los rosarinos, que si algo nos sobra es orgullo, identidad y sentido de pertenencia. Rosario que, en un país centralista y porteño, siempre fue “La Resistencia”, como dicen en otra conocida serie.
“Se acerca el invierno” es una forma de decir que se acerca el caos, la falta de certidumbres y esperanzas. Ahora bien, si algo deja claro Game Of Thrones es que el caos es un problema político en general y de la política en particular. Desde el minuto uno, la serie nos muestra un mundo convulsionado y en plena crisis del orden dominante por la falta de un liderazgo con poder y legitimidad.
Hay una reconocida escena entre dos consejeros, Lord Varys y Lord Baelish, que sirve para entender algunas cuestiones muy importantes de nuestra realidad: por un lado, la crisis de autoridad del Estado donde nadie manda y, por otro, la importancia del carácter moral con el que se enfrenta la crisis.
Varys, que es un hombre de Estado, sabe que el reino está en una crisis que puede ser terminal y que, de no establecerse un liderazgo legítimo, el caos, que es un foso, se los tragará a todos. Primera lección: si hay algo peor que un poder terrible es la ausencia de poder, la disputa permanente, el conflicto sin fin y sin sentido que imposibilita cualquier resolución más o menos efectiva.
En el mundo real esto es un problema global, pero en lo que respecta a Rosario y la provincia de Santa Fe, la situación de crisis de violencia deja en claro que, al igual que Game Of Thrones, ya no estamos en presencia de malos gobiernos, sino que, peor aún, los gobiernos ya no pueden gobernar. El problema más grave que tenemos hoy es la crisis de la autoridad del Estado. La sensación es que no manda nadie, que no hay una autoridad pública que pueda ejercer el poder en ninguna escala. Lo vemos claramente en el desgobierno de la policía de la provincia, pero va mucho más allá.
El vínculo entre la política y la sociedad está roto porque todos los días vemos gobernantes que dan una orden, presentan un plan o una propuesta que jamás llegan a implementarse, mucho menos concretarse, sea por la burocracia, los enfrentamientos internos de los propios gobiernos o entre los mismos estamentos del Estado, por la penetración de las mafias, por la presión de los poderes económicos, etc. Sea lo que sea, el resultado es un Estado impotente y un crecimiento de la desconfianza ciudadana.
Dicen los libros de ciencia política que, ante la ausencia de un poder con capacidad de monopolizar la violencia, la regulación social y el orden territorial, se abre un amplio abanico de poderes privados que compiten entre sí para convertirse en el poder público y fundar un nuevo orden. En el caso particular de Rosario: un orden que se parece bastante al caos. Tal como se ve en la escena anterior, Lord Baelish, personaje nefasto si los hay, piensa lo contrario a su colega. Para él “el caos no es un foso, es una escalera. Muchos intentan subirla y fracasan, pero otros, si se les deja subir, se aferran al reino. Todo lo demás no existe. Solo la escalera es real: el ascenso es todo lo que hay”.
Esta es la segunda lección y es algo fundamental para tener en cuenta en años electorales: en momentos de caos, el carácter moral de una fuerza se refleja en la manera que da la disputa por el poder. Es decir: que a la hora de enfrentar los problemas graves es cuando se aclara quien es quien según lo que propone para combatirlos.
Del miedo a la esperanza: saber, poder y querer
No todas son malas noticias. Aunque parece que Game Of Thrones, celebra el caos y la fuerza bruta, en el fondo es una dura reflexión sobre los límites de la violencia, el odio y la exclusión como forma de resolver los conflictos sociales. De hecho, a lo largo de toda la serie parece que no existen buenos y malos, sólo lobos solitarios con intereses más o menos legítimos. Hasta que los malos en serio irrumpen en escena y las cosas se vuelven realmente complicadas. Como siempre sucede, la necesidad de multiplicar fuerzas y capacidades termina siendo la única opción viable.
Quienes representamos una nueva generación política, de distintas ideologías, miradas y recorridos, nos empezamos a juntar, no para señalar responsables, sino para buscar soluciones antes que la situación se vuelva irreversible. Tenemos una pelea muy dura por delante, la única que importa para quienes pensamos que el caos no es una escalera sino un pozo al que nadie merece caer. Por eso para construir una Rosario Sin Miedo necesitamos de todos y de todas.
Llegamos así a la última enseñanza de la serie para nuestra realidad: la casa Stark.
Uno de los hijos de Ned Stark, que en realidad se llama Jon Snow, es el primero que se da cuenta que si las casas reales se siguen peleando entre ellas por el poder mientras el ejército de caminantes crece sin parar, toda disputa será en vano porque no va a haber reino que reinar, pues vamos a estar todos muertos.
Es así que comienza a proponer una idea disruptiva ¿y si la línea que alguien trazó entre nosotros y por las cual nos venimos peleando hace miles de años está mal trazada?¿Y si lo que nos separa es menos de lo que en realidad nos une?¿Y si los valores de la casa X y la casa Y no son tan diferentes en lo esencial y más bien sus estilos de expresarlos y sus énfasis son diferentes?¿Y si no son esos nuestros verdaderos enemigos?¿Y si nos juntamos los que hasta ayer nos peleábamos, los que nos teníamos miedo y desconfianza, para poder enfrentar juntos al verdadero enemigo que amenaza nada más y nada menos que nuestra vida?
La política no es un tablero de ajedrez donde cada uno mueve las fichas buscando ganar. Gana el que logra configurar el tablero donde se dará la disputa. Uno de los principios de la política es definir el adversario, marcar esa línea que divide entre un ellos y un nosotros. Lo que propone Jon Snow es que con esta línea así marcada estamos todos muertos. Al principio todos lo criticaban, lo acusaban de traidor, de venderse al enemigo. Después fueron de a una, todas las casas, uniéndose ante la evidencia y el miedo y construyendo un único gran ejército conformado por gente distinta para la pelea final.
Al menos en nuestra ciudad, si las mafias siguen avanzando, si la economía se dolariza, pero nosotros nos seguimos peleando por ver quién es más peronista o quien no se contamina por el peronismo o quién hizo qué cosa en tal gobierno en tal año, sin dudas, Rosario va a estar muerta. Unirnos todos los que no tenemos nada que ver con las mafias, proponemos nosotros, para salir de esta crisis de violencia y muerte que nos azota. No importa de qué casa sean, lo que importa es que sean honestos, trabajadores y que estén dispuestos a pelear.
Así fue como Jon logró lo que su padre decapitado en la 1ra temporada no pudo. Jon mostró que a veces querer y poder se juntan. Que se puede tener objetivos nobles y construir medios acordes para llevarlos adelante. La diferencia entre el padre y el hijo es que uno se quedó en la comodidad de sus propias verdades y el otro eligió arriesgar. Jon eligió, porque veía y sentía la desesperación de su pueblo, el incómodo camino de construir junto con otros. De aceptar las diferencias, los matices y las contradicciones sin renunciar a los principios. Relegó el ego para poner lo que verdaderamente importa por delante. Jon construyó nada más y nada menos, que la fuerza necesaria para hacer lo que había que hacer.
Y nos queda la última Stark, Ayra. Ned Stark sabía lo que había que hacer, pero no tenía la fuerza. Sabía lo que era justo, pero no podía hacer nada. Jon construyó la fuerza uniendo a todas las tribus. Jon sabía y podía. Y finalmente Arya tuvo la valentía que había que tener para enfrentar lo que había que enfrentar y estar en el momento que había que estar. “Cuando la muerte venga a buscarte, mírala a la cara y dile: hoy no” le repetía el profesor de esgrima desde pequeña. Not today dijo ella en una de las escenas finales del último capítulo de la última temporada. Y ahí se cerró el círculo virtuoso: saber, poder, querer. La política que de verdad transforma, que soluciona los problemas y gana las batallas difíciles.
Hay veces que los gobiernos quieren verdaderamente hacer las cosas, pero no tienen la fuerza suficiente y se convierten en relatores impotentes de la realidad. Hay otras que quieren, tienen el poder para hacerlo, pero sencillamente no saben cómo. No saben qué hacer y se convierten en elefantes en un bazar que rompen todo lo que tocan, haciendo los problemas más grandes de lo que ya eran. Y por último están los peores, los más cínicos, los que teniendo el poder y sabiendo lo que hay que hacer simplemente no quieren hacerlo.
Cuando un proyecto político logra alinear estos tres elementos es cuando la historia cambia. Cuando quiere, sabe y puede. Por eso decimos que para construir una alternativa política, a nivel local pero también nacional, necesitamos tres cosas: construir una nueva fuerza potente y capaz, que gane las elecciones y tome las riendas de la situación (poder), un plan coherente y eficaz, que venimos diseñando hace años (saber) y por último la valentía para llevarlo adelante, para tomar las decisiones que hay que tomar (querer). Porque si hay algo que necesitamos en estos tiempos, es políticos sin miedo.
Pero antes de todo la política y la sociedad tienen que hacer un click. Entender que tenemos que unirnos y que tenemos que hacerlo ahora. Que en Rosario hay solo dos bandos: las mafias por un lado y la gente honesta y trabajadora por otro. Quizá ahí nos demos cuenta que somos más parecidos de los que creíamos y el futuro se convierta en un lugar menos incierto y tenebroso Ojalá así podamos convertir ese miedo que hoy sentimos en la esperanza que necesitamos.
En una hermosa escena de la primera temporada, Ayra escucha estas palabras de su padre Ned que pareciera como si nos la dijera a nosotros: “cuando cae la nieve y sopla el viento blanco, el lobo solitario muere, pero la manada sobrevive. El verano es tiempo para riñas y altercados. En invierno, tenemos que protegernos entre nosotros, darnos calor mutuamente, unir nuestras fuerzas. Quizás sean tan diferentes como el sol y la luna, pero la misma sangre corre por sus corazones. Los necesitas y ellos te necesitan… Y yo necesito a ambos. Si debes odiar, Arya, odia a aquellos que realmente nos harían daño”
El tiempo de la unión ha llegado, todavía estamos a tiempo.