Ana Gómez es la quinta de seis hermanos, con quienes creció, entre La Paternal y Las Marianas. Escribe poesía desde chica. Publicó los libros Pibxs Rot@s, Amor o Barbarie y Algo tan breve como decir Ana, (todos de Editorial Morbonia). En redes sociales publica como “Lea Poesía”. Tren (publicado en Alción en 2023) reúne textos que escribió en los asientos del ferrocarril Sarmiento, en el andén, en la espera, a la ida o la vuelta de su tarea como trabajadora social en el Partido de Morón y otras zonas del conurbano. Escribe en su casa, entre hijos, pájaros, perra, gata y mil macetas.
Hoy Ana nos convida su nuevo libro “Campo Llano”, del cual dice Marinés:
Parece una carta íntima. Parece una carta abierta. Así de generosas son la poesía y la poeta.
Cuando leemos a Ana Gómez hablar de lo suyo, podemos sentir resonancias en lo nuestro, como una invitación: ¿y ustedes, lectorxs, qué tesoros tienen? ¿Qué necesitan escribir en los papelitos de la memoria para que no se les pierda?
¿Cuánto cabe en este Campo llano?
¡Cuánto cabe en este Campo llano!
La insistencia de la naturaleza en sus ciclos, las sutiles formas del cuidado y el lenguaje de los gestos en la línea sucesoria de las mujeres de su familia, las gentes de acá cerca y de allálejos con la tenacidad puesta en los intentos de vivir mejor. Ana pone palabra a la cara más dura de la realidad social y de un verso a otro se vuelve a mirar un brote en sus macetas de lata, no por darle la espalda a todo aquello que la interpela, sino por su modo de estar en el mundo: buscando mínimos violetas en lo opaco.
XIII
Que si un día me pierdo esté el mazo de cartas
con el que nos sentamos cada vez,
una de cada lado de la mesa,
en la galería.
Vos te olvidás abosultamente siempre
si conviene vaciar el pozo
o descartar los naipes de la mano.
También olvidás si la J es más baja que la Q
cuál viene antes de la K,
yo te refresco la memoria,
tomamos mate.
Si alguien ve desde afuera nuestra historia
diga que amamos ese rato,
hacer montones con las hojas,
quemar leña.
Que hervimos jarritos de eucaliptus
para respirar mejor
el aire del invierno
en nuestras casas.
Que festejamos cuando se abre la ventana
cada vez que empieza el tiempo lindo,
desde octubre y hasta marzo.
Vos me preguntás por mi trabajo
te gusta saber qué es lo que hago,
cortás el mazo.
Yo te cuento que José trajo un gato lastimado
que lo apoyó en la mesa del centro infantil
que la gomera de su cuello combinó,
con las ganas de cuidarlo.
Y aunque había puesto los libros, los papeles
pegamento, tijeritas, las palabras,
no me quedó más que comprender
que yo no sé curar en mi trabajo.
Él tenía una idea – me dijo mientras
yo le vi el botín agujereado –
que juntemos juguetes
para los chicos que viven en la calle.
Digo si me pierdo que me avisen
que vivo a la vuelta de un árbol rojo,
que llevo un cajón de fruta con papeles
con libros, pegamento, tijeritas.
Que vivo en un país del sur del sur
donde el presidente ni enterado
que el hambre se escribe con h,
y esa letra a veces no es tan muda.
Que si me pierdo algo me ubique:
puede ser el árbol rojo
la gomera las pestañas de José,
el juego de cartas
en tus manos.
Gracias Avión Negro por darle lugar a la poesía. Entre análisis, pensamientos, reflexiones, dejar sitio a ella, que también pone nombres a las cosas de este mundo.