Directoras y directores de cine cuentan con una autorización fenomenal que no corresponde a nosotros, los periodistas: sacrificar la verdad.
Argentina 1985 es una extraordinaria película “inspirada en hechos reales” cuya difusión tendrá que ser obligatoria en escuelas y universidades del país.
Y por ser ficción, no podrá ser blanco de las ácidas críticas que un ojo histórico debería efectuarle.
Eso sí, el ojo crítico es testarudo y susurra detrás de uno.
Primero: a la película le falta destacar el rol trascendental que las Madres de Plaza de Mayo cumplieron para llegar al momento 1985. Sin la consigna “Juicio y castigo a los culpables”, que desde los pañuelos blancos se coreaba en decenas de marchas y actos en el final de la dictadura y el comienzo de la democracia, Alfonsín y los suyos no se animaban a empujar el juicio a las Juntas.
Segundo: colocar al fiscal Strassera como protagonista heroico del juicio no coincide con la verdadera historia de un personaje ególatra que cumplió papeles de encubridor y partícipe en hechos aberrantes dentro de la justicia cómplice de la dictadura que él integró. De hecho, el mismo fiscal Strassera era acusado por la querella de participación en la causa que investigaba la muerte de la militante Barvich y el secuestro de varios integrantes del PRT llevados al centro clandestino Puente 12 en 1975.
Tercero: ¿qué es eso de ocultar que tres de los jueces de aquel juicio terminaron embarrados en el tiempo con represores o personajes oscuros y nefastos de la historia argentina? Guillermo Ledesma asesor de Alfredo Yabrán, Ricardo Gil Lavedra defensor del ex juez federal de Salta en la dictadura Ricardo Lona, acusado de partícipe en decenas de omisiones para asegurar impunidad a represores salteños y Jorge Valerga Aráoz actual defensor del gerente entregador de obreros de Mercedes Benz en 1977, Juan Ronaldo Tasselkraut.
Pero caramba… dijimos que íbamos a saltearnos, como periodistas, la crítica a ciertas falencias históricas.
A cumplir nuestra palabra entonces, la de militantes por los derechos humanos y por la difusión de toda obra de arte que resalte el juzgamiento a los genocidas y el Nunca Más.
Por eso, ¡qué viva Argentina 1985!