Desde una perspectiva hiperrealista y sin romantización alguna, Sara Raíces Vacca, uruguaya tupamara nos cuenta su trayectoria. De las primeras inquietudes literarias a la política montevideana en los sesenta, los caminos de la vida la llevaron a estar presente en coyunturas que trazan un dibujo, en el cual se devela una sincronía en la historia de nuestra región, que atraviesa las últimas décadas. De los meses de otoño, previos a la caída de Salvador Allende en Chile, pasando por la Cuba revolucionaria de fines de los ´70 y el exilio latinoamericano en París, hasta llegar al retorno democrático argentino en 1984; cerrando el círculo en los años del Frente Amplio en el poder, durante el período de los gobiernos progresistas en América del Sur. A partir de estos nudos gordianos, Sara imprime con el ejemplo, la constancia, coherencia y compromiso permanente, con un proyecto de país y de región más libres, y más justos, donde no están ausentes algunos personajes emblemáticos de esta etapa. Nos extendemos en relatos como este, que resultan una herramienta, en tanto que aporte para las nuevas generaciones, en la comprensión de que ninguna coyuntura, por compleja que parezca, implica necesariamente una derrota.
I – Uruguay: “OBREROS Y ESTUDIANTES, UNIDOS Y ADELANTE”
Mi militancia política comenzó a los catorce o quince años, cuando en la clase de literatura leímos y estudiamos el Manifiesto Comunista. Al poco tiempo y sin dudas me uní a la juventud del PC uruguayo, donde milité dos o tres años hasta que tuve una gran discusión con Rodney Arizmendi, que era en ese momento el “padre nuestro” del Partido. Corría el año 1967 y me acerqué al Movimiento de Liberación Nacional (MLN) tupamaros.
A principios del ´68 ya estaba todo muy convulsionado. Al grupo al cual me integré le encargaron una primera tarea, que era la de formar parte de la logística de una acción de propaganda armada: un secuestro. Tuvimos ocultos durante quince días unos volantes, pero no sabíamos cuando iba a ser la operación. Fuimos capaces de tener el material sin abrir ni mirar nada, hasta que los repartimos cuando se consumó el hecho. Esa fue la prueba de fuego para entrar al Movimiento. A partir de ahí, fue una militancia -en mi caso- no muy militar, sino política, en los frentes de masas, en los conflictos educativos, en la calle. En ese año, mataron a tres estudiantes en Montevideo por manifestaciones callejeras, y la violencia fue creciendo. También por ese período el MLN realizó la célebre toma de Pando, y a su vez, escaparon ciento nueve presos por un túnel de la cárcel de Punta Carretas, donde hoy funciona un shopping. Muchos, la mayoría, fueron recapturados y otros partieron al exilio.
La consigna era: “¡obreros y estudiantes, unidos adelante!”. En el ´70, quisieron forzar mi incorporación al aparato militar de la organización, cosa a la que me negué, ya que mi prioridad era la tarea sindical. Esto me produjo un quiebre, dado que me suspendieron cerca de un año, pero yo continué participando. Al tiempo, la organización volvió a acercase a mí, porque necesitaban datos desde el aparato militar. Ahí les dije que no, que ellos me habían sancionado, me habían sacado, habían dicho que no querían que siguiera en eso, que yo había seguido por mi cuenta, así que ahora que se lo consigan ellos.
A principios de ese año, empecé mi militancia territorial en el Club “El vencedor” del barrio La Teja, donde con un grupo de compañeros hacíamos todo tipo de actividades sociales y deportivas. Teníamos un consultorio jurídico y otro médico, en el que prestaba tareas un joven Tabaré Vázquez, y quien tiempo más tarde, llegaría a ser el primer presidente representando al Frente Amplio (FA), donde hoy me encuadro.
Al lado del club Vencedor teníamos un cantegril o asentamiento, que se llama “La cachimba del piojo”, que era un lugar muy pobre. Vale decir que, durante el gobierno del FA se construyeron casas, y la cachimba se transformó como en una especie de monumento dentro del barrio.
Éramos varios del MLN trabajando, yendo a buscar a los padres quienes dejaban a sus hijos ir a jugar al básquet. Íbamos a las casas a buscarlos, también teníamos como una especie de merendero para los gurises. Íbamos tejiendo redes y a su vez incorporando gente al Movimiento, tal es así que a principios del ´72 éramos tres grupos trabajando en la zona. Además, “El vencedor” tenía un equipo de fútbol que jugaba partidos internos. Por junio de ese año, la cosa empezó a ponerse más pesada. Una tarde, estaba a punto de irme a casa y varios militantes estaban yendo a jugar un partido. Me quedé y les dije que no deberían ir todos, porque eso podría ser una trampa, pero no me hicieron caso, cuando llegaron los estaban esperando y se los llevaron a todos presos.
Eso desmanteló al MLN en el barrio y quedamos con solo un compañero que tenía un bar y que también estaba ese domingo. Por tanto, a partir de ese día, pasé a la clandestinidad. Me fui a parar con otros compañeros en un departamento que tenía mi padre vacío, pero llegó un momento en que la policía nos descubrió y vinieron. Hicieron una ratonera y se llevaron a varios, yo de ahí zafé, pero pasé a la clandestinidad total y absoluta.
Estuve escondida tres meses en la casa de los padres de una compañera que eran del Partido Comunista, de junio a fines de septiembre. Si iba gente yo me tenía que esconder en el ropero, me acuerdo de que dejaba un poquito abierto para respirar. Eran un matrimonio con un niño, y ellos tenían que seguir con su vida normalmente.
Estuve ahí escondida hasta que a finales de septiembre tuve que salir, porque me tenían que hacer los documentos falsos para irme del país. Me los hicieron en una casa tomada, volví al encierro y el día 12 de octubre del 72 partí del aeropuerto de Carrasco hacia Buenos Aires para ir a Chile.
La situación de gente presa y perseguida era terrible, había tres mil compañeros del MLN presos, porque primero liquidaron a los “Tupa”, después siguieron con el Partido Comunista y, por último, con los sindicalistas. Mis compañeros estaban todos presos, me enteré de que había un acuerdo tácito entre la policía y las autoridades; que los que estábamos retenidos saliéramos del país, por lo cual, en el aeropuerto fue muy fácil la salida. El año 72 fue muy feo. Somos un país muy chico, tres millones de habitantes, casi todos de Montevideo, y la represión fue a cara de perro. Era terrible, no se podía realmente hacer nada, menos los que estábamos siendo buscados, era caer presa, la muerte o irme del país. En esos primeros años donde ingresé al MLN, fue la primera vez que me crucé con Pepe Mujica, yo tenía 19 años y parecía menor, y él me dijo: “mirá piba, de esta salís de dos maneras, pensalo bien: muerta, o presa. Esto se viene muy complicado”.
II – Chile: AZUCAR PARA LOS MOMIOS
A partir de octubre del 72, estuve por Buenos Aires tres días, para después ir a Chile. Llegué en medio del recordado paro de camioneros que le hicieron a Salvador Allende como parte de la estrategia desestabilizadora de la derecha. Ahí tuvimos algunos inconvenientes para ingresar al país con quienes viajábamos, y no dijimos que éramos uruguayas. Estaba muy fresco el recuerdo de la caída del avión sobre la Cordillera que más tarde, inspiraría la famosa película: “Viven”. Por otra parte, estábamos en ese país de manera clandestina. Nuestros contactos en Santiago nos dieron algo de dinero, y nos aconsejaron que paseáramos unos días por la ciudad y por Viña del Mar. Pareciera como si quisieran mantenernos entretenidas mientras definían nuestros destinos. Pasado más de un mes, nos descentralizaron a una especie de campamento, en el que dormíamos en el piso, sin agua y sin luz. Nos había tocado ir a la Rancagua, que está a 100 km al norte en la región.
Una vez llegadas, tomamos contacto con compañeros del Partido Socialista de Chile, que eran los que estaban en esa zona y que un poco nos bancaban. Pero era un momento muy complicado, porque había escasez de alimentos y en el campamento teníamos una embarazada y un niño. De hecho, hacíamos guardia, como si estuviéramos en una guerra. Entre nosotros no había ningún problema, pero veíamos que afuera las cosas no estaban bien. Estábamos aislados y compartimentados también con los chilenos, hasta que empezamos a trabajar con ellos en el campo.
Tengo una anécdota de un campesino. Yo que en mi vida había trabajado y ni conocía el campo, fui llevada por él a unos plantadíos. Me mostró el terreno y me dijo: “este es el yuyo, esta es la planta de porotos, saca todos los yuyos”, y me dejó solita. Lo entendí al revés, y saqué todas las plantas de porotos. Cuando vino a la tardecita casi se muere.
Cada día que pasaba, la escasez se agravaba y había menos alimentos y como nosotros teníamos plata, éramos los encargados de realizar las compras y el abastecimiento. Había un pueblo más o menos cerca, y un compañero chileno iba en un carro dos veces por semana. Yo viajaba con él, quien me dejaba a las 8 en un lago y a las 12 del día, nos volvíamos a encontrar. Ahí recorría el pueblo, haciéndome amiga de los comerciantes para conseguir leche en polvo, azúcar, fideos y algo de comida en general. Un día, estaba con una almacenera, que ya conocía, con la cual había construido cierta confianza; en ese momento, traía cosas escondidas, entre ellas una bolsa de azúcar, de la cual saco una metralleta. Esa bolsa de azúcar venía de Cuba, y la tipa se puso pálida, o sea que Cuba mandaba las armas.
Otra vez, un compañero socialista, nos llevó a visitar un campamento de ellos, donde también había una cantidad impresionante de armas que iban del piso al techo. Ahí nos dimos cuenta de la dimensión de la ayuda militar cubana, pero las armas estaban guardadas.
Donde estábamos, mi tarea era la de las relaciones públicas, habíamos ido a un acto en el centro del pueblo, pero ese acto fue atacado por los momios, que era como los chilenos, les decían a los fachos. Fueron pocos meses, de octubre a marzo del 72 que estuve en Chile, ya en febrero, era muy insoportable el ambiente. A dónde íbamos, siempre había ataques de los fachos. La conclusión de todo esto, es que la organización del MLN decidió evacuar rápidamente a los que estábamos ahí, a Cuba. Pero esta evacuación estuvo muy mal organizada, ya que salimos primero los solteros y sin hijos, y quedaron para el final, las embarazadas y los gurises. A ellos se les complicó muchísimo más, porque tuvieron que vivir el golpe, y se fueron para Panamá u otros países, antes de ir a Europa.
Yo salí en el primer contingente, en un avión en el cual éramos muchos e íbamos protegidos con un senador socialista de apellido Altamirano. El avión era soviético, hicimos escala en unas islas pero no nos podíamos mover del avión. Recuerdo que llegamos a Cuba por la parte de atrás del aeropuerto donde un contingente nos estaba esperando.
Mi estadía en Chile fue efímera, de unos cinco o seis meses como mucho. De ahí nos metieron en el campo y solo pudimos relacionarnos con los campesinos socialistas, que eran muy buenos pero que solo juntaban armas y no hacían nada concreto, mientras los fachos o momios estaban mucho más organizados. La prueba fue el golpe del 11 de septiembre que llevó al poder a Pinochet. Solo viví la antesala del golpe. No viví en Santiago, sino en el campo, pero igual allí se sentía realmente el ambiente muy hostil. Todos los días transitaban camiones por donde estábamos, los momios pasaban cantando canciones sobre nosotros, este era un acoso bastante diario. En marzo me fui de Chile hacia Cuba, y puedo decir, que en lo personal, las imágenes, los paisajes de Chile me han quedado grabados para siempre, y que ha sido el país del que más lástima me dio irme. Quisiera volver un día a Santiago.
A los pocos meses de llegar a Cuba, escuché uno de esos discursos de Fidel, que eran larguísimos, para los cuales hay que sentarse con un cafecito y paciencia, en el que hizo una fuerte reivindicación de Salvador Allende, aunque terminó diciendo: “lástima que no usaron las armas que les mandamos en contra del fascismo”.
III – CUBA: LA REVOLUCION SIN ROMANCES
Cuando llegamos nos llevaron a una casa preciosa en la que todo lo que veíamos era soviético. Nuestro responsable en el lugar, que era un veterano de la revolución, nos sacó al patio y nos dijo: “cuidado con lo que hablan y donde lo hablan, porque ustedes, están vigilados y bajo custodia de las autoridades cubanas”. Pasado un tiempo en la isla, un compañero leyó una carta en la cual un sector comunicaba su decisión de romper y dejar de formar parte del MLN, esto abrió un intenso y agitado debate entre nosotros ya que algunos no compartíamos la decisión de romper con el Movimiento, por lo cual la situación era muy tensa. Algunos incluso querían afiliarse al PC pero el mismo comunicó que no afiliaba a exiliados. Fue uno de los momentos más difíciles por la sensación de derrota y porque no sabíamos dónde estábamos, ni para qué, ni cómo, ni cuándo.
A partir de esto, los cubanos nos preguntaron individualmente qué era lo que queríamos hacer cada uno de nosotros. Nos dieron la opción de vivir allá como cubanos, con todos los derechos, obligaciones y beneficios que ello implicaba. Algunos se fueron y otros decidieron quedarse, pero sin ningún privilegio. Por mi parte, mi respuesta fue que no, que mi idea siempre había sido salir de Uruguay para volver entonces, me puse a disposición de los cubanos.
Como las tensiones seguían, nos separaron, y a mí me tocó en suerte ir a vivir a una casa con una familia. En ese momento pasé a tener un trabajo por primera vez, que consistía en ayudar a un profesor de construcción que daba clases de sanitario. Nos reuníamos a eso de las seis o siete de la mañana, para recibir las indicaciones que él nos daba respecto de la tarea. Trabajaba de seis de la mañana a las siete de la tarde pero tenía una situación bastante aliviada, hasta que tuve hepatitis y no me dejaron trabajar más. Nuestra relación con los cubanos fue fundamentalmente con los ex combatientes, en trabajos de la construcción. Era algo así como un programa en el que los propios estudiantes construían las escuelas de campo a las que luego asistían como un proceso en el cual se integran trabajo y enseñanza. Una vez, en la inauguración de una construcción uno me preguntó de dónde era, y yo dije de Argentina, y él me dijo: “a mí no me mientas, porque yo sé muy bien que tú eres uruguaya”, era Fidel.
IV – PARIS: EL EXILIO EUROPEO, REDES Y TRANSHUMANCIA
Llegué a París desde Budapest, haciendo escala en el aeropuerto de Frankfurt. En la ciudad luz, no tenía ningún conocido. Salí del aeropuerto a las dos de la mañana, sola con una dirección, un documento peruano y cien dólares. Le pedí a un taxista que me llevara a un hotel barato. El hombre me dejo en un hotel céntrico en el que estuve dos días. Al otro día intenté localizar al único contacto que tenía, pero como era día festivo no estaba en el lugar y me dijeron que recién regresaba al mes siguiente. En esa situación apremiante, decidí buscar un hotel lo más barato posible, y encontré uno en el cual me quedé alrededor de un mes. En esos días en un bar de París, conocí a un artista francés al que le conté mi situación. Me dijo que tenía una casa grande en la que me podía hospedar. Era un agosto extremadamente caluroso con días de 42 grados. Recuerdo que el francés me preguntaba, si tenía alguna enfermedad, porque me bañaba todos los días por el calor, y a veces, incluso hasta dos veces por día. En esa casa me quedé alrededor de un mes y medio, hasta que, a fines de septiembre, en el barrio latino, me encontré con un compañero uruguayo que me invitó a una reunión del comité de refugiados políticos. En Paris había dos comités, uno que respondía al Frente Amplio y otro, que es al que fui.
En la reunión me encontré con varios compañeros, uno de los cuales me invito a que parara en su casa, en la cual me quede tres meses. Eran un matrimonio con un niño pequeño. Ese compañero ya falleció, pero sigo vinculada con su viuda, la cual en Francia me ayudó mucho en los trámites y hasta me consiguió un médico cuando necesité. Todavía no había regularizado mi situación, y me dijo que ella me iba a acompañar a pedir refugio. A todo esto, llegamos a enero del 77, cuando me presento en las oficinas del organismo para refugiados de las naciones unidas (ACNUR) haciendo todo un acting de cómo había llegado a París: que venía de Buenos Aires con un pasaporte prestado, que lo había devuelto vía correo, y que no tenía ninguna documentación. Ahí volví a ser Sara de nuevo, después de unos cuantos años.
ACNUR me dio los documentos que todavía conservo, con los cuales viajé por el mundo e incluso viví en la Argentina. El pasaporte tenía escrito a mano, el número 010 en birome, cosa que resultaba sospechosa, entonces en cada país al cual llegaba, me miraban como bicho raro. Con ese pasaporte subsistí hasta que llegué a Buenos Aires en el 84, fue el documento que me dio entrada nuevamente al mundo real.
Una vez que obtuve refugio, me indicaron que yo tenía por seis meses derecho a vivir en Follie, un lugar en el cual, los refugiados teníamos todo cubierto durante ese lapso. Estaba en las afueras de París, ahí conocí a gente de otras nacionalidades, entre ellas a Silvia, una argentina con la cual nos hicimos muy amigas. En ese refugio, había también una comunidad de la ETA. En un momento, tuvimos que suspender las comidas con vino, porque los vascos se revoleaban las botellas por la cabeza, incluso una vez tomaron como rehén al director, amenazándolo de muerte si no les daban más abrigo para el invierno. Vino la policía, hubo tiros y yo estaba escondida abajo de mi cama. Después de ese episodio, con Silvia decidimos que teníamos que irnos de ese lugar.
Más tarde, alquilamos un departamento muy pequeño, sin ducha pero con cocina. Cada una por su lado, conseguía trabajos y nos íbamos bancando. Pasamos un tiempo así. Yo en ese momento estaba militando con los chilenos, y Silvia en contacto con MONTONEROS. Entonces nos cruzábamos bastante, ya que estábamos haciendo dos políticas distintas, hasta que un día, al ver un sospechoso agujero de bala en el vidrio, siendo dos militantes exiliadas, decidimos abandonar el lugar y separarnos aunque nunca perdimos contacto. Nos separamos físicamente, yo me fui a un departamento sola y ella se fue a vivir con su compañera de militancia y amiga, Alicia.
V – BUENOS AIRES: RETORNO AL RIO DE LA PLATA. CONTRASTES Y REINSERCION EN LA POLITICA
En 1984 llego a Buenos Aires. En Ezeiza, me tomo un taxi para González Catán a la dirección de los padres de Alicia, la amiga y compañera de Silvia en Francia. Ellos ya me estaban esperando. El choque entre el centro de París y González Catán cuatro cuadras para adentro de la ruta 3, me produjeron un shock territorial, por decirlo de alguna manera, por el paisaje. Pero con la calidez de los padres de Alicia, que eran un encanto, se me fue un poco ese shock y pude descansar de los nervios del viaje y adaptarme a Argentina.
Con la visa turística por 90 días, lo primero que tenía que hacer era contactar al padre de Silvia, un abogado quien me iba a ayudar a instalarme en Buenos Aires. Hasta ese momento mi único documento era el de ACNUR, pero supe de Belén Herrera, una luchadora incansable de los derechos humanos, uruguaya, que aún vive, tiene 94 años y anda en actividades en Montevideo, que estaba en Buenos Aires ayudando a todos los refugiados.
Ella me llevó a migraciones, me dijo el verso de lo que tenía que decir para tener la documentación necesaria y me armó toda la historia. El trámite demoró unos meses. Un día, me llamaron para que me presentara y me lo dio el jefe de migraciones en mano y me felicitó. Justo el día que me lo dan, en el hotel donde yo vivía, me dicen: “tengo una inspección y no tengo tu documento”. Le dije: “acá está”, el día que me lo pidió fue en esa misma mañana que me lo habían dado. En esa época empezó a venir mi familia a visitarme desde Montevideo, y en diciembre me avisaron que me habían sacado de la lista de los que no podían volver a Uruguay. Por lo cual, me fui a Uruguay por tierra, haciendo un camino que estaba abandonado. Los lugares que yo había dejado, no estaban más.
Fue todo fantástico, la familia, la reunión de primos, todos chochos, pero me pareció que yo quería seguir en Buenos Aires y me quedé allí hasta el 92. Milite a nivel sindical, en el sindicato de publicidad, que estaba ligado al Partido Comunista argentino. El mismo que en esa época tenía una historia controvertida por varias razones, entre las que se destacaban, haber apoyado en sus inicios a la dictadura militar de aquellos años. También veía chilenos y demás latinoamericanos, pero no tenía una militancia concreta y sostenida. A Uruguay venía a votar y a participar en algunas actividades políticas, hasta que en 1989 se crea el Movimiento de Participación Popular (MPP), integrante del Frente Amplio cuyo líder fue y continúa siendo el ex presidente “Pepe” Mujica. Desde ese momento, me vinculé orgánicamente, además venía a votar al MPP en las elecciones.
Entre tanto, en Buenos Aires, me casé, tuve un hijo y me separé. Toda esa situación desencadenó mi decisión de volver a Montevideo en 1992. Mi madre estaba muy enferma aquí, y yo tenía muchos problemas con el padre de mi hijo, por lo que mi regreso fue bastante complicado a nivel legal. Además, fue un traslado difícil porque las fronteras estaban muy vigiladas luego del atentado a la Embajada de Israel.
Siempre seguí volviendo a la argentina de visita durante bastante tiempo y hoy sigo muy informada de todo lo que tiene que ver con la política de ese país vecino. Puedo decir que estoy al tanto de los acontecimientos y que tengo mucho respeto y admiración por Cristina.
VI – VUELTA A URUGUAY: ENTRE LO SOÑADO, LO POSIBLE Y LA LUCHA.
El gobierno de “Pepe” se caracterizó por toda la agenda de derechos que puedan imaginarse, toda, no quiero dejar ahora ningún derecho sin mencionar. Creo que profundizó algunos cambios, pero lo mismo que con Tabaré, no se llegó al fondo del hueso. Teniendo mayoría parlamentaria por segunda vez, podríamos haber hecho muchísimas más cosas, que no hicimos, pero hicimos bastantes.
Los sueldos y jubilaciones subieron espectacularmente, se había combatido el hambre y la pobreza de los niños. La línea de pobreza bajo muchísimo, ya que decenas de miles de personas habían salido de ella. Se creó el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) en el 2005 que trabajó muy bien.
Con el gobierno de Mujica se llegó al techo, según mi opinión, de lo que el Frente Amplio podía avanzar. Su figura fue muy relevante a nivel regional y sus opiniones son aún muy escuchadas tanto a nivel local como internacional. Desde mi punto de vista, “Pepe” debería vivir ciento cincuenta años. No sé qué es lo que va a pasar cuando él no esté. Es muy diplomático y muy humilde, pero con fuertes convicciones al mismo tiempo, una combinación que no suele encontrarse fácilmente. Durante el tercer gobierno del Frente Amplio y segundo gobierno de Tabaré se produjo un proceso de alejamiento entre la dirigencia y las bases. Por decirlo de alguna manera, creo que nos dormimos en los laureles, al suponer que con sólo gobernar bien alcanzaba para conseguir una continuidad, y no nos dimos cuenta de que la derecha se iba rearmando y estaba creciendo. El resultado fue que la pérdida de las elecciones por treinta mil votos, que aunque sean pocos votos, nos hicieron perder el gobierno.
Hoy, nos encontramos nuevamente, luchando en contra de intentos de privatización, de modificaciones en la educación y en el sistema jubilatorio. Hay un crecimiento de la ultraderecha y de la derecha. El gobierno utiliza métodos autoritarios para espiar a los que seguimos luchando, pero nosotros no nos rendimos. Yo, con setenta y cinco años, hago lo que puedo hacer y no hago lo que no puedo hacer, pero sigo militando junto con mis compañeros de toda la vida, para enfrentar a las políticas de un gobierno de derecha que no esperábamos volviera a gobernar en Uruguay, pero con la esperanza de volver a reconstruir la mayoría que nos haga volver a tener un gobierno popular como el que tuvimos durante las dos primeras décadas de este siglo XXI.
Lista de reproducción recomendada:
I – Cielo del 69 (Los Olimareños): https://www.youtube.com/watch?v=YJKpc4thrR0
II – Yo pisaré las calles nuevamente (Pablo Milanés): https://www.youtube.com/watch?v=e92-HUbGBSo
III – Días y flores (Silvio Rodriguez): https://www.youtube.com/watch?v=oyq77u8-IUk
IV – Retirada (Jaime Rooss): https://www.youtube.com/watch?v=qR34PL7IwrU
V – Inconsciente Colectivo (Charly Garcia): https://www.youtube.com/watch?v=SNZ6Qd58ixI
VI – Pecadora (Ana Prada): https://www.youtube.com/watch?v=3ufPHH1nCyI
Material complementario Yo no elegí París: https://www.youtube.com/watch?v=NYJGTPaod0w
La historia de esta compañera es el retrato de miles de cumpas, al menos de aquellos que tivieron la suerte de no caer en manos de los genocidas. Si la ven, un abrazo enorme.