Se denomina “Ligas Agrarias” al movimiento ocurrido en el Noreste argentino entre los años 1970 y 1976, compuesto por un amplio espectro de productores/as, campesinos/as, trabajadores/as rurales y medianos chacareros/as. Este movimiento emergió en un contexto de gran convulsión política, y en medio de una serie de profundas transformaciones económicas en el agro argentino. Se organizaron bajo la denominación genérica de “Ligas Agrarias”, nombre que representaba a estos grupos regionalmente, y estaban conformadas por las diferentes organizaciones provinciales. Si bien cada una tenía características políticas y productivas particulares, lograron rápidamente conformar una unidad política y actuar en forma articulada.
Las Ligas comenzaron a organizarse a partir de los ejes de la defensa de los precios y del enfrentamiento con los monopolios representados por las estructuras de comercialización de las grandes empresas instaladas que, a lo largo de este periodo, empezaron a consolidar su hegemonía en un nuevo ciclo de acumulación.
En cuanto a la conformación de las Ligas, se considera al Movimiento Rural de la Acción Católica, como uno de los principales antecedentes. Este proceso se desarrolló en medio de una crisis de representación de las organizaciones agrarias tradicionales, principalmente de la Federación Agraria (FAA), que resultaron incapaces de “expresar las necesidades de los agricultores pequeños y medianos, y su posicionamiento terminó avalando a latifundistas y monopolios en perjuicio de esos mismos sectores campesinos” (Ferrara, 2007: 33). Esto provocó duras críticas a las estructuras organizativas existentes, fundamentalmente en cuanto a la falta de participación, de representatividad, etc.
La emergencia de las Ligas como acción del movimiento social frente a las otras formas de acción colectiva ya existentes, como proceso de identificación y como construcción social, produjo como resultado la integración simbólica de los individuos cuya voz no se recogió en los proyectos existentes en una sociedad (Revilla Blanco, 1996).
En este escenario, el Movimiento Rural se inscribió en grupos nacionales más amplios actuando todos ellos, como marcos interpretativos y aportando repertorios de acción. El Movimiento Rural será, entonces, fundamental en tanto que proveyó un modelo primariamente estructurado sobre formas de participación y representación directa de sus asociados, a través del asesoramiento y la formación de cuadros políticos campesinos.
Objetivos, demandas y reivindicaciones: los monopolios y el enfrentamiento con el Estado
En el proceso liguista encontramos que hay dos grandes aspectos que hacen a las demandas frente al Estado. Por un lado, se encuentran aquellas de carácter económico sectorial relacionadas con las formas de producción, precios de comercialización y créditos, y otras situaciones más generales como la salud, la educación, etc. En estos casos que corresponden a la primera etapa del proceso, “no hay un enemigo, aunque sí se ha señalado que los créditos en general favorecen a los industriales o a los monopolios” (Roze, 2011: 225).
El otro tipo de reivindicaciones que caracterizaron como organización a las Ligas Agrarias, son las de carácter político. Constituyen las más abundantes en número y aparecen en el momento en que las Ligas conforman acabadamente un movimiento. Por último, aparecen también demandas en relación con la tierra, con particularidades en cada una de las provincias, pero como una reivindicación común en todas las Ligas.
En cuanto a los objetivos, encontramos una diferenciación inicial entre el grupo dirigente y el conjunto de productores y campesinos que se moviliza. También aparecen objetivos explícitos en los documentos que son, en última instancia, un punto de acuerdo entre ambos sectores componentes y que estructuran las orientaciones que tendrá la organización como totalidad.
A lo largo de todo el periodo liguista podemos ver que, en sus reivindicaciones, tanto políticas como económicas, y también en sus objetivos, el enfrentamiento con los monopolios será un punto de convergencia. “Los Monopolios” son el principal “enemigo”, y en un primer momento, las demandas al Estado exigirán la protección frente a estos, para más tarde denunciar abiertamente los mecanismos por los cuales el Estado protegía a las empresas monopólicas en detrimento de los sectores que representan a las Ligas. Encontramos que este enfrentamiento se expresa explícitamente en el Estatuto de las LACH:
Estatuto formal de las LACH del 23 de mayo de 1971: La constitución de las Ligas Agrarias ha sido motivada fundamentalmente por: a) […] la gran despoblación del Chaco, b) un estado de marginación social, que no les permite a los campesinos adquirir un conocimiento profundo de cuáles son las raíces de los problemas que los afectan, c) una situación económica-social de injusticias que afecta desde hace muchos años a todas las familias agrarias y en mayor intensidad a los pequeños y medianos productores (art 3) […]; asegurar una toma de conciencia permanente en todos los afiliados, de todos los distintos problemas que afectan el desarrollo integral de la familia campesina en lo económico, social y educativo, denunciando las injusticias y atropellos que se cometan (art 4); constituir Las Ligas como instrumento de control y de defensa de los intereses económicos y sociales de los agricultores, principalmente del sector más necesitado (art 5); constituir con todos los sectores de la producción un frente amplio contra los monopolios (art 9). (Galafassi, 2005 citado por Bageneta, 2011: 107-108)
Este posicionamiento claro frente a un enemigo político fue central para la afirmación de las identidades políticas, como también fue el eje de sus actuaciones, marcando un claro enfrentamiento con el Estado.
Las tres etapas históricas del proceso liguista
A lo largo de los años en que las Ligas Agrarias tuvieron presencia política, vemos que se sucedieron distintas etapas de acuerdo con los cambios de gobierno de este periodo. Las estrategias en relación con el Estado se tornaron cada vez más confrontativas, con una mayor represión por parte de éste, que culminará con la represión total a partir de 1976, bajo el gobierno de facto al mando de Jorge Rafael Videla. Como respuesta al accionar represivo, los grupos de productores debieron rever sus esquemas organizativos, realineamientos y negociaciones.
Jorge Roze (2011) en su libro Conflictos Agrarios en la Argentina, El proceso Liguista (1970-1976), reconoce tres etapas históricas de Las Ligas:
- El primer período, del 14 de noviembre de 1970 hasta el 25 de mayo de 1973, etapa comprendida desde el surgimiento de las Ligas en 1970 con el Primer Cabildo Abierto del Agro Chaqueño celebrado en la localidad de Sáenz Peña, hasta la asunción de Cámpora en 1973.
- El segundo, entre el 25 de mayo de 1973 hasta el 1 de julio de 1974, periodo de legitimidad condicionada de la protesta social. Comprende desde la asunción de Héctor Cámpora hasta la muerte de Juan Domingo Perón.
- El tercer periodo se desarrolla desde el 1 de julio de 1974 hasta el 24 de marzo de 1976, es decir, desde la muerte de Perón en julio de 1974 hasta el inicio de la última dictadura militar en marzo de 1976. Periodo de ilegitimidad de la movilización.
Desde el año 1970 que se conforman las Ligas Agrarias hasta la asunción de Héctor Cámpora, la mayoría de las acciones son expresadas por reclamos corporativos relacionados a necesidades económicas inmediatas. Los objetivos del movimiento son más cercanos a los de sus bases, productores, colonos y campesinos. Durante este proceso encontramos situaciones de enfrentamiento y violencia en el marco de marchas, paros y concentraciones. La represión en estos años será ejercida desde el Estado, puntualmente a través de la policía provincial, y de algunos sectores privados, como es el caso de los desalojos. La represión será sobre el conjunto de la organización, siendo la mayoría de las y los detenidos campesinos y productores.
En este periodo, también encontramos un proceso de estigmatización hacia las Ligas, principalmente desde los medios de comunicación quienes marcan la existencia de “elementos subversivos” al interior del campesinado. Este “otro negativizado” serán docentes, curas y monjas, hijos e hijas de productores, y militantes de movimientos católicos.
Desde la asunción de Héctor Cámpora hasta la muerte de Juan Domingo Perón, podemos ver que hay un incremento importante de acciones directas, pero al mismo tiempo baja radicalmente la cantidad de denuncias por represión durante estas acciones. Este merme en las denuncias se explicaría, por un lado, por el “oasis democrático” dentro de los procesos dictatoriales, donde se asumen los reclamos de la sociedad civil con mayor apertura para expresar estas reivindicaciones, y por otro lado por la relación política establecida entre las Ligas (de forma diferente en cada provincia) con el gobierno peronista. Esta relación política también estará signada por fuertes conflictos al interior de la organización.
En este periodo se logra una síntesis en cuanto a los objetivos del movimiento, entre la dirigencia y las bases campesinas, donde los monopolios serán identificados como el enemigo principal. Estas acciones son de mayor enfrentamiento con los poderes dominantes. En este momento encontramos que hay acciones represivas desde el Estado, detenciones, torturas, apremios ilegales, pero se dan con menor frecuencia respecto del período siguiente. Se profundiza el proceso de estigmatización y negativización en cuanto a la infiltración subversiva al interior del campesinado por parte de los medios de comunicación masiva.
El último periodo, (de la muerte de Juan Domingo Perón al inicio de la última dictadura militar) se caracteriza por el recrudecimiento del accionar represivo, profundizando el hostigamiento y aislamiento de las y los militantes liguistas. Encontramos un despliegue represivo que va desde operativos antisubversivos en zonas rurales, hasta secuestros clandestinos. Durante este momento se produce un cambio tanto cuantitativo como cualitativo en relación a las detenciones. El número de detenidos/as es mucho mayor y ya no será sobre el conjunto del movimiento, sino que se puntualiza sobre las y los dirigentes de las Ligas y el Partido Auténtico.
El Operativo antisubversivo realizado en este tercer momento es cualitativamente diferente al anterior, este se realiza como respuesta al copamiento del Regimiento 29 de Formosa, la cantidad de detenidos es mayor, y se realiza en forma mucho más violenta. Una de las características de esta etapa será la acción conjunta de la policía provincial con el Ejército. En cuanto a las denuncias realizadas, hay también un cambio importante, aparecen aquí reclamos por libertad de expresión y acción de las organizaciones, que se ven cercadas, tanto por las detenciones de las y los dirigentes, como por las fuertes acusaciones de atentados.
Por último, con el golpe de estado de 1976 encontramos un solo caso, antes de la desarticulación total de las Ligas, con el secuestro de 85 productores/as. Muchos militantes se refugiaron en el monte, y lograron sobrevivir gracias a la ayuda de las y los pobladores, y muchos otros fueron víctimas del genocidio de Estado perpetrado por la última dictadura militar, integrando el listado de detenidos/as-desaparecidos/as. Luego del golpe de 1976 las Ligas se disuelven. Los listados de detenidos/as-desaparecidos/as dan cuenta de 16 personas en Formosa, 28 personas en Misiones, 62 personas en Corrientes y 70 personas en Chaco.