Los golpes graves, roncos y ásperos empezaron a rebotar contra los paredones del centro, las vidrieras comerciales, la propia Casa Rosada, desde el anochecer del día anterior, jueves 24 de mayo. Marcaban la noche de una de las vigilias más hermosas de la Historia Argentina. Las banderas, enrolladas y gigantes, desembarcaron muy temprano. La principal, que tardó semanas en estar lista, pintada allá en Ciudad Eva Perón, al fin se apoyó sobre la calle Balcarce frente a la Casa de Gobierno.
Desde el 5 de junio, Avión Negro publicará en cuatro capítulos la crónica y el análisis de Carlos A. Villalba, miembro de nuestra tripulación, sobre una de las más extraordinarias experiencias políticas del pueblo argentino, que avanzó al compás de la “más maravillosa música” que, como es sabido, es “la voz del pueblo argentino”, la del setentaytres, Perón, el pueblo, Cámpora, la Juventud Peronista, Montoneros, el Socialismo Nacional, Rucci, Trelew, Ezeiza, el 11 de marzo y el 25 de mayo, el 1° de Mayo con su plaza vaciada, la Triple A, los estúpidos y los imberbes, el único heredero y la muerte del General.
Entre noviembre de 1972 y junio de 1973 transcurrieron apenas seis meses, sin embargo, en esos 180 días la Argentina vivió las escenas que coronaron la lucha contra 18 años de antiperonismo irracional, asesino y racista, y también entrevió el escenario trágico que le deparaba la historia. Tres años después se instalaría en el país la peor dictadura cívico militar que sí lograría destruir el aparato productivo diseñado por el peronismo entre 1945 y 1955, llevaría a la Nación a los confines de la pobreza y la miseria sobre la sangre de asesinados, torturados y 30.000 detenidos desparecidos. Miseria con la que inundó calles, fábricas, colegios, universidades, chacras, iglesias…
Antes fue la primavera florecida gracias al compromiso del pueblo organizado y movilizado.
Cincuenta años atrás, aquel 25 de mayo, se acababa la dictadura, terminaba la proscripción del general Juan Domingo Perón, del peronismo y del pueblo, se rompía el cerco del exilio. Fue el retorno triunfal de los “cabecitas negra”, de los obreros color marrón, de las “sirvientas” y los pobres del campo. Fue el llanto resentido y la bronca de “la puta oligarquía” que, además de trajes y corbatas importadas, controlaba los resortes de la economía. Se iban derrotados los Aramburu y los Rojas, y sus fusiladores de la Penitenciaría y de José León Suárez, los Lanusse y sus asesinos de Trelew, los torturadores, los Krieger Vasena. Iban a cerrarse las puertas por las que corporaciones extranjeras y sus socios se llevaban las riquezas del país.
El relato, algo de crónica, un poco de modesto ensayo, según el propio autor, recorre esos hechos desde la visión de uno de los millones de argentinas y argentinos que formaron parte de Montoneros. En su caso, fue uno de los directores periodísticos de Radio Noticias del Continente y Jefe de Política Nacional del diario La Voz.
Desde el 5 de junio, la primera entrega del relato sobre un tiempo que marcó la Historia Argentina.
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