Por ARAM AHARONIAN
Y sí, se nos fue de repente. Esa mañana de domingo falleció Carlos Alberto Villalba, sicólogo, periodista, militante peronista revolucionario. Digo de repente porque la tardenoche del sábado tuvimos una larga conversación telefónica, hablando sobre una postergada investigación sobre la vigencia del peronismo y el cambio cultural de la sociedad argentina, y sobre un postergado almuerzo bifamiliar.
Y, de repente, en la siguiente mañana de domingo, me llama Dardo Fernández, editor de @DsDiarios, para darme la triste noticia, con un lacónico y ronco “Murió el Negro”. Así, sin anestesia. Y, así, de repente también, comenzaron a aparecer los recuerdos de más de 40 años de amistad, con alegrías, discusiones, risas y broncas, también.
Dicen que había nacido en 1952. Estaba orgulloso de haber sido locutor y director periodístico de Radio Noticias del Continente, emisora de onda corta de la organización político-militar Montoneros, que transmitió entre 1979 y 1981 desde San José de Costa Rica. Especialista en temas de desastres (que nunca son naturales, decía), miembro de la Usina del Pensamiento Nacional y Popular, el “Negro” Villalba fue, además, enamorado de las murgas uruguayas (trataba de no perderse ningún Carnaval en Montevideo).
“No hay construcción cultural más genuina que la murga uruguaya, con sus voces y sus críticas, sus trajes, sus caras pintadas y sus descripciones sin piedad, o con piedad; con sus llantos, en medio de las risas. Sucede que a veces, tanta vida y tanto esfuerzo, de trabajadores que se visten de murguista por un rato y se sacan el disfraz en pleno viaje a la diaria, no entran en los frascos que los quieren contener”, señalaba en “Al ritmo de Macri, Bolsonaro y Venezuela, la murga uruguaya te la cuenta”.
Carlos no solo era hincha de River, periodista y sicólogo, sino que fue director Nacional de Prevención y Reducción del Riesgo de Desastres, a través de la Comisión Cascos Blancos de Cancillería y la Secretaría de Articulación Federal de la Seguridad del Ministerio de Seguridad argentinos, organizando y participando en distintas misiones en Latinoamérica.
Con “El negro” Villalba (quien obviamente no era negro) nos conocimos en 1982 en el diario La Voz, a su regreso de Centroamérica, en los finales de la dictadura cívico-militar, donde ingresó como redactor político. Nos volvimos a encontrar en el 2015, como codirectores del semanario Miradas Al Sur (segunda y última etapa, en pleno gobierno macrista, de la mano del Movimiento Evita).
Y, en los últimos años, disfrutamos con su aporte (no solo periodístico) al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
Pero, además, Carlos fue uno de los fundadores —junto a Eduardo Halliburton— del Instituto de Ciencia y Cultura para la Liberación Nacional, importante usina de pensamiento y acción de profesionales militantes del Peronismo Revolucionario desde los años ’80.
PERONISMO
En “Setentaytres: Perón, Montoneros y después”, señaló: “Entre noviembre de 1972 y junio de 1973 transcurrieron solo seis meses, sin embargo en esos 180 días, la Argentina vivió las circunstancias que coronaron la lucha contra 18 años de antiperonismo irracional, asesino y racista y la construcción de una experiencia victoriosa, que amplió las bases sociales y generacionales del movimiento nacional. Aquellos escenarios también dejaron entrever el futuro trágico que deparaba la Historia.
“Tres años después se instalaría en el país la peor dictadura cívico militar, que, ahora sí, lograría destruir el aparato productivo diseñado por el peronismo entre 1945 y 1955, llevaría la Nación a los confines de la pobreza y la miseria, sobre la sangre de asesinados, torturados y 30.000 detenidos desparecidos, con la que inundó calles, fábricas, colegios, universidades, chacras, iglesias…”, recodó.
Integró luego diferentes espacios de militancia peronista, escribió cientos de notas periodísticas y varios libros. Y no abandonó jamás su identidad política histórica sostenida con su práctica cotidiana. Se involucró en compilar información sobre el llamado “Causa Contraofensiva” como una forma de recuperar la verdad histórica.
A propósito de este juicio, una vez obtenida la sentencia, escribió: “…Festejar una victoria, tan política como judicial, en medio del dolor por quienes ya no están es difícil; es un llorar en medio de la risa, una carcajada saturada de lágrimas. Sin embargo, el juicio por la Contraofensiva Montonera, logró condenar a una estructura estatal de inteligencia más que a un grupo de asesinos, dar vuelta un prejuicio y poner en su justo lugar a una de las tantas herramientas del pueblo argentino para empujar el final de la última dictadura cívico militar”, señaló.
LOS MICRÓFONOS PARA MONSEÑOR
Eran las 6 de la mañana del 20 de enero de 1979 cuando una tanqueta de la Guardia Nacional salvadoreña destruyó el portón de la Casa de Oración El Despertar y asesinaron a cuatro sacerdotes. El corresponsal de Radio Noticias del Continente, la radioemisora de onda corta con la que Montoneros rompió el cerco informativo tendido por Estados Unidos y sus dictaduras sobre Latinoamérica y el Caribe, le ofreció a monseñor Romero transmitir en directo sus homilías dominicales.
Desde el primer domingo de marzo de 1979 su palabra se escuchase en todo El Salvador y de ahí a Centroamérica y llegaba hasta Colombia y Venezuela.
“El cronista recorre los baldazos de porquerías que se acumulan en sus archivos, ordena los materiales para volver, más tarde, sobre aquella “Memoria Cancelada”, mientras ahora, se dedica a sacudir todas las barbaridades de un tiempo que, de la mano de Spinetta, inevitablemente, mañana será mejor”, escribía en (quizá) su última nota (Hacia una crónica de lo berreta).
Hablando de la demolición del Estado por el gobierno libertario, Villalba señalaba (creo que su último artículo): “Dicen que ´la Patria no se vende´. Los legisladores tendrán su oportunidad de avanzar o rechazar las propuestas libertarias cada vez que lleguen leyes proponiendo esos movimientos. Las centrales obreras, los movimientos populares, partidos políticos, gobernadores, intendentes, el estudiantado, asociaciones profesionales, culturales… tendrán también la posibilidad de dar respuesta a los intentos de destrucción del Estado y de la Patria misma”.
“Tremendo hablador, contador de anécdotas y gran amante de las tertulias, de las sobremesas. Hoy le tengo que rendir este homenaje porque trabajé con él. Tuve el privilegio de hacerlo en Buenos Aires y después, cuando me radiqué en el Chaco, tuve la oportunidad de contratarlo. Era una de las plumas de ChacoDíaPorDía”, señaló Pedro Cáceres, director del Grupo Ciudad.
COLOFÓN
Con Villalba compartimos amistad, periodismo, anécdotas, broncas… y también la esperanza. Compartimos cafés (con ginebras en el bar de la calle Tabaré, al lado del diario La Voz) y luego por otros muchos años, rones, tertulias, penas, la preocupación por los hijos —ambos— y también por los nietos, el Negro.
Hoy se habla de lo difícil que es hacer periodismo en ciertos momentos de extrema represión, control y censura como era la dictadura. La Voz fue todo lo contrario al resto de la prensa, hábil para callar lo que era potable para el poder: comenzó a decir cosas, a destapar ollas, a denunciar la represión y el terror, en términos generales. Los trabajadores —periodistas, gráficos— estaban subidos al mismo tren y eran conscientes de que se estaban jugando la libertad o la vida misma.
Recuerdo que fue uno de los que se quedó en la redacción cuando un mediodía la dictadura quiso acallar La Voz. Al mediodía del 13 de junio de 1983, el edificio de la calle Tabaré estaba rodeado de soldados y policías de civil, que dijeron pertenecer a la División de Delitos Económicos y a la Superintendencia de Seguridad de la Policía Federal.
Hete aquí que el decreto de la Junta Militar no hablaba de clausura del diario. Por ende, con Ernesto “El Tío” Ponsati, cordobés jefe de redacción, conminamos a los policías y soldados a que se retiraran si ya habían cumplido con su operación, porque había que seguir trabajando. La edición del 14 de junio de 1983 fue un milagro de voluntad de los periodistas y gráficos del diario. Entre ellos Carlos Villalba y los compañeros gráficos.
…
“Para muchos la realidad empieza a parecerse a una pesadilla. Con la diferencia de que, a esta, no hay despertador que la borre”. A Carlos le interesaba la noticia como punto focal de la nota —mezcla de análisis, datos, certezas y dudas—, pero insistía en la necesidad de que la gráfica lo acompañara: él mismo elegía las imágenes que quería que engalanaran sus notas.
Aquel sábado en la noche hablamos largo y quedamos en hacer una comida con las “doñas”, Ana María y Marita. Me fui a dormir tranquilo, hasta que Dardo me despertó con las noticias en pleno domingo. La siguiente fue una semana difícil.
Y me dejó nocáut el breve mensaje de María, su hija: “No puedo más del dolor. Ese domingo íbamos a festejar el cumpleaños de Carlitos y mío. Yo lo quise cuidar y le dije que no hiciera asado, que yo llevaba las pastas. Ana María hizo el estofado y la torta. Y no pudo esperarnos para que lo abracemos y le digamos lo buen padre que fue”.
Desde el reproductor de sonido escucho una canción referente del canto popular uruguayo durante la dictadura cívico-militar de 1973-1985 que le gustaba a Carlos: “A redoblar, a redoblar la esperanza… porque el corazón no quiere entonar más retiradas”.
Noticias tristes, que nos tocan leer. En la contracara del golpe, cuánto nos has dejado. Sigamos leyéndote, leyendo a estos compañeros que son eternos. GRACIAS AVION por este homenaje. Carlos queda acá inmortal en el pensamiento y lucha nacional.
Que buen homenaje para Carlos. Lo he leído en la revista. Nunca había comentado. Es una pérdida inmensa. Coincido en que dejar su impronta escrita es el mejor de los legados. ¡Que su palabra jamás se pierda!
En momentos tan duros, donde compañeros tan grandes como vos no pueden faltar en las filas. ¡Cuantas pasaste!!! ¡Cuánto nos enseñaste!! Humilde y sabio. Histórico y profundo. Siempre vas a estar presente en la lucha. Porque te necesitamos. Coincido en que tu palabra no tiene caducidad. También en que será llevada y usada. Descansa compañero porque nosotros vamos a seguir esa lucha en el plano actual, que con sus matices nos vuelve a golpear, a ensuciar, romper y querer disolver. Estas cápsulas ejemplificadoras de la lucha jamás deben ser olvidadas. Estás con nosotros siempre.
Estas son las cosas que nunca apagan la voz. ¡Qué brille tu palabra en cada cosa que escribiste Carlos! Porque lo único que perdura y trasciende a las personas es la escritura. Es la pista que no se pierde, la que se siembra de generación en generación sin perder vigencia. Has dejado el legado más preciado al militante, al compañero y a la comunidad. Nada puede superar eso. Estás en paz. Seguiremos siempre este camino de lucha.
Cuanta emoción y tristeza cuando se leen estas cosas. Que hermoso homenaje a este gran autor de la revista, pero también a este gran ejemplo de militancia.