La integración latinoamericana, una lectura desde Argentina (Segunda entrega)
Así como se puede establecer una genealogía de pensadores argentinos que se piensan parte de una nación latinoamericana, ¿sería posible establecer una genealogía o una historia de políticos y/o pensadores argentinos contrarios a esa idea de nación inconclusa? ¿Se te ocurren algunos ejemplos en ese sentido?
Desde ya que se puede establecer una genealogía, o una saga, de una tradición de pensamiento argentino contrario a la unidad continental, porque hay corrientes políticas y del pensamiento, acciones históricas concretas que tendieron hacia la justificación de la fragmentación o el proyecto de secesión —o de no interesarse por el destino del continente—, tanto en las luchas por la independencia como también cuando se afirmaron los Estados nacionales.
Por un lado, hay un pensamiento que desarrolló el pensador uruguayo Alberto Methol Ferré sobre la idea de que terminadas las guerras civiles en la segunda mitad del siglo XIX —lo que caracteriza la fragmentación latinoamericana—, lo que se crean son polis más que naciones; ciudades puerto que se independizan y que un poco se alejan del resto del territorio. Cuando él denomina esas polis latinoamericanas, lo que está diciendo es que, más que la República Oriental del Uruguay, lo que se crea es la República de Montevideo, la República de Buenos Aires o de Caracas o de Santiago de Chile. Un historiador contemporáneo argentino que estudió mucho el federalismo dice que el federalismo argentino es de ciudades. El federalismo latinoamericano es un federalismo de ciudades, a diferencia del norteamericano que es un federalismo de regiones o de Estados.
También es bueno hacer referencia a ese fenómeno que se da en la segunda mitad del siglo XIX, que se caracteriza por tres hechos que han sido muy estudiados independientemente pero poco entrelazados. Junto con la finalización de las guerras civiles en que América Latina se fragmenta en casi dos docenas de países, se afirma la independencia pero se pierde la unidad. Y paralelamente a eso, aparece la historia profesional o erudita, la historia que en la Argentina es representada por Bartolomé Mitre. Esta será la historia de estas nuevas nacionalidades, la historia de la argentinidad, de la peruanidad o de la chilenidad. La que justifica que Uruguay sea un país diferente, que Bolivia ya no sea el Alto Perú, sino que sea también una nación independiente. Y el tercer fenómeno paralelo es el nacimiento del sistema educativo argentino —en general eso se repite en el resto América Latina— con lo que tenemos una escuela que populariza esa idea de fragmentación y naturalización de las nuevas nacionalidades.
Creo que Rivadavia con su boicot a la emancipación americana y a San Martín es un caso de pensamiento aislacionista, fragmentador y no continentalista, y el otro es Mitre que hasta expresa en su Belgrano la excepcionalidad rioplatense para trazar una diferencia del resto del continente, donde escribe una historia, no de la totalidad argentina, sino una mirada del litoral argentino, una historia de blancos sin pasado indígena, sin afrodescendientes, una historia de la excepcionalidad rioplatense que mira a Europa más que al continente. Eso que Borges diría “somos europeos en el exilio”, a diferencia del resto de América Latina. Ese pensamiento peligroso y mezquino que llegó incluso hasta nuestros días al utilizar la palabra “latinoamericanización” como un término peyorativo, como un término de fracaso, de esa argentina blanca, litoral y europea que se creía diferente a sus hermanos y compatriotas.
Creo que Rivadavia y Mitre representan la idea de una Argentina fragmentada del resto de América Latina. Incluso Mitre ejecuta la fragmentación de la propia Argentina cuando hace que Buenos Aires se separe de la Confederación y la secesión dure diez años, y solo se va a reintegrar cuando vence e impone el poderío de Buenos Aires sobre el resto. Ahí hay que contrastar a Mitre con Alberdi. Creo que todo el Estado liberal conservador que vive del ganado y de la agricultura también se desentiende del resto del país, lo que se llamó la “república oligárquica” es una república fragmentada. Hay poco de latinoamericanismo, de unidad continental en el pensamiento liberal argentino que es un pensamiento conservador liberal.
La escuela que “cumplió una gran tarea en argentinizar a la Argentina” también fue exitosa en des-latinoamericanizar la Argentina. La escuela construyó una nacionalidad argentina a partir de un relato histórico que nos puso ajenos a América Latina. Construyó una imagen del país en la que no entraron todas las tradiciones de pensamiento ni todos los sectores sociales, todas las clases ni todas las etnias. Así que hubo una uniformidad fragmentadora, y esa escuela, esa historia oficial que construyó la Argentina europea, la Argentina blanca que mira al Atlántico y no mira hacia adentro del continente, logró que América Latina desapareciera del relato histórico o apareciera solo como conflicto, como posibilidad de enfrentamiento y nunca de integración.
Mas allá del territorio de nuestro país, ¿qué otros pensadores, intelectuales y hombres de acción consideras que han sido fundamentales en la construcción de un ideario latinoamericanista?
Numerosos pensadores e intelectuales y hombres de acción de América Latina, más allá de los que ya mencionamos de nuestro país, han sido fundamentales para construir un ideario latinoamericanista. No podemos pensar en el latinoamericanismo desde lo argentino-céntrico, por lo tanto, los grandes aportes de los argentinos se unen a otros tantos en el siglo XIX como en el XX y en este siglo también. Podríamos tomar a algunos precursores de la colonia, pero desde ya que si uno tiene que pensar en el siglo XIX, piensa en Bolívar, en su maestro Simón Rodríguez, piensa en la figura de Artigas, piensa en el otro gran constructor de la unidad centroamericana que fue Francisco de Morazán.
Para la primera mitad del siglo XIX yo diría que todos lucharon por la independencia pensando en una América independiente y unida, que tiene tal vez su acto más glorioso y final en el triunfo de Ayacucho —del cual en pocos años se celebrara el bicentenario—, el de la definitiva independencia.
También tenemos que pensar en todos los revolucionarios mexicanos, en aquellos que soñaron el Congreso de Panamá o que construyeron unidades como Morazán o el General Barrios en Centroamérica. Desde ya, José Martí, y ya en el siglo XX el marxismo de Mariátegui, de Víctor Raúl Haya de La Torre en Cuba, precursor del pensamiento que va a desembocar en la Revolución Cubana. La propia Revolución Cubana y la de Farabundo Martí, en resistencia a Estados Unidos a principio de siglo, y la sandinista a mitad del siglo XX. También Prestes o Vargas en el caso del Brasil. Es tan numeroso ese rompecabezas del pensamiento latinoamericano que uno lo pude armar desde los hombres de acción o los intelectuales, dependiendo desde qué lugar uno piensa a América Latina. Puede ser desde la acción política, puede ser el periodismo, la escritura, el ensayo, la academia. También desde distintas tradiciones que pueden venir del nacionalismo, el marxismo, el cristianismo o de los liberalismos populares y democráticos. Y algunos autores como Franz Tamayo o Carlos Montenegro en el caso de Bolivia. Desde el siglo XXI, no podemos no destacar a Evo Morales y a su vicepresidente García Linera, un gran intelectual además de un político de acción y de gestión. Darcy Ribeiro de Brasil, me parece que es alguien para recorrer y leer a cien años de su nacimiento. Felipe Herrera en Chile, Germán Arciniegas en Colombia, además Fernando Ortiz Fernández en Cuba. Juan José Arévalo en Guatemala, José Vasconcelos en México. Estoy recorriendo rápido estos pensadores. Eugenio María de Hostos en Puerto Rico, Pedro Henríquez Ureña de República Dominicana. De Uruguay, José Enrique Rodó, Ángel Rama, también tenemos que destacar a Vivian Trías, a Alberto Methol Ferré, a Washington Reyes Abadie. Sería larga la lista que podríamos completar con Rufino Blanco Fombona de Venezuela o Mariano Picón Salas, de distintas miradas y de distintas búsquedas para pensar América Latina.
En el siglo XXI, a partir de los gobiernos nacionales y populares de la región, se produjo lo que algunos consideran que fue el más ambicioso proyecto de integración nuestroamericano, que se cristalizo en instituciones como la UNASUR o la CELAC, pero que quedó inconcluso ante el proceso de restauración neoliberal en la región. ¿Cómo ves la reconfiguración geopolítica de la región hoy?
Es cierto que en el siglo XXI, los gobiernos nacionales, populares y democráticos en la región tuvieron ambiciosos proyectos de integración que se cristalizaron en instituciones como la UNASUR o la CELAC, que son instituciones en construcción, en debate y en conflicto, porque hay una fuerza neoliberal que tiende siempre a evitar lazos de unidad en los países latinoamericanos. América Latina es, del tercer mundo, el único continente que comparte territorio con el imperio y que ha sido intervenido por éste en muchas oportunidades para dirimir conflictos latinoamericanos. Además, América Latina se tensa cuando aparecen gobiernos populares que defienden intereses nacionales y que están dispuestos a discutir quién se apropia de la renta. Me parece que ese es el tema clave, cuando hay un gobierno dispuesto a discutir la apropiación de la renta, que puede ser renta petrolera, minera o gasífera, sojera o mediática. La región se está reconfigurando, hoy con el triunfo de gobiernos de distintos matices democráticos y populares que han dado triunfos en Chile, Colombia o en Perú. También en Bolivia, en Brasil, Honduras, con toda la complejidad que eso conlleva y con posibilidades grandes de que el Frente Amplio vuelva a triunfar en elecciones futuras. Y también lo que se dirime en la Argentina, que va a ser clave porque el destino de Argentina está muy vinculado al destino del resto del continente. Ferré decía que Argentina liderando los nueve países hispanoparlantes eran el cincuenta por ciento del cono sur, y el otro cincuenta, Brasil. Y recordaba esa idea de Perón, de que Brasil y Argentina tenían que ser el núcleo de aglutinamiento de la unidad. Y el ABC incluía a Chile porque Perón veía en eso la salida al Pacifico. La unidad tenía que ser desde el Pacífico y desde el Atlántico. Pensar un Estado industrial, independiente, federal, bioceánico y continental, porque incluye la Antártida. Me parece que como Lula alguna vez lo planteó, esto va a requerir mucha voluntad política y una teoría de la integración. Por lo tanto, todo lo que podamos hacer en el campo del pensamiento de la integración va a ayudar para llevarla a la acción.
Pepe Mujica dijo hace poco que si él tuviese treinta años menos, vendría a militar a Buenos Aires porque acá se juega el destino de la Cuenca del Plata. Y Methol Ferré planteó siempre que en la Cuenca del Plata se juega el destino de Sudamérica y del continente todo. Por lo tanto, la tarea es muy importante para volver a teorizar, para volver a plantearnos el marco de ideas fundamentales y buscar cuál sería el gran espíritu de esa integración, que sin duda va a andar por el lado de la defensa de la democracia, la igualdad y la soberanía. Bajo ese eje, los países latinoamericanos podemos construir una unidad que esté fundamentada en ofertas concretas que mejoren la vida de nuestros pueblos. Y una necesidad de militar esta idea que todavía está muy encapsulada en vanguardias políticas e intelectuales, y poder hacer comprender a los pueblos de América Latina que para que haya justicia y mayores igualdades se necesitan actos soberanos descolonizadores que ayuden al desarrollo nacional. Ahora, esa cuestión, que es la cuestión de la nación y la resolución social de las desigualdades, solo se va a poder hacer en unidad. La fragmentación nos domina, nos lleva a ser sometidos. Y la emancipación necesita sin dudas de la unidad.