Ante el cerco mediático y las sanciones, el modelo de democracia participativa y protagónica se abre paso con una inédita Consulta Popular de la Juventud y la resiliencia electoral del chavismo. Claves de una resistencia que desafía la narrativa hegemónica.
Mientras se impone desde el poder mediático global una narrativa que desconoce la legitimidad de los procesos electorales venezolanos, el país ha construido, en el último cuarto de siglo, un andamiaje jurídico y social para transitar de una democracia meramente representativa hacia un modelo de democracia participativa y protagónica. Este concepto, plasmado en la Constitución de la República Bolivariana de 1999, busca ir más allá del acto de votar cada cierto tiempo. Se fundamenta en la participación permanente, directa y protagónica del pueblo en la formación, ejecución y control de la gestión pública, a través de mecanismos como los referendums, las iniciativas legislativas populares, las asambleas de ciudadanos y la autogestión comunal mediante las comunas y los consejos comunales.
En diálogo con Avión Negro, Susana Velásquez, responsable del vértice “Vamos a comunicar” de la Gran Misión Venezuela Joven, describe este sistema como “un sistema de autogobierno territorial donde el poder político se ejerce directamente en las comunidades que están organizadas. No como se conoce tradicionalmente en las democracias representativas, lo que nosotros hacemos es una democracia centrada en las comunas; es básicamente la construcción de espacios participativos y protagónicos desde la toma de decisiones colectivas en la base social”. En este sentido, afirma Velásquez que “los ciudadanos, a través de esta organización comunal, tienen mayor control sobre sus comunidades y sobre cómo gestionan y administran los recursos públicos, promoviendo el autogobierno y construyendo una nueva forma institucional que involucra a los territorios y a los ciudadanos en la toma de decisiones políticas desde lo local hasta lo nacional”.
Este modelo, único en la región, se ha demostrado resiliente. Pese a enfrentar un férreo bloqueo económico, financiero y mediático destinado a asfixiar la economía y generar malestar social para derrocar al gobierno, el pueblo venezolano ha seguido acudiendo masivamente a las urnas. La victoria del chavismo en las últimas elecciones municipales de 2023, donde se impuso en 285 de 335 alcaldías (85%) y en 23 de las 24 capitales estatales, es un dato elocuente que la prensa hegemónica suele omitir o minimizar. Estos resultados no pueden leerse fuera de contexto: son una expresión popular en medio de una guerra económica debido a las sanciones impuestas por Estados Unidos y otros países, que evidencia que una parte significativa de la población, consciente de las dificultades, aún apuesta y se moviliza por el proyecto político bolivariano.
Además de las elecciones para alcaldías, el mes pasado se celebró la primera Consulta Popular Joven, una propuesta inédita en la región donde ciudadanos de entre 15 y 35 años propusieron y votaron proyectos en temas relacionados a cultura, educación y trabajo en sus comunidades. Se trata de construir el protagonismo de una democracia participativa con una fuerte impronta territorial, promovida por el Gobierno venezolano como una forma de ampliar la participación ciudadana desde la juventud.
Este plan permitirá duplicar el impacto directo de la jornada electoral, asegurando que las 5.336 Comunas y Circuitos Comunales del país puedan ejecutar dos proyectos priorizados por la juventud organizada. En total, 10.672 serán las propuestas para ejecutar, correspondientes a los primeros y segundos proyectos más votados el último 27 de julio. “Lo novedoso de la consulta popular de la juventud es que estos proyectos no respondieron a la lógica del líder de calle o del adulto, sino que fue la juventud que hace vida dentro del territorio la que los propuso”, sostiene Susana Velásquez.
Desde su lugar, Velásquez problematiza este momento: “Para nadie es un secreto que la realidad de la juventud, no sé si en el mundo, pero me imagino que sí, es que no está participando activamente de los procesos de transformación de sus comunidades y mucho menos en procesos políticos activos, sea cual sea el espacio o interés político que tenga; izquierda, derecha, la juventud simplemente está bien atrapada en internet, en redes sociales”. La primera Consulta Popular Joven permitió involucrarlos no solo en la construcción de los proyectos, sino en “generar espacios de expresión, de organización, e incluso asegurar el futuro y la estabilidad nacional, que es una de las cosas por las que hoy tenemos una lucha bastante amplia”, agrega.
En este camino, las “Siete Transformaciones” (7T) son el marco programático central del gobierno de Nicolás Maduro, la hoja de ruta para la llamada “Nueva Etapa” del Proceso Bolivariano, cuyo objetivo es superar la crisis y sentar las bases para un nuevo modelo económico y social que no dependa exclusivamente del petróleo.
Sobre esto, Susana Velásquez destaca que el contexto actual está marcado por la tercera transformación, orientada a la seguridad y al fortalecimiento de la Democracia Participativa y Protagónica. “En pleno escenario de profundización de la estrategia de ‘máxima presión’ por parte de Estados Unidos, es importante sostener la paz, ya que sin paz no se puede garantizar el resto de las transformaciones”, explica. “El presidente Nicolás Maduro reflexionaba que la tercera transformación es la primera para nosotros, porque si no tenemos garantía de paz no podemos garantizar al resto: ni lo social, ni lo cultural, ni lo científico”.
Y es que la juventud busca tener un futuro mejor, y eso también implica vivir en paz y armonía, para desarrollarse en sus territorios. Pero sin lo primero, no pueden tener lo segundo. “Mayor unidad, mayor cohesión. La mayoría de los proyectos de la consulta popular se enfocaron en la cuarta transformación, la social: rehabilitación de espacios deportivos, impulso de actividades culturales. Eso te dice de una juventud que quiere ser atendida, que su futuro quiere estar orientado al esparcimiento, a la sana diversión, a construir sus espacios, a generar las condiciones para dignificar la vida”, reflexiona Velásquez.
El escenario actual es por demás complejo. Por un lado, Estados Unidos incrementa la presión a través de sanciones, recompensas y una presencia militar disuasiva en el Caribe para forzar un cambio de gobierno en Caracas. Por el otro, el chavismo responde movilizando a su fuerza popular y cerrando filas frente a lo que percibe como una agresión inminente.
Frente a las estrategias occidentales para caracterizar a Venezuela como una dictadura, el proceso demuestra que está en constante búsqueda de mejorar, y que gran parte de la población así lo considera. La democracia venezolana es una democracia bajo fuego, donde el pueblo, ejerciendo su poder protagónico, ha decidido soberanamente resistir a la presión externa y defender su derecho a autodeterminarse. La pregunta final, entonces, es inevitable: ¿Por qué no escuchar al pueblo venezolano?