Nuevas (y no tan nuevas) derechas antidemocráticas y antirepublicanas
La nueva derecha (nueva para estos tiempos que corren), la derecha radicalizada como se dice, neofascista o en realidad una derecha antirepublicana y antidemocrática, dos elementos claves que están en contra de los mecanismos básicos del Estado de Derecho y de los procesos democráticos, surge al calor de la imposibilidad de buena parte de los sectores dominantes para disciplinar los procesos populares. Es decir, el giro conservador 2015-2016 que prometía una nueva hegemonía conservadora neoliberal demostró, como en algún momento nosotros lo analizábamos, que era imposible construir una nueva hegemonía, que incluso los propios sectores dominantes no tenían mucho para ofrecer a las clases subalternas, al contrario, les quitarían derechos y las condiciones económicas y sociales como disminuir salarios o restablecerse el trabajo esclavo, como se hizo a través de la legislación de Brasil en el caso del campo.
Entonces, frente a esa situación se empieza a oxigenar una derecha mucho más radical, considero, porque a través de los mecanismos democráticos institucionales a las facciones de poder dominantes se les vuelve muy imposible construir una opción política, una hegemonía. Obviamente, sobre esto hay una fractura que después se traduce en términos políticos, la fractura entre una derecha más tradicional —en el sentido de los últimos años post consenso de los 80 y 90, republicana y que dentro de los marcos democráticos formales intenta operar—, y un creciente sector de derecha antidemocrática y antirepublicana, una reacción conservadora.
Ese es un elemento clave, la imposibilidad de disciplinar o desarticular los procesos nacionales y populares que reemergen, y después hay otros elementos que están en relación con eso. Uno es el internacional que tiene que ver con que, si esto es parte de un movimiento a nivel occidental, una situación de transición hegemónica mundial, de declive relativo de occidente, de emergencia de nuevas potencias. Es una derecha de sectores que emergen también sobre ciertas fracturas sociales, y que sabe aprovechar esas fracturas para capitalizarlas o para encuadrarlas dentro de un marco ideológico político alternativo, incluso para mostrarse a sí mismo como una novedad. En un mundo en crisis, un mundo con muchas incertidumbres, con la imposibilidad de resolver los problemas básicos de la sociedad, aparece como lo revulsivo, como la antipolítica, por más que esto sea muy viejo y encontramos muchos ejemplos entorno a la crisis del 30 y también de los años 20 y 40, en los años 70 y 80 en América Latina, pero aparece como lo nuevo y ahí capitaliza también ese fenómeno. El impacto que tiene sobre sectores medios y medios bajos que ven en estas opciones políticas la forma de diferenciarse de los sectores más empobrecidos y de posicionarse “superiores” a esos sectores, incluso explotando cuestiones raciales, jerarquías sociales tradicionales que pusieron en crisis los procesos nacionales y populares, que buscan ser establecidas porque hay muchos elementos que también juegan en este proceso.
Bueno creo que claramente esta reacción conservadora de la derecha antirepublicana, antidemocrática y antiliberal —paradójicamente antiliberal, por más que muchos se digan libertarios—, está estrechamente relacionada con la reacción conservadora que se produce en occidente, que es una reacción contra el neoliberalismo globalista, tanto en lo económico recuperando cierto nacionalismo económico y cierto industrialismo, como en lo político y lo ideológico. Un enfrentamiento contra la cosmovisión liberal en materia de derechos civiles, en materia de transformaciones culturales. Una derecha que también reacciona contra el multiculturalismo propio de la propuesta globalizadora, de un multiculturalismo más liberal. Entonces, ahí hay un núcleo muy fuerte que irradia sobre la periferia de occidente y particularmente sobre América Latina. No solo irradia, sino que tiene vínculos orgánicos, un montón de reuniones a través de fundaciones, a través de este espacio llamado “El movimiento” (The Movement) de cuadros intelectuales con vínculos orgánicos muy profundos. También es un elemento que fractura los sectores dominantes conservadores tradicionales en América Latina. Esa fractura en occidente se reproduce en América Latina aunque con otras características. Está derecha local y antirepublicana y antidemocrática no tiene como elemento clave el nacionalismo, el industrialismo o el nacionalismo económico, por el contrario, un elemento de clase clave detrás de estos movimientos son los sectores primarios exportadores, los grandes terratenientes, las oligarquías, incluso pequeñas y medianas burguesías que participan en ese sector económico, eso se ve muy claro en el fenómeno Bolsonaro y sus núcleos fundamentales de apoyo, en esa media luna que va desde el sur de Brasil hacia el centro oeste. En cambio, en el norte hay mucha burguesía industrial apoyando estos fenómenos de emergencia, de nuevas (y no tan nuevas) derechas antidemocrática, antiliberales y antirepublicanas con componentes neofascistas.
Alternativas y desafíos para América Latina en el escenario actual
El marco geopolítico actual ofrece al movimiento popular latinoamericano mayores márgenes de acción autónoma. Sí bien es un momento de mayores presiones, porque obviamente Estados Unidos apunta sobre la región y quiere asegurar el dominio del patio trasero —el continente americano—, es muy claro que los principales cuadros de los distintos gobiernos estadounidenses, por más que puedan variar las estrategias a seguir, plantean la amenaza de seguridad nacional, entendida como, por ejemplo, la presencia de China y otras potencias emergentes en la región.
Esto ya se enmarca desde 2005, uno puede rastrear como ya aparecía China, Rusia, Irán, probablemente sobre todo China, como una de las amenazas de seguridad nacional para Estados Unidos por su creciente presencia en la región. Hoy que se multiplica el comercio y China es, en términos dinámicos, el principal inversor en América Latina, no en stock pero sí en el flujo actual, sobre todo en América del Sur que es su principal socio comercial si la miramos en su conjunto. Entonces esas alertas son cada vez más fuertes. Laura Richardson, la jefa del Comando Sur del Pentágono, fue clara en ese sentido al asegurar los recursos naturales o recursos estratégicos de América Latina, bajo el dominio estadounidense. Mencionó, por ejemplo, con total claridad el triángulo de litio ubicado entre Argentina, Chile y Bolivia, donde se encuentra gran parte de las reservas de este mineral estratégico para la transición energética en curso. Sin embargo, justamente son estas condiciones multipolares con otros socios comerciales muy fuertes por fuera de occidente las que también generan otras alternativas y desafíos.
Uno de los grandes temas es cómo proteger al sector industrial para que la tremenda competitividad de China y de Asia-Indo-Pacífico no los extermine mientras, al mismo tiempo, generan otras alternativas comerciales y de inversión financiera. Otro tema sensible como es el monetario-financiero lo vemos con los swaps de China a Argentina, con la posibilidad para Argentina de ser miembro del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y lograr otras alternativas de financiamiento a través de 17 proyectos Chinos en el país para trabajar en inversiones claves, esto genera otros márgenes de maniobra. Lo mismo, por ejemplo, una China apoyando a la CELAC, la comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, incluso apoyando en un momento crítico en la región como fue 2017 y 2018, cuando se intentó desmantelar casi todos los organismos de integración regional con perspectivas más autonomistas, y China fue uno de los que contribuyó a que la CELAC sobreviva, a diferencia de lo que paso con UNASUR. Entonces, me parece que ahí hay un montón de elementos clave que permiten ver qué hay otro margen de maniobra, aunque también hay mayores presiones para justamente alinear o verticalizar la región.