En columnas anteriores[1] argumentamos por qué si a partir del 10 de diciembre tenemos un gobierno de unidad nacional, encabezado por Sergio Massa, lo que viene es un cambio profundo en la Argentina, de la mano -además- de grandes transformaciones que se están produciendo en el sistema-mundo, donde la propuesta que encarna Unión por la Patria representa ese cambio profundo que tendremos oportunidad de materializar cimentando un proyecto de desarrollo de largo aliento, duradero y sostenible. También mostramos[2] por qué Argentina, con inteligencia y determinación para aprovecharla, se encuentra frente a una oportunidad histórica de subirse a ese tren del desarrollo y dar un salto determinante en la construcción de un futuro de progreso, despegándose del ciclo de avances y retrocesos que caracterizó a las últimas décadas, en gran medida marcado por la escasez recurrente de dólares, la gran causa de la inflación crónica y la erosión de los ingresos reales. Se tratará de un cambio definitivo que implicará la transformación de la estructura económica y la matriz exportadora nacional, que permitirá estabilizar el frente cambiario, reducir la inflación y encauzar al país en un sendero de recuperación de los ingresos que se encuentran estancados -los formales- o en retroceso -los informales- después de acumular pérdidas significativas durante 2015-2019 bajo la presidencia de Macri. Reafirmamos, con esos argumentos, la convicción sobre la visión acertada y el liderazgo necesario de Sergio Massa, quien orientó los esfuerzos de su gestión a engendrar las condiciones para la adición de dos nuevos grandes motores exportadores: el sector de gas y petróleo -con YPF y Vaca Muerta como protagonistas- y el sector minero, además de la consolidación de un cuarto sector: la economía del conocimiento, basada en el impulso de la ciencia y la tecnología argentinas; y que lo hizo aun en medio de la enorme complejidad que significó la pérdida en 2023 de USD 21.000 millones por una sequía histórica, después de asumir en una situación de crisis cambiaria crítica, marcada por los shocks externos de precios y un mal acuerdo para renegociar la deuda con el FMI (que tomó Mauricio Macri en 2018 para financiar la fuga de capitales de grandes fondos extranjeros). Habría que agregar que esa oportunidad de cambio no se reduce al ámbito de lo económico sino que se basa en un cambio, también, en las condiciones políticas que configuran parte del contexto de posibilidad para el desarrollo económico y que se materializan en la propuesta de un gobierno de unidad nacional con grandes acuerdos, no sólo entre actores políticos sino, además y fundamentalmente, entre sectores de la sociedad: empresarios, trabajadores, comunidad académica, comunidad científico-tecnológica. Diez acuerdos para el futuro de la Argentina: alrededor del trabajo y la producción, para defender a la industria nacional y el salario de los trabajadores argentinos; de los superávits gemelos con un sistema tributario progresivo para impulsar el desarrollo económico y una mejor distribución del ingreso; en el abrazo al federalismo, con más y no menos coparticipación, que es intocable; en el desarrollo de las industrias del futuro, con políticas de Estado para los próximos diez o veinte años que garanticen que las inversiones le agreguen trabajo argentino a nuestros recursos naturales para vender al mundo; en la defensa de una agenda contra el cambio climático, para recorrer un ciclo virtuoso de descarbonización y licencias sociales locales, de convivencia entre medio ambiente y desarrollo; en la defensa de un sistema educativo desde los 45 días hasta la universidad, público, gratuito, de calidad, inclusivo y con tecnología, sin vouchers ni aranceles, como reclamó públicamente la comunidad universitaria nacional en los últimos días; en el fortalecimiento de la inversión en ciencia y tecnología, para transformar materia prima en riqueza, agregar valor en la producción de nuestras PYMES y transformar el sistema educativo en capital económico de nuestra patria y mejores ingresos para nuestros trabajadores; en la construcción de un acuerdo de todos por el desarrollo humano y contra la pobreza; en la definición de una política exterior inteligente, donde el único camino es la multipolaridad, sin importar lo que nos pidan de afuera sino pensando en un solo interés, el de los argentinos; en la definición de una agenda de seguridad y justicia que le devuelva la paz y la tranquilidad a los argentinos para que la calle sea de los laburantes y los delincuentes estén en la cárcel.
Ahora es la hora de mostrar la contracara de ese cambio positivo, económico y político, con miras al futuro y al desarrollo de la Nación. Porque también podría pasar que Argentina diera un paso en falso y, en lugar de subirse al tren del desarrollo y aventurarse hacia el futuro, cayera en el abismo del retroceso en una deriva de consecuencias que no dan ganas de imaginar, pero que hay que nombrar porque hay que ponerle nombre y hacer consciente el peligro, la tragedia latente en el voto de una porción importante de nuestra población que, en la primera vuelta electoral del 22 de octubre, acompañó -con el 29% de los votos- al espacio político que nos propone el retorno a lo peor del pasado y la destrucción de todo lo que hoy tenemos. Muchos argentinos, entre quienes me incluyo, el 37% de quienes votamos el 22, estamos convencidos de que Sergio Massa encabeza la propuesta de futuro que la Argentina del s. XXI definitivamente necesita. Pero hoy son muchos más los que compartiendo o no aquella convicción, compartimos una certeza que inquieta a todos los demócratas que habitamos el suelo de esta Patria: nada peor podría ocurrirle a nuestro país y a nuestro pueblo que la tragedia que podría significar un gobierno de Javier Milei.
En las últimas semanas, ante la proximidad de un ballotage en las elecciones más trascendentales de nuestra democracia recuperada hace 40 años, se han multiplicado las voces de quienes alertan sobre los riesgos indecibles de un gobierno en el que la que avance sea la libertad de los genocidas que se “esperanzan” con la fórmula que integra la reivindicadora de la dictadura, Victoria Villarruel. La candidata es sobrina de un represor acusado por la muerte de 50 personas y la privación ilegítima de la libertad y aplicación de torturas sobre otras 370 en la causa de “El Vesubio”; es también hija de un militar condenado por “insubordinación” por negarse a jurar por la Constitución Nacional, y condecorado por su participación en lo que él denomina “la lucha contra la subversión”, por el genocida tucumano Antonio Domingo Bussi de quien, ya en democracia, fuera asesor el hoy candidato presidencial Javier Milei. Por supuesto que el rechazo que genera Villarruel (h) no tiene que ver con las atrocidades que en el pasado protagonizaron miembros de su familia, de las cuales no es ella responsable, aunque no puede dejar de decirse que, a diferencia de muchos hijos y familiares de militares que participaron del terrorismo de Estado y que han condenado los crímenes cometidos por la dictadura, Villarruel (h) no solo ha mentido impúdicamente sobre sus antecedentes familiares sino que -y esto sí resulta absolutamente repudiable- ha negado explícitamente que hubo un genocidio en la Argentina y ha negado, sistemáticamente, el terrorismo de Estado con una estrategia basada en desconocer a los 30.000 desaparecidos durante la última dictadura militar cuestionando las cifras y afirmando que fueron 8.000, a pesar de las pruebas que acreditan -en documentos desclasificados en Estados Unidos- que para 1978 los militares ya reconocían más de 22.000 desaparecidos cuando todavía faltaban cinco sangrientos años de terrorismo de Estado en nuestro país. La lista de expresiones y actitudes que deberían ser condenadas en democracia por parte -además- de quienes se proponen para conducir los destinos de la Nación, es interminable. Indudablemente, impactante fue escucharla en el debate entre candidatos a vicepresidentes defender al genocida Amelong, condenado en cinco oportunidades (tres de ellas, a prisión perpetua). No menos impactante, por cierto, que escucharlo al propio Milei reproducir casi textualmente, durante el debate presidencial, el discurso de Massera durante el Juicio a las Juntas, negando también el terrorismo de Estado y el plan sistemático (de “aniquilación”, en palabras de Amelong) para la privación ilegítima de la libertad, la desaparición forzada, la tortura y el asesinato de 30.000 ciudadanos argentinos, tan sistemático que no se circunscribió a la geografía nacional, sino que se planificó y ejecutó a nivel regional en el marco de lo que conocemos como “Plan Cóndor”. Como Massera, Milei sostuvo que hubo una “guerra” y que, en todo caso, “se cometieron excesos”. Igualmente impactante fue ver que la candidata a vicepresidenta enviaba su apoyo, a través de redes sociales, a un militar retirado que había publicado imágenes de un Falcon verde con la leyenda “en este baúl, aunque un poco incómodos, entran siete”. En este sentido, no puede dejar de mencionarse la carta del represor Jorge “el Tigre” Acosta que desde la cárcel se expresó “esperanzado” con las candidaturas de Milei y Villarruel.
En ese contexto, advertencias como las de Elisa Carrió deben ser escuchadas y tenidas debidamente en cuenta. Carrió, en junio de este año, afirmó que el espacio de extrema derecha en Argentina estaba liderado por Mauricio Macri, quien mucho antes de las elecciones (de la definición de las primarias y, mucho más, del resultado de la primera vuelta) quería “hacer una alianza con Milei”. Explicó que “ese espacio -integrado por Macri y Milei- va por un ajuste muy brutal sobre la clase media, un ajuste muy brutal en cuatro meses, y va también enmarcando la noción de orden, pero en un orden que no proviene ya ni de la Justicia ni de la República, ni de los Derechos Humanos, ni la represión respetando los derechos humanos, sino en la noción de un orden que… es que hay que reprimir hasta matar, si es necesario. Lo veo en la calle -agregó- donde me dicen: ‘si hay que matarlos, hay que matarlos, porque ¿qué vamos a hacer con los manifestantes?’. Esta noción de orden represivo también está enraizada en el colectivo de la gente que está desesperada por la inseguridad, pero que lo que no se da cuenta es que si a la violencia ilegítima que se vive en las calles se le agrega la represión indiscriminada para construir el orden, si a esa violencia se le suma este tipo de violencia, terminamos en un juzgamiento por delitos de lesa humanidad cometidos por el Estado donde van a ser juzgados ministros, presidentes, donde van a ser condenados lamentablemente policías…”
Huelgan las palabras. Es claro, y lo es cada vez más para más y más argentinos demócratas, independientemente de sus posiciones político-ideológicas o de sus filiaciones partidarias, que un gobierno de Milei representa “un riesgo para la Democracia”, como señaló -en otro llamado de atención desde el exterior- la publicación británica The Economist. Y es por esa razón que se multiplican las voces de los demócratas que ponen la cara y el cuerpo para llamar a votar a Sergio Massa, como un clamor en defensa de la paz, la convivencia democrática y la pervivencia de los acuerdos más básicos sobre los que se ha edificado la democracia argentina -aún con sus falencias o debilidades- durante los últimos cuarenta años. Voces tan diversas como esclarecedoras -de artistas, comunicadores, científicos, académicos, dirigentes empresarios, dirigentes políticos de procedencias diversas- que enaltecen el espíritu de un país que no se resigna a ver crecer a sus hijos en un clima de violencia, de ausencia de marcos legales y constitucionales, de avasallamiento de los derechos de las personas, de represión, persecución y miedo; en suma,: de pérdida -paradójicamente- de las libertades más elementales que constituyen una base irrenunciable del pacto democrático sin el cual sería imposible edificar una Nación, una comunidad nacional, una Patria.
Por supuesto que en esa violencia -expuesta de manera que hasta hace poco tiempo era inimaginable- contra quienes profesan ideas diferentes de ese paleolibertarismo conservador y neofascista -desde las mujeres, las personas con discapacidades, los adultos mayores, los colectivos LGTB, los periodistas que repreguntan, los católicos, los radicales, los peronistas, los que se identifican con partidos de izquierda, los socialdemócratas, los progresistas, los de centro, los de centroderecha, ¡los liberales!, los malvineros, las feministas, los defensores del medioambiente, los pueblos originarios, los trabajadores, los empresarios nacionales… hasta el Papa Francisco- anida el afán de negar los derechos de la inmensa, inmensísima mayoría.
La eliminación de derechos fundamentales de los argentinos forma parte del pensamiento y la plataforma política[3] de La Libertad Avanza: la salud pública y gratuita, que proponen privatizar; la educación pública, gratuita y obligatoria, que quieren cancelar y arancelar; la seguridad social, que quieren eliminar junto con el retorno de las AFJP, la liquidación del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSES y la eliminación del PAMI; el acceso a los servicios públicos básicos que, con la eliminación de subsidios, se tornarían inaccesibles para millones de hogares; el acceso al transporte público, que correría la misma suerte que el acceso al gas de red o la electricidad; el derecho a condiciones dignas y equitativas de labor, la jornada limitada, el descanso y las vacaciones pagas, el salario mínimo vital y móvil, el derecho a igual remuneración por igual tarea, las indemnizaciones, la estabilidad de los empleados públicos, la organización sindical libre y democrática, la concertación de convenios colectivos de trabajo, el derecho de huelga, la defensa del bien de familia, la compensación económica familiar y el acceso a una vivienda digna, todos ellos consagrados en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional, al que Javier Milei caracterizó como “la idea de la justicia social materializada en un artículo” y que, tras resultar el candidato más votado en las primarias, aseguró que su victoria representaba el fin de “esa atrocidad de que donde hay una necesidad nace un derecho, cuya máxima aberración es la justicia social”. Y, por supuesto, la cancelación del derecho a una retribución justa, ya que la dolarización sin dólares que propone Milei implica una necesaria megadevaluación y, en consecuencia, llevar la economía a una hiperinflación que las consultoras de su propia fuerza política[4] estimaron en 50% mensual, con un salto del tipo de cambio oficial de $365 a $1.400, con hiperinflación sostenida en 2 dígitos hasta mediados de 2025, y que otros estimamos en niveles muy superiores con una dinámica de espiralización difícil de predecir. Como consecuencia de ese proceso que los economistas Emilio Ocampo y Nicolás Cachanosky, autores de la propuesta de dolarización que Milei promete implementar, reconocieron como “un proceso doloroso porque implica (…) una inflación cercana a la híper antes o varios meses de altos índices“[5], la consultora FMyA señaló que, en ese escenario de hiperinflación, “la pobreza podría irse al 80%, casi el doble del nivel actual”[6]. En el contexto de una tragedia social de esas dimensiones no es una locura pensar que muchos pobres podrían ser empujados a ejercer la “libertad” de vender sus órganos, otra de las ideas que Javier Milei ha sostenido que implementaría “como un mercado más”.
La lista de derechos abolidos, lamentablemente, no termina ahí. Porque la “motosierra” también promete terminar con el derecho al acceso al agua potable y el saneamiento, la infraestructura urbana y toda obra pública, tanto del orden nacional como subnacional, como parte del ajuste requerido para alcanzar los 15 puntos del PBI que propone recortar el candidato paleolibertario, junto con el fin de las transferencias a las provincias y de la mismísima coparticipación federal. Esto implica además, como observó el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, la imposibilidad para las gobernaciones de afrontar el pago de los salarios de los empleados provinciales, como médicos, docentes y policías. Está claro que semejante poda del gasto de capital pondría fin, desde el vamos, a las obras de infraestructura estratégica, como la construcción de gasoductos y oleoductos lo cual, por lo demás, vendría de la mano con otra de las propuestas del candidato Milei: la privatización de YPF y la venta de Vaca Muerta, además de la privatización de la totalidad de las empresas públicas, patrimonio, hasta hoy, de los 47 millones de argentinos.
El despojo por privatizaciones no solo liquidaría el patrimonio nacional sino que, junto con ello, barrería con el derecho al desarrollo del pueblo argentino, ya que implica la entrega a manos privadas -potencialmente extranjeras- de algunas de las principales llaves del desarrollo económico nacional, entre ellas el desarrollo del sector hidrocarburífero, incluida la puesta en marcha de la planta de licuefacción de gas natural en Bahía Blanca, y la industrialización del litio en la planta de celdas y baterías de litio de La Plata, iniciativa de Y-Tec, la empresa de investigación y desarrollo para la industria energética de YPF y el CONICET. Este último, por lo demás, también forma parte de la lista de instituciones estratégicas que Milei propone cerrar, asestando una herida de muerte al desarrollo científico-tecnológico y un retorno a un pasado conocido para los científicos argentinos que ya vivieron el desarraigo y el exilio en la década del 90 cuando Domingo Cavallo los mandó “a lavar los platos”.
Son conocidas, para quienes tenemos edad para recordar, las consecuencias que en materia de desempleo sufrió la Argentina con la política de privatizaciones durante el menemismo, cuando la desocupación alcanzó niveles del 18%. No es difícil, por lo tanto, deducir cuál será el futuro del trabajo en el país bajo un eventual gobierno de Milei. Desde ya, no solo las privatizaciones masivas que propone La Libertad Avanza (LLA) socavarían el derecho a un trabajo digno y bien remunerado de los argentinos. El panorama se completa con la propuesta de apertura indiscriminada y unilateral de importaciones[7] que explicó Darío Epstein, uno de los asesores de Milei, en el acto por el Día de la Industria. La plataforma de la fuerza política paleolibertaria no contiene menciones a una política industrial, por lo que la apertura comercial parece ser la única iniciativa que la contiene. En palabras de Epstein, con esta iniciativa “algunas empresas y sectores no tendrán la fortaleza y otros, como la agroindustria, no tendrán ningún inconveniente”. Es decir que está dentro de las previsiones que la industria nacional irá “a la quiebra”, como reconoció Milei en una entrevista reciente con el fujimorista Jaime Bayly, y la configuración de una economía primarizada. El cuadro completo, donde la megadevaluación implicada en la propuesta de dolarización licuará fuertemente el valor de los activos argentinos, sumado a la apertura comercial indiscriminada, el debilitamiento del mercado interno -fruto de la depresión de los salarios y la ruptura de las relaciones comerciales con nuestros principales socios, Brasil y China, por razones ideológicas de un candidato que considera “comunista” a todo aquel que no recite el manual de Rothbard-, expondrá a los empresarios argentinos a un proceso de liquidación, “remate” y extranjerización. Esta política, por lo demás, profundizará el escenario referido a la pérdida del derecho a un trabajo digno y bien remunerado del lado de los trabajadores, en este caso del sector privado.
No puede dejar de mencionarse que la política económica de Milei, además de “más devastación en el corto plazo” y “caos social” -como advirtieron más de 100 economistas de todo el mundo en una carta publicada en el diario británico The Guardian[8]-, presenta riesgos que exceden al ámbito de lo estrictamente económico. Es reconocido por especialistas de todo el mundo y confirmado por el caso ecuatoriano que la dolarización es un tipo de política que entusiasma al narcotráfico. De acuerdo con el Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado (OECO), desde que se produjo la dolarización a principios de los 2000, en Ecuador, el narcotráfico es la primera expresión del crimen organizado, seguido por el lavado de activos; también, en cuarto y quinto lugar, aparecen el tráfico de armas y el tráfico de hidrocarburos relacionado con el narcotráfico. La desinstitucionalización y la ausencia del Estado, de la mano con la dolarización, facilita la transacción de las actividades ilícitas y el lavado de dinero lo que, para el caso de lo que propone LLA, se vería reforzado con el cierre del Banco Central que ejerce la función de supervisión sobre el sistema financiero. Es evidente que el derecho a la seguridad ciudadana también se verá comprometido, mucho más si se considera que la libre portación de armas también forma parte de la plataforma de LLA.
¿Alguien se imagina la vida en un país con 50% de inflación mensual, 80% de pobreza, desempleo creciente, sin convenios colectivos, sin derecho a huelga, sin industria, sin seguridad social, sin jubilaciones, con la salud y la educación privatizadas, con más inseguridad, con libertad para el narcotráfico y la portación de armas, sin derecho a la cultura popular, porque hasta el fútbol quieren convertir en una sociedad anónima, donde la única libertad que puedan ejercer millones de ciudadanos sea la de elegir entre vender sus órganos o “morirse de hambre”, como admitió Milei en una entrevista con Jorge Fontevecchia? ¿Alguien quiere que sus hijos vivan en ese país? ¿Alguien quiere “que estalle” todo? ¿Cómo creen que reaccionaría ante una sociedad que estalla un presidente que pierde el equilibrio emocional porque hay más ruido del habitual en un estudio de televisión? ¿Cómo creen que reaccionaría un gobierno integrado por personas que sostienen que el terrorismo de Estado fue, en todo caso, un exceso por parte de quienes “cumplían órdenes de su superioridad”?
Esta no es una elección más. No se trata de una confrontación entre partidos políticos. No se trata de diferencias ideológicas. Milei es lo peor que podría pasarle a la Argentina.
En defensa de la democracia, en defensa de la libertad, en defensa de nuestros derechos, por nuestros hijos, este 19 de noviembre, elijamos el futuro. Elijamos la vida. Elijamos la paz.
[3]
https://www.lanacion.com.ar/politica/la-plataforma-de-javier-milei-para-las-elecciones-paso-2023-nid02082023/
[4]
https://www.clarin.com/economia/agencia-bolsa-ramiro-marra-explica-hiper-gana-javier-milei-explica-plan-dolarizar_0_95tLdeeZuK.html
[5]
https://www.lanacion.com.ar/politica/las-propuestas-de-milei-secretos-puntos-clave-y-riesgos-del-plan-de-dolarizacion-a-la-que-dio-luz-nid20082023/
[6]
https://www.bloomberglinea.com/latinoamerica/argentina/por-que-el-plan-milei-no-esta-priceado-en-bonos-ni-en-el-precio-del-dolar-ccl/
[7]
https://www.lapoliticaonline.com/economia/milei-le-da-dos-anos-a-la-industria-para-que-se-convierta/
[8]
https://www.theguardian.com/world/2023/nov/08/argentina-election-javier-milei-economists-warning
Fernanda sabe expresarse a modo de que todos entendamos y tiene muy claro lo de economía escucharla leerla en su redes leer su libro da entendimiento saca las dudas los miedos lo dejas de lado, en mí caso entro al mundo de economía que lo veía de otra manera círculo cerrado en un solo camino, hoy administración Fernanda Vallejos