Este domingo los argentinos y las argentinas daremos comienzo a un proceso electoral que culminará, en octubre o noviembre (según haya o no segunda vuelta), en la decisión -clave- sobre quién gobernará nuestro país en los próximos cuatro años y, con ello -lo que es más importante-, qué proyecto, qué modelo productivo y qué tipo de inserción en un mundo en plena reconfiguración aspiramos a consolidar para nuestra Nación. De esos aspectos críticos que están en disputa y que se definirán en las urnas, dependerán los niveles de inclusión social (o exclusión), la cantidad y calidad del empleo a crear (o destruir), la progresividad en la distribución del ingreso (o la regresividad), la ampliación del tejido industrial nacional (o su retroceso), el aprovechamiento de la renta de nuestros recursos naturales en favor del desarrollo (o de la fuga de capitales), la ampliación y diversificación de nuestro perfil exportador (o la primarización), la restauración de nuestra independencia económica y nuestra soberanía política mediante la resolución del lastre de la deuda con el FMI (o la profundización del endeudamiento), la defensa de los activos públicos estratégicos (o su desguace), la defensa de los bienes y servicios públicos esenciales, como la educación y la salud (o su recorte), la protección de los derechos económicos, sociales y culturales (o su negación). En pocas palabras, es mucho, es demasiado lo que hay en juego. Tomar la decisión correcta, que es mucho más que una opción entre personas o nombres propios o arengas de campaña para la tribuna, hará la diferencia no solo durante los próximos cuatro años, sino sobre los cimientos del futuro que, más adelante, podrán edificar nuestros hijos.
En nombre de todo eso que hay en juego es que esta columna tiene el formato de una carta abierta y es un llamado directo a votar por Unión por la Patria, a votar por la fórmula que integran Sergio Massa y Agustín Rossi para la presidencia y vicepresidencia de la Nación, y a votar por la fórmula que integran Axel Kicillof y Verónica Magario para la gobernación y vicegobernación de nuestra Provincia de Buenos Aires, para quienes somos bonaerenses. Estoy convencida de que quienes creemos fervientemente en la enorme potencialidad de este país que amamos, quienes, con aciertos y errores, nunca especulamos a la hora de mirar a la cara a nuestros compatriotas y enunciar con la mayor claridad nuestras verdades relativas, hoy tenemos la responsabilidad de hacer este llamado, sin medias tintas, en defensa del futuro, en defensa de nuestra Patria, en defensa del derecho de nuestros hijos a vivir en un país mejor.
El mundo está cambiando; los viejos tótem, entre ellos los liderazgos unipolares y la hegemonía indiscutida del dólar como moneda internacional, se están resquebrajando. El nuevo orden emergente, con nuevos polos de poder, con renovado protagonismo de los países en desarrollo -como el bloque BRICS que Argentina está a un paso de integrar-, en un contexto de pleno desarrollo de la cuarta revolución industrial, una revolución tecnológica sin precedentes, que requiere potenciar el talento argentino con más y no menos universidades, con más y no menos educación pública de calidad, con más y no menos inversión en ciencia y tecnología, en pleno cambio de matriz y transición energética, que requiere visión y decisión -como ocurrió con la recuperación de YPF, la puesta en valor de Vaca Muerta y la construcción en tiempo récord del gasoducto Presidente Néstor Kirchner-, es un mundo que nos permite visualizar importantes oportunidades para el postergado desarrollo de nuestra Nación. Pero que también exige la inteligencia y la determinación para construir una posición de autonomía estratégica -como la que hoy nos permite defender una agenda regional propia, o pagarle al FMI con yuanes a partir del swap de monedas con China- desde la cual aprovechar esas oportunidades sin subordinarnos a nada más que lo que dicte la planificación estratégica de un programa soberano de desarrollo nacional que se sostenga en el tiempo. Y demanda también, dada la particular situación en la que nos encontramos desde junio de 2018, una condición necesaria: liberarnos del yugo del FMI, como antes lo hizo Néstor Kirchner, y generar además las condiciones para que ese lastre, como ocurrió en la presidencia de Macri, no pueda volver a ensombrecer nuestro futuro: un “nunca más” que, para ser efectivo, necesita instrumentos concretos como la exigencia, que propuso Sergio Massa, de mayorías legislativas especiales de dos tercios como condición para poder endeudar nuevamente a la Argentina.
Ninguna argentina ni ningún argentino debería resignarse a volver a un pasado que ya fracasó demasiadas veces en nuestro país y que pretenden reeditar quienes prometen devaluar y, con ello, pulverizar el poder adquisitivo de todos, quienes prometen restringir el derecho a la salud, a la educación, quienes desprecian el derecho al progreso, a la movilidad social ascendente, a la igualdad de oportunidades del pueblo y solo reconocen el derecho al privilegio de unos pocos, quienes desconocen el valor del trabajo, del esfuerzo y de la producción, y premian la especulación financiera. La adversidad de la coyuntura que nos toca atravesar no lo justifica. Las expectativas frustradas de los últimos años, tampoco. Mucho menos podemos hacerlo quienes tenemos sensibilidad social, quienes compartimos los valores cristianos de amor por el prójimo, quienes tenemos plena conciencia de esta gran deuda pendiente que significan unos salarios y unos ingresos que están muy lejos del nivel que en el peronismo siempre identificamos con la justicia social. Sabemos que, a partir del año próximo, superadas las adversidades coyunturales que significó la sequía y con avances estructurales como los que representan el gasoducto Néstor Kirchner, la restauración de nuestra soberanía energética, o la puesta en marcha de la planta para la industrialización del litio encabezada por YPF Litio e Y-Tech, podremos empezar a saldar esa deuda si le cerramos el paso a quienes nunca creyeron en la grandeza de la que es capaz nuestro país, y prometen más endeudamiento, más fuga de la riqueza nacional, más especulación y, con ello, la clausura de nuestras oportunidades de desarrollo económico y social.
Macri, que contó no solo con los USD 45.000 millones del préstamo del FMI, sino con el endeudamiento previo con acreedores privados, duplicó la inflación en comparación con 2015 y provocó una crisis de poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones que el equipo que antecedió a Sergio Massa, a pesar de haber transitado dos buenos años del comercio exterior argentino, no pudo revertir. Sergio Massa, en cambio, asumió al frente del Ministerio de Economía en medio de una crisis cambiaria que muchos consideraban terminal, con escasez de reservas en el Banco Central, con un mal programa con el FMI heredado y, sobre llovido mojado, el país fue víctima de una sequía histórica que le costó la pérdida de más de USD 20.000 millones de ingresos comerciales. Que, en esas condiciones, haya encauzado todos los esfuerzos e instrumentos para evitar la devaluación y un daño mayor sobre los salarios y los ingresos, a pesar de que lo reclamaran prácticamente todos los factores de poder, internos y externos, es una garantía de confianza de que, de asumir la presidencia y en condiciones distintas a las de la coyuntura actual, renovará el compromiso con los salarios, las jubilaciones y los ingresos que ya demostró en medio de la adversidad.
Quienes lo enfrentan, proponen devaluación y licuación salarial, y lo harán, como ya lo hicieron antes. Así como prometen abolir derechos sociales como la indemnización y las vacaciones pagas, junto con los convenios colectivos de trabajo, la eliminación de los ministerios de educación, salud, ciencia y tecnología, entre otros; restringir el sistema de seguridad social, terminar con las moratorias previsionales, los medicamentos gratuitos para los adultos mayores, cerrar el PAMI y rematar “las joyas de la abuela”, como el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses y la estratégica YPF, si es necesario, para financiar la fuga de divisas de las minorías que representan, tanto como renunciar a la autonomía estratégica en materia geopolítca, promoviendo los discursos de odio y el enfrentamiento entre argentinos, a la par de la puesta en marcha de un programa de desmembramiento del Estado Nación, desintegración territorial y entrega de los recursos estratégicos de nuestro subsuelo. Por eso también, una vez más, votar a Unión por la Patria, votar la fórmula Massa-Rossi, es votar en defensa propia. Y es fortalecer, también, las condiciones de estabilidad económica, ese puente hacia el 2024, que añoran romper quienes ven a la Argentina como un botín y al destino del pueblo como un daño colateral.
Votar a Unión por la Patria es, también, votar por la reconstrucción de un orden institucional que conciba un poder judicial independiente del poder económico y restaure una democracia plena que destierre la persecución, la represión y la violencia -incluso asesina, como la sufrida por Cristina- como método de resolución de los conflictos sociales y políticos.
Votar por la fórmula Massa-Rossi es la mejor estrategia para llegar fortalecidos a octubre y minimizar los riesgos de grave retroceso a los que exponen a la Patria cualquiera de los proyectos opositores.
Cerrémosle la puerta al pasado que fracasó. Y avancemos con esperanza hacia el futuro, con toda nuestra pulsión de vida. Porque es posible y es nuestro, si estamos decididos a conquistarlo.
Hola Fernanda, excelente nota para divulgar, como lo vengo haciendo desde hace más de 10 años en mi círculo de amigos, familiares y allegados. Es un granito de arena pero no es suficiente, necesitamos 5 medidas concretas de alivio y de mostrarle al pueblo que hay peronismo vivo. Si el control de precios arranca, mostrar con contundencia las sanciones impuestas a los incumplidores, pero hay más cosas que hacer para aliviar el día a día de los que ya no pueden más. Que haya algo concreto e inmediato para demostrarle al pueblo que hay esperanza, me ofrezco a colaborar desde mi lugar. Gracias
De una agonía podes volver, si te suicidas de la muerte no se vuelve
Excelente para divulgar
Explicame porqué no Grabois
Amén
Massa es un simulador, mitómano, oportunista, intelectualmente deshonesto y, lo más importante, un gorila. ¡Le reclama a Macri cuando el fue (¿es?) su aliado.