Por Diego Fernández Gutiérrez
El presidente Milei se reunió durante la conferencia de Davos, en Suiza, con el canciller británico David Cameron. Sabemos que la relación con el Reino Unido de la Gran Bretaña esta atravesada por la disputa de la soberanía de las Islas Malvinas e islas del Atlántico Sur. Toda la relación entre la Argentina y los británicos debería estar subordinada a esta situación. Sobre todo, si tenemos en cuenta los intereses geoestratégicos que representa el archipiélago en su conjunto, sobre todo para nuestro país, aunque también para varias de las potencias más importantes del mundo. Su posición geográfica y recursos naturales son la fuente de su importancia. Pero vayamos primero y en concreto a lo que fue el encuentro.
La primera de las cuestiones tiene que ver con la reunión en sí, el primer error de esta cumbre tiene que ver con sus participantes, el presidente de la Nación con el canciller británico. Es claro que es un error que la máxima autoridad nacional y máximo representante de la política exterior de nuestro país se haya reunido con un funcionario por debajo del primer ministro británico. Les baja el techo a nuestras pretensiones, se pone un escalón por debajo y manda una señal de subordinación a los intereses británicos. Lo que dice tácitamente es: no es tan importante para reunirme con el primer ministro, cuando es un mandato emanado de nuestra Constitución Nacional. En todo caso debería haber enviado a la canciller argentina, Diana Mondino.
Segunda cuestión, los temas tratados. En una nota de Infobae sobre la reunión, el presidente resume la conversación: “básicamente hablamos de profundizar los vínculos comerciales, del apoyo que nos van a dar en el FMI, y además de como promover las inversiones inglesas en la Argentina”. Otro error, la agenda con Gran Bretaña debe estar subordinada a la temática sobre Malvinas. No se puede pretender que Gran Bretaña decida sentarse a la mesa de negociaciones, en cumplimiento de la resolución 2065 de la Asamblea General de la ONU, si la Argentina es la que cede a los requerimientos británicos sin que estos den nada a cambio. Si Gran Bretaña quiere realizar inversiones en nuestro país, primero que se siente a discutir la soberanía de las islas con el Estado argentino.
Sobre si se trató la cuestión Malvinas en la reunión el presidente Milei dijo: “No avanzamos en profundidad, pero si lo fijamos como un punto en una agenda donde nuestra canciller, Diana Mondino y el ministro Cameron avanzaran en buscar una solución al tema”. Esto, es lo mismo que decir que el presidente no abordó la cuestión Malvinas, y según la señal de noticias TN, del Grupo Clarín, tampoco se fijó como un tema a discutir en la agenda entre ambos países. Periodistas de la señal de cable consultaron con la Foreign Office (cancillería británica), y la respuesta fue muy clara: “La posición del Reino Unido y su continuo apoyo al derecho de los habitantes de las Islas Falkland a la autodeterminación se mantienen sin cambios”. Es conocida la posición británica de no discutir la soberanía del archipiélago. El portavoz del primer ministro fue contundente al respecto cuando fue consultado por la prensa luego del triunfo que depositara en la Casa Rosada a Javier Milei: “Creo que Milei ha planteado varios puntos diferentes al respecto durante la campaña”, y agregó: “Por nuestra parte, obviamente es una cuestión resuelta hace tiempo. No hay planes de revisar eso. La posición de las Islas Falkland está resuelta hace algún tiempo y no cambiará”.
Tercera cuestión: la solución Honk Kong. El periodista que le realizó la nota para Infobae, Roman Lejtman, le pregunta por la posibilidad de “resolverlo a través del modelo Honk Kong con China e Inglaterra”. Milei responde que “Nosotros queremos ir a una solución factible respecto a las Islas Malvinas. Inglaterra tuvo un conflicto parecido a este: fue con China y por el caso de Honk Kong. Nosotros proponemos una situación similar, donde por la vía diplomática Inglaterra nos devuelva las islas”. La solución planteada podría ser viable, salvo por la situación en la que se encontraba China en aquel momento, muy diferente a la Argentina. Por aquellos años, China ya comenzaba, bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, a ser una potencia en ascenso, económica y militarmente, y su dirigencia veía como prioritario la recuperación de los territorios perdidos durante los años que ellos llaman “el siglo de la humillación”. A los británicos les interesaba hacer negocios en un país de una economía pujante y en ascenso, y a Beijing le interesaba recuperar aquel territorio.
China, también tenía una serie de ventajas estratégicas para recuperar la isla de Honk Kong. Los llamados Nuevos Territorios, y la incorporación de armamento nuevo a sus fuerzas armadas. Las negociaciones comenzaron en 1982 y se extendieron hasta 1984, cuando llegaron a un acuerdo. En un principio, la ventaja que tenía China era por la finalización del arrendamiento que tenía Gran Bretaña sobre una porción de Honk Kong, los “nuevos territorios”. Esta parte es una de las tres áreas en las que se divide, las otras dos, la propiamente llamada Honk Kong y la península de Kowloon fueron cedidas a los británicos a perpetuidad, luego de la derrota china en las Guerras del Opio, mientras que los Nuevos Territorios solo por un periodo de 99 años. Estos finalizaban en 1997, y su importancia radicaba que eran la mayor parte de los territorios de la isla, y desde su sector agrícola procedían la mayoría de los alimentos del resto de la isla. Solo conservar Honk Kong y Kowloon, sin los Nuevos Territorios, iba a ser una condición difícil de sostener para el Reino Unido. China estaba totalmente dispuesta a recuperar la totalidad de la isla, aun con la oposición de los británicos, y así se lo hizo saber Deng a Margaret Thatcher en su visita a Beijing. Los británicos sabían de la superioridad militar china en cuanto a una posible invasión para retomar la isla, aun antes de 1997, si es que no se llegaba a un acuerdo. Esto presionó al resultado esperado por el gobierno de Den, y en 1984 se terminó firmando la Declaración Conjunta sino-británica que marcaría el traspaso de Honk Kong a la jurisdicción china en 1997.
Y finalmente, una última cuestión, la argumentación británica del derecho a la autodeterminación de los isleños. Según el presidente Milei “en este proceso usted no puede dejar de lado lo que pasa con aquellos que viven en las islas. Es decir, usted no solo tiene que buscar una solución con Inglaterra, sino que además tiene que contemplar los intereses de quienes viven en las islas”. Esta, es la misma posición de Londres, que utiliza esta retorica argumentativa para bloquear el dialogo por la soberanía. Si hay algo que la cuestión Malvinas no avala es la aplicación del principio de “autodeterminación de los pueblos”. Este principio debe ir de la mano con el de “integridad territorial”. Según la resolución 1514 de la AGONU (Asamblea General), en la “Declaración sobre la Concesión de la Independencia a los Países y Pueblos Coloniales”, se establece en su sexto párrafo que Todo intento encaminado a quebrar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.
En base a esto, ninguno de los dos referéndums por la soberanía realizados en Malvinas, en 1986 el primero, y en 2013 el ultimo, ambos a favor de la posición británica, tienen alguna clase de validez para el derecho internacional. Solo son reconocidos por los gobiernos británicos para negarse a tratar la cuestión de la soberanía con los sucesivos gobiernos argentinos. La excusa es que respetan los “intereses” de los isleños, la misma razón que invoca el presidente Milei. El problema con este término es que se confunde, o lo quieren equiparar, con los “deseos” de quienes actualmente habitan en Malvinas. Que la población implantada tenga determinados deseos, como seguir perteneciendo a la corona británica, no pueden ser tenidos en cuenta en una negociación bilateral, ni es lo mismo que sus intereses, ya que estos últimos solo pueden ser representados por los Estados.
En conclusión, la posición del nuevo gobierno de La Libertad Avanza, y del presidente Javier Milei, no tiene la intención de defender la posición argentina para la defensa de la soberanía de un territorio clave para el futuro de nuestro país. Así, se reeditan otras épocas nacionales de políticas desmalvinizadoras, como en el menemismo, con los “Acuerdos de Madrid” y su “paraguas de soberanía”, el gobierno de Macri y el nefasto acuerdo Foradori Duncan.
Por sus recursos naturales, pesqueros, minerales e hidrocarburíferos, por su importancia en el desarrollo tecnológico, científico y logístico, por su posición estratégica de acceso al continente antártico y paso entre dos océanos, e inclusive como parte constitutiva de nuestra identidad nacional (la Guerra y los caídos en Malvinas), la importancia presente y futura de la cuestión Malvinas debe mantenerse unida a todo proyecto de desarrollo nacional.