El domingo 19 de mayo se realizaron elecciones en la Caribeña República Dominicana y el resultado ha vuelto a consagrar a Luis Abinader “el presidente constructor de muros”.
Luis Abinader, quien llegara a la presidencia en el 2020, logró la reelección presidencial por cuatro años más, como candidato del Partido Revolucionario Moderno (PRM), obteniendo más del 57% de los votos en la primera vuelta. En el 2020 había logrado el triunfo con cerca del 53% de los votos. Con estos porcentajes uno podría especular que su propuesta política y su gestión de gobierno han sido todo un éxito, pero la realidad muestra otra cosa.
En su primera intervención como presidente reelecto, al mejor estilo de Carlos Menem con su inolvidable “no los voy a defraudar”, Abinader prometió a sus votantes que “no les fallará”, agregando que actuará sin sectarismos, sin distinción ni colores partidarios, enfatizando también que “lo mejor está por venir”, y que “los cambios en el país son irreversibles”.
Con una concentración de poder institucional y estatal, ya que posee la mayoría en el poder legislativo y domina en 24 de las 32 provincias, incluidas las fronterizas, Abinader se propone abordar este segundo período con los ojos puestos en Haití.
En función de la situación del vecino país, sumido en un proceso de violencia, miseria y saqueo, la política de Abinader tiene dos estrategias; una es la culminación del muro fronterizo entre los dos países, a lo que se suma la profundización de las razias y deportaciones; y la otra la de alentar la ejecución del despliegue de la fuerza multinacional en territorio haitiano para combatir a las “bandas delincuenciales y pacificar el país”.
La asimetría y la desigualdad entre las economías de ambas naciones y la situación política creada en Haití tras la invasión norteamericana de 1915, ha generado un constante desplazamiento de su población hacia territorio dominicano buscando mejores oportunidades laborales y sociales.
Esta migración exacerbó los discursos discriminatorios que se han reflejado en las políticas gubernamentales de los distintos gobiernos dominicanos, como cuando en septiembre de 2013, un dictamen del Tribunal Constitucional Dominicano, estableció que los niños nacidos en su territorio no podrían tener la nacionalidad dominicana si sus padres habían llegado ilegalmente. Esto se aplicó retroactivamente a todas las personas nacidas desde 1929, privando arbitrariamente de su nacionalidad dominicana a cientos de miles de personas de ascendencia haitiana y estableciendo una situación de desamparo nunca vista en América.
Para combatir el fenómeno migratorio irregular hacia su país, Luis Abinader, anunció en 2021 la construcción de un muro de casi 400 kilómetros de longitud en la frontera que comparte con Haití, el cual pretende terminar en este nuevo mandato.
También como aliado incondicional de Estados Unidos ha acompañado el renovado relato colonialista que convoca a una fuerza internacional de intervención policial- militar para solucionar el desastre de seguridad generado entre otras cosas por las fuerzas multinacionales intervinientes en distintas ocasiones como la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH) que dejó una secuela de violaciones a los derechos humanos en el pueblo haitiano y un profundo rencor hacia las potencias como Francia y Estados Unidos que han secuestrado la autodeterminación de ese pueblo.
Abinader se muestra expectante ante la posibilidad de intervención extranjera en Haití, diciendo: Estamos en coordinación con los países que están interactuando en el caso de Haití (…) Tenemos que saber cuándo llegan esas fuerzas y las consecuencias que van a tener (…) Estamos preparados para cualquier eventualidad.
Esa expectativa del presidente, también refleja su temor a que la situación de deterioro creciente en las condiciones económico- sociales de la isla estallen en su propio país. Haití está sumido en un caos que ha generado que diversas pandillas y organizaciones de autodefensa se enfrenten en gran parte de su territorio.
Cuando vuelva a asumir el 16 de agosto, tendrá sobre su cabeza esa espada de Damocles que es la explosiva situación haitiana, pues por mas que se empeñe en levantar muros e impulsar una política de mano firme frente a la migración, multiplicando las redadas de indocumentados y las deportaciones, o reforzando la presencia de la fuerza armada en la frontera, su discurso discriminatorio y xenófobo constructor de relatos electorales paternalistas, que llevan a sectores populares a expresar: Él, lo que quiere es defender nuestra patria y ayudarlos, pero que ellos se queden allá, cada quien en su país, puede volverse en su contra, porque agrega más tensión a la tensión ya existente.
Tampoco es que la situación de República Dominicana sea una panacea económica y social como para absorber los graves problemas de Haití. El país se encuentra sumido en una situación de dependencia de las remesas que provienen de los dominicanos que principalmente se han radicado en Estados Unidos y de los subsidios que entrega el gobierno para compensar los magros salarios, esta situación se ha visto reflejada en la participación electoral ya que al no ser obligatoria la concurrencia a las urnas, las denuncias de compra de cédulas y la abstención se han constituido en una nota visible de este evento electoral.
En las elecciones municipales del domingo, 18 de febrero 2024 la abstención electoral fue de 63.5% en los principales municipios del país, para las presidenciales se calcula que la tasa de abstención se encuentra en el 30%.
Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), presentado en Punta Cana en el marco de su Reunión Anual de Gobernadores, mostró que alrededor del 1% de la población más pudiente de República Dominicana controla cerca del 42% de la riqueza total, niveles comparables a El Salvador, Bolivia y Estados Unidos. La pobreza en República Dominicana en áreas rurales en el año 2023 se ubicaba en un 24.6 %. Y la pobreza en entornos urbanos en un 22.7 % para una población de 11.117.873 personas de las cuales más de medio millón son haitianos.
Con los niveles de desigualdad social que expresa el informe mencionado, invertir en muros y represión conduce a un callejón sin salida en una isla que requiere soluciones estructurales que contemplen el todo, tendiendo puentes de solidaridad y hermanamiento, superando los negociados de las mezquinas oligarquías atrincheradas a cada lado del muro de sus propias conveniencias.