Venezuela nuevamente se encamina a un acto electoral para elegir presidente, en el caso del oficialismo, será Nicolás Maduro el encargado de representar al proyecto bolivariano, pero ¿Qué ocurre del lado de la oposición?
Durante estas dos décadas, la muy proclamada “unidad de las fuerzas opositoras” al proyecto bolivariano siempre ha quedado en la mera consigna, ya sea por intereses y ambiciones personales o por diferencias políticas entre los representantes venezolanos de la oposición, o por las diferentes estrategias desestabilizadoras diseñadas por los gobiernos de turno en Estados Unidos.
El único objetivo visible e histórico de la oposición venezolana ha sido, durante estos 24 años, sacar al “chavismo del poder”, en eso están todos de acuerdo, pero el tema es quienes y fundamentalmente cómo. Y aquí nace el nudo de la cuestión, los sectores de oposición que tienen poder de movilización y cuentan con recursos humanos y económicos para dar batalla en el terreno electoral, no han podido construir un proyecto de bienestar popular superador al proyecto del gobierno, y se han dedicado a tratar de imponer o justificar una política destituyente, por lo general violenta.
En Argentina, el presidente Menem, justificaba en su momento el viraje de sus promesas de campaña electoral, hacia las políticas neoliberales que implementó durante la década del 90, diciendo que, “si en la campaña electoral decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie”. Dentro de la oposición venezolana ocurre algo de eso, porque quienes tutelan la vida política y logística de la oposición, son los centros de poder de occidente cuya estrategia hacia los países “en desarrollo”, en materia económica, alienta el endeudamiento externo, la enajenación de la soberanía económica y política, la consolidación de la especulación financiera y la explotación neoliberal de las fuerzas del trabajo.
En estos ejes se sustenta la verdadera acción de gobierno de los candidatos del sector opositor, más allá del relato seudodemocrático y “libertario” de campaña, que omite la injerencia terrorista implementada desde Estados Unidos y la Unión Europea para desestabilizar al gobierno bolivariano asfixiando la economía y saboteando la infraestructura estatal.
En 6 elecciones presidenciales la oposición venezolana se ha enfrentado al proyecto bolivariano y no ha podido derrotarlo. Los porcentajes obtenidos por el proyecto bolivariano en estos procesos electorales, han ido del 56.20 % en 1998 con Hugo Chávez, al 67.84 % con Nicolás Maduro en 2018.
La oposición venezolana ha participado en los 6 procesos electorales con candidatos a presidente, siendo Henrique Capriles el candidato que mayor porcentaje obtuviera con un 49.12 % en las elecciones de 2013 contra Nicolás Maduro.
Manuel Rosales en el 2006 se enfrentó a Hugo Chávez y perdió obteniendo un 36,9% contra un 62,84% del candidato bolivariano. Claudio Fermín también participa por segunda vez en una contienda electoral como candidato a presidente. Durante los 4 días que duró el proceso de postulación se presentaron 37 organizaciones con fines políticos para acompañar a los 13 candidatos que se medirán el próximo 28 de julio en los comicios presidenciales.
La oposición cuenta con 26 organizaciones políticas que conforman un arco diverso en origen y trayectoria en el cual se encuentran partidos tradicionales como Acción Democrática y Copei, representantes del viejo régimen bipartidista de la Cuarta República, hasta nuevas formaciones como Fuerza Vecinal, producto de la disidencia opositora de la extrema derecha nativa.
Los trece candidatos, respaldados por treinta y siete organizaciones políticas cumplieron con todos los requisitos legales establecidos dentro de la Ley Orgánica de Derechos Electorales y se inscribieron en tiempo y forma ante el Consejo Nacional Electoral para participar en las elecciones generales del próximo 28 de julio.
En este marco de participación electoral la derecha nacional e internacional esgrime el relato mediático de que en Venezuela gobierna una dictadura aferrada al poder. Pero observemos como ha sido elegido el candidato oficialista.
El Partido Socialista Unido de Venezuela avaló la postulación de su candidato a Presidente mediante las firmas de más de cuatro millones y medio de seguidores, militantes y dirigentes sociales de base, que realizaron asambleas consecutivas en 269.000 calles, 50.000 comunidades y 14.000 centros electorales de todo el territorio nacional.
Del lado de la oposición, la organización “Vente Venezuela”, que no es un partido nacional acreditado ante el CNE y nunca participó en elección alguna, realizó elecciones primarias de la oposición en 2023, con amplia cobertura mediática internacional, sin registro de votantes y con el único arbitraje de la organización Súmate, fundada por la Sra. María Corina Machado y supuestamente en base a un acuerdo previo con la coalición Mesa de Unidad Democrática (MUD) y Un Nuevo Tiempo (UNT).
De este proceso surgió la candidatura de María Corina Machado, sin tomar en cuenta que, esta postulante candidata estaba inhabilitada desde el año 2015, cuando ejercía como diputada a la Asamblea Nacional, por aceptar ocupar un lugar como embajadora alterna del gobierno de Panamá en una sesión plenaria de la OEA, para solicitar como agente de un gobierno extranjero- que se sancionara a Venezuela mediante la aplicación indebida de la Carta Democrática Interamericana.
Machado, consecuente opositora al bolivarianismo, mostraba una faceta más de su variado historial golpista, violando el juramento que hizo a la Constitución y al pueblo de Venezuela solicitando una intervención extranjera en los asuntos políticos del país, que acarrearían mayor sufrimiento a su pueblo.
Ante esta situación y cuando ya se vencía el plazo para la inscripción de los candidatos, la señora María Corina Machado, inconsultamente a sus aliados, designó “a dedo” a una candidata desconocida por todos, llamada “Corina” Yoris, que más allá de sus méritos académicos, no dejaba de ser un recordatorio de su madrina electoral.
Ante esta maniobra, que dista mucho de ser “democrática”, los partidos cuyas tarjetas estaban habilitadas para inscribir candidatos, decidieron entonces retirarle el apoyo al tándem Machado -Yoris, que de esta manera no podía entrar en el sistema de postulación, situación que le sirvió de excusa a estos sectores radicales, para instalar la narrativa de que lo sucedido respondía a una “prohibición orquestada por el chavismo”.
Lo concreto es que los partidos de oposición que retiraron el apoyo a Corina Yoris, inscribieron a sus candidatos Manuel Rosales por Un Nuevo Tiempo y Edmundo González por la Mesa de Unidad Democrática (MUD), que participarán en las elecciones del 28 de julio.
La Sra. Yoris podría haberse presentado en tiempo y forma por la opción establecida en la Ley Orgánica de Procesos Electorales: de Iniciativa Propia. En ese caso, según lo previsto en el art. 52, debían presentar ante el CNE firmas de respaldo correspondientes al 0,5% del último padrón electoral para avalar la candidatura, ¿por qué no lo hicieron, si dicen que cuentan con el apoyo de más de 2 millones de votantes en las primarias de la llamada Plataforma Unitaria 2023?
La resultante de todo esto, fue un enfrentamiento entre los opositores, plagado de acusaciones de traición y un sinnúmero de descalificaciones que muestran una realidad, que también contribuye a la consolidación del proyecto bolivariano, que, con aciertos y errores, no deja de ser la única opción de país posible. Lo otro es un salto al vacío, o más claro, a los brazos del verdugo que durante 24 años se empeñó en oprimir a la Patria de Bolívar.